Joaquín corre el riesgo de que todos nos olvidemos del maravilloso jugador de fútbol que fue

Cuando la televisión muerde una presa, le cuesta una barbaridad soltarla. Así, por ejemplo, Joaquín Sánchez, que estrena nuevo programa junto a su familia en un formato en el que todos podrán lucirse y demostrarnos lo divertidos y espontáneos que son. Es un papel en el que Joaquín se siente muy cómodo y, mientras genere audiencia, siempre habrá una productora dispuesta a ofrecerle minutos de pantalla. No es el primer caso de deportista reconvertido en estrella mediática, pero sí se aprecia una diferencia con respecto a casos anteriores.
Pongamos un par de ejemplos: Juanma López Iturriaga pasó de ganar medallas olímpicas en baloncesto a presentar galas de verano, pasando por un largo periplo en programas de fútbol de la televisión autonómica. Más recientemente, Pedro Aguado, miembro de la generación de oro del waterpolo español, tuvo su programa en Cuatro, su puesto en el gobierno madrileño e incluso le vimos en "Supervivientes" peleándose con Ángel Cristo Jr. Hasta Maradona tuvo su programa de entrevistas en la televisión argentina a principios de los 2000, una manera como otra cualquiera de encauzar una vida muy torcida.
Sin embargo, el fenómeno Joaquín es distinto y tal vez más peligroso. A los anteriormente mencionados, se les contrataba para que hicieran algo: Iturriaga era licenciado en periodismo y ya escribía en El País, Aguado había vivido en sus carnes los rigores de las adicciones y la violencia y su función era reconducir vidas ajenas. Incluso Maradona tenía que prepararse las entrevistas y hacer "jueguito" con Pelé o quien apareciera por aquel plató. Joaquín solamente tiene que ser Joaquín, eso es lo que se espera de él y eso es lo que le hace triunfar: la sonrisa, el desparpajo y el chiste siempre en la punta de la lengua.
Una estrella de puro derecho
Y eso hace que se abra un pequeño debate: ¿quién es exactamente Joaquín? Es algo que lleva años en cuestión, desde que se dedicó a hacer anuncios y a colaborar en distintos magazines. El personaje se acabó comiendo al futbolista y siempre me pareció algo injusto, porque el futbolista era bueno de narices. Incluso en su última temporada, ya con 41 años, jugó 30 partidos oficiales con uno de los mejores equipos de España, el Betis, habitual en las competiciones europeas y siempre competitivo en las nacionales.
Teniendo en cuenta que Joaquín empezó a despuntar en el año 2000, cuando ese mismo Betis luchaba por subir a Primera, tenemos una carrera de 22 años plagada de jugadas impresionantes, regates imposibles, asistencias para todo el mundo y un rendimiento notable tanto en su club de origen como en sus pasos por Valencia, Málaga y Fiorentina. Joaquín fue la gran esperanza que quizá se quedó en algo menos de lo previsto, pero que jugó Champions, Mundiales, Eurocopas e incluso vivió en primera persona la amargura del fracaso cuando falló un penalti ante Corea del Sur en el Mundial de 2002 después de que su salida hubiera revitalizado a un equipo paralizado por el miedo.
Ser tan querido después de algo así es muy complicado. Si no, que le pregunten a Eloy Olalla o a Julio Salinas. Joaquín lo consiguió por su carisma, eso está claro, pero el carisma solo no le habría bastado si no hubiera sido un jugador al que daba gusto ver, fuera por la banda derecha, por la izquierda o más centrado, repartiendo juego, como en su última etapa en el Betis, cuando las piernas ya no eran las de veinte años atrás. Un jugador como la copa de un pino, vaya, de los mejores de su generación, al que solo le faltó que Luis Aragonés o Vicente del Bosque le hubieran llamado para alguna de sus selecciones campeonas.
El extremo que chocó con Al-Ghandour
Por eso, es normal que uno tenga miedo de que ese legado se pierda o al menos quede algo difuso. La sobreexposición es muy peligrosa y Joaquín está rozando el abuso del personaje. Puede que haya, sobre todo entre los más jóvenes, quien piense que está ante un tipo gracioso y punto. Algo parecido a Raúl Ruiz Benito en sus inicios mediáticos o lo que pudo ser Kiko Narváez, un perfil similar, pero que supo enfocar su uso de la ironía y su rapidez mental hacia el comentario deportivo y no hacia el mundo del espectáculo.
Tal vez por eso a Kiko siempre le recordaremos como aquel chico sin complejos de la bahía de Cádiz… pero también como el "arquero" que fue clave en el doblete del Atleti o en su posterior ascenso a Primera División. No sé si pasará lo mismo con Joaquín -a estas alturas ha debido quedar claro que espero que sí- y el camino que ha elegido. Un camino lucrativo y divertido a partes iguales, por supuesto. Un camino, en cualquier caso, que es el suyo, solo faltaría… pero en el que es necesario que se reivindique que ese señor de la carcajada es el mismo que arrancaba la moto en el medio del campo y pisaba línea de fondo para poner el centro atrás.
El mismo al que Al-Ghandour le robó la gloria en aquella mañana de junio de 2002, cuando el mundo se abría ante él como un defensa torpe ante Ronaldo Nazario.