CASO RUBIALES

Jenni Hermoso se encuentra un juez amable con ella y estricto con los que la rodean

El magistrado Fernández-Prieto recortó las reiteraciones, pidió concreción y sonrió a la futbolista cuando terminó la sesión.

El juez Fernández-Prieto, durante la declaración de Jenni Hermoso. /
El juez Fernández-Prieto, durante la declaración de Jenni Hermoso.
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

La figura del juez es chocante para quien no la maneja con frecuencia. En la sala es el rey, quien da y quita la palabra, es el que señala los límites del terreno de juego y encauza la conversación hasta que todo deriva en un veredicto. Funcionarios de carrera como son, con una oposición larga y complicada a sus espaldas, todos ellos se saben plenipotenciarios y ejercen como tal.

Luego el tono es otra cosa, porque ahí no tiene tanto que ver la función como la personalidad, y cualquier abogado sabe que lo que se va a encontrar en un juez es siempre distinto, como distintos pueden ser dos humanos. José Manuel Clemente Fernández-Prieto González desplegó en la primera sesión del juicio sus maneras, unas que los abogados que se han enfrentado a su tribunal valoran y que contrastan, mucho, con Adolfo Carretero, el juez que está instruyendo el Caso Errejón y que ha sido muy criticado por sus formas agresivas con Elisa Mouliaá. Carretero, cuentan los expertos, es agresivo por naturaleza, casi temido por muchos. No es un caso único en la carrera, hay jueces así, aunque en los casos de agresión sexual este tipo de cuestionamientos chirrían más.

Fernández-Prieto, como comentaba en los días previos el abogado Marcos García Montes en Relevo, es empático, de trato amable con las partes. Como cualquier juez, no quiere que la historia se le desboque, y eso implica que a los abogados y a los fiscales, defiendan a quien defiendan, les pedirá concreción y tratará de que no se muevan en el terreno de la especulación o el sentimiento sino en el de los hechos.

Y eso no es fácil, nada fácil. "Tampoco es objeto de este enjuiciamiento lo que sintieron las compañeras", dice el juez en uno de los intercambios de Hermoso con una de las abogadas. Está en la tarea del juez desbrozar la emotividad, descartar los sentimientos para terminar tomando una decisión de acuerdo con lo acontecido. Eso no quiere decir que no tengan sentimientos, claro, pero su trabajo es descartarlos y, por descontado, evitar que su propia subjetividad entre en juego. Eso es al menos lo que debe hacer un buen juez.

Fernández-Prieto trató con muchísimo respeto a Jenni Hermoso, se mostró empático con ella y trató de no hacerla pasar en el banquillo más tiempo del estrictamente necesario. Hay en él algo que es común en muchos jueces, y es que su trato es más estricto, más áspero si se quiere, con los abogados y los fiscales.

Eso tiene cierta lógica también, el juez entiende que los implicados no tienen por qué saber lo que está pasando, y es normal que se salgan un poco del carril, pero todos los operadores jurídicos sí que son plenamente conscientes de cuándo están ejerciendo su labor sin más y cuándo están, por así decirlo, embarrando el terreno de juego.

A Fernández-Prieto no le gustan las reiteraciones, y tampoco que se ponga en duda la declaración de quien se sienta como denunciante. Cuando repreguntaron a Jenni Hermoso sobre si el beso había sido consentido, algo que había negado previamente, fue claro con la fiscal. "Hasta la saciedad lo ha dicho, ella no quería el beso y no le gustaba el beso. No estamos con las defensas, sino con el interrogatorio de lo que pasó el día de autos", remarcó en uno de los momentos.

Con eso no está dando necesariamente como hechos comprobados el relato de Jenni Hermoso, pues también aceptará los testimonios de todos los demás como parte de su propia historia aunque contradigan esa versión, pero sí que la protege de que la intenten confundir. El primer testimonio dado queda como el final, no merece la pena tratar de retorcerlo y en eso ayuda el juez a la víctima. Llegará el momento de los acusados que, en buena lógica, tendrán un relato opuesto al de la futbolista.

Los juicios son, por definición, largos y un poco plomizos, no es un lugar para hacer arte y ensayo. El juez Fernández-Prieto ha tratado de recortar en la medida el tiempo de la sesión. "¿El interrogatorio va a ser muy largo? Que la tenemos dos horas aquí sentada", inquiría en uno de los momentos a un abogado. Entiende con eso también que los hechos a enjuiciar no deberían complicarse de más. Hay ocasiones en las que en los juicios se desarrollan cuestiones muy técnicas en las que se necesita ser más minucioso, casi pedagógico, y ahí el juez suele dejar vía libre para que se explayen, pero este no parece uno de esos casos.

En la actitud del juez también ha destacado un gesto del final, cuando le ha dicho a Hermoso que podía marcharse de la sala. Lo hace con una sonrisa evidente, una mueca en la que aparenta ser un señor bonachón y contento. La sonrisa está ahí, y no es mal augurio, pero los expertos en estas cosas advierten de que es mejor no fijarse demasiado en la gestualidad del juez, no es un síntoma que lleve a conocer una sentencia y se suele sobreinterpretar. Recomiendan no hacerlo.