OPINIÓN

Casadó, Pablo Barrios y una fábrica de parir mediocentros

Casadó, durante el partido contra Suiza. /REUTERS
Casadó, durante el partido contra Suiza. REUTERS

Partido para pasar de puntillas, victoria para apuntalar sensaciones. Esta España gana con quien juegue y contra quien juegue. En la despedida hasta marzo, la Selección deja un reguero de esperanza y una confianza absoluta. De la Fuente sólo cambia piezas. Respeta conceptos y en su pizarra, una posición tiene más luz que ninguna otra: la de mediocentro. La Roja es una fábrica de parir organizadores, canalizadores... Caído el Balón de Oro, Rodri, se levantó Zubimendi. Sí, el mismo de la final de la final de la Eurocopa. Y renqueante el mediocentro de la Real, apareció Casadó. Y por si fuera necesario, ahí debutó Pablo Barrios como cuarto enganche de la cadena y consagrado en los Juegos Olímpicos de París.

De la Fuente, sobre Casadó.

¡Que lujo! Cuatro pivotes de esos que te marcan el estilo del equipo. Un póker diferente. Cada uno de su padre y de su madre. Con distintas características, pero que serían capaces de ser complementarios, en el caso de que dos de ellos tuvieran que jugar juntos. Rodri es el mediocentro por excelencia. Total. Su físico y su técnica se aúnan a su inteligencia táctica. El número 1 del mundo en su puesta. Desde su personalidad no hay barreras imposibles de superar.

Zubimendi se mira en el espejo de Rodri, pero todavía es más posicional. Su zona de influencia, de momento, no abarca tanto. Parece como si él mismo se pusiera sus fronteras para no perder ese eje central. Es muy seguro. Prefiere un buen pase de cinco metros que un notable pase de diez. Arriesga lo justo, por eso sus pérdidas de balón se cuentan con los dedos de una mano... en un mal día. Con el tiempo tiene que ganar terreno y atreverse a más registros. Tiene buen remate y no debería desdeñar avanzar metros, como hizo Rodri en sus dos últimos años en el City.

La gran novedad es Casadó. Es un pitbull. Le da lo mismo el equipo donde juegue. Es un descarado. No es un mediocentro clásico, pero se comporta como tal. Mezcla bien su calidad técnica con su capacidad. Piensa como un organizador y trabaja como un interior de largo recorrido. Le apasiona saltar a la presión. Es de los canalizadores que morirá antes de una flechazo en el pecho que de un flechazo en el culo. Cuando va al duelo, al balón dividido, va decidido. No encoge la pierna. Si tiene que chocar, mejor que sea con el pie duro. Piensa rápido. Toco y apoyo. Toco y me voy.

Y el cuarto en escena, Pablo Barrios. Comenzó de interior e intenta asentarse en el eje del juego. Santi le dio la oportunidad durante los Juegos, pero Simeone se resiste por su insistencia con Koke. Visión de juego panorámica y mucho movimiento. Pilas alcalinas. Buena conducción de balón. Y un gran sentido de la profundidad. Todo lo que mejore en el aspecto físico le servirá para relanzar y multiplicar sus condiciones de jugón empedernido.

Un ejercicio de mezcla entre ellos cuatro nos puede llegar al mediocentro perfecto. Universal. Imaginemos un futbolista con la capacidad táctica de Rodri, la distribución de juego de Zubimendi, la polivalencia de Casadó y la perpendicularidad de Barrios... No habría nadie mejor. Y los cuatro son españoles. E, incluso, por edad pueden ir relevándose en el tiempo. No es un sueño. Es una realidad. Todo se debe a que el fútbol español es una fábrica de mediocentros. Dos madrileños, Rodri y Barrios; un vasco, Zubimendi y un catalán, Casadó...