Iñaki Gabilondo aprendió mucho de deporte y poder en la Cadena SER: "No hay día que Ferreras no hable seis veces con Florentino Pérez"
El radiofonista cuenta sus recuerdos sobre José María García, Antonio García Ferreras, José Ramón de la Morena y su modo de ver el periodismo deportivo.

Iñaki Gabilondo ocupaba las ondas desde las seis de la mañana hasta el mediodía, todos los días, de lunes a viernes. Su tono era inconfundible, sosegado, casi propio de un hombre de Estado. Tras él llegaban todos los demás y ese tono cambiaba un poco, especialmente cuando llegaban, ruidosos ellos, los de Deportes. Entre sus compañeros hay algunos de los nombres que marcaron la historia de la radio deportiva en España. Tantos años siendo la voz a la que siguen millones de españoles da para conocer a mucha gente.
Eras la cara visible de la Cadena SER cuando por las noches estaba la guerra entre José María García y José Ramón de la Morena.
Y con los dos he trabajado. Yo estaba ya en la SER cuando llegó José María García, en Radio Sevilla. Y luego José Ramón, a los dos los he conocido mucho.
El contraste era muy fuerte porque por la mañana tu programa era el menos gritón, el más institucional por decirlo de algún modo, también porque tu manera de expresarte es calmada, pero por la noche la lucha era casi a navaja, muy agresiva y especialmente desde la SER. ¿Cómo se vive eso?
Bueno, la hostilidad de José Ramón y de José María se vivió en la radio, en general, ya no en la SER, como un combate muy fuerte. De hecho estaban en dos cadenas diferentes, cuando estaban pegándose. Cuando estaban en la SER no se pegaban nada, primero estaba José María y luego estaba el otro. Y cuando apareció el otro se empezaron a pegar de cadena a cadena, entonces ya la disputa era un asunto que trascendía a la propia Cadena SER.
En principio la aparición de José María García, con su estilo, en la Cadena SER, que tenía el que tenía, pues constituía una sorpresa grande. Date cuenta que José María García venía a una casa que tenía un sonido deportivo que era el de Vicente Marco, por ejemplo. O sea, tú me has puesto a mí de referencia por la mañana y yo te pongo de referencia al antecedente deportivo de la Cadena SER, que era Vicente Marco, un auténtico caballero, un dandy de las ondas. José María García fue un fenómeno disruptivo, rompió todas las cosas porque fue el primero que percibió el deporte conectado con el mundo del espectáculo.
Antes, en la Cadena SER, el deporte formaba parte del mundo del que se informaba. La información deportiva era como la información de cualquier otra cosa: los resultados, las crónicas, los comentarios... pero José María García lo extrajo de ese territorio de lo informativo y lo catapultó al territorio del espectáculo, del show, del radio show.
Y sí, era una singularidad. José María García, él era singularidad. No respecto a mí, respecto a todo en la Cadena SER y respecto a todo en la radio. Y cuando ya llegó José Ramón, pues liberaron su competencia durante un tiempo y luego pues nada, se enfadaron mucho y luego hicieron otra vez las paces [ríe].
¿Salpicaba algo al resto de la emisora o los de Deportes van por libre?
El mundo de José María García era una singularidad, era una burbuja dentro de la propia organización de la casa. Cuando luego la gente de Deportes formó ya las grandes redacciones de deportes el estilo de José María García había marcado ya mucho, no solo a sus compañeros en la SER, sino a los de todas las demás emisoras de radio. Se percibían ya como una unidad en cierto sentido separada, que se separaba incluso físicamente. La redacción de Deportes estaba como en otro sitio.
Yo siempre decía que en una redacción enseguida notas dónde están los de Deportes, son los que hablan más alto. Y sobre todo porque pasa una cosa, la gente de Deportes es la gente que ha convertido en trabajo lo que más le ha gustado siempre. Y, por tanto, disfrutan como lobos. Pueden estar trabajando millones de horas, pero están trabajando millones de horas haciendo exactamente lo que les gusta: ir al fútbol el domingo. A trabajar, pero al fútbol, que es lo que les gustaba desde que tenían siete años. Y aunque estén trabajando mil horas, siempre están haciendo cosas que les gustan y se les nota muy felices, muy felices en lo que hacen, muy apasionados.
Hay veces en las que el deporte trasciende lo que es su propia función. Yo estaba pensando en las guerras del fútbol, un tema de luchas por derechos de retransmisión que en el caso de PRISA influía en el negocio, evidentemente era importante. ¿Cómo se vive eso desde el programa más relevante de la parrilla?
Yo mal, lo viví mal. Aunque no entré en esa pelea, no entré nunca, entre otras cosas porque en mi programa el tema no salía y yo no quería que saliera. Pero sí, mi empresa estaba metida en la pelea y yo no estaba. A mí no me han gustado nunca esas broncas, siempre he estado muy incómodo en esas broncas. Lo viví con incomodidad. Se vivió una guerra durísima, la guerra del fútbol, y yo lo sabía, porque mi empresa estaba metida en la guerra y otras también. En mi programa no estaba, pero sí estaba en mi ambiente de trabajo, no viví con comodidad eso.
Hay una persona especialmente importante en el fútbol de los últimos 25 años, Florentino Pérez, que tiene un poder que trasciende mucho del deporte. Quería preguntarte sobre él, porque supongo que en algún momento os habéis cruzado, es una persona con muchas dimensiones.
Sí, le he conocido, he estado con él alguna vez. Me parece una figura importantísima en el mundo empresarial y más todavía en el fútbol, porque es más famoso por ser presidente del Real Madrid que por cualquier otra cosa. Creo que es el presidente más importante del Real Madrid con Bernabéu, es muy importante. El otro día creo que alguien estaba discutiendo si era más importante Bernabéu o Florentino, y uno decía que Florentino, otro que Bernabéu [fue también en una charla en Relevo, concretamente en la tertulia entre Alfredo Relaño y Elías Israel]. Yo no sé quién era, pero en todo caso es uno de los dos más importantes, una figura importantísima, un triunfador absoluto con el Real Madrid, no tengo la más mínima duda.
Luego, tengo la impresión de que tiene una cierta dificultad para recibir la crítica, me parece, por lo que oigo, porque yo con él he tenido poca relación, pero siempre muy educado, muy cordial y muy amable. Pero me dicen que es muy picajoso con la crítica y que es muy hostil con los periodistas que no están suficientemente enamorados del Madrid, entre los cuales hay gente que a mí me llama la atención, porque para mí son profundamente madridistas, pero por lo visto no suficientemente madridistas.
Para los que no somos del Madrid, ni del Barcelona, ni del Atleti, todo lo del fútbol lo vemos de una manera muy distinta. Yo le suelo decir a Alfredo Relaño, 'vosotros si tuvierais una idea más panorámica de cómo ve el fútbol el resto del mundo, que no es del Madrid ni del Atleti, os llamaría la atención el efecto que a nosotros nos produce, por ejemplo, la disputa entre el Madrid y el Barcelona como víctimas de los malos arbitrajes'. Mostrando cada uno las cicatrices, sufriendo enormemente ante una muchedumbre de seguidores españoles del Celta, de la Real, que miran y dicen, 'míralos, están llorando porque dicen que les hacen no sé qué los árbitros', y te meas de la risa, porque de toda la vida de Dios, como en todos los poderes de la historia, los poderosos han sido siempre mirados con mucha más condescendencia que los otros. Y bueno, el Madrid vive también esa disputa y en ese sentido Florentino, dicen los que juegan estas cosas, que vive con tal pasión lo del Madrid que se pone muy nervioso cuando no es alguien suficientemente madridista.
Como digo, no tengo con él otra relación que varias veces que he coincidido, un par de comidas y tal, me parece un hombre muy educado, conmigo muy majo y creo que es una figura importantísima de la historia del fútbol y del Madrid, eso está fuera de toda duda, creo que en eso es absolutamente colosal.
En esa misma conversación de la que hablas contó Alfredo Relaño que cuando apartaron a Elías Israel de la dirección del Marca, él recibió una llamada de Antonio García Ferreras, a quien evidentemente conoces muchísimo, en la que vino a decirle que ya había visto las consecuencias de no estar, por así decirlo, alineado con Florentino.
No quiero entrar ahí, sólo que decir que en Antonio García Ferreras es tal su amor por el Real Madrid que no se puede analizar nunca nada de Antonio García Ferreras sin observar su desaforado amor por el Real Madrid. Yo quiero mucho a Antonio, es un enfermo del madridismo y vive con una pasión que yo no soy capaz de concebir.
Él ha sido director de comunicación del Madrid y es una persona muy importante en el entorno de Florentino. Es uno de sus principales asesores aunque para la mayoría esto sea una función desconocida.
Yo creo que no hay día que no hable seis veces con Florentino. Antonio yo no sé si es uno de los más, yo creo que es el más, porque me cuesta mucho imaginar que alguien pueda tener una mayor proximidad con Florentino. Sí, sí, él vive lo del Madrid con una pasión absoluta y Florentino confía, creo, muchísimo en él. Tienen una relación intensísima y permanentemente. No sé si la gente la conoce del todo, pero es así, y él no lo oculta. Él puede estar en su despacho con la camiseta del Real Madrid puesta, por ejemplo, cosa que le llama mucho la atención a la gente. Vive con una pasión no disimulada en modo alguno y su condición de asesor o de confidente perpetuo del Real Madrid es muy sabida por todos los que le conocemos, desde siempre.
El periodismo deportivo juega con las pasiones, que supongo que es algo más inadmisible en otros lugares, en la política o la economía.
Bueno, también el fútbol debería ser un poquito menos pasional, porque se dice tal cantidad de tonterías, porque las exageraciones son de tal calibre, de tal calibre, que quien las observa, aunque te guste el fútbol con una mínima distancia, se queda estupefacto. La importancia que adquiere una frasecita dicha como de refilón por un lado, que se monta el gran follón, el espectáculo de un palco en el que está la gente como si estuviera ante una ejecución en la Bastilla, todos quietos, serios, que como alguien haga un pequeño gesto parece que ya es falta de respeto. Uno dice me gusta más este que el otro y se produce una falta de respeto. Que no se pueda reconocer nada, ni un caballero como Butragueño, que es un dandy de la vida, no pueda decir que le gusta más Messi que Cristiano Ronaldo, ni pueda decir que fue penalti si lo fue...
Se ha llegado a un extremo que yo no puedo entender cómo el fútbol ha perdido así la cabeza para no vivir con más naturalidad esa pasión y permitir que, como Sandro Pertini en el final del Mundial [1982, en Madrid, una imagen para la historia del fútbol], pues salte de júbilo porque ha metido un gol su equipo. En un palco eso se consideraría absolutamente un sacrilegio y resulta tan ridículo. Un estadio con 100.000 espectadores enfervorizados y 30 señores quietos como si estuvieran en un tribunal de Justicia que va a interpretar como una falta de respeto la primera cosita que hagan y se ven ridículamente estáticos, hieráticos. Eso es cómico, ciertamente. Y como digo la importancia, el revuelo, 20 programas hablando de que ha dicho que le gusta el otro, 'sorpresa, Pepito dice que le gusta más el otro'. Es un lugar en el que comprendo que se exagera, pero ocasiones se exagera hasta la ridiculez.
Alfredo Relaño, que es su amigo y recientemente estuvo por aquí, tiene algo que ver en esa exageración, porque ha estado 25 años dirigiendo un periódico deportivo.
Sí, pero es así, es esa pasión que desborda. El fútbol tira de una manera absoluta, como sin freno, y luego se ponen todos muy estáticos, muy elegantes, pero es un poco ridículo. Si un día mirarais la importancia que se le da a las declaraciones... Ahora no me acuerdo, pero vamos, si ves la primera cosa que ha dicho un jugador, que es una pequeñez, pequeñita, pequeñita, puede haber 100 horas de comentarios en torno a una pequeñez que ha dicho uno. Y es una exageración, yo lo comprendo, pero a mi juicio en ocasiones se pasa, se pasa a la exageración absoluta, la pasión absoluta, ciega.
Por ejemplo eso, que no se pueda reconocer algo. Ya ha llegado a resultar, como digo, un lío. El seguidor se considera legítimamente depositario de su subjetividad y exige que el periodista tenga una extraordinaria objetividad, que a él nunca le va a parecer objetividad como no defienda su subjetividad, con lo cual es un lío memorable, poniéndose todos muy campanudos, diciendo 'no está siendo suficientemente imparcial este periodista', en una actividad en la que todo es parcialidad, nada más que parcialidad desatada, la parcialidad más desatada. A mí a veces eso me distancia un poco del juego.
El rugby, que es otra afición que tienes, es casi lo opuesto.
Sí, me gusta el rugby, no se da tanta importancia, hay menos tontería en el rugby. El rugby es muy duro, muy serio, pero precisamente por lo peligroso que es hay un reglamento que se cumple a rajatabla para no llevar las cosas más allá. Son extremadamente educados en el respeto al árbitro, por ejemplo. Son extremadamente educados en el encuentro, en el tercer tiempo, cuando se van todos juntos a tomar una cerveza al acabar, esas cosas.
Sobre todo el respeto al árbitro. A los árbitros a veces se les suele oír, es muy famosa, una anécdota de hace unos años, un árbitro se dirige al jugador y le dice 'disculpe, creo que no nos han presentado, soy el árbitro del partido, usted es el que juega en este equipo, haga usted el favor de empezar a jugar'. Es la falta de respeto, yo no entiendo cómo los jugadores se ríen del árbitro. No lo entiendo, un árbitro comete un error y la escena muestra al jugador afectado riéndose mucho, burlándose del árbitro. ¿Tú te imaginas un árbitro meándose de la risa cuando un jugador ha tirado el balón a las nubes a un metro de la portería? ¡jo jo jo! Son cosas que las miras con una cierta distancia y resultan grotescas. Los espavientos que se hacen, la exageración ante el error.
Yo por eso estaba en contra del VAR, porque el VAR me parecía muy bien para los elementos indiscutibles: el gol que ha pasado la raya o no, incluso ahora el fuera de juego, si quieres. Pero el penalti, todas estas cosas, el error... pero si es un juego. Cuando dicen 'el resultado no es justo' ¿qué quiere decir justo? La Justicia es la que tiene ser justa, los juegos no tienen que ser justos. En el juego juegan todos los elementos: el acierto, el desacierto, la casualidad, el error, la mala puntería, el fallo, la piedrita en la que bota el balón... es un juego ¿Cómo que justo? ¿Qué quiere decir? ¿Que al acabar el partido, que ha acabado 2-1, como hubiera merecido el resultado del otro, vamos a cambiarlo y poner otro? La Justicia es la que tiene que ser justa, el fútbol no tiene que ser justo, es un juego, en el que juegan un montón de factores, incluyendo el error. Del portero, del delantero centro y del árbitro, entonces no veo yo que se pueda hacer nada sobre eso a no ser que se quiera ya objetivar tanto que se mecanice completamente todo: desaparezca el árbitro y haya un juego de señales, de banderas y de lucecitas.
Y luego lo que ya me troncha es lo del penalti. Al penalti le llamáis la pena máxima, la pena máxima debe ser para la falta máxima ¿no? ¿Te imaginas a uno que le condenaran a muerte porque se ha saltado un semáforo en ámbar? ¿Una jugada que hay que estar mirando 70 veces desde 800 ángulos para ver si eso no es penalti se puede castigar con la pena máxima? Yo no entiendo, la pena máxima se tenía que aplicar a lo indiscutible, lo que es una falta indiscutiblemente máxima merece una pena máxima y entonces todo es un juego de cosas que cuando miras una cierta distancia te llaman mucho la atención. 40 comentaristas analizando una jugada durante media hora sin saber si es o no. Eso en el partido, al día siguiente todos los programas de la televisión viendo esa misma jugada y otros 20 tíos que tampoco se ponen totalmente de acuerdo y que va a determinar una pena máxima. No consigo entender esto.
Físicamente te conservas muy bien. ¿Haces deporte?
No. Yo muchas veces he dicho que a partir de cierta edad el deporte tiene muy buena fama pero es muy malo para la salud. No, no, yo de chaval he jugado mucho al fútbol y andaba mucho en bicicleta. Luego ya de más mayor, no. Me gusta andar, me gusta bastante andar y en verano nadar y tal, pero no, no he hecho...
En el País Vasco la bicicleta tiene algo casi de religión.
Sí, sí, nos íbamos a ver el Tour, íbamos al Tourmalet. Cuando yo era chaval íbamos al Tourmalet a ver la Vuelta a Francia. A Bayona, a Pau... Sí, sí, el ciclismo nos encanta. Yo andaba bastante en bicicleta, pero luego no, deporte no. Ya digo, el deporte a partir de cierta edad, yo soy muy viejo, y hace muchos años que descubrí que el deporte tenía buena fama pero era muy malo para la salud. Y la gente ya haciéndose mayor, haciendo tonterías con el deporte, están ahora todos hechos picadillos, ¿sabes?