CAMISETAS

El callejón millonario de las camisetas de fútbol falsas donde nadie se moja: hay tres culpables pero el dedo solo señala a uno

Consejos abstractos, cifras monstruosas y consumidores conscientes. ¿Aquí nadie se moja?

Camiseta falsificada del Manchester United, junto a la nueva equipación de este temporada. /MONTAJE: RELEVO
Camiseta falsificada del Manchester United, junto a la nueva equipación de este temporada. MONTAJE: RELEVO
Alejandro Mendo

Alejandro Mendo

Las camisetas falsas aparecen y desaparecen de las noticias de forma cíclica. Cuando la Policía Nacional incauta 1.300 equipaciones pirata en Tenerife, cuando Guardia Civil y Agencia Tributaria intervienen seis millones de imitaciones en Madrid etc... en los últimos días, de hecho, Kevin Medina, futbolista del Málaga, se ha hecho viral por ofrecerle una camiseta a un aficionado que enseñaba en Twitter una versión falsa adquirida. "Perdón por no tener dinero", se justificaba.

La cuestión suele afrontarse sin gran profundidad, mezclando ética con estética. Un día se alude a la supuesta educación que hay que inculcar en los jóvenes, al siguiente se amenaza con multas imaginarias para el consumidor. Se arrojan cifras que subrayan una obviedad que es causa y solución del problema: la enorme brecha de precio entre producto oficial y copia. La inserción de la camiseta de fútbol en la cultura popular a través de la moda ha reavivado el debate. Las falsificaciones dan el salto a la opinión pública y en el aire flota la idea de intervenir de manera más concreta.

Por ejemplo, el Sheffield Wednesday advirtió que invitaría a sus aficionados a abandonar el célebre Hillsborough en caso de ser localizados con una prenda no oficial. Bajo el título brand protection (protección de marca), el comunicado del club inglés no se desmarcó del habitual registro abstracto que acompaña este tema tan peliagudo, pero sí ofreció un acercamiento novedoso, pragmático, casi policial. Ya en la previa de la Eurocopa se rumoreó que las autoridades alemanas realizarían controles y multarían a los hinchas que llevasen falsificaciones. El Directorado de Aduanas desmintió una fake news originada en TikTok, pero como ocurre siempre que se discute sobre réplicas ilegales, su portavoz se limitó a recomendar, aconsejar, matizar, puntualizar que es preferible adquirir copias legítimas. ¿Aquí nadie se moja?

En el podcast de la Cadena SER 'Código de Barras', algunos jóvenes entraron en materia más que políticos, fuerzas del orden, clubes o marcas. Sintetizaron en pocas palabras el éxito de un fenómeno que mueve millones de euros cada año. "Sale barato, las modas duran muy poquito, la diferencia no es tan grande". Reto aceptado: vamos a diseccionar estos tres puntos desde el prisma del aficionado.

Falsificaciones incautadas en Tenerife.  Policía Nacional.
Falsificaciones incautadas en Tenerife. Policía Nacional.

¿Sale Barato? Depende

Según diversas estimaciones, fabricar una camiseta supone un coste inferior a 10€. Promoción, royalties por unidad vendida y transporte sitúan en 20€ la inversión del fabricante, que se asegura un margen promedio del 20% sobre el precio final. El punto de venta puede alcanzar el 30%. Estamos ante porcentajes normales y razonables en cualquier sector. Sin embargo, la cosa cambia radicalmente para el cliente, sobre todo si adquiere una camiseta de alta gama que hoy ronda los 150€ en firmas como Nike o adidas. Asumiendo que unos 35€ estén destinados a impuestos y otros 20 a fabricación y distribución, quedan 95€ de beneficio que se reparten marca, club y vendedor —los clubes aspiran a ocupar dos de estos tres asientos, por eso llevan tiempo potenciando sus tiendas oficiales—. Un reprecio superior al 60% es cuanto menos llamativo, inusual en cualquier industria. La camiseta de fútbol se desplaza al ámbito del lujo. Para desazón del hincha.

Sigue aumentando la brecha de calidad, precio y promoción de las prendas vestidas por los atletas (llamadas authentic o player version) respecto a las replica o stadium. Las primeras arrasan, como desean clubes y fabricantes. Las segundas se han estancado en términos textiles. Las reproducciones ilegales de mejor factura, que las hay, no difieren tanto de un producto situado en un lugar incómodo del mercado. Para el bolsillo, la versión fan cuesta demasiado (90-100€) como para evitar que la copia (20-25€) sea una golosa tentación. Y al tacto, la stadium se aleja cada vez más de la player. Una paradoja posmoderna puede ser su salvación. En la versión jugador, el escudo está termosellado, en teoría para evitar rozaduras, y no bordado como demanda con vehemencia el hincha. Además, las prendas top de gama resisten menos lavados, ya que han sido concebidas para el jugar y tirar de la élite. Las grandes firmas han recuperado tramas, detalles holográficos y tejidos de apariencia premium con la esperanza de elevar los costes del fabricante ilegítimo, pero se diría que van por detrás en el marcador. La oferta pirata es asombrosamente inabarcable y competitiva.

El precio crece de la mano de la demanda, no lo olvidemos. También como efecto de la piratería. Quien compra original paga las pérdidas generadas por las falsificaciones. Si nos ceñimos a la mera inversión económica, no es del todo cierto que una copia salga más barata. Dependerá en gran medida del uso que hagamos de la prenda: sudarla en el gimnasio, exponerla a agarrones en una pachanga, lucirla y acaso mancharla de bebidas espirituosas en un festival, llevarla asiduamente al estadio o (como es mi caso, mayormente) coleccionarla en la burbuja textil de un armario. Salvo en esta última instancia, y aparcando el purismo camisetero de cada cual, es difícil no empatizar con quien comete un pecado con mangas. No es lo correcto. El artículo no durará demasiado. El consumidor lo sabe. Pero ¿tiene alternativas? La respuesta, al final de este artículo.

Solo se vistieron una vez: Y-3 x Real Madrid, Koché x Milan.  MONTAJE
Solo se vistieron una vez: Y-3 x Real Madrid, Koché x Milan. MONTAJE

¿Las modas duran muy poquito? Absolutamente cierto

De acuerdo con la Oficina de la Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO), España es el segundo país en compra intencionada de falsificaciones, solo por detrás de Bulgaria. El 20% de los consumidores acude a las copias, un número multiplicado por cuatro desde 2019. La clave es la intencionalidad. El 80% de los compradores sabe que perjudica a las marcas y el 84% es consciente de beneficiar a organizaciones ilegales, que han encontrado en las camisetas falsas una actividad extremadamente lucrativa. Es decir, en respuesta a un mercado saturado que minimiza el ciclo de vida de las equipaciones, en respuesta al posicionamiento luxury de los fabricantes deportivos y en respuesta al desarrollo de la ropa ilegítima —tocar para creer—, algunos cometen un pecado venial racional. Es la pescadilla que se muerde la etiqueta: el valor de la camiseta es más alto que nunca, el problema es que su precio corre dando zancadas aún mayores.

El futbolero afronta un dilema ético y estético. Cuando toca elegir, a menudo se impone el simbolismo de la camiseta en abstracto por encima de calidades, acabados jacquard o transpirabilidad de una prenda en concreto. En cierto modo, la camiseta es presa de su propia popularidad. Convertida en icono por la moda y transformada en fast food por la élite, con clubes que visten cada modelo un puñado de veces y diseños que desprenden obsolescencia programada, ¿por qué debería el cliente invertir en un artículo efímero que pasará de moda por sistema? Algunas posibles soluciones, en el penúltimo párrafo.

Factores externos a la industria de la ropa deportiva han moldeado un hábito de consumo insano que, sin ser nuevo, se ha vuelto organizado, premeditado y compulsivo. La casaca pirata se ha instalado entre aficionados. El auge de la compraventa online a través de aplicaciones y el resurgir de la pequeña paquetería garantizan disponibilidad inmediata. Esta enorme accesibilidad derriba barreras para el cliente final, así como para revendedores ilegítimos seriales que promocionan 'sus' falsificaciones en redes sociales —donde existe cierta apología de la copia barata, un tema para otro día— o en junglas digitales como Wallapop, Vinted o Depop. Las plataformas están desbordadas por las copias y envían advertencias aleatorias cuando sus bots las detectan. En ellas proliferan red flags. Nueva con etiquetas. Disponible en todas las tallas. Pídeme el dorsal que necesites.

Diferencias entre original y copia.  Classic Football Shirts
Diferencias entre original y copia. Classic Football Shirts

¿La diferencia no es tan grande? Rotundamente falso

La didáctica camisetera nunca está de más. Es la principal razón de ser de esta columna en Relevo. Comprobad etiquetas internas, buscad la referencia de producto en Google, repasad el armario virtual de vuestro dealer, observad escudos y logotipos de marca y no perdáis de vista dorsales, parches y hologramas. Si habéis probado ambas calidades y sois sinceros con vosotros mismos, no hay partido entre la camiseta oficial y la copia.

Pero no desviemos el tiro. En líneas generales, el consumidor toma decisiones conscientes y está sobreinformado. La EUIPO maneja dos datos descorazonadores: el 26% de los europeos piensa que la calidad no es tan importante, dato que asciende al 50% entre los jóvenes, que han sido educados en la cultura del bajo coste textil, el mínimo mantenimiento y el frecuente cambio de armario. Llegados a este punto de nihilismo-utilitarismo estético, me pregunto si consejos como "comprar en páginas conocidas" no serán demasiado ingenuos (tomando al cliente por tonto, justo lo que no es); me pregunto si las referencias a "puestos de trabajo en peligro" o "impuestos que se dejan de ingresar" no serán ineficaces ante un público que sabe que no está obrando correctamente, pero siente que no le queda otra.

Habíamos dejado un par de preguntas pendientes.

¿Tiene alternativas el consumidor o está abocado a la ilegalidad? Más allá de aprovechar las rebajas de final de temporada, intercambiar prendas con coleccionistas conocidos o esperar con paciencia una ganga, conviene observar la diversificación del mercado. Por ejemplo, la marca blanca es una opción estimulante. Se trata de productos oficiales que permiten realizar una aportación mayor a tu equipo sin pasar por ávidos intermediarios. Los clubes están aprendiendo a explotar una categoría flexible que no está sujeta a plantillas de marca ni al reglamento UEFA. La ropa autoproducida (in-house, hecha en casa) se adapta rápido a las modas, acoge simbología retro, facilita el storytelling o reintepreta equipaciones antiguas a un precio accesible. La camiseta de marca blanca se puede conseguir por 35-40€ y representa un sustituto legal, sensato y sostenible de las falsificaciones.

¿Por qué invertir en un producto efímero que pasará de moda? Marcas y clubes tienen derecho a fijar el precio, pero también el deber de ser transparentes y responsables. A los clubes cabe exigir que, además, sean moralmente justos y hagan algo por la famosa educación del cliente, quiero decir, hincha. La sostenibilidad de la camiseta pasa en menor medida por los materiales reciclados con los que se fabrica (sin ningún beneficio para el consumidor), como nos recuerdan puntualmente las firmas. Para cambiar la dinámica, urge aumentar el ciclo de vida de la indumentaria. Añadir relevancia. Ideas factibles no faltan. Aquí van algunas. Mantener una camiseta durante dos temporadas, desplazar una alternativa del segundo al tercer lugar del armario en el curso sucesivo, estipular que las ediciones especiales salten al campo un mínimo de partidos o, por qué no, implementar nociones del deporte norteamericano. Los clubes MLS solo tienen dos camisetas, oscura y clara, y lanzan ¡una! equipación por curso, alternando local y visitante. Tener dos camisetas fijas facilita la digestión de las inevitables ediciones especiales, en línea con las Statement, Icon o City de la NBA.

Cuando se habla de falsificaciones, el dedo acusador tiende a apuntar solo al cliente. Pero en el triángulo de amor bizarro formado por club-fabricante-aficionado, todos deben arrimar el hombro. Si las marcas deportivas sueñan con el lujo, tendrán que convivir con el top manta. Si los clubes —en mi opinión, actores principales de esta obra pirata— no impiden que su afición sea tratada solo como clientela, que no exijan fidelidad y canales oficiales. El consumidor también debe mover ficha. Comprar mejor, en lugar de comprar más. Aprovechar los resquicios de la industria. Sentir que sus acciones sí marcan la diferencia, no solo al tacto.