El futbolista palestino que es refugiado político en España: "Salimos de debajo de los escombros y continuamos con nuestros sueños"
Tras más de diez años seguidos jugando en la élite de su país, Khaled Dader busca ahora un mejor futuro mientras juega para el CD Independiente de Vallecas.
El Pozo es una zona humilde de Entrevías, en Madrid. A mediados del siglo XX creció gracias a la inmigración de andaluces, extremeños y murcianos. Construían de noche, como podían, para tener un techo antes de que amaneciera y que 'los grises' no pudiesen demolerlo al día siguiente. Hoy es un barrio obrero, con bloques de viviendas y servicios comunitarios, que cuenta incluso con polideportivo. En esas instalaciones, que llevan el nombre del mítico portero del Rayo Vallecano, Wilfred Agbonavbare, entrena un refugiado palestino.
Khaled Dader (Gaza, 1998) es un chico atlético con el pelo y la barba negros como el alquitrán. Tiene los ojos grandes y muy redondos. Apenas pestañea al contar el periplo por el que ha pasado para llegar hasta aquí. "No sé qué significa 'infancia', solo la conozco por su nombre. La mía estuvo llena de guerra y destrucción en la Franja de Gaza", dice con un tono aséptico. Pese a la dureza de sus palabras, no transmite derrotismo o fatiga en su tono: "Aún así, salimos de debajo de los escombros y continuamos con nuestros sueños y ambiciones".
Khaled debutó en la Primera división de Palestina con tan solo 17 años. Lo hizo defendiendo la camiseta de uno de los decanos del país, el Gaza Sporting Club, y marcando un gol. "Estaba feliz. Se hizo un reportaje sobre los jugadores jóvenes más prometedores de la liga en ese momento y yo era uno de ellos", recuerda emocionado.
No es raro que sea deportista. Dader es un apellido con peso en el deporte de la Franja. Su padre, Jamil, fue jugador y entrenador de baloncesto. Y su tío, Ibrahim Abu Al-Sheik, también fue atleta.
"Muchos de mis amigos jugadores, así como presidentes y administradores de clubes, fueron asesinados durante la reciente invasión"
Una competición en la que la lista de complicaciones que trastabillan su normal funcionamiento parece interminable: cortes de luz, largas colas en los check point o la imposibilidad de jugar muchas veces entre clubes de Gaza y Cisjordania. La llegada de la guerra solo lo complicó todo aún más: "Muchos de mis amigos jugadores, así como presidentes y administradores de clubes, fueron asesinados durante la reciente invasión. La mayoría intentamos trasladarnos a clubes árabes para seguir jugando, pero viajar no es fácil", explica Khaled.
Él encontró club en Libia tras casi una década compitiendo en el primer escalón del fútbol palestino. El Al-Najma de Bengasi le abrió las puertas de otro país árabe sumido en enormes dificultades tras dos cruentas guerras civiles, la última de ellas concluida apenas hace cuatro años. Jugar allí le sirvió para salir de Gaza pero seguía necesitando buscar "un lugar mejor". Fue entonces cuando vino a España con un visado oficial y solicitó asilo político: "Vi que era la única manera de sacar a mi familia de allí. Espero conseguir la residencia".
"Nuestra casa fue destruida y ahora viven en una tienda de campaña. Soy la única persona que mantiene a mi familia en Gaza"
La Cruz Roja le da alojamiento en un hostal de Vallecas, además de orientarle legalmente y enseñarle español. A los diez días de llegar ya entrenó por primera vez con su nuevo equipo, el CD Independiente de Vallecas, un club de accionariado popular que compite en categoría amateur. Allí, otros compañeros de equipo de Guinea, Gambia o Mali viven situaciones similares. Este verano, además, pudo jugar un amistoso frente al Clapton CFC inglés, en el que abundaron las banderas de Palestina y los cánticos en apoyo a su país. "Me sentí feliz porque pude enviar un mensaje al mundo de que, a pesar de las dificultades y el dolor, los palestinos seguimos adelante", afirma el jugador.
Khaled tiene un objetivo claro: lograr un contrato con un club profesional. Para él el fútbol "lo es todo, el futuro y la vida". Muchas veces pasa días sin tener noticias de su familia por la falta de luz o internet en la Franja. "Nuestra casa fue destruida y ahora viven en una tienda de campaña. Soy la única persona que mantiene a mi familia en Gaza", resume ansioso. Aunque estudió Derecho, confía en que sea el balón el que le ayude a salvar a los que más quiere. Dader trata de salir adelante en el barrio al que llegó Wilfred Agbonavbare para triunfar décadas atrás, el mismo en el que hoy cuelgan banderas palestinas en muchos balcones.