OPINIÓN

"Sua Emittenza" y su glamuroso descenso del helicóptero en Milanello

Silvio Berlusconi celebra la Champions League del 2007./EFE
Silvio Berlusconi celebra la Champions League del 2007. EFE

Para no olvidarlo nunca jamás. 18 de de marzo de 1989. Sábado. Entrenamiento de víspera del partido de la Serie A contra el Hellas Verona. Milanello, la ciudad deportiva del Milan. Como era su costumbre, Silvio Berlusconi, dueño y presidente del club, desciende de su helicóptero en uno de los campos de entrenamiento para pasar un rato con su equipo. Nadie lo da importancia. Ni se inmutan. Siguen a lo suyo. Ni el técnico, Arrigo Sacchi, ni los jugadores: Franco Baresi, Paolo Maldini, Carlo Ancelotti (29 años entonces), Donadoni, los tres holandeses (Rijkaard, Van Basten Gullit)... Ni los periodistas. Llega el dueño. El presidente. 'Il capo'. "Sua Emittenza', como le gustaba que le llamaran.

Entonces quien esto escribe trabajaba en el diario Marca y para Milán que se marchó para preparar informativamente las semifinales entre el Real Madrid y el club rossonero que se iban a jugar al mes siguiente (5 y 19 de abril). Nunca había vivido una situación como esa. Inédita en el fútbol español. Don Silvio estrechaba manos a diestro y siniestro hasta llegar a los jugadores el y al técnico donde el saludo se transformaba en abrazos. Sonrisa dentífrica. Le sorprende que ya haya dos enviados de la prensa española "porque todavía quedan tres semanas para el primer partido".

El presidente improvisa una charla con los medios de comunicación presentes. Sacchi es testigo de excepción. Con toda la naturalidad del mundo y como si fuera la Santísima Trinidad: presidente-entrenador-director deportivo, suelta su perorata. Todos callamos. "Para la temporada próxima quiero una plantilla con 20 hombres que puedan jugar en cualquier momento sin que el equipo lo note. Es temporada de Mundial (Italia 90) y vamos a jugar todos los miércoles y domingos. Tenemos que contar con un equipo titular en el campo y otro en el banquillo". Confirma que seguirán los que terminan contrato, caso de Giovanni Galli, Tassotti, Ancelotti, Gullit, Van Basten... que volverá Massaro, cedido entonces, y que quiere fichar a Simone y a Dino Baggio... Y lo dice todo con una tranquilidad pasmosa, con la confianza del gran hombre de negocios que consigue todo lo que se le antoja y la ilusión del 'tifoso rossonero' en el que se identifica plenamente.

En ese momento, con las semifinales contra el Real Madrid por el camino, el presidente quiere formar una plantilla que pueda competir con las máximas aspiraciones en la Copa de Europa, su competición preferida, hasta el punto que el scudetto y la Coppa de Italia le parecían torneos de menor rango. Sabe que para ello tiene que ganar esa edición y por lo tanto eliminar al Real Madrid. Las dos situaciones se hicieron realidad. Primero ganó a los de Beenhakker con aquel rotundo 5-0 de San Siro, tras el 1-1 del Bernabéu. Y en la final se llevó por delante al Steaua, en el Camp Nou, en el que siempre consideró como el gran recuerdo de sus 31 años de presidente. Por delante incluso del 4-0 al Barça de Cruyff en Atenas (93-94).

Impresionado todavía por la 'Apocalypses Now' del presidente, su naturalidad y su cercanía en ese su aterrizaje en Milanello, me atreví a pedirle una entrevista un poco más sosegada con la eliminatoria contra el Real Madrid como telón de fondo. Una osadía, supongo, de quien se envalentona por el momento vivido. El jefe de prensa del club y el hombre que le acompañaba, supuestamente su secretario personal, reciben el mensaje de que el lunes nos pongan en contacto. El primer paso estaba dado.

Por supuesto, el lunes en cuestión, día 20 de marzo, hubo que pelearlo. Llamadas, gestiones y recomendaciones de algún periodista amigo con acceso directo a Don Silvio... Y por fin la cita. El presidente no había perdido la locuacidad de 48 horas antes. Por su apasionado discurso, es evidente que sentía el fútbol como algo propio. Por ello se había comprado el club en marzo de 1986 y dicen que un año antes lo había intentado con el Inter sin éxito. Por eso se cruzó de acera. Un fracaso, sí. Dos, no. El Milán llevaba, entonces, siete años sin ganar el Scudetto y 17 sin ganar la Copa de Europa desde 17. Cuando en abril de 2017 vendió el club su mandato dejaba 29 títulos y siete Balones de Oro.

En aquella entrevista, Berlusconi contestaba a borbotones. Era un libro abierto. Aseguraba que si el Real Madrid eliminaba al Milan se vestiría de luto riguroso y pagaría una cena a Ramón Mendoza, entonces presidente blanco y con quien mantenía una gran relación, e, incluso, reconoció que dos temporadas antes, nada más llegar al club, había realizado una oferta por Míchel. "Me dijo que llevaba desde los 12 años en el Real Madrid y que era para ellos como podían ser Franco Baresi o Maldini para nosotros. Un estandarte, una bandera. Era mucho más que un jugador. Lo entendí y no insistí. El dinero no tiene valor en esos casos...".

Experiencia personal al margen, Roberto Saviano, periodista, escritor y ensayista italiano, y amante del fútbol, defendió la idea de que Silvio Berlusconi "amaba el fútbol aunque no tuviera el consenso de los aficionados y ha transformado la política en tifosería". Desde sus comienzos como empresario de éxito y después ya metido de lleno en la política siempre recurría a metáforas que tuvieran relación con el 'calcio'. Y una vez metido en faena, desde un principio mostró un buen ojo por los entrenadores y para los fichajes.

Realmente él se sentía como un técnico frustrado y le gustaba recordar que había hecho sus pinitos en el banquillo en un club que había creado, principalmente, para que jugara uno de sus hermanos. En sus momentos de euforia declaraba públicamente que llevaba haciendo las alineaciones desde su llegada al club y que le molestaba que se apellidara al Milan con el nombre de los entrenadores "cuando en realidad es el Milan de Berlusconi".

Todos los entrenadores que pasaron por sus manos, los más ganadores como Sacchi, Capello y Ancelotti y los que menos (Tabarez, Terim, Brocchi, Seedorf...) hasta un total de 14, tuvieron que escuchar los consejos del presidente. El once del partido dependería después de la personalidad y la libertad de cada técnico, pero antes de cada encuentro, sobre todo los importantes de la Copa de Europa, el mensaje existía. Su filosofía era jugar siempre al ataque, dar espectáculo. A Sacchi, su gran apuesta porque lo fichó del Parma sin haber entrenado nunca en Primera, le insistía en que los tres holandeses tenían que jugar siempre.

Con Capello también tuvo sus peleas por criticar en las conferencias de prensa el juego del equipo y, finalmente, a Ancelotti le machacaba con que tenía que jugar con dos puntas y no solo con una. Hasta el punto de confesar un día a un periodista que después lo publicó en un libro, que el once de la final de la Champions de 2003 contra la Juventus en Old Trafford lo había hecho él y no el técnico. Cada vez que a Carletto se le ha preguntado al respecto su ceja se ha alzado a la altura de su flequillo. "Son cosas del presidente. Si no hubiéramos ganado, aunque fuera en los penaltis, la hubiera hecho yo, seguro. Pensar en ello es no conocerme".

Su último capricho futbolístico, en 2018, fue el Monza. De la mano de su inseparable Galliani, lo compró en serie C, después de 20 años sin estar en la Serie B y el curso pasado ya jugó en la Serie A manteniendo la categoría. "Como se nota que sigo haciendo las alineaciones", susurró el día del ascenso.