La etapa desconocida de Piterman en la Costa Brava y su obsesión por Dalí que le llevó a España: "Nos invitaba a cubatas en su casa"
El ucraniano pasó por el Tossa y el Palamós antes de aterrizar en el Racing y el Alavés.
La imagen de Dimitri Piterman (Odesa, Ucrania, 1963) a pie de campo ataviado con un peto de fotógrafo es de las más icónicas del truculento paso por el fútbol español del excéntrico empresario ucraniano, el primer extranjero en controlar un club de LaLiga. Fue dueño del Racing y del Alavés, a ratos también entrenador. Y todavía hoy retumba su nombre en Santander y Vitoria, donde su gestión, con más sombras que luces, y, especialmente, su final, dejó en ambas ciudades un amargo recuerdo. En el País Vasco, de hecho, todavía tiene algún que otro juicio pendiente.
Pero antes de asentarse en el norte, Piterman aterrizó en Cataluña. Concretamente en la provincia de Girona, en la Costa Brava, que se convirtió en su puerta de entrada a España y al mundo del fútbol. "Él tenía un poco de obsesión por Salvador Dalí, y compró varias obras suyas. Bueno, más bien eran litografías, pero de cierto valor económico. Y a través de ahí, con su mujer, descubren Figueres, Girona... y la Costa Brava. Y terminan afincándose en Tossa de Mar", desvela el periodista barcelonés Víctor Cervantes, coordinador del documental 'Informe Plus+ | Piterman: ¿qué pasó?'.
Lo más curioso del caso es cómo Piterman, que a día de hoy tiene un museo dedicado a Dalí en California, terminó en este pequeño y hermoso municipio marinero de la Costa Brava. "Ven algo sobre la fiesta mayor de Tossa… no sé del cierto si fue un anuncio en la tele o unas imágenes en un documental. Pero vaya, que les entusiasma lo que descubren sobre esas fiestas y ese pueblo. Entonces, van ahí de vacaciones, les encanta y terminan comprándose una casa en Tossa de Mar", expone Cervantes. Hasta entonces, Piterman, ya retirado del mundo del atletismo, vivía en Berkeley (Estados Unidos).
La primera inversión futbolística
Afincado en Tossa, el empresario ucraniano conoció al alcalde del municipio, que le propuso montar una exposición con sus obras de Dalí y colaborar con el museo; también invertir en el equipo de fútbol del pueblo, que era muy modesto. Piterman aceptó y, en 1998, se convirtió en mecenas y propietario del club. "En cinco años, quería transformar un equipo de amigos de Segunda Regional en uno de Segunda B. Nos profesionalizó. A mí me dijo muchísimas veces que dejara el trabajo para dedicarme solo al fútbol, imagínate. Y la verdad es que con él se empezó a mover dinero, ¿eh? Para ser Segunda Regional, nos pagaba mucha pasta. Para nosotros, los jugadores, esa época fue como un sueño", revela Josep Torrent, uno de los capitanes de aquel Tossa UE.
En muy poco tiempo, Piterman echó raíces en Tossa, que tenía apenas 5.000 habitantes, y en lo personal hizo muy buenas migas con los futbolistas, según cuenta Torrent: "Alquiló un restaurante en la plaza de la iglesia y daba trabajo a gente del equipo. Incluso montó una especie de pub musical, que le costó mucho dinero, pero que se lo cerraron porque no tenía todas las licencias; se pensaba que con el dinero se conseguía todo. Y nosotros nos hicimos amigos suyos y de su mujer. Muchos domingos, tras el partido, nos íbamos a su casa con nuestras parejas, éramos 15 o 20, y nos invitaba a hacer un pica pica y a unos cubatas. Nos lo pasábamos muy bien".
Bien es cierto que, por otro lado, su carácter y su peculiar forma de comandar el equipo chocó de frente con la idiosincrasia de un club de fútbol popular dirigido por gente de toda la vida: "Tossa es de tradiciones pescadoras y mentalidad más bien cerrada, y con los socios antiguos de la entidad y parte del pueblo le costó mucho más conectar porque era un tipo muy especial".
“Yo pago, yo mando”
En la parcela deportiva, en Tossa comenzó a forjarse la fama que le precedería a lo largo de su carrera. "Tenía la mentalidad esta tan americana de 'yo pago, yo mando'. Aquí había un entrenador de toda la vida, y él entraba al vestuario y le pegaba la bronca porque no hacía jugar a los futbolistas que él quería. Fulminó a un par de entrenadores… bueno, fue un poco así en el club", manifiesta Torrent sobre las injerencias y presiones del ucraniano en el cuerpo técnico del equipo tossenc.
"¿Qué pasó con Piterman en Tossa? Que lo quería todo muy rápido, inminente; se creía que subiríamos a la primera y no pudimos. Pero estuvimos muy cerca porque jugamos la promoción", analiza Torrent. Aquel playoff marcó un antes y un después en el paso del exatleta por el club escapulado, tal y como relata el capitán: "Nos tocó jugar contra la FE Figueres, y como tenía un campo de hierba natural, Piterman alquiló el estadio del Lloret, que también es de césped, para que entrenáramos durante varias semanas y nos acostumbráramos a ese tipo de terreno de juego. Y, además, para la promoción, solo para la promoción, fichó a tres o cuatro jugadores de categoría superior para intentar ganar. Cosas de equipo grande".
El equipo no subió y, de un día para otro, Piterman se esfumó. "Nos enteramos de que se había ido y de que estaba en Palamós, pero no sabíamos si volvería… si nos pagarían lo que nos había firmado él… no sabíamos nada. Y se acabó. De golpe y porrazo, volvimos a la realidad", concluye Josep Torrent sobre el paso fugaz del mecenas ucraniano por el Tossa, donde estuvo poco más de un año. Su imprevista marcha fue un duro golpe para la directiva, que necesitó de la ayuda del Ayuntamiento para hacer frente al pago de algunas fichas pendientes y al tren de vida que había instaurado el hasta entonces mandamás tossenc en un modesto club de Segunda Regional catalana.
Piterman se hace con el decano de Cataluña
El magnate nacido en Odesa quería más. El Tossa se le quedó pequeño y se mudó 40 kilómetros al norte, a Palamós. Es de las poblaciones más grandes de la Costa Brava, un municipio dedicado históricamente a la pesca, sobre todo de gambas, a la que desembarcó Piterman para convertirse en el presidente y propietario del club decano del fútbol catalán, que estaba amenazado de desaparición porque arrastraba una deuda de más de 200 millones de pesetas.
"Llega al Palamós, como llegó a todos los clubes en los que estuvo; fueron los propios políticos los que le propusieron que, como tenía dinero y le gustaba el deporte, ayudara a la entidad, que estaba en una situación económicamente muy delicada", comenta Víctor Cervantes, que se conoce al dedillo la historia de Piterman, pues cuando nadie sabía donde estaba, le localizó y fue a buscarle y entrevistarle para el documental de Movistar Plus+ que él mismo dirigió.
Volviendo a Palamós, Piterman saldó las deudas de la entidad y convirtió a un conjunto de Tercera División, dos escalones por encima de Segunda Regional, en un equipo totalmente profesional; se puso entre ceja y ceja llevar al club, como mínimo, a Segunda A. Fijo los entrenamientos por la mañana, subió los sueldos a los futbolistas e, incluso, para alojarlos, compró un aparthotel, el complejo turístico más grande que había entonces en este pueblo de la Costa Brava. "Sí, sí… comíamos allí, cada jugador tenía un apartamento privado. Para nosotros era una pasada. Teníamos el gimnasio al lado, jacuzzi y piscina, el estadio a 100 metros, la playa a 50… éramos la envidia del resto de equipos de la categoría", expone Joan Nieto, que fue jugador del Palamós durante la época de Piterman.
Cuando Piterman se autoproclamó entrenador
"Al principio hacía solo de presidente, no se metía en nada más. Pero al cabo de un tiempo, comenzó a involucrarse en muchas otras facetas", recuerda Nieto. Tanto es así que un buen día destituyó a Quique Yagüe, con el que se las tuvo más de una y dos veces, y se autoproclamó entrenador. "El fútbol no es tan difícil como la gente quiere hacerme creer. Además, he visto que algunos entrenadores quieren decidir demasiado. Puedo hacerlo mejor que cualquier entrenador de España", declaró en la kafkiana rueda de prensa en la que anunció su decisión y que todavía hoy se recuerda en Palamós. Tras aquella comparecencia, por cierto, el director deportivo Martí Alavedra renunció a su cargo "por dignidad" y el propio Piterman también asumió sus funciones.
"Hace 25 años que practico fútbol y atletismo. Jugué a fútbol en Rusia, en categorías inferiores, y fui el máximo goleador en alevines en un torneo entre ciudades", añadió el ucraniano, que lanzó una propuesta al más puro estilo Florentino Pérez: "Él prometió de su bolsillo que pagaría los abonos si no fichaba a Figo, pues yo devolveré el dinero a los socios protectores y VIPs si no subimos a Segunda B".
Y el Palamós subió. Con él en el banquillo, junto a Robin y Chuchi Cos, el técnico que ha trascendido como el 'que le ponía el carné a Piterman', aunque "para nada fue así". "Se solía decir que Piterman hacía el equipo y lo decidía todo, pero no era así, todo lo contrario. Y eso perjudicó mucho a Chuchi. Lo que pasa es que a Piterman le ponían un micrófono en la boca y no lo desmentía. Sí que es verdad que él aportaba muchas ideas, algunas eran buenas y otras más bien rocambolescas. Por ejemplo, recuerdo que, como a menudo éramos muy superiores a los rivales, alguna vez dijo ¿y si jugamos sin portero?", comenta Nieto entre risas. A veces, Piterman se ponía a dar órdenes con un micrófono desde la grada. O llamaba a Chuchi Cos de madrugada porque se le había ocurrido alguna cosa revolucionaria. Hay mil anécdotas de su paso por Palamós.
De entrenador a preparador físico
"Le cambió el chip cuando nos tocó jugar en Copa del Rey contra el Betis de Joaquín, Assunçao, Ito, Juanito, Toni Prats... Íbamos ganando 3-1 en el minuto 75. Y yo creo que ahí tocó la gloria y se dio cuenta de que quería llegar a Primera", rememora Nieto sobre un encuentro que también marcó un punto de inflexión en la preparación física del equipo: "Al final, el Betis nos empató y en la prórroga nos terminó ganando 6-3. Y él al día siguiente, me acordaré siempre, nos decía 'veis, técnicamente estamos al mismo nivel, pero físicamente nos han pasado por encima'. Y ese mismo día nos hizo un entreno en la playa que nos destrozó".
Y es que no hay jugador del Palamós que no recuerde esas sesiones en la playa como un tormento: "En diez minutos, había acabado con toda la plantilla. Fíjate como eran de duros… es que eran totalmente distintos a los entrenamientos que habíamos hecho nunca a nivel profesional. A él le gustaban mucho los entrenamientos de potencia y nos machacaba. Parecíamos tractores".
"Fue atleta profesional y, en ese sentido, fue un poco avanzado a su tiempo; quiso potenciar los entrenamientos de fuerza, que ahora se llevan mucho más. Él tenía la teoría que había una serie de jugadores muy concretos que marcaban las diferencias, pero que cualquier futbolista de Segunda B, por ejemplo, podía jugar en Primera si se preparaba bien físicamente. Creía que el tema físico era diferencial y de ahí ese tipo entrenamientos", detalla Cervantes.
“Fue el primero en poner música en el vestuario”
"Cualquier estridencia que te puedas imaginar, la llevaba a cabo. Yo diría que él fue el primero que comenzó a poner música en un vestuario profesional antes de los partidos. Compró un altavoz de un metro y ponía el volumen a toda hostia. Y, a veces, venía el delegado o el árbitro a pedir que la bajáramos… y 'qué cojones', ¡la subía más!", verbaliza Nieto. "Le gustaba mucho poner la canción de 'A quién le importa' de Alaska. Define un poco como era, ¿no?", concreta con una sonrisa Cervantes. "Hay que decir que su forma de ser también cambió bastante de cuando llegó a cuando se fue. Al principio no enfrentaba a nadie, todo lo hacía bien hecho. Pero se fue agrandando y se enfrentaba con el alcalde o con quien fuera…", compara el exjugador palamosí.
"Pero a nosotros nunca nos faltó de nada, nos trataba como a sus hijos. A veces nos llevaba a Playa de Aro a cenar y a echarnos unos karaokes. Me acuerdo de que una vez jugábamos el domingo contra el Hércules y nos fuimos el martes; estuvimos cuatro días en Benidorm. Y en una promoción contra el Ibiza, les pagó el viaje a las parejas de los jugadores y en lugar de ponernos un autobús para movernos por la isla, alquiló ocho o nueve Fiats Punto", revive Nieto con agradecimiento.
Su agridulce adiós de la Costa Brava
"En Segunda B hicimos un temporadón. Jugábamos con un 4-2-4 y le metíamos cuatro al Lleida, tres al Burgos, otros cuatro al Elche… la dinámica era para subir a Segunda A, que es lo que él prometió, pero a mitad de temporada se marchó al Racing de Santander y nunca más regresó. Encima, se llevó a varios jugadores de la plantilla. Fue una desilusión", explica Joan Nieto sobre la salida de Piterman de Palamós, donde estuvo desde 1999 hasta principios de 2003. El ucraniano se vendió todas sus acciones y se desvinculó completamente de la entidad tras un intenso idilio que duró casi cuatro años. "Estaba muy bien en el Palamós, pero quería tocar fútbol profesional y por eso se fue", precisa el periodista que le encontró en San Diego.
Para muchos de los que compartieron vestuario con Piterman, su recuerdo no es tan malo como se pensó desde fuera."De puertas hacia dentro, nosotros no tenemos ninguna queja excepto porque nos dejó cinco o seis meses por pagar. Pero bueno, en mi caso, yo estoy agradecido con él porque me rompí los cruzados y me renovó. Y, en general, todos disfrutamos mucho la experiencia. Es que éramos como una familia para él y se sentía el Palamós como una creación suya", concluye Joan Nieto con cierta nostalgia.
Lo mismo en Tossa, donde hizo fantasear a un equipo de pueblo con cotas impensables. No en vano, el club escapulat nunca ha pisado Tercera División ni Segunda B, el destino del proyecto que ideó el magnate ucraniano. "Seguramente, en la junta directiva no estuvieran demasiado contentos y les complicara mucho su salida porque les prometería un proyecto a medio o largo plazo, y después de la promoción contra el Figueres no supieron nada más de él. Bueno, sí, que estaba en Palamós. Pero para muchos de los jugadores, que éramos amateurs, fue como vivir un sueño y todavía hoy, a veces, lo recordamos. Él era como era, para lo bueno y para lo malo", lo cierra Josep Torrent, el capitán de un equipo que soñó de la mano de Dmitri Piterman, el primer extranjero que fue dueño de un club de LaLiga, cuya historia en España se inició en la Costa Brava y a causa de su obsesión por Salvador Dalí.