Mitos y leyendas que rodean a William Foulke, el aterrador portero que llevó a un árbitro a esconderse en un armario
El inglés llegó a jugar con su selección y a competir en la máxima división inglesa, donde dejó momentos memorables.
La película Handia (grande, euskera), dirigida por Aitor Arregi y Jon Garaño, narra la historia real de un hombre que en siglo XIX padecía gigantismo, una enfermedad que aprovecharon sus familiares para exhibirlo por buena parte de Europa y enriquecerse nada más finalizar la primera guerra carlista en 1840. A lo mejor, de aquel gigantón nacido en el País Vasco se pudiera haber sacado más partido si en aquella época hubiera existido el fútbol o el baloncesto. Pasados 34 años, en el pequeño pueblo de Dawley, situado en el centro de Inglaterra, nació un hombre que llegó a superar los dos metros y a sobrepasar los 150 kilos, aunque existen versiones dispares sobre su altura y peso. Desde luego había más isleños con parecidas proporciones, pero seguro que ninguno logró jugar con la camiseta de la selección inglesa de fútbol un partido oficial. Su nombre era William Henry Foulke, a quien apodaban Fatty (gordito), se supone que de forma cariñosa.
Foulke cumplía, al menos, con una de las características exigibles a un portero, como es la altura. No obstante, ni de lejos llegaba a los 2,06 metros del portero checo Tomas Holy, que hasta la temporada pasada vistió los colores del Carlisle United de la cuarta división inglesa. Aun así, le sacaba más de una cabeza a quien es considerado el guardameta más bajo de la historia del futbol de élite: Jorge Campos. El mexicano fue durante la década de los noventa uno de los principales baluartes de su selección pese a sus 168 centímetros de altura. Su juego, un tanto excéntrico, le llevó a jugar algunas veces de delantero. Y no lo hizo nada mal. A lo largo de su carrera anotó 47 goles y se convirtió en el tercer portero más goleador de la historia, solo por detrás del brasileño Rogério Ceni (129) y del paraguayo José Luis Chilavert (86).
Puede que las fotos en blanco y negro no hagan justicia al verdadero aspecto físico del grandullón inglés y que afearan su imagen al aparecer un tanto desaliñado y con michelines muy visibles. En la época de la televisión en color el alemán Oliver Kahn tuvo la desdicha de ser incluido, en su condición de portero, en el once ideal de los jugadores más feos del mundo. Más reñido fue establecer el trío de guapos que finalmente encabezó el brasileño Alisson Becker, seguido del suizo Roman Bürki y del alemán Kevin Trapp. Algo debió ver su entrenador en aquel joven de Dawley que los testimonios de prensa y aficionados la época no llegan a recoger. Y es que poner de titular a un tipo con una prominente barriga debajo de los palos de una portería no parece a priori una decisión muy acertada. El caso es que las actuaciones de Foulke lograron cerrar las bocas de muchos críticos.
La liga de fútbol inglesa (The Football League) nació en 1888. Es lo que hoy en día se conoce como la Premier League. Un año más tarde se fundó el Sheffield United Football Club, apodado como The Blades por la producción de acero en la ciudad. Como curiosidad queda que fue el primer equipo en colocarse la etiqueta de United que luego lucieron otros clubes como el Manchester, el West Ham o el Leeds. En la temporada 1894-95 llegó al Sheffield un estilizado mocetón procedente del Blackwell que alcanzaba el larguero estirando sus brazos y que, dada su envergadura, cuando los ponía en cruz, tapaba buena parte de la portería. Su técnico no tuvo dudas para hacerle debutar frente al West Bromwich Albion en la máxima categoría del fútbol inglés. A sus recién cumplidos 20 años de edad, había materializado uno de sus sueños. El otro era ser jugador de cricket.
Hay mucho de leyenda en torno a la figura de Foulke. Las malas lenguas dicen que, cuando apareció por primera vez en el terreno de juego, su propio público no daba crédito a lo que veían sus ojos. Fue entonces cuando la grada empezó a entonar al portero de la talla XXL la canción 'Who eat all the pies?' (¿Quién se comió todos los pasteles?). La letra no puede ser de peor gusto. Dice así: "¿Quién se comió los pasteles? Gordo bastardo. ¡Te comiste todos los pasteles!". La veracidad de la historia chirría un poco. Hoy alguno la tildaría de bulo. Hay quien pone en duda esta versión porque el cántico iba a acompañado de la melodía de Knee´s up Maher Brown, una canción típica que se canta en los pubs ingleses, y que algunos apuntan que se creó al final de la Primera Guerra Mundial (1918); esto es, dos años después del fallecimiento de Foulke. Ahora la cantan los hinchas de West Ham United, y años antes fue reescrita para la película de Mary Poppins.
Sea como fuere, el gigantón no iba a desperdiciar la posibilidad de jugar en la élite. En tiempo récord se convirtió en titular indiscutible. Su agilidad y su buena colocación no pasó desapercibida para el seleccionador inglés, que en 1897 le convocó para jugar contra País de Gales. No fue el único debutante. En la lista, que por entonces incluía también jugadores irlandeses, aparecía otro novato de 21 años llamado Ernest Needham que logró el primero de los cuatro goles encajados por los galeses aquel 29 de marzo. A pesar de que Foulke no vio perforada su portería, fue su única aparición con Inglaterra. Esa frustración tal vez fuera el motivo de que en alguna ocasión quisiera exhibir su faceta goleadora. Lo hizo en 1899 frente a un combinado de jugadores holandeses y sudafricanos. Su equipo iba por delante en el marcador (4-0), y Foulke decidió sumarse al ataque de vez en cuando. Anotó un doblete, y con el pie. Eso sí, también le metieron otros dos goles por sus alocadas decisiones.
El corpachón de aquel tipo imponía respeto a sus rivales. A veces, hasta miedo. No tenía problemas en mostrar su dureza en una época en la que no existían las tarjetas. Su teoría sobre lo que es un portero se asemeja a lo que su colega Hugo "Loco" Gatti dijo años más tarde: "En el puesto de los bobos, yo soy el más vivo". Y es que Foulke no solo daba espectáculo debajo de los palos. Cuentan que en más de una ocasión llegó a abandonar el terreno de juego ante la falta de actitud de sus defensas. También circula la historia en que durante un derbi frente al Sheffield Wednesday partió en dos un larguero. Una versión habla de que fue cuando lo golpeó con su puño para realizar una parada, la otra dice que fue por colgarse. En lo que sí coinciden es en que el larguero se rompió por la mitad y que el partido tuvo que suspenderse hasta que un carpintero trajo una nueva barra y la clavó en los postes. Esa es la razón, y no otra, de que a partir de entonces los equipos locales estuvieran obligados a tener una portería de repuesto.
Sus éxitos deportivos no se vieron frenados por su ausencia definitiva de la selección. Esta misma temporada, la 1897-98, el Sheffield United Football Club logró su primera y única liga hasta la fecha. Debió de ser una hazaña parecida a la que consiguió hace ocho años un equipo modesto y que nadie contaba con él para proclamarse campeón, como el Leicester City. Todo iba sobre ruedas con su club, y hasta los cánticos despectivos hacia su poco estilizada figura se fueron apagando con el paso del tiempo. La temporada siguiente a la consecución del título liguero, vino su primera Football Association Cup, una competición que empezó a disputarse en 1872 y que, por lo tanto, es la más antigua del mundo. Su rival en la final fue el Derby County, que nada pudo hacer ante la avalancha de juego que se le vino encima. Le endosaron un sonrojante 4-1. Fue la primera de la cuatro Cups que tiene el Sheffield United Football Club en sus vitrinas, dos de ellas con Foulke como protagonista. La última vez que alzaron la copa de campeones fue justo hace 99 años, en 1925.
La segunda Cup de Foulke tuvo mucho más morbo. Su carácter temperamental le jugó una mala pasada. Su equipo se había deshecho del Northampton Town, Bolton, Newcastle y Derby County. En la final les esperaba el Southampton, un equipo que por aquel entonces no era profesional. Alf Common, jugador del Sheffield, adelantó a los suyos en el antiguo estadio londinense del Crystal Palace. La cosa parecía estar hecha para los de Foulke hasta que dos minutos antes de que el árbitro, Tom Kirkham, pitara el final del partido, Harry Wood, el capitán del equipo rival, logró el empate en una jugada bastante dudosa.
El caso es que el jugador del Southampton estaba en una clara posición de fuera de juego mientras se ataba los cordones de sus botas. De repente, vio que le llegaba el balón, y no lo dudó. Chutó a puerta y logró el tanto del empate. Foulke ni se inmutó. Estaba convencido que se iba a anular el gol. Sin embargo, tras consultar con su asistente, el árbitro dio validez a la jugada porque el balón lo había tocado antes un defensa y, por lo tanto, anulaba la posición ilegal de Wood. El libro de David Bulls Match of the Millennium: The Saint´100 Most Memorable Matches desvela que el portero salió completamente desnudo de su vestuario y se dirigió hacia donde estaba el del árbitro que, presa del miedo, se encerró en un armario donde se guardaba el material del limpieza. El libro explica que varias personas de la federación tuvieron que sujetarle cuando trataba de arrancar sin éxito las puertas del armario. En aquella época no había prórroga ni penaltis en caso de empate, así que la final se repitió una semana después y el Sheffield United Football Club se impuso por dos goles a uno. El árbitro volvió a ser Tom Kirkham.
Después de once temporadas jugando en el estadio Bramall Lane de Sheffield, Foulke fichó por el Chelsea, un equipo recién fundado que militaba en segunda división, tras pagar 50 libras. Pese a que fue nombrado capitán, en Stamford Bridge siguió haciendo de las suyas. El club era consciente de que tenía un jugador mediático y se decidieron a explotar la imagen de aquel gigantesco portero. Así, durante los partidos colocaron a dos niños pequeños detrás de la portería que provocaba un impacto visual en los contrarios que le hacía parecer más grande de lo que era en realidad. No hay datos de que aquella táctica diera resultados, sin embargo, se afirma que de esa iniciativa nació la figura del recogepelotas.
Otra de las anécdotas que se cuentan de él es que durante una concentración con su equipo se levantó de la cama antes que el resto y se zampó todo lo que había sobre la mesa. Sus compañeros, como es lógico, se enfadaron pero nadie se atrevió a levantarle la voz. En Stamford Bridge forjó también su leyenda de parapenaltis en una época donde al portero no se le obligaba a estar sobre la línea de gol y podía adelantarse cuatro metros. En esa temporada atajó diez penas máximas y ante el Burslem Port lo hizo en dos ocasiones. Al acabar la temporada, dejó Londres y fichó por el Bradford City. Solo permaneció allí un año. La decisión de cortarse la coleta ya estaba tomada después de trece años vinculados al fútbol.
En su última temporada en activo tampoco logró pasar desapercibido. Durante un partido vio que un rival llevaba una camiseta del mismo color. Entonces no había segunda equipación y tampoco tenía nadie a mano una camiseta de su talla, así que se enfundó una enorme sábana blanca. Mantuvo a cero su portería y un periódico tituló al día siguiente: "Foulke mantuvo limpia la sábana". Ese titular fue el origen de la expresión clean sheet que se utiliza de forma coloquial para destacar que un portero no ha encajado ningún gol. Los restos de Foulke reposan desde hace más de un siglo en el cementerio de Burngreave, en Sheffield. Falleció el 1 de mayo de 1916. Se había retirado del futbol nueve años antes. Unos cuentan que murió de una neumonía y otros que de cirrosis. Lo cierto es que el gigantón era un gran bebedor de cervezas. Tenía 42 años.