ENTREVISTA

Iñaki Gabilondo se pone la bufanda de la Real Sociedad: "El recuerdo que tengo de ese equipo que tú llamas bueno, yo lo llamo el equipo ascensor"

El histórico periodista repasa su infancia futbolera y la relación con el club de su ciudad, el club de su vida.

Iñaki Gabilondo, tras su entrevista con Relevo. /Salvador Fenoll
Iñaki Gabilondo, tras su entrevista con Relevo. Salvador Fenoll
Gonzalo Cabeza
Salvador Fenoll

Gonzalo Cabeza y Salvador Fenoll

Iñaki Gabilondo fue la voz con la que se levantaron millones de españoles cada mañana desde 1986 a 2005. Era el director de Hoy por hoy el programa líder que, desde la Cadena SER, marcaba la agenda de la conversación de todo un país. Su carrera es mucho más que eso: dirigió los informativos de TVE en tiempos de la Transición, fue la primera cara del noticiero de Cuatro, dirigió la SER en Sevilla... Sin una palabra más alta que otra, con la autoridad de quien no necesita recurrir al grito o la descalificación, este periodista de San Sebastián es futbolísticamente un hijo de su ciudad, aficionado de la Real Sociedad a la que ha vivido siempre con cercanía, incluso cuando estaba físicamente lejos de ella. Del club de su vida y sus visicitudes habla en esta primera entrega de su entrevista con Relevo.

Ser de San Sebastián casi empuja a ser de la Real Sociedad, si te gusta el fútbol no parece que haya alternativa ¿Verdad?

Yo soy de la Real Sociedad además desde el mismo día que nací, porque mi padre me hizo socio. Una vez me inscribió en el registro se fue a la Real y me hizo socio. Soy socio de la Real desde el año 42 y no he dejado de serlo. Y además he ido al fútbol desde los 5 o 6 años, tengo una memoria de la Real Sociedad completísima, más que nadie. Sí, en San Sebastián todos somos de la Real, pero algunos somos además de la Real prácticamente desde que nacimos. Y sí, ahora estamos sufriendo mucho.

Es una ciudad en la que no hay división futbolística y eso no es tan habitual en otros lugares.

Es así. Yo he sido director de Radio Sevilla y allí, Betis-Sevilla, aquí en Madrid o en Barcelona, la gente tiene que optar. En San Sebastián la gente nace y lo mismo que le gusta la Bahía de la Concha o el Orfeón de Donostiarra, pues es de la Real de nacimiento. Como eres de piel blanca, como eres de raza blanca, con la misma naturalidad, sin ninguna opción, ninguna disputa ni discusión. Por eso tenía valor la tradición aquella que se mantuvo durante muchos años, cuando la Real metía un gol, soltaban un cohete para que la gente que paseaba por el parque con los niños supiera que la Real había metido un gol. Es un cariño absolutamente compartido por toda la ciudad, sin duda ni discusión, ni opción tampoco.

La Real de tu infancia y de tu juventud es un equipo bueno, pero no es el equipo que sería de los años 80, un equipo que ganó la Liga en dos ocasiones ¿Qué recuerdos tienes de aquellos equipos?

El recuerdo que tengo de ese equipo que tú llamas bueno, yo lo llamo el equipo ascensor. Era un equipo al que le venía un poco grande la Primera y un poco pequeña la Segunda. Era un equipo modesto que además nunca tenía un refinamiento futbolístico muy especial. Los equipos del sur nos parecían todos más técnicos, nosotros siempre teníamos en el equipo uno que era muy técnico y nos parecía que era un malabarista total y destacaba porque en el equipo en general había más jugadores buenos, pero eran jugadores potentes, sólidos, serios, rocosos, así que el jugador muy fino llamaba la atención. Estaba Alsua, luego Rafa Mendiluce... Siempre hemos tenido algún jugador así fino, después López Ufarte y tal pero, en general, el equipo históricamente era un equipo duro, rocoso, que jugaba en campos muchas veces embarrados, muchas veces muy mojados, muy combativo, con chicos todos de casa, y que solía estar en Primera, a veces raspando, y en Segunda un ratito para volver a subir.

Ese campo con barro era Atocha, que era un campo muy especial en el fútbol español, muy inglés, caliente y, sí, embarrado. ¿Cuáles son tus recuerdos de Atocha?

Todos. Yo tengo recuerdos de cuando todavía no salían los jugadores del vestuario por el centro, sino que había un vestuario detrás de una portería, cuando había un graderío que luego se quitó y se puso otro. Yo tengo recuerdos del año 50 de la Real Sociedad. Veíamos a los jugadores a un metro, nos colocábamos al lado del banderín de córner o de la portería, tocábamos a Basora... Era un equipo muy inglés, verdaderamente. Los anuncios de los partidos, todos los recordamos, yo podría contarte nueve horas de anuncios, de los altavoces, del olor que había, que era característico. Detrás de una de las porterías está el mercado de frutas, que el domingo estaba cerrado, pero que tenía ese olor un poco rancio del mercado de frutas, pasabas por la puerta 7 al mercado de frutas y allí te acompañaba un olor a fruta. Yo cuando recuerdo Atocha, lo primero que me viene es el efluvio del olor a manzanas rancias del mercado de frutas detrás de una portería. Y todos los recuerdos de Atocha, con el público de pie, con paraguas, el olor a puro...

¿Cómo llevasteis el cambio a Anoeta? Ahora ha cambiado mucho, pero al principio era un campo muy frío.

Pues con una gran nostalgia, con la conciencia de que era necesario hacerlo, pero como quien cambia su vieja casa, muy querida, por un lugar frío, mejor, pero que no te dice nada. Hasta que no quitaron la pista aquello fue un lugar en cierto sentido un poquito forastero. Era haber perdido tu casa para irte a vivir a un hotel. Y eso resultó bastante indiscutible, hasta el punto que la Real se vio obligada a planteárselo. Porque Atocha era muy caliente, entre que los jugadores eran todos de casa, que era todo muy próximo, estabas muy cerca, estaba vinculado por completo a una ciudad que no planteaba discusiones de ninguna naturaleza. Era un elemento muy institucional de nuestra condición de donostiarras y pasar de repente a un estadio distinto, con una fisonomía muy parecida a todos los demás, porque todos tienen una estructura en cierto sentido muy similar, resultaba helador. Pero bueno, ahora ya no.

La Real cambia su historia en los años 80, con dos ligas, una copa, un equipo excelente.

Eran ya más jóvenes que yo. Durante mucho tiempo tú eres un niño, los jugadores te parecen muy mayores, luego un día son de tu edad y un día te parecen unos niños y tú eres muy mayor. Los de mi edad eran los que subieron a primera con el empate a dos en Puerto Llano, estaban ahí Arzak, Gaztelu, Esnaola, Gorriti, Martínez, Ormaetxea, tal y cual. Pero este de los 80 es un equipo en el cual en cierto sentido se produjo la cristalización de lo mejor de la historia de la Real, porque cuando se juega solo con la cantera, hasta que llegó la ley Bosman, dependías mucho de qué tal había sido el año, la cosecha del año. Ahí cristalizaron unas cosechas excelentes con jugadores, todos, que venían jugando desde hacía tiempo, en su mejor momento, respetándonos completamente las lesiones, que hubo mucha suerte en esto. Era un equipo estupendo, muy bueno, muy unido, muy compenetrado, todos sin ningún tipo de protagonismo que pudiera disonar, se conocían desde siempre, se sabían de memoria, jugaban muy bien.

Era un poco el orgullo de la casa, y además fue un viraje en la historia de la clientela de la Real, porque la clientela de la Real había sido siempre una clientela muy vinculada con el equipo modesto que era, en el que debutaban siempre chavales de casa y en el que ya sabíamos que pasarían unas novatadas naturales. Ahí hemos tenido a Esnaola, Zubiarrain, a Urrutikoetxea, que todos eran jugadores que hemos pasado sus procesos de maduración comprendiendo muy bien sus fallos. Se entendía que eran chicos de casa que necesitaban cuajar. Cuando la Real entró en la aristocracia del fútbol, en aquellos años que ganó dos ligas, jugó varias copas de Europa y llegó hasta semifinales, empezó a haber una clientela que yo veo que ha cambiado. Ahora a la clientela de la Real ya no la reconozco del todo. Hay una clientela que tiene una mirada posiblemente muy justificada sobre el equipo, que le reclama mucho más, que espera mucho más, que tiene una impaciencia que nosotros no teníamos nunca.

"Ahora a la clientela de la Real ya no la reconozco del todo. Tiene una mirada, posiblemente muy justificada, que espera mucho más, que tiene una impaciencia que nosotros no teníamos"

Iñaki Gabilondo

A mí me llama mucho la atención la impaciencia de Madrid, por ejemplo. En el Madrid debutaba un chico joven, a los cinco minutos era el mejor de la tierra y una semana después ya no valía para nada. No tenían costumbre de estar acompañando el proceso de maduración de los jugadores jóvenes, que era el que siempre habíamos nosotros vivido.

De ese equipo tengo esa historia, toda la vida acompañando a los chicos jóvenes que debutaban y pasaron sus periodos de novato hasta que se hicieron buenos futbolistas. Por ejemplo, un jugador como Diego, que jugaba en el medio con Alonso y con Zamora, el día que debutó le tocó jugar contra el Barça de Cruyff. Ya sabíamos que el portero iba a tener las cantadas reglamentarias. Había una muy buena simbiosis entre el público y el equipo y una conversión muy grande sobre qué era el equipo, qué era el club, qué podíamos esperar. Estamos muy felices y orgullosos de aquellas proezas de los años 80, pero que no habían tenido antecedentes. Éramos nuevos en ese momento.

Hay una cosa que a los que hemos nacido después se nos hace difícil de entender y de explicar, que es la figura de Arconada. El ídolo de un país entero siendo el portero de la Real Sociedad, trascendía con mucho a su posición y a su equipo.

Lo que pasa es que aquella Real adquirió una gran notoriedad en toda España. Toda la Real. Y Arconada era un poco el mito del equipo, adquirió una notoriedad tremenda. Pero si la Real hubiera estado la duodécima en la Liga no hubiera pasado tanto. Lo que pasa es que estaba disputándole al Madrid, al Barcelona y al Atleti los títulos, estaba concentrando la atención. Arconada era el más pequeño de estos que luchaban contra los grandes, inspiraba bastante simpatía en líneas generales y se convirtió en un verdadero ídolo.

Cuando la Real ganó fue un acontecimiento. Yo lo sé muy bien, yo era director de informativos de la tele, de la única tele que había, y cuando la Real ganó la Liga fue un acontecimentazo total, que yo además me encargué de que lo fuera. Los compañeros de la redacción eran del Madrid, de la Real no había nadie más que otro, y del Madrid eran muchos. Les dije 'En cuanto acabe el Telediario vamos a meter un programa de media hora sobre la Real'. Eso en la víspera, que no sabíamos si iba a ganar el Madrid o la Real. Es que si gana el Madrid es una noticia deportiva, pero no es una noticia muy relevante, pero como es la Real, es una noticia muy relevante. Así que ya sabéis.

Yo la famosa foto del Real Madrid en el campo de Valladolid, estirándose de los pelos cuando metió la Real el gol del empate que le daba la Liga, quise que se pusiera congelada en antena un ratito. Un poco de pequeña mortificación al Madrid, pero por otro lado también porque me parecía que era mucha noticia.

Y Arconada, en aquella mucha noticia, era el más sobresaliente, era muy aparatoso, por su talento. No era nada alto, pero tenía unas piernas, un bote... botaba más que nadie y era un gran jugador.

Hablabas del Real Madrid, en algún momento te he leído que era el enemigo de todos los equipos de España pero también que admirabas mucho a Di Stéfano.

Nosotros éramos antimadridistas de nacimiento también, como éramos de raza blanca, sin mayor pretensión. Pero les teníamos un pique añadido porque es que nos ganaban siempre, por las buenas o por las malas; a palos, jugando al fútbol o embarrándoles el campo. Era igual, nos ganaban de todas maneras. Entonces era un pique muy profundo. Y, sin embargo, aquello es compatible con una admiración absoluta que teníamos por Di Stéfano, al que, sin embargo, le teníamos un paquete imponente. Había un periodista local, tan ingenuo, que durante un tiempo decidió castigar a Di Stéfano no mencionando su nombre, diciendo 'el 9 del Madrid'. Fíjate lo que le importaba a Di Stéfano.

Le teníamos mucho, mucho, paquete al Madrid, y a Di Stéfano especialmente, acompañado de una admiración total, una admiración superlativa. Yo no he conocido a nadie que me haya inspirado más admiración que Di Stéfano, y la gente de mi cuadrilla y mis amigos, que tenemos todos un paquete grande al Madrid, le tenemos al mismo tiempo una gran admiración.

Luego hay algo que yo me he preguntado muchas veces, y que no sé yo muy bien si estoy recordando adecuadamente, quiero recordar que nosotros le tenemos mucho paquete al Real Madrid, pero cuando el Real Madrid jugaba un gran partido de Copa Europa, no recuerdo que quisiéramos que perdiera. No, yo el día del 7-3 en Eintracht, en esos partidos grandes del Real Madrid, de Di Stéfano, de Puskas, de Gento, de Kopa, de Rial... nosotros le teníamos una profunda admiración. Y yo no me acuerdo que quisiéramos que perdiera cuando jugaba partidos en Europa. Ahora parece lo más normal, que quieres que pierda, entonces a mí no me suena que quisiéramos que perdiera. Tengo que consultarlo con mis amigos, pero no recuerdo que quisiéramos que perdiera. Era muy curioso, tenemos una profunda admiración por aquel equipo, y sobre todo por Alfredo Di Stéfano, que es lo más aparatoso que yo he visto como líder de un equipo.

"Cuando ganó la Real la Liga quise que la foto de los jugadores del Madrid tirándose de los pelos quedase congelada en antena un ratito. Un poco de pequeña mortificación al Madrid, pero también porque era mucha noticia"

Iñaki Gabilondo

Has vivido mucho tiempo fuera de San Sebastián y eso te ha convertido en un aficionado en la distancia. Futbolísticamente eres un poco un extraño en esas ciudades ¿Cómo se vive desde lejos?

Hombre, no se pasa uno la vida viviendo en torno al fútbol. Yo no estaba viviendo en un mundo futbolístico siendo una excepcionalidad. Yo vivía en la ciudad haciendo muchísimas cosas, el fútbol era un capítulo lateral y no presentaba ninguna contraindicación. Por otra parte, yo nunca he sido un radical anti nada. Y no, no tuve ningún particular problema. No he vivido tampoco la militancia de la Real Sociedad como quien está esgrimiendo una arma arrojadiza. Yo era de la Real y ya está, y vivía en Sevilla y tenía muchos amigos del Betis y del Sevilla, me llamaba mucho la atención la rivalidad que había.

Y un día, recuerdo, vino la Real a jugar a Sevilla y vinieron varios periodistas acompañando al equipo, hicimos una comida y estábamos comiendo con ellos, yo les decía cómo me impresionaba a mí la rivalidad tan feroz que había entre el Sevilla y el Betis que tenían un paquete profundo y que además estaban todo el día discutiendo sobre directivos. En Sevilla me decían que con la Real sería igual, les dije que no y cogí a uno que se llama Porriño, que era el periodista más veterano de la prensa deportiva de San Sebastián, que seguía a la Real hacia 200 años. Le pregunté '¿Tú sabes de la Real todo?' Sí. Dime nombres de cinco directivos de la Real. 'El presidente, el más famoso, uno que va con la Real...' no se los sabía. Porque el fútbol, al no plantear un argumento de disputa, no iba más allá del martes. Lo que pasaba en el campo nos importaba muchísimo, pero las vicisitudes del club, como no fichábamos a nadie de fuera, no daba argumento a la vida directiva. Era muy sencillo ser de la Real para nosotros y cuando yo he vivido desde desde fuera pues quiero mucho a la Real, le sigo con un interés y con cariño.

¿Y no hay morriña de estar lejos, de no poder ir al campo?

Yo tengo una morriña profunda de San Sebastián. Una moriña profunda de San Sebastián, voy mucho, pero tengo una morilla profunda y por tanto de la Real también. El fútbol me tiene un poquitín empachado ya, pero no la Real, porque como decía Javier Pradera, el fútbol en cierto sentido nos conecta con nuestra infancia y eso se mantiene, aunque ya el fútbol me está empalagando. Hay demasiados partidos, ya no se sabe muy bien si este partido es de la jornada última, de la siguiente, de la Europa League, de la Champions... te mareas mucho. Y luego en el fútbol actual el 95% del juego es previsible, salvo algún relámpago raro, todo es igual, defensa para a la derecha, de aquí para allá, de allá para aquí... Es bastante aburrido el fútbol en general, en general, y si ves un partido Atalanta-Sampdoria o un partido de Segunda División, todos los equipos ya son tácticamente bastante sólidos, todos juegan muy bien, físicamente son todos muy fuertes, y en general los partidos son bastante aburridos. Si no fuera por la pasión que le pone el espectador... el juego en sí mismo, muchas veces es bastante decepcionante.

"El fútbol me está empalagando. Hay demasiados partidos, ya no se sabe muy bien si este partido es de la jornada última, de la siguiente, de la Europa League, de la Champions... te mareas mucho"

Iñaki Gabilondo

El fútbol tiene una fuerte dimensión social y por supuesto también para la Real. Hay una fotografía histórica de 1978 en la que Kortabarría e Iribar, capitanes de la Real y el Athletic, sacan la ikurriña en un partido. Fue algo muy simbólico en aquel momento.

Sí, bueno, fue emocionante para todos nosotros. ¿Sabes lo que pasa? Que se estaban sumando elementos que no planteaban mucha disputa. O sea, la disputa con la ikurriña la tenía Euskadi con el gobierno o los gobiernos centrales, pero allí todo el mundo la veía con naturalidad. Además, vivíamos en San Sebastián, que estaba a un cuarto de la frontera y pasabas la frontera y la ikurriña estaba por todos lados. La normalización era algo tan obvio que no tenía mucha discusión, pero tenía emoción para nosotros.

Los jugadores de la Real y del Athletic eran todos amigos además, tenían muy buena armonía y muy buena relación. Estaba ocurriendo algo que brotaba de una manera muy natural, de una amplísima, superamplísima, mayoría de la sociedad.

Me acuerdo que un ministro de la época me decía a mí, después de eso, 'Ya no sé... si os hemos dado la ikurriña'. Y yo decía, '¿Que tú nos has dado qué? ¿Cómo que nos has dado la ikurriña?' Fue un reconocimiento, un gesto que produjo emoción y que estaba integrado una área absolutamente natural en el corazón de todos los vascos.

Más difícil es hablar del terrorismo. Siempre se ha destacado que en las gradas de Atotxa estaban igual los amenazados, los que miraban a otro lado e incluso los que aplaudían el terrorismo. Es algo sorprendente. ¿Se notaba algo?

Sí, pero sin embargo por eso el fútbol tenía y tiene una importancia tan grande, porque es un elemento absolutamente transversal y en una sociedad como la vasca no había entonces muchos elementos transversales. Los elementos que eran transversales eran respetados como quien conserva un tesoro. De la Real Sociedad podían ser los de cualquier ideología política, y lo eran, amaban a la Real lo mismo los del PP que los de Batasuna, que los del PNV o el PSOE. Todos. Y eso jugaba un papel una especie de hilo transversal, de los pocos hilos transversales que había, y eso tenía una fuerza grande. Ahí se introdujeron muy pocas veces los elementos de la discordia, es como si se estuviera teniendo conciencia de que era uno de los pocos eventos transversales que había.

"De la Real podían ser los de cualquier ideología política, y lo eran, amaban a la Real lo mismo los del PP que los de Batasuna, que los del PNV o el PSOE. Eso jugaba un papel una especie de hilo transversal"

Iñaki Gabilondo

El problema aquel se vivía también fuera, porque yo la última vez que fui al fútbol, y no he vuelto más por eso, fue en el Bernabéu, porque me tocó rodeado de una serie de personas que se pasaron todo el tiempo llamándonos etarras a los jugadores y a mí. Ya juré no volver a pisar nunca más el fútbol ni aquel sitio porque me parecía que había unos factores de demasiada tensión y hostilidad que no me interesaba compartir. Pero en el País Vasco, como te digo, había una especie de pacto. Los elementos transversales tienen un gran valor. No hay muchos y en la sociedad actual, tan fraccionada y tan polarizada, no estamos teniendo mucha conciencia del papel que juegan los elementos transversales. Son pocos, pero que los hay. Y el fútbol, en la medida en que es uno de esos elementos transversales, debería estar protegido de determinadas radicalizaciones pasionales. En nuestra tierra, donde aquello era más que pasional, era ya un problema de mucha categoría, sin embargo, se consiguió conservar eso y creo que juega un papel muy importante como elemento transversal de la sociedad.

¿En Atocha todo eso se dejaba en la puerta?

Sí, los elementos transversales que las sociedades tienen que valorar. Los Estados Unidos, por ejemplo, han tenido siempre una fuerza institucional muy fuerte, siendo las comunidades y los estados tan absolutamente diferentes como para que en un país que nos parece muy unido, por un mismo delito, en este estado te condenan a muerte y en este no, a un metro de distancia de la frontera. No cabe mayor diferencia. Sin embargo, ¿qué es lo que les ha unido? Los elementos transversales. Y allí tenía como elemento transversal la Casa Blanca, la democracia, el ejército, la bandera, la liga de béisbol... Los elementos que comparten los países son los que tienen mucho valor. En nuestra tierra, hubo un momento en el que esto se fracturó de una manera muy grande y el fútbol conservó ese papel. Yo estoy contento de que no se metiera ahí la disputa y se protegiera.

¿Que no se guardase minuto de silencio por las víctimas formaba parte de ese pacto?

Bueno, no sé con detalles, seguramente sí.

En ese mismo contexto, la Selección española siempre ha tenido mucha presencia vasca, más todavía en aquellos años 80, que son un poco los peores en el tema del terrorismo ¿Cómo se percibía a la Selección en San Sebastián? Porque las cicatrices eran profundas en aquel tiempo.

Bueno, forma parte de las contradicciones nunca del todo cerradas en cada individuo, en cada comunidad y en cada sociedad. La relación de seleccionados del fútbol vasco se pregona con orgullo, están contentos en la Real que tengamos muchos internacionales y que el Athletic tenga internacionales. Habrá sectores radicales que no, pero en general a la gente no le ha producido una especial complicación esas historias. En el caso del Barça estuvo el caso de Oleguer y eso, pero en general en la Real los jugadores han sido seleccionados, han ido más contentos con las Pascuas y todos estaban muy contentos y contentos de que jugaran bien.

Y, sin embargo, había resistencia porque se jugaran partidos internacionales allí, poniendo cara de póker, haciendo como que no me importa que ganen y ese es el juego. Algunos contaban que el día que la Selección española ganó el Mundial en Sudáfrica, hubo mucho más explosión de alegría de la que se quería reconocer, son juegos de una cierta ambigüedad. Pero así estará porque España es un país que tiene una vertebración muy difícil y eso está salpicándolo todo en cada una de las circunstancias de la vida y en esta también. Pero como te digo, la Real Sociedad no ha tenido ningún problema con que Arconada sea el portero y capitán de la selección y que hayan jugado todo y que estén ahora seleccionados tantos como están seleccionados

¿Hay alguna España que te marcase especialmente?

Yo recuerdo cuando era pequeño el famoso 1-0 con el gol de Zarra a Inglaterra, porque Zarra era mi ídolo y aquello fue la pera. Luego hubo uno en Dublín, cuando le llamaron del gamo de Dublín a Basora, un 5-2. En los años siguientes, pues recuerdo más bien fallos,. Hubo muchos años que, ya no desde el País Vasco, sino desde España en general, la Selección aparecía como desdibujada, desvaída, como de poca gracia. Parecía que los jugadores no iban con mucha gana y que nunca llegaban demasiado allá, yo recuerdo que la selección estaba un poco así atontada.

Hasta que llegó Luis y luego Del Bosque, ni al público ni a los futbolistas mismos les parecía apasionar tanto la selección. Luego ya sí, luego ya adquirió esa fuerza grande, sobre todo con Luis, el gran europeo en Austria, la Selección con Del Bosque, ahora, etc. Pero eso es relativamente nuevo en la historia que yo creo recordar. Se seguían los partidos, pero no recuerdo... porque sí, el famoso Europeo cuando se ganó Rusia el con el gol de Marcelino y tal, como un hito así, un poco suelto, pero no estaba la Selección muy metida en las tripas de nada, creo recordar. Desde luego no en mi tierra, tampoco había hostilidad, pero había una cierta frialdad. Y he oído luego a jugadores decir que iban con algún tipo de pequeña pereza, algunos. Con Clemente cogieron un poquitín de vuelo también, pero no sé, yo creo que en general pasó una especie de Guadiana de salir y perderse sin que estuvieran nunca acompañando como les acompaña a otros países, a Francia, a Inglaterra, que tienen una constante afición. El éxito ayuda mucho ¿sabes? Aquí el tenis llegó a penetrar por Santana, porque ganó. El golf por Ballesteros, porque ganó. El automovilismo por Alonso, porque ganó. Pero si no llegan a ganar, tampoco hubiera tenido tanto.

Contabas antes que dejaste de ir al fútbol por un incidente en el Bernabéu, y me ha venido a la memoria Zabaleta en el Calderón, que es un caso mucho más grave de esa hostilidad. ¿Tú has encontrado en campos de España que era especialmente difícil ser de la Real.

Yo no iba mucho al fútbol por ahí tampoco, pero rebotaba, era natural. Era un fenómeno que estaba produciendo un espanto en toda España, estaba provocando dramas en muchos sitios, la hostilidad era muy grande y era, en cierto sentido, esperable que hubiera algún tipo de rebote. No ya porque un campo fuera más de extrema derecha o no, sino porque había una hostilidad manifiesta.

Sin embargo yo veía al mismo tiempo que se mantenía un cierto respeto a los vascos siempre. Aquella gran manifestación de 'Vascos sí, ETA no'. Yo he percibido siempre eso, he estado viviendo Madrid mucho tiempo y he tenido bastante protagonismo en muchas situaciones y, en general, a pesar de todo, había un fondo final de afecto, de respeto a los vascos que me parecía que se conservaba. Yo veía que saltaba más rápido un chispazo catalán que un chispazo vasco. Por supuesto, dejando a ETA claramente en el terreno de la hostilidad, pero con los vascos me ha maravillado incluso bastante y he agradecido incluso que, a pesar de todo, había un respeto, un afecto, un algo con el vasco que se había conservado, a mi juicio, un poco sorprendentemente. Yo veía que aquí en Madrid, por ejemplo, lo catalán rechinaba más rápido, con nosotros menos, no solo en el fútbol.