Jordi Évole recuerda su última entrevista a Messi antes de irse del Barça: "Iba con un bolígrafo a firmar el contrato, un día se explicará todo eso"
El periodista se abre para hablar de su carrera, su relación con el fútbol y también con el Barcelona.

Jordi Évole nació en Cornellá, eso que se dio en llamar "el extrarradio" de Barcelona, una ciudad en sí misma donde, para que se hagan una idea, cuando este señor era un niño, el referente era 'La banda trapera del río' y los chavales de 14 años querían ser Morfi Grey. Eso curte, por lo menos el ánimo, aunque seas un alfeñique. Chaval de barrio que quería ser periodista, se lo curró, y lo fue hasta que fue, dicen, humorista, comunicador y ahora hace entrevistas y dirige una productora. Si atendemos a los premios debe ser muy importante y respetado. Le han dado muchos, entre tantísimos, seis Ondas. Si atendemos al criterio de los colegas, se ha ganado uno muy preciado, el del respeto.
Es muy del Barça y sigue quedando con sus amigotes de adolescencia para ver el fútbol. De niño iba con su padre al Camp Nou y de él y de su abuelo heredó el gusto por el deporte y las ganas de consumir periodismo. El domingo estrena temporada, de Lo de Évole, en La Sexta, por donde pasarán Lolita, Pepe Mújica, Dani Martín, Eduard Fernández, la Mala Rodríguez, empezando por la charla con Juan Y Medio, con quien rendirá tributo, con la excusa del mítico programa que presenta el periodista andaluz en Canal Sur, a los abuelos, a nuestros mayores. El suyo, su abuelo, llegó a Catalunya escapando de las represalias fascistas desde un pueblo de Extremadura al salir de la cárcel en 1949. Acaba de mudarse a un apartamento junto al mar y los jueves ensaya en Sant Boi con el grupo que montó hace un par de años con unos colegas.
¿Usted por qué se dedica a lo que se dedica?
Creo que por chafardero. Es una buena profesión para tener una excusa para chafardear.
De hecho, según la Wikipedia, es usted presentador, cómico y guionista.
Sí, eso pone, pero yo no me identifico ya con nada, tengo una crisis de identidad importante.
¿Es cuestión de edad o cuestión de principios?
No, no, no, cuestión no sé, que vas haciendo cosas, vas empalmando unas con otras y al final ya no sabes muy bien a qué te acabas dedicando, o sea, no sé si exactamente lo que hago es periodismo. No sé si en algún momento he sido cómico, como dice la Wikipedia. Es que no sé, yo creo que no, yo creo que todos los trajes a mí me quedan grandes o sea, cómico me queda grande, lo de periodista me queda grande… Entonces me tengo que hacer como un traje a medida con diferentes telas.
¿Ya le quedaba grande narrar partidos en el campo del Cornellà?
También, también me quedaba grande, pero me encantaba. Pero no era en el campo del Cornellà, era en el campo del Pubilla Casas, en Hospitalet, y era fascinante. O sea, a mí el hecho de llegar a un campo de tierra, que eran campos de tierra, estar allí con tus apuntes, yo entonces era muy disciplinado. Llevaba mis alineaciones, la historia de los jugadores… aunque estuviese retransmitiendo el regional preferente, me daba igual. Yo iba allí, pero vamos, con todos los deberes hechos. Era muy bueno porque marcaban un gol y me tenía que salir del campo a narrarlo al bar de enfrente, desde la cabina de teléfono. Y cuando volvía al campo habían metido tres goles. Iba y tenía que volver al bar a explicar goles que no había visto. Yo he cantado un montón de goles fakes…
Porque... ¿usted quería ser periodista deportivo?
Sí, era lo que más me llamaba la atención. Cuando mi abuelo llegaba con La Vanguardia a casa iba directamente a los deportes y los fines de semana intentaba convencer a mi padre para que me comprara el Sport.
Yo le recuerdo en la redacción del Sport, en la calle València, pero, ¿por qué no sale en sus biografías?
Pues no sé, seguramente porque no sale en la Wikipedia, pero no sé por qué no sale, no lo han puesto. Yo estaba la sección de fútbol catalán y recuerdo entradas gloriosas de alguno que llegaba del entrenamiento del Barça pegando gritos y discutiendo con los jefes, con Carazo, con Rico. Y me acuerdo mucho de… ¿cómo se llamaba? ¿Santi? ¡Santi del Moral!, ¡qué tipo más grande! Fue un tiempo increíble para un becario que llegaba allí y veía aquel mundo, aquel show, y pensaba ¿pero esto qué es? Yo alucinaba cada día en aquella redacción. Era magnífico.
"Cuando empiezas a conocer un poco las dinámicas es muy fácil que te desenamores y yo no me quería desenamorar del fútbol"
¿Por qué huyó del periodismo deportivo?
Yo creo que por ser muy del Barça y eso, en el plano corto, no se aguanta cuando eres muy culé. Cuando empiezas a hacer ruedas de prensa, cuando empiezas a conocer un poco las dinámicas internas de las directivas, de algunos jugadores, es muy fácil que te desenamores y yo no me quería desenamorar del fútbol. O sea, yo quiero vivir el fútbol como lo he vivido desde pequeño. Y lo sigo viviendo así.
¿Quiere que el fútbol le siga engañando?
Sí, totalmente. Pero es que lo reconozco, reconozco que me engaña. Porque hay una cosa que no engaña, que es lo que pasa durante los 90 minutos. Eso no es engaño, eso está pasando. Eso es verdad. Eso está pasando. Luego hay una cloaca ahí metida que es un horror. Pero no hablo del Barça, hablo de todos, hablo de todos. Entonces, no me apetece mucho acercarme a ver la cloaca de cerca. Y sé que puedes decir 'joder, esto es una manera de taparte los ojos, ¿no?'. Una manera de tirar para adelante.
¿De ojos que no ven, corazón que no siente?
Pues sí, la verdad es que sí, pero es que, ya que no lo aplico a otros ámbitos de la vida, en el mundo del fútbol y en concreto del Barça quiero seguir yendo al campo como iré esta noche a ver al Betis con mi hijo: me comeré un bocata, me tomaré una cerveza sin alcohol, porque no dan cerveza con alcohol en el campo, y pegaré tres gritos.
¿Iba al campo de niño?
Sí, con mi padre. He reproducido con mi hijo lo que hizo mi padre conmigo. Éramos socios, de la tercera gradería del Gol Sur, justo debajo del marcador aquel enorme. A mí que no me hablen de frío en Montjuïc, porque no veas el frío que hacía allí arriba, en la última fila del Camp Nou debajo del marcador. Ir al campo con mi padre era fascinante. Íbamos en metro desde Cornellà. Primero desde la parada de San Ildefonso y luego desde La Gavarra, que nos quedaba al lado de casa. A mí aquello me fascinaba. Me sentía un privilegiado. O sea, a mí que mi padre me llevase al campo, poder ver los partidos en directo... En el descanso me colaba en tribuna para ver a los periodistas que estaban retransmitiendo los partidos. Había un muro entre la Gol Sur y como los vigilantes se despistaban yo saltaba y me acercaba a las cabinas de radio para ir a ver al Puyal, al Manolo Oliveros, a los que escuchaba en casa por la radio. Iba a verles como un fan, como una groupie. Conservo amigos de esa época con los que veíamos partidos de fútbol, mi amigo Javi, mi amigo Fran. Todavía seguimos quedando y recordamos esos días como días de gloria.
¿Años 80?
Sí, los años 80, nací en el 74.
Quién era su jugador favorito?
Julio Alberto. Me gustaba mucho Julio Alberto.
Su primera alegría le llego pronto, ¿no?
Sí, con Venables, en el 85, pero al año siguiente me tocó llorar la derrota de Sevilla con 12 añitos. Nací con la Liga de Cruyff, celebré la de Venables y luego… me tocó comer mucha mierda…
¿Pero jugar, jugaba a fútbol?
Muy poco, porque era muy malo. Pero sí jugué. Jugué en la escuela de fútbol del Cornellà y luego en el insti. Pero siempre he tenido un cuerpo muy nyicris, he sido muy pequeñito siempre, así que a la primera me caía al suelo, me hacían falta. Bueno, me hacían falta… pitar no pitaban porque con frecuencia me decían el defensa y el árbitro, "nene, si te has caído, hijo mío. Te he soplado y te has caído, que no te han hecho nada". Y casi siempre tenían razón.
"Ser padre y compartir afición con tu hijo es muy bonito"
¿De qué jugaba?
De extremo, de izquierda. Muchas veces tan extremo era que estaba fuera del campo, en el banquillo. A mí el fútbol me ha acompañado toda la vida, me gusta mucho. Igual tuvo un momento así como más de desenamoramiento de los 25 a los 30, que estás ahí más con el tema de la novia y tal, pero luego he vuelto como un jabato, no me lo esperaba. Creo que el hecho de ser padre y de compartir esa afición con tu hijo es muy bonito. Tengo muchísima suerte. Imagínate yo, que tengo un padre futbolero, tengo amigos que sus hijos han desertado del fútbol, así que cuando vi a mi hijo sentarse delante de la tele, con 6 años, a ver el partido los 90 minutos, yo rezaba, ¡rezaba, cada vez que lo veía! Y pensaba que se quede como está, que se quede ahí, que le guste, que le siga gustando. Es una manera de estar juntos, de tener algo en común maravillosa.
¿A su hijo qué jugador le gusta?
A mi hijo le gusta mucho Gavi. Y Messi, en casa seguimos siendo muy fans de Messi.
Usted entrevistó a Messi.
Sí. La última entrevista antes de que se fuese del Barça. Bueno, yo le hice la entrevista solo para que se quedase. Y se fue. Yo hice una entrevista que si la ves es, vamos, una genuflexión constante, lo que se llama un mamazo. Totalmente. Pero no sirvió de nada. No, en aquel momento yo creo que sí que sirvió porque yo creo que Messi, si fuera por esa entrevista, se hubiese quedado. Si fuera por mí, seguro. Pero hubo un momento que Messi, el último día que estuvo aquí en el club, iba con el bolígrafo a firmar el contrato. Un día se explicará todo eso. ¿O no? Bueno, al final se sabe todo. Yo creo que sí. Pero que yo creo que él se hubiese quedado. Pero no, no, no. No se quedó, las circunstancias fueron las que fueron y yo qué sé.
O sea, es lícito decir que usted ha entrevistado a Dios y al Papa.
Exacto. Y los dos argentinos.
Lo tendría que dejar ya mismo, ¿no?
Lo tendría que haber dejado en ese momento. Irme a Supervivientes. Ha sido un consejo que siempre me ha dado Santi Giménez.
Para muchos, también entrevistó al diablo.
¿Al diablo?
¿Josu Urrutikoetxea?
¿Josu Ternera?
¡No le llame Ternera!
Me llamó la atención por llamarle Ternera, sí… Hombre, pues sí, según lo veas, pues sí: al Papa, a Dios y al diablo. Entrevistar a un etarra generó mucha polémica antes incluso de emitirse la entrevista, se quejaron sin ver la entrevista. A mí no me gusta nada esa tendencia que hay ahora que parece que no te puedas sentar con según quién. Yo si mañana por la mañana pudiera entrevistar a Hitler ni lo dudo. O a Franco, vamos, les entrevisto.
¿A quién le gustaría entrevistar?
¿Vivo o muerto?
Muerto. Porque si está vivo no dudo de que es capaz.
A Judas, un personaje muy interesante. ¿Te imagine ese momento? Ahí los 12 apóstoles a muerte, nunca mejor dicho, con Jesucristo en la mesa y los apóstoles preguntándole quién le iba a traicionar y que haya uno que ya está preparando el tema. Te acuerdas del chiste, ¿no? ¿Seré yo? No, Pablo. ¿Seré yo? No, Marcos. ¿Seré yo? ¡Seré yo! ¡Serás tú, Judas, hijoputa! ¡Seré yo, seré yo! ¡Hijo puta!
"Mújica tiene una casa que si viéramos a un político viviendo ahí diríamos que no es posible"
El domingo empieza temporada y ha vuelto a entrevistar a José Mújica, la última que ha concedido, porque ya la enfermedad ha dicho basta. Dicen que tiene una bodega enorme. ¿A qué trago le invitó?
Al whisky que llevamos nosotros. Él lo probó muy poquito porque ya no puede beber. Tiene una casa que si viéramos a un político viviendo en esa casa, diríamos, no es posible. O sea, vive en unas condiciones... Vamos, o sea, no te digo de pobreza, no le falta de comer, no le falta nada, pero es una casa, vamos, humilde no, lo siguiente, es una... O sea, como las de Torre Baró, las del 47, la peli nominada a los Goya, basada en un barrio real de la Barcelona de finales de los 60…
¡Exacto! Eso. La de Torre Baró ¿Y cómo era la casa de Garrovillas de Alconétar, el pueblo donde nació su padre?
Yo no conocía esa casa. He ido casi obligando a mi padre a ir. Porque ni mi abuelo ni mi padre quisieron volver al pueblo. Mi abuelo, porque los recuerdos de los últimos años no eran muy felices, se tuvo que ir en el 42 después de vivir la Guerra Civil en el bando republicano. Era teniente de alcalde en el pueblo y cuando hubo el alzamiento nacional, viendo cómo subían los nacionales con la guardia mora, liándola muy parda en Badajoz, iban llegando las noticias y él le pidió al pueblo que no se resistiese, que iban a haber una escabechina si se resistían y que no resistiéndose iba a haber menos escabechina. Y que muertos ya estaban, o sea que mejor no resistirse. Le metieron en la cárcel, pero no lo mataron. Al terminar la guerra le desterraron, no le dejaban trabajar, le apartaron de la vida social como un apestado y mi abuelo y su hermano Dimas se fueron al Urgell, a unas minas. El propietario, poco después, encontró otras en L'Alforja, en el Baix Camp, en Tarragona, donde mi padre pasó la adolescencia y donde yo he pasado todos los veranos de mi infancia y de mi adolescencia, un lugar que siento muy mío. Tengo una querencia por ese pueblo muy grande, por el pueblo de L'Alforja, muy grande, yo creo que hay una conexión con la infancia que no pierdes nunca, que te emociona. Y es que me gusta mucho esa zona, es que me gusta mucho el Camp de Tarragona. Me gusta mucho subir a Siurana, a Prades, a la Selva del Camp. El día que se enteren los pixapins [así se conocen a los barceloneses fuera de la ciudad] de los gorgs que hay en esa zona nos invadirán.
No, hay que aprovechar antes de que explote la petroquímica, porque nos vamos todos a tomar por culo.
Sí, eso también… Total, que yo me he criado entre la Catalunya metropolitana, Cornellà, y la Catalunya olvidada, la Catalunya rural, que es Alforja. Yo pasaba en Alforja igual tres meses. Y eso te marca. Creo que he tenido influencias muy variadas. Porque no es lo mismo la gente del bar debajo de mi casa en Cornellà, el del bar Bodega Hermanos Garrido, que iba yo a buscar la botella de vino y la Coca-Cola, pues no tiene nada que ver con el café del Flancho, el del pueblo. Es que a mí me ha gustado mucho ir a desayunar a los bares. Me parece que es un sitio guay para tomarle el pulso de la vida. Y claro, he visto esas dos Catalunyas que yo creo que por suerte están muy mezcladas y bien mezcladas.
¿Su padre a qué se dedicaba?
Era representante de muebles. Pero siempre tuvo una vocación muy periodística. Escribía en revistas locales, en mi casa siempre ha habido periódicos, todos los días. A la hora del telediario mi abuelo decía 'pon el parte'. Era sagrado. Ya podías estar haciendo lo que hicieras o viendo lo que vieras. Y había un ambiente muy deportivo, de ver deportes me refiero. Menos el baloncesto. No le gustaba nada. Le ponía muy nervioso. Decía que era muy largo, que no se sabía cuándo acababa. ¿Te acuerdas del torneo de Navidad?
Hombre, por favor, faltaría más. La Universidad de North Carolina, que venía cada año.
A mi abuelo le ponía de los nervios el torneo de Navidad, porque decía 'hostia, están a punto de ser las nueve y quedan tres minutos de baloncesto, eso es una eternidad'. Y es que llegaba el parte. Que entrase las noticias más tarde por culpa del puto baloncesto, o sea, le ponía nervioso. Lo peor fue cuando mi abuelo vio presentando el telediario a Andrés Aberasturi.
¿Y eso?
Él no concebía que hubiese un tipo como Andrés Aberasturi presentando un telediario, con esa barba, con su pinta, con su manera de hablar, sin corbata… "Qué tonterías dice este tío", decía mi abuelo. A mí me encantaba, claro.
¿Su madre a qué se dedicaba?
Mi madre llegó de Granada y era charcutera. Primero trabajó como empleada y luego con mi tía tuvieron una parada en el mercado de San Ildefonso. Y en casa, al revés de lo que te puedas imaginar, nos comíamos el embutido que sobraba en la parada [el puesto]. ¡Pues no me he comido culos de mortadela con la anilla puesta! Y yo le decía: "Pero mamá, no puedes traer del trozo del centro, calidad máxima" . "Hijo, que esto no lo quiere el cliente y no lo vamos a tirar", me contestaba. Decía, pero mamá, si tú tienes allí la calidad máxima y ya, ya hijo, pero esto no lo vamos a tirar.
¿Y la butifarra, con patatas o alubias?
Hostia, soy muy de butifarra pero más con patatas.
"Entiendo que haya mucha gente que simpatice con las butifarras de Laporta porque el fútbol se ha convertido en algo muy grotesco"
¿Qué le parece la nueva etapa de Laporta?
Grotesca, me parece grotesca, pero bueno, tiene mucha suerte. La primera sí que tuvo un punto épico, el elefant blau. La lucha contra el nuñismo, aquella reunión de jóvenes promesas, los mejores años de nuestras vidas. Rossell, Marc Ingla, Soriano, él, Laporta, yo creo que aquello tuvo una cierta épica. Hostia, el gol de Ronaldinho, la noche del gazpacho, aquello empezó de una manera muy loca. Estábamos en la mierda y llegó este tío y le dio un chute de algo al equipo y al club de la hostia. Y yo creo que ahora los tiempos son otros. Entiendo que haya mucha gente que simpatice con sus butifarras porque el fútbol se ha convertido en eso también, algo muy grotesco que representan programas de tertulia que… ¡qué te voy a contar que no sepas!
¿Se ha chiringuitizado?
Totalmente. Se ha chiringuitizado. Bueno, se ha chiringuitizado todo. Yo creo que los primeros, o sea, aquí los pioneros de este estilo son los programas del corazón. La gente de la prensa del corazón son los primeros que empiezan a hacer ese tipo de tertulias espectacularizadas, donde el tertuliano ya no es el tertuliano, es un personaje. Y ese personaje interpreta un papel. Y le toca un día defender al otro y al día siguiente al contrario y no pasa nada. Entonces eso entró en el mundo de la política con algunos shows televisivos que también conocemos y entró en el mundo del fútbol con programas como El Chiringuito, que te tengo que decir que a nivel de realización me parece una fantasía, se hacen cosas que muy atrevidas. De golpe y porrazo, un plano fijo. ¡ Exclusiva!.
¿Eso ya viene de El Tomate?
Sí, claro, eso ya lo hacían en El Tomate… por eso todo viene del espectáculo de los programas del corazón. Claro, por eso, más que chiringuitizarnos nos hemos tomatizado.
Usted tiene muchos premios, entre mil, Seis ondas. ¿Dónde los guarda?
En la redacción. Tengo uno en casa por tener uno en casa. Y mis padres tienen una réplica en su casa. El que enseñas en el escenario es falso, digamos, luego te lo cambian y te dan el bueno, que pesa un huevo. Pero en una de las galas fui el último premiado y nadie me vino a recoger el ondas falso, así que me lo lleve y se lo di a mis padres.
Los de Cornellà sois así.
Bueno, ahí está en el comedor de casa de mis padres, en el mismo sitio que han vivido toda la vida, nunca han querido irse de allí.
¿Qué querría, comprarles un chalet en el Empordà?
No, no, no, no, no, porque los hubiese matado. Ahí están en el barrio de La Gavarra, en unos bloques amarillos a la salida del metro.
¿Allí no se vendía caballo en los 80?
Sí, se vendía mucho jaco en ese barrio. Porque aparte nuestra casa daba ahí al tren. El tren siempre es un lugar muy lumpen, no sabes bien por qué. Se ponían detrás del muro y no veías al yonqui pinchándose, pero yo vivía en un cuarto y si me ponía en la ventana joder, a mí me parecía una locura. Alguien ahí pinchándose con una jeringuilla en el brazo. Y mi madre decía, "salid del balcón. Que esto no se tiene que ver". Y mi padre, ¿cómo que no se tiene que ver? Que lo vean, que vean cómo sale ahora el muchacho, que sale tambaleándose, para que ellos no lo hagan". Aquella fue una época muy dura, muy bestia. No es que hubiera narcopisos, como ahora en tu barrio, en el Raval. Lo que había en mi barrio era porterías o "donde Felipe". Y todos donde Felipe…
Estábamos en los premios. Decía Martínez de Pisón que un premio significa que te tomen en serio. ¿A usted le han tomado muy en serio para haber sido el follonero?
¡Qué va! Pero desde luego que la evolución es de locos. He tenido mucha suerte. Yo he tenido mucha, mucha suerte. O sea, yo era un apasionado de esto, seguramente por influencia paterna y también de mi abuelo y me he podido dedicar a ello. Solo por eso ya he tenido suerte. Pero le he metido muchas horas a esto, a veces demasiadas.
En una entrevista con Jordi Basté le escuché decir que tuvo que dejar de creérselo. ¿Qué quería decir?
Sí, porque hay un momento, ese momento en el que Santi Giménez me dijo "métete en Supervivientes", que era lo más sensato, porque en ese momento había un punto de convertirme en símbolo, en icono, de la posibilidad de llegar a creerme el representante del nuevo periodismo. Un poco Robin Hood, que protege a los pobres para meterle caña a los ricos. Y eso es muy peligroso porque es muy doloroso. Y te lo puedes creer fácilmente. Es más, te puede gustar creértelo. Y puedes pensar que puedes cambiar el mundo. Y claro, son auténticas gilipolladas. O sea, no vas a cambiar nada.
"Mi gran psicólogo fue Pau Donés. Esa entrevista me cambia la vida"
¿Ahí aparece el psicólogo?
No, el psicólogo no. Mi primer gran psicólogo fue Pau Donés. La entrevista que yo le hago a Pau cuando se está muriendo, faltaban 15 días para morirse, a mí esa entrevista me cambia la vida. Allí me doy cuenta de decir, este tío, colega mío, 50 años, hostia, qué putada es esto. O sea, qué mierda es esta. Bueno, 54 tenía. Paró y cambió el chip. Había dejado Salvados, que también fue una manera de bajarse de ese tren y meterse en otro con una vía más lenta. Y me lo estoy pasando muy bien con las entrevistas que hago ahora En lo de Évole . Además tenemos la suerte de que la gente viene al programa y tiene ganas de contar cosas y eso… eso es un privilegio. Me siento muy afortunado. No sé, el lujo de haber podido entrevistar a Juan y Medio.
¿Empezáis la temporada con él?
Sí, a mucha gente le extraña. Pero quien vea la entrevista, va a flipar.
¿Sigue viviendo en la Colonia Güell, sigue siendo vecino de Sergio Ramos, probablemente uno de los mejores baterías de este país?
No, me he mudado a un apartamento junto a la playa, cerca de Sitges.
¿Los niños Jesús qué tal, cómo anda?
¿El grupo? Bien, nos lo pasamos muy bien. Me hubiera gustado saber tocar un instrumento, pero de niño me apuntaron a solfeo y me mataron. ¡Lo que hubiera dado yo por tocar un instrumento! Así que canto, pero me lo paso genial.
¿Con quién se iría mañana de viaje?
Con mi madre.