OPINIÓN

El estilo del Real Madrid ensalza a Brahim y castiga a Joselu

Brahim celebra el gol ante el Granada. /EP
Brahim celebra el gol ante el Granada. EP

Tostón en el Bernabéu. A media tarde, a una hora indefinida. El sorteo de la Eurocopa tuvo más emoción que el partido en sí. Solo los jugadores del Granada sabrán a qué vinieron a Madrid. Preguntar y acusar a su debutante entrenador sería injusto. Tampoco él por su parte propuso ninguna estridencia táctica, un 1-4-5-1 de manual. Los rojiblancos no remataron a puerta y dieron la sensación de estar rendidos a su suerte en Primera. O, pensando mal, que con su pusilánime actuación querían decir a sus dirigentes que no estaban de acuerdo con la destitución de Paco López. Yo, tampoco.

Desde el foco blanco fue el partido de Brahim Díaz. En sus cuatro partidos como titular en lo que va de curso ha marcado tres goles -solo faltó a la cinta contra el Valencia-, y en las tres ocasiones sus tantos sirvieron para abrir el marcador (Las Palmas, Braga y Granada). Nunca había disputados tantos minutos (88') como en este encuentro y tampoco nunca había mostrado tanta influencia en el juego ofensivo de su equipo. Partiendo desde la banda derecha se desplegó por todo el frente del ataque y su juego entre líneas hizo mucho daño en una defensa granadina que raramente detectó sus diagonales.

Aunque las comparaciones seguirán siendo siempre odiosas por más que se repitan, la tentación surge en ocasiones como ésta en la que la presencia de dos jugadores en el once titular está absolutamente relacionada. Mientras Vinicius esté lesionado, Brahim y Joselu compiten directamente por el puesto. Por supuesto que son dos jugadores absolutamente diferentes, cuyas condiciones están en la antípodas y, que podrían jugar perfectamente juntos y ser complementarios, pero mientras Ancelotti siga apostando por el 1-4-4-2 y Rodrygo mantenga su actual estado de gracia, lo normal es que o juegue uno o juegue el otro.

Contra el Granada, sin embargo, los dos fueron titulares y sus respectivos rendimientos llamaron la atención por su divergencia. Brahim brilló por su omnipresencia (79 toques), por su motivación, por su astucia en el remate con un gol precioso tocado por la pausa y la sutileza y también, y esta faceta puede ser trascendental para el futuro mientras esté fuera Vinicius, por su entendimiento con Bellingham. El malagueño busca el inglés y el inglés busca al madrileño. 

Por el contrario, Joselu, como segundo delantero, volvió a estar ofuscado. Jugó 70 minutos y solo tocó el balón en 20 ocasiones. No remató a puerta y cayó cuatro veces en fuera de juego. Es una evidencia que el bajón en su rendimiento no todo es culpa suya. De tanto errar ocasiones más o menos claras ha perdido confianza en el remate, pero sería injusto no reseñar que al ariete le penaliza el estilo de juego del equipo. El Real Madrid no es un equipo de centros laterales y mucho menos frontales. Los laterales, cuando se incorporan al ataque, no buscan en primera instancia el centro, sino la jugada con el compañero mejor colocado y solo en caso de ir empatado o por debajo en el marcador tiran del recurso del balón al área.

Esta es una de las razones por las que Joselu pasa tan inadvertido en algunos partidos y apenas toca el balón. Y cuando lo hace suele ser de espalda a la puerta contraria con el objetivo de darle continuidad a la jugada no para rematar directamente a puerta. Tampoco 'cuaja' especialmente su conexión con Bellingham. Es más cuando el inglés llega al área es para rematar y, además, ocupar su zona de referencia.

En el caso de Brahim, su propuesta más técnica, más combinativa, más de entrar y salir, de buscar el regate, el apoyo en corto, la pared, los espacios... encaja perfectamente en el juego elaborado que despliegan sus compañeros habitualmente, bien con él o sin él sobre el terreno de juego. Escrito lo cual, si a Ancelotti le dicen en el mes de julio que Brahim iba a terminar siendo un jugador desequilibrante en su Real Madrid hasta el punto de ganarse la titularidad seguro que se hubiera dado media vuelta y susurrado un "porca miseria". La realidad es que no creía en él. Ni poco, ni mucho, ni nada, Ahora comienza a creer. Cada día un poquito más.