Conozco a Jakub Jankto desde hace mucho tiempo. Le entrevisté en la época de Udinese, cuando yo empezaba a trabajar como periodista y él había despegado como futbolista profesional. Siempre ha sido un tipo entregado, concreto, con una mentalidad fuerte y decidida. Algo extravagante, como sus vídeos en TikTok, pero con una fuerte personalidad.
Como periodista, y como alguien que le estima y le quiere, estoy orgulloso de él. Sobre todo de cómo decidió comunicar su orientación. Con humanidad y con el objetivo de ser un ejemplo para aquellos que en 2023 siguen teniendo miedo de sentirse libres de vivir sus sentimientos como mejor les parezca, de ser libres de elegir, de vivir "sin prejuicios pero con amor".
Jakub se ha quitado un peso de encima. Se siente mejor. Se siente más sereno. Se siente feliz y orgulloso de haber dado este paso hacia una normalidad que probablemente ya no debería ser noticia. En los últimos meses, Jankto -según ha explicado el Sparta de Praga- había comunicado su orientación sexual a sus compañeros de equipo, al entrenador y a los directivos del club donde juega ahora. Este lunes decidió contárselo al mundo y la reacción de la prensa le llenó de orgullo. Se sintió querido, no se sintió solo, que es lo más importante.
Ahora pide paciencia, respeto, a pesar de las miles de peticiones de entrevistas no quiere hacer ninguna declaración, no le apetece todavía. Quiere dar importancia a su familia, a su hijo, a las personas que le quieren y están siempre cerca de él. Algo normal.
