Carlota Prendes, la luchadora que dejó el ballet porque se le daba "fatal" para ser campeona del mundo
La campeona del mundo de JiuJitsu se tiene que pagar sus viajes para acudir a los grandes campeonatos y busca patrocinadores.
Hace apenas quince días Carlota Prendes aterrizó en el aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid con dos medallas de oro colgadas al cuello. El regreso a España de la joven cartagenera pasó totalmente desapercibido. Allí no había gente con pancartas de ánimo para demostrarle su admiración, ni prensa para inmortalizar su recibimiento. Así que tomó el transporte público mezclada entre la gente para volver a casa. Nada más entrar, se abalanzó sobre su cama muerta de cansancio. Mientras conciliaba el sueño pensaba si, de repente, se había vuelto invisible o si, por el contrario, su historia carecía de interés. Ya le ocurrió algo parecido hace cuatro años sin haber cumplido aún la mayoría de edad. Acababa de lograr su primera medalla de oro en categoría sénior en los campeonatos de Europa en una modalidad de artes marciales brasileña llamada JiuJitsu y sólo se hizo eco de su hazaña el programa "La Resistencia". Ahora toma el relevo de David Broncano otro medio de comunicación. Su segunda entrevista ha tardado demasiado tiempo en ver la luz.
Para entender un poco mejor los méritos adquiridos por Carlota Prendes de cara a tener más relevancia mediática, hay que remontarse a su viaje a Astaná (Kazajistán) porque, según ella, "fue un poco caótico, como todos los que organiza la Federación". La expedición partió en avión la tarde del 9 de octubre. Tardaron un día completo en pisar suelo kazajo. Entre medias, una escala de 13 horas en Estambul. "Total, que hablamos de viajes muy largos en los que llegas reventada y encima al día siguiente tienes que competir y dar el peso exigido en la báscula", espeta la doble campeona del mundo en dos modalidades distintas de agarre como son grappling y grappling-gi.
En su caso, competía en la categoría de menos de 53 kilos. Con más cansancio acumulado en su cuerpo, el sábado repitió plan: competir y vigilar el peso. "Así que es fácil de imaginar que no te da tiempo a ver casi nada del país". Eso sí, por los menos, el viaje de vuelta fue satisfactorio. El balance fue de ocho combates ganados; es decir, no perdió ninguno, con un saldo de dos medallas de oro. De propina, unos cuantos kebabs durante otra interminable escala en la ciudad turca con la compañía de un gato que pululaba por allí.
Lo de llegar a practicar disciplinas como el grappling y el grappling-in, que son sistemas de lucha cuerpo a cuerpo que solo utilizan técnicas de derribo, de posición o de sumisión para sumar puntos o conseguir la rendición del rival sin golpes, no es fruto de la casualidad. Prendes ya tenía claro a los seis años que lo del ballet no le iba a dar de comer. "Se me daba fatal porque tengo cero habilidades para ese tipo de cosas". Dejó aquello para su hermana, y prefirió seguir los pasos de su hermano, que le lleva año y medio, para meterse en el judo. Y no lo hizo antes porque le aconsejaron que "siendo tan pequeñita" ya tendría tiempo de cambiar las mallas por un kimono. En realidad, lo del ballet le vino bien para adquirir cierta flexibilidad. Otra cosa era bailar de forma coordinada. "Es que era un horror lo mal que lo hacía", añade. Para el deporte ya era otra cosa. "Se me daba mucho mejor", precisa.
De sus combates con su hermano mayor aprendió que el camino para ser alguien en las artes marciales no iba a ser fácil. Siempre perdía. Aun así, jamás se planteó dejarlo. Al contrario, le sirvió como acicate para seguir adelante y entrenar duro. A los diez años tuvo que aparcar momentáneamente el judo. Le coincidía con otras actividades extraescolares y no podía compaginar todo. Un buen día, su padre, Ignacio Prendes, le comentó la posibilidad de probar un arte marcial que a ella le era totalmente desconocido: el JiuJitsu brasileño. Se trata de una modalidad que se combate cuerpo a cuerpo en el suelo hasta someter al rival mediante luxaciones, estrangulaciones, inmovilizaciones o derribos. No costó nada convencerla. "Venga, vamos a probarlo", se dijo a sí misma. Tampoco corría grandes riesgos con la decisión. Quien se lo proponía, además de ser su padre, también iba a ser su profesor. "Aquello me gustó muchísimo", recuerda.
Por extraño que pueda parecer a la gente ajena al mundo de las artes marciales, solo en Cartagena había dos gimnasios donde se enseña esta disciplina. "Allí estábamos como 30 personas en clase". Ahora en Madrid son alrededor de 150 las que están apuntadas en su gimnasio para practicar JiuJitsu; la mayoría, hombres. "Esta moda ha ido en aumento durante los últimos años porque hace diez lo practicaba muy poca gente hasta que, de repente, pegó un boom y ahora somos un montón", indica la joven cartagenera. A sus 23 años ya es muy conocida a nivel mundial dentro de su especialidad que, a día de hoy, todavía no está considerada como disciplina olímpica. También ha practicado otras modalidades de lucha como el sambo o la olímpica. "Tengo una plata en el campeonato de España y he conseguido otras cosas, pero la verdad es que no soy tan buena como en otras disciplinas".
La defensa personal
Carlota Prendes no se define como una de esas personas agresivas que salta a la mínima cuando va por la calle y surge la posibilidad de ir más allá de un mero enfrentamiento dialéctico muy subido de tono. "Todo lo que he aprendido de las artes marciales me ha servido para darme seguridad y confianza en mí misma a la hora de evitar ese tipo de conflictos si alguien trata de intimidarme". Cosa bien distinta es que en la vida real haya tenido que utilizar sus conocimientos como mecanismo de autodefensa. Cuenta, por ejemplo, que hace como unos cinco años se tuvo que enfrentar a una situación "bastante desagradable" mientras se encontraba con un grupo de amigas en un descampado de Cartagena. Fue cuando "un chaval que iba borrachillo se nos acercó y se pasó un poquito de la raya". La cosa no pasó a mayores gracias a su destreza. "Ocurrió todo muy rápido porque le redujimos, e inmediatamente después nos fuimos de allí". La moraleja de aquel suceso es bastante sencilla: "Intento evitar siempre el conflicto, pero si eres una persona muy chiquitita sabes que cuando hay una pelea lo normal es que te peguen, y yo nunca me hago pequeñita ante situaciones así".
Su aprendizaje también ha servido para que sus amigas tengan conocimientos de autodefensa, "aunque sean mínimos". Prendes les intenta formar con conocimientos muy básicos. No lo hace solo para que sepan defenderse. También, como en su propio caso, para que adquieran la confianza suficiente en ellas mismas si llega el momento de verse ante una situación complicada en la que tengan que enfrentarse a una persona muy superior físicamente. "Si el agresor te ha tirado, tienes que aprender a luchar desde el suelo porque, en definitiva, eso es lo que te va a salvar de cualquier tipo de agresión", afirma. Hay, además, otros aspectos en ese aprendizaje orientados a "resignificar" ciertos hábitos. Se trata de otorgar un sentido diferente al pasado a partir de una nueva comprensión del presente. Es decir, la idea de resignificar puede servir de ayuda a cualquier mujer a la hora de pasar de forma distinta un proceso traumático posterior a cualquier tipo de agresión. "Yo se lo recomiendo un montón a mucha gente, que ante esas situaciones en las que se pueden sentir aisladas por el trauma que han soportado, ese tipo de actividades les anima a luchar y a salir adelante en la vida".
Prendes, que está a punto de terminar en Madrid sus estudios de Ciencias del Deporte, también ha sufrido en sus propias carnes el trato desigual por el mero hecho de ser mujer "y me parece importante darle visibilidad a este tipo de cuestiones". Para empezar, el JiuJitsu es una modalidad en la que puede haber 50 personas en una clase donde, "como mucho", dos son chicas. "A partir de ahí todo resulta ya más complicado y por eso me gusta decir que cuantas más mujeres nos apuntemos y más nos apoyemos, entre todas vamos a ser capaces de dar un paso adelante para dejar de ser un grupo minoritario". Ella misma reconoce que, "por desgracia", se ha sentido menospreciada porque a sus éxitos deportivos se le han dado menos valor que a los obtenidos por los hombres, aun habiendo logrado peores registros. Así, en Kazajistán tuvo que oír por boca de sus propios compañeros frases como: "ya me gustaría a mí ser chica porque es mucho más fácil sacar una medalla". Prendes no entró al trapo, pero sí se hizo esta pregunta a sí misma: "¿Y tú, a quién has ganado?".
Ese menosprecio lo ha sufrido también como entrenadora. No consigue olvidar el día en que mientras entrenaba en un gimnasio de Madrid pusieron a un chico con mucho menor nivel que ella para impartir una clase. La excusa que le dieron resulta de lo más peregrina: "Es un chaval más grande que tú y la gente se lo va a tomar más en serio". La primera palabra que le vino a la boca fue: "¡Joder!". Y no le faltaba razón. El chico ni siquiera era monitor. Era un simple alumno. "Pero ya sabe, cuando hay la opción de darle la clase a una mujer o a un hombre…".
Menos mal que de sus viajes también saca alguna experiencia positiva. Le ocurrió con una voluntaria a la que le asignaron el viernes después de ganar la primera medalla para que realizara su prueba del doping. Prendes le pidió que antes de pasar el control esperara unos minutos para ver los combates de los hombres. La voluntaria accedió, y durante un buen rato mantuvieron una charla bastante entretenida. Al día siguiente, tras conseguir su segundo oro, la chica hizo de nuevo acto de presencia. "¡Qué coñazo!, otra vez a pasar el control", pensó. Y no. La voluntaria la comentó que solo estaba allí porque le había seguido durante toda la competición. Así que sin más preámbulos retomaron la conversación que habían dejado pendiente el día anterior. "Fue algo súper bonito", subraya.
Por las cosas que dice y hace, el perfil de la joven cartagenera se ajusta al de una mujer luchadora. En 2021 puso el siguiente mensaje en redes sociales: "Hola, soy Carlota Prendes y soy luchadora de JiuJitsu Brasileño. Gané el último Europeo que se pudo realizar y mi siguiente objetivo es ganar el Mundial, pero no tengo presupuesto para ir. Es en 15 días, toda ayuda por pequeña que sea es más que bienvenida". Los viajes, si están relacionados con competiciones en las que se incluyen modalidades ajenas a la Federación, se los tiene que pagar de su bolsillo.
El caso es que, de momento, no ha conseguido sponsor. Tan solo algunos patrocinadores han contactado con ella para ofrecerle ropa. "¿Y para qué quiero yo eso si lo que necesito es dinero para costearme el viaje?", se pregunta. Aquella voz de alarma a modo de mensaje en una botella arrojada al mar surtió al poco tiempo el efecto deseado, gracias también a la publicidad que le hizo el programa de Broncano. "La gente se portó súper bien y sé que hubo muchas donaciones anónimas, incluidas las de una periodista de deportes y dos personas del ayuntamiento de Cartagena".