REAL ZARAGOZA

Jesús Villanueva, algo más que un médico en el Zaragoza: "He mediado en matrimonios, entre padres e hijos y hasta he evitado que alguno se tirara por la ventana"

Iba para árbitro y se quedó como doctor del club durante 33 años, ganándose la confianza de presidentes, técnicos, jugadores y propietarios... con alguna excepción que no oculta.

El doctor Villanueva, en un momento de la entrevista con Relevo. /Relevo
El doctor Villanueva, en un momento de la entrevista con Relevo. Relevo
Mario Ornat

Mario Ornat

Durante más de tres décadas, Jesús Villanueva Nieto ejerció como jefe de los servicios médicos del Real Zaragoza. Una denominación ampulosa para un hombre cuya relevancia en el club fue mucho más allá de la medicina. Enamorado de forma absoluta del Zaragoza, entre 1982 y 2014 estuvo en primera línea junto a varios de los equipos más formidables, en las épocas más brillantes, con los jugadores más recordados y ganando varios de los títulos más grandes del club aragonés. Después, también fue testigo y sufrió el grave deterioro que lo condujo al borde de la desaparición y a las doce temporadas que ahora lleva en Segunda. "En 33 años -presume- no me perdí ni un solo partido".

Nacido en Medina del Campo (Valladolid), pasó su juventud en Salamanca y se afincó en Zaragoza al comenzar la carrera de Medicina. Comenzó a arbitrar "para ganar algo de dinero y poder ver las películas de estreno en el cine Palafox", ha contado. Pero su progreso fue veloz y, cuando le llegó la propuesta del Real Zaragoza -con el que ya colaboraba en sus días universitarios-, Villanueva abandonó una incipiente trayectoria de árbitro en Primera División y eligió el Zaragoza. Volcó sus memorias en un libro publicado en 2018: Radiografía de una pasión. Memorias de un doctor zaragocista (editado por Doce Robles). Dice que prepara otro "que sólo se podrá publicar cuando se muera". Esas páginas repletas de humor y amor zaragocista sintetizan su capacidad para ir mucho más allá de la figura de un médico, hasta ejercer de sabio consejero áulico de los más diversos presidentes, entrenadores, propietarios, directivos y futbolistas.

En más de 30 años no te perdiste un partido y ahora no puedes ir a verlos de lo nervioso que te pones.

Antes de marcharme llevaba ya cinco o seis años que, los últimos cinco minutos, si el partido estaba muy ajustado o nos jugábamos mucho, me metía por el túnel, me escondía en el vestuario... porque, claro, tampoco me podía marchar por si pasaba algo en el campo. Pero no aguantaba de los nervios. En el fútbol hay mucho supersticioso y al final un poco te contagian: terminé pensando que, si me marchaba cuatro o cinco minutos antes, no perderíamos. Desde que dejé el club no sé si habré ido a ocho o diez partidos. Y eso que soy el abonado número 700 o así. Mi familia siempre quiere que vaya, pero no merece la pena: que uno ya tiene una edad como para andar poniendo a prueba el corazón. Los partidos que ganamos los veo después, sabiendo el resultado.

¿Cuánto influía en tus nervios en esos últimos tiempos la situación de deterioro del Real Zaragoza?

Pues yo creo que mucho. Cuando yo empecé en el Zaragoza, y durante muchos años, perder partidos en casa era muy difícil. En aquellos años de Beenhakker, Antic, la primera época de Víctor, etc. ganábamos casi siempre en La Romareda: 4-2, 5-3... nos metían muchos goles pero también los metíamos nosotros. Venían el Madrid y el Barcelona y sabían que era un campo complicado. Muchas veces nos ganaban, claro, a menudo con alguna asistencia de los pitolaris. Pero después empezamos a bajar, subimos... nos convertimos en un equipo inestable que dejó de ser lo que había sido siempre. Y en estas últimas épocas ha sido el no va a más, un martirio. Pero fíjate, aun así al Zaragoza me cuesta trabajo verle defectos. Le tengo tanto cariño que, aunque sean evidentes, es como tener una desgracia en la familia. Es como un hijo. ¿Que somos malos? Bueno, tan malos no somos. O sea, algunos jugadores sí, pero es mi equipo jajaja.

¿Te afecta más que esté Víctor Fernández, con quien has tenido una relación profesional y personal muy cercana durante años?

Me afecta ante todo el Zaragoza. Los entrenadores, directivos, etc. son gente que pasa. Lo que importa es el club. Pero es verdad que con Víctor he tenido una relación muy especial. Si antes me dolía, ahora aún me duele mucho más.

¿Tienes un diagnóstico para lo que le pasa al Real Zaragoza?

La verdad, es difícil. Con este campo, con la afición, 30.000 todos los días... estar once o doce años en Segunda División era una cosa inconcebible. Cuando pasa tanto tiempo, tantos jugadores, entrenadores, presidentes, propietarios, y sigue así, es que las cosas no se han hecho bien: no sé si por motivos económicos, deportivos o lo que sea. En estos diez años el Zaragoza ha fichado jugadores bastante mejorables, por no decir que bastante malos. ¿Quién tiene la culpa? Pues serán muchas cosas. Motivos económicos, los controles de LaLiga, etc. Pero he visto equipos en Primera División, y no quiero nombrar a ninguno aunque cualquiera se lo puede imaginar, que dices: ¿Cómo es posible que este equipo esté en Primera y el Zaragoza lleve tantos años en Segunda?

Empezaste en los ochenta y te fuiste en 2014. Todo ha cambiado mucho pero, ¿cuál es la característica principal que debe tener un médico en un club de fútbol de élite?

El médico de un equipo de fútbol no tiene que ser un genio. Tiene que ser una persona que se entregue mucho al club y que se sienta un personaje importante. Los clubes lo que tienen que hacer es pagarles bien a los médicos, que estén mucho tiempo y que los conviertan en alguien importante en el club. Yo estuve 32 años y al final había presidentes que me consultaban hasta sobre los fichajes. "¿Qué te parece que fichemos a fulanito?". Ah, pues me parece bien o me parece mal. Luego hacían ellos lo que querían, pero me lo preguntaban. Eso ha cambiado ahora mucho. Antes los médicos de los clubes eran conocidos: en el Sevilla estaba Leal, en el Athletic estaba Patxi Angulo, en el Betis estaba Calero, en el Atlético, Villalón... Ahora está Oscar (Óscar Luis Celada, que fue jugador del Real Zaragoza y entró en los servicios médicos del club de la mano de Jesús Villanueva): él sigue la misma línea y muchas veces me llama. El Zaragoza tiene un médico excepcional ahora, es imposible encontrar un médico mejor para el club (se refiere a Irineo de los Mártires). A veces me llaman, de vez en cuando. No para consultarme cosas científicas, porque ellos saben mucho más que yo. Sino por cosas que les pasan en el equipo o en el club, conflictos internos... y siempre les digo: eso ya me pasó a mí. En tantos años me ha pasado de todo y lo he visto todo. Son todo películas que ya he visto, como las del Oeste: al final, al malo le pegan un tiro y se cae del tejado del saloon a la calle; y el bueno se va con la chica en una carreta.

"El médico del club no tiene que ser un genio: tiene que ser alguien que se entregue mucho al club y que se sienta importante. A mí los presidentes llegaban a preguntarme hasta por los fichajes: luego hacían lo que querían ellos, claro..."

Jesús Villanueva Ex médico del Real Zaragoza

Ahora se habla mucho de las roturas de cruzados, de la acumulación de partidos, de los terrenos de juego...

Lo de los cruzados lo vengo oyendo hace 40 años. Me acuerdo de estar en un congreso en Canadá, en Quebec, sólo para hablar de los cruzados. Estaban todas las eminencias del mundo, todas las marcas comerciales, que si los tacos, que si los campos, que si los multitacos... El caso es que nunca se ha llegado a ninguna conclusión. ¿Por qué se lesionan tanto los jugadores? Es muy difícil de saber. Yo tengo una teoría y es que la mayoría de los niños ahora sólo juegan al fútbol desde los seis años, y es la única propiocepción articular que conoce su cuerpo. Antes jugaban más en la calle, a policías y ladrones, corrían, etc. Es una explicación sin ninguna base científica. Pero vamos, me parece un error que un niño a esas edades empiece a jugar al fútbol y sólo haga eso.

¿El calendario y la fatiga los consideras factores decisivos?

Indudablemente la fatiga muscular influye. Sobre todo en las lesiones musculares, que se producen o al principio de un partido -porque no has calentado bien- o al final por fatiga. Ahora, las de los cruzados o las lesiones articulares... es verdad que la fatiga puede hacer que el sistema propioceptivo te falle. Pero eso va en contra de lo que se hacía antes: ahora hay cinco cambios, antes sólo había tres. Y los entrenadores tienen más opciones para dar descanso. Y sobre el número de partidos: la acumulación te cambia los sistemas de entrenamiento, hace más fácil que se produzcan lesiones. Pero a mí me parece que hay tantos como había antes o muy parecido. Salvo el Madrid, el Barcelona y esos equipos, que siempre han jugado competición europea, el resto jugábamos la Liga y la Copa, como ahora. Podías avanzar más o menos, como nos pasaba a nosotros que llegábamos a finales, pero eso era todo. Con las selecciones, igual. O por el estilo. Habrá unos pocos más: pero antes se jugaban más partidos amistosos y ahora la Liga de las Naciones y estas cosas. Los jugadores han querido ir con sus selecciones siempre. Llegan a esconder lesiones para ir.

Otra cosa que siempre decía Jesús Villanueva mientras estuvo en activo y ahora es regla común: no informar sobre la duración de las lesiones por el derecho a la intimidad de los futbolistas.

Ahora cuando se pone esa coletilla... no quiero presumir, pero si no fui el primero que incluí aquello de "pendiente de evolución" en los partes médicos, fui de los primeros. Los médicos mienten mucho, porque no pueden decir la verdad de lo que tiene un jugador. Primero porque hoy están aquí y mañana pueden estar en otro club. Yo he tenido casos de todo tipo y no se ha enterado nadie: violencia machista, abandonos del hogar conyugal, abandonos de las mujeres, abandonos de los maridos, enfermedades muy muy importantes. Y, naturalmente, eso no se puede contar. En el Zaragoza hemos tenido algún caso de jugadores con enfermedades muy importantes: dijimos que tenía un esguince, tres o cuatro semanas. Pasaban las cuatro semanas, un mes, tres meses... Y la gente decía: este médico es tonto, cómo puede tardar tres meses en curar un esguince. El médico tiene que apechugar con eso. O cuando se dice que los futbolistas se lesionan mucho: al médico de un club lo puedes acusar de que no los cure, pero de que los lesione, seguro que no. Las lesiones normales yo soy de la opinión de que hay que decirlas y contarlas. Tiene esto, esto y esto... y va a tardar en curarse, si todo va bien, tantas o cuantas semanas. Pero hay otras que no se pueden contar: primero, por deontología profesional. Y segundo porque, si te llevan a un juzgado, te trincan.

¿Te han llegado a pedir un informe negativo en un reconocimiento médico porque la negociación de un fichaje se ha torcido, se ha puesto demasiado caro o por razones de ese tipo?

Creo que un informe negativo a sabiendas no lo he hecho jamás. Lo que sí he hecho ha sido lo contrario: gente que en mi opinión era un riesgo ficharla y al final a ese jugador lo hemos fichado. Yo informaba al club: puede pasar esto, esto y esto. Y si el club decidía aun así contratarlo, pues adelante. Cuando haces un reconocimiento médico puedes poner el límite de aptitud donde quieras. Un jugador con 27 o 28 años, con una carrera ya hecha, siempre tiene algo que puedes decir: con este problema, en este club lo sentimos pero no podemos ficharte. También les hemos hecho reconocimientos a jugadores que luego no han llegado al Zaragoza y no se ha enterado nadie. Y alguna vez desechamos incorporaciones en el último momento, con todo preparado para pasar el reconocimiento médico, pero por otras razones: a Radamel Falcao, por ejemplo, lo teníamos hecho, yo ya había preparado el reconocimiento... y luego el entrenador prefirió a Uche. Después a Falcao lo fichó el Atlético de Madrid, estuvo allí varios años, luego lo vendieron por 50 o 60 millones, fue internacional con Colombia. Y Uche se rompió la rodilla al poco de empezar la temporada.

En tu libro cuentas el caso de Marco Lanna, que tenía una rodilla inhábil para el fútbol y jugó años en el Zaragoza y luego el Milan.

Era un milagro que pudiera jugar. Lo quería a toda costa Chechu Rojo porque lo había tenido en el Salamanca y lo fichamos, pero cualquiera que viera la radiografía de esa rodilla diría: hay que ponerle una prótesis. Le infiltrábamos cada partido, casi no entrenaba, pero jugaba siempre. Marco era un profesional excepcional.

Al contrario, autorizaste el fichaje de Gabi Milito después de que lo rechazara el Real Madrid. ¿Lo viste claro?

Pedro Herrera lo seguía hacía tiempo y cuando lo íbfamos a fichar, se metió por el medio el Real Madrid. Y en el reconocimiento médico lo desechó. Y Herrera, que era muy listo para esas cosas, le dijo: vente para acá. Le vimos la rodilla y era una rodilla operada, un cruzado. Pero sin más, como hay cientos de miles de rodillas operadas. Lo cerramos y hubo cierta prensa zaragocista que nos dijo de todo. "Lo ha rechazado el Madrid y estos listos lo fichan, ya verás cuando se lesione...". Pues Milito jugó tres o cuatro temporadas con nosotros y luego lo vendimos al Barcelona por no sé cuánto dinero (en su libro agrega la versión de un directivo madridista de la época: el Madrid rechazó a Milito, de acuerdo a esa fuente, por su estatura y porque no cumplía con el perfil 'galáctico' de los fichajes en aquella época).

"Lo de las roturas de cruzados llevo oyéndolo toda la vida: hace 40 años ya estuve en un congreso en Canadá hablando de eso. La fatiga influye, claro, pero ahora hay cinco cambios y se juegan los mismos partidos de siempre, más o menos"

Jesús Villanueva Ex médico del Real Zaragoza

Antes hablábamos de cómo debía ser un médico. Pero tú fuiste mucho más allá: paño de lágrimas de entrenadores, has mediado en enfrentamientos en el vestuario, fiestas erótico-festivas en hoteles, jugadores huidos...

He hecho de casi todo: de mediador matrimonial, he intervenido en conflictos entre padres e hijos, peleas entre jugadores, conflictos entre entrenadores y jugadores. Hasta he evitado algún suicidio, que alguno se tirara por la ventana. Y eso también es parte de lo que tiene que hacer un médico: tiene que estar para resolver problemas. A mí mucha gente me decía, con respecto a la medicina: "Oye, ¿pero tú sabes de todo?". No, no sé de todo: pero tengo el teléfono de todos los que más saben. Sabía que llamaba a Pedro Guillén y le decía que tenía un cruzado roto y lo operaba a la mañana siguiente, aunque por la tarde se casara su hija. El doctor Leyes, que ahora está tan de moda, nos operaba a jugadores hace ya 15 años. Las cosas grandes siempre las van a resolver los mejores en cada momento. Tú tienes que encargarte de las pequeñas y de prevenir la posibilidad de lesiones y ayudar a los entrenadores: que a veces quieren que un jugador se recupere cuanto antes y otras, te dicen... a este no lo fuerces, déjalo una semana más que no pasa nada (se ríe).

¿Fue la retirada de Juan Señor tu peor momento?

Fue de lo más traumático que me ha pasado nunca en el Zaragoza. También a nivel personal. Señor estaba entrenando un día y sufrió un síncope. Al principio no le dimos importancia, es verdad: que si no he desayunado, que si la glucosa. Y a los 15 o 20 días tuvo otro: eso ya no era normal. Me puse en contacto con un cardiólogo de confianza para hacerle un ecocardiograma, que en aquellos años no se hacían tantos. Y me lo dijo así: "Tiene que dejar el fútbol". Le digo: pero cómo va a tener que dejar el fútbol con 27 o 28 años, que está en la Selección... Juan Señor era un futbolista excepcional. ¿Y cómo se lo digo? Díselo como quieras. Y se lo comuniqué a Juan: tienes que dejar el fútbol porque, si no, te puedes morir. Él quiso consultar otra opinión y le busqué al que más sabía del mundo en arritmias cardiacas. Se fue a un especialista muy prestigioso en Trento, en Italia, le hizo pruebas, y le dijo lo mismo. Estoy casi convencido de que hoy, con los adelantos que hay, desfibriladores implantables etc., no habría tenido que dejar el fútbol.

Ahora los jugadores están mucho más controlados, sus esfuerzos, rendimiento, pero siguen ocurriendo accidentes.

Las exploraciones que se hacen ahora son profundísimas. Es muy complicado que se fiche a un jugador con una deficiencia grave sin saberlo. Se le ficha, pero lo que tiene lo sabe todo el mundo. A mí me ha pasado en algún caso y se lo he dicho al director deportivo o al club: si queréis que lo fichemos, que sepáis que tiene esto, esto y esto. La medicina deportiva ha avanzado muchísimo. Pero con estas cosas de la tecnología que mencionas... No lo quiero criticar mucho porque luego te dicen que estás obsoleto y que has avanzado poco, pero no estoy seguro de que esas cosas sean tan decisivas. Hay mucha gente que vive alrededor del fútbol. Y yo he visto muchas cosas: unas veces era bueno correr mucho, luego dejaba de serlo, antes se hacía carrera continua, después dejó de hacerse; antes era malo comer macarrones, ahora hay que comerlos... Hay mucha gente que se ha colocado en el fútbol y tiene que demostrar que sirve para algo. Los preparadores físicos se han hecho los dueños de los equipos. Y ahora mandan las curvas, los datos, etc. Yo he sido fisiólogo y en el Zaragoza fuimos de los primeros en hacer pruebas físicas a los jugadores. Y te encontrabas con casos como el de Pichi Alonso, cuyos datos físicos eran manifiestamente mejorables, pero qué pasaba: que le caía un balón en el área y pum, gol. Otro balón, adentro. Y metía 25 goles. Ahora, con todo eso de los datos, igual ni jugaría.

Antes que médico del Zaragoza fuiste árbitro.

El año que iba a ascender a Primera División me llamó el Real Zaragoza para contratarme. De hecho, yo ya hacía de médico para el comité de árbitros, en las pruebas que hacían. Era una profesión muy denostada entonces, y creo que tener un médico en sus filas les ayudaba a darle prestigio. Supongo que me ayudó en mi carrera como árbitro, que fue meteórica, porque realmente no creo que fuera tan bueno. Iba mucho de juez de línea con Pes Pérez, con Emilio Soriano Aladrén... y generalmente en los viajes perdíamos dinero. Era gente a la que le gustaba comer bien, ir a buenos hoteles. Y cuando hacíamos cuentas, palmábamos.

En tu primer partido de juez de línea ya saliste en los papeles.

Fue el día de Nochevieja, me acuerdo, en La Rosaleda. Jugaban el Málaga contra el Real Madrid y me pegaron en la cabeza con un trozo de hielo. Decían que el destinatario era Juanito, pero no lo sé. Juanito había jugado en el Málaga: el caso es que me dio en la cabeza, empecé a sangrar como un tocino y mis fotos en la camilla salieron en todas partes. Me hice famoso ya el primer día.

Lejos del corporativismo, siempre has sido muy crítico con los arbitrajes y los favores a los equipos grandes.

Eso ha siempre así, no de ahora, de toda la vida. Siempre me acuerdo de Magallón (masajista histórico del Real Zaragoza, con el que Villanueva compartió años de viajes y partidos), cuando íbamos al Bernabéu y a esos campos decía: "Me conformo con que no se lesione nadie y no nos expulsen a ninguno, porque aquí ya sabemos que vamos a perder".

¿La tecnología ha favorecido o confundido todavía más el arbitraje?

Desde que ha aparecido el VAR, es un desastre. A veces tengo la sensación de que los jueces de línea van a desaparecer (se ríe). Igual que han desaparecido en el tenis. ¿Qué hacen ahora los jueces de línea? Levantan la bandera media hora tarde en los fueras de juego. Otra media hora para saber si ha sido gol, si no ha sido gol. Casi era mejor que se equivocaran. Es evidente que el VAR evita que se cometan algunas injusticias que se cometían antes y que eran flagrantes. Pero he visto decisiones que son incomprensibles. Que si tiene la mano abierta, que si la tiene cerrada: como no se la corte...

¿Tienes la sensación de que ahora los criterios son imposibles de entender para un aficionado?

Es muy difícil unificar los criterios porque son jugadas parecidas pero casi nunca son jugadas iguales. A los árbitros les han quitado personalidad. Antes se equivocaban o no se equivocaban: estaban Pes, Andújar... eran tíos con un criterio, una personalidad. Pero ahora son todos iguales, como autómatas. Son iguales hasta en el físico. Están todos delgaditos, corren más que los de antes, eso seguro. ¿Pero sabes lo que pasa? Que en mi época ser árbitro era una afición. Y ahora es una profesión: y los árbitros tienen que estar acojonados. Porque ganan 300.000 o 400.000 euros al año y salen asustados, salen a no equivocarse. Si no me equivoco sigo aquí un año más, otro año más, hasta los 45 o los 46. No los conozco y no sé qué profesiones tienen, pero dudo que ganaran esas cantidades. Lo comparo siempre con los políticos que no tienen otra profesión: tienen que aguantar como sea en el escaño porque si no, ¿dónde van a trabajar? Pues los árbitros están igual.

"No quiero criticar mucho la tecnología y esas cosas porque luego te dicen que estás obsoleto: pero no estoy seguro de que tantos controles a los jugadores sirvan de mucho. Alrededor del fútbol vive mucha gente y tienen que demostrar que sirven para algo"

Jesús Villanueva Ex médico del Real Zaragoza

Aparte de criticar a árbitros y políticos, en tu libro sólo hablas mal de dos o tres personas. Una es Javier Tebas, el presidente de LaLiga.

Es que la de las primas patrocinadas es muy buena, esa es buenísima. Cuando íbamos a hacer la pretemporada al Pirineo, antes de volver parábamos siempre en Huesca y jugábamos un partido amistoso. Entonces el Huesca estaba siempre en Tercera División. Me acuerdo de un presidente, no recuerdo cómo se llamaba, que nos decía: "Menos mal que venís porque no tenemos ni para pantalones". Y luego entró de presidente un individuo que se llamaba Tebas. Y el tal Tebas, que estaba en contra de las primas a terceros, que van contra el fútbol y no sé qué, se ponía en contacto con restaurantes y comercios de Huesca, y cada uno ponía una cantidad. Mil pesetas, dos mil pesetas, lo que juntaran... por ganarle al Zaragoza aquel partido que jugábamos en la pretemporada. Si los jugadores llevaban tiempo sin cobrar, en aquel partido salían como si se jugaran la Copa del Mundo. Nos daban unas patadas... Y nos ganaban casi siempre. El inventor de las primas patrocinadas es un señor que se llama Tebas.

Muchos aficionados del Real Zaragoza creen que le tiene manía persecutoria al club. ¿Tú qué piensas?

Sin ninguna duda. Sin duda. Otra cosa es que tiene que disimular, pero... Esa obsesión con el partido del Levante: a mí es que me parece tan difícil arreglar un partido, poner de acuerdo a 15 jugadores y que no se sepa. Un secreto entre tantos y que no se sepa, me parece muy difícil. Pero... no lo sé. Todavía sigue diciendo aquello de que una cosa es la verdad deportiva y otra la jurídica. Me parece una aberración que un abogado como es él diga eso. La única verdad es la jurídica. Todo el mundo ha sido declarado inocente, pero él todavía sigue con ese rollo. No me quiero meter en charcos: tengo historias de esas para recordar... impresionantes. Pero no quiero terminar en un juzgado. Tebas ha estado en muchos clubes. Y al fin y al cabo es un empleado de los clubes. A veces me pregunto cómo le permiten determinadas cosas, pero es verdad que como los clubes siempre necesitan dinero y este hombre sí que ha hecho bien esa parte... pues ahí está. Le pagan bien y las votaciones las tiene todas ganadas.

Has conocido innumerables entrenadores: Beenhakker, Antic, Maneiro, Víctor Fernández, Espárrago, Luis Costa, Lillo, Chechu Rojo, Marcos Alonso, Paco Flores, Víctor Muñoz, Gay, Irureta, Javier Aguirre... y nos dejaremos a alguno.

He tenido una relación magnífica con todos. Con ellos y con sus familias. Siempre digo que la época que más engordé en mi vida fue con Paco Flores de entrenador, porque su mujer cocinaba de maravilla. Nos metíamos unas comidas y unas cenas impresionantes. Mi primer viaje con el Zaragoza fue a Badajoz, con Beenhakker, y yo estaba aterrorizado: sólo pensaba en lesiones, cabezas rotas, etc. No dejaba de darle vueltas a dónde me había metido. Me fui a la cama a las once y media de la noche y de pronto me suena el teléfono de la habitación. Era Beenhakker, que bajara. Y yo pensé: "Qué he hecho, qué habrá pasado para que este hombre me llame". Y resulta que quería salir a tomar algo por ahí. Le gustaba tomar una copa la noche antes de los partidos para calmar los nervios. Luego eso lo hice con muchos más a lo largo de los años.

Sólo nombras una excepción. ¿Qué pasó con Marcelino?

El único al que he criticado y siempre digo que habría preferido no conocerle es a Marcelino García Toral. Me hubiera gustado no conocerle. Luego ha triunfado aquí y allá. Igual el equivocado soy yo, pero hacía cosas que no las consideraba adecuadas. Tuvimos una serie de choques y altercados. No discuto sus conocimientos de entrenador pero a mí no me gustaba y como no me gustaba no tenía buen feeling. Para hacer determinadas cosas se trajo a un médico de Córdoba y bueno... no es que fueran legales o ilegales, pero yo no las consideraba oportunas ni que fueran beneficiosas para el jugador. Tuvimos una temporada... Menos mal que en esa época vino Óscar y eso me alivió mucho el tema. Había jugadores que tampoco lo aguantaban pero claro, si los jugadores decían que no querían hacer algo, pues luego no jugaban. Vino pensando que todo el mundo estaba en su contra y trabajó mucho hasta conseguirlo. Pero hasta el conductor del autobús. Quiso cambiar a todo el mundo y en efecto, al final consiguió que todo el mundo estuviera en su contra.

De Sisqués a Agapito conociste también presidentes diversos a lo largo de más de 30 años. ¿Han cambiado los motivos por los cuales la gente se metía en el fútbol antes y ahora?

Generalmente la gente se ha metido en el fútbol para medrar socialmente. Ser presidente de un equipo de fútbol te hacía famoso: los del Madrid son más conocidos que los ministros. Otros a lo mejor lo hacían con ánimo de ayudar al Zaragoza, pero yo creo que los menos. Y a algunos los obligaban. Porque yo con el fútbol tengo una idea: del fútbol todo el mundo sale mal. Puedes ganar muchas copas, pero si tienes dos años que no ganas nada o bajas a Segunda División, te tienes que ir. Cuando las cosas van bien, todo el mundo se cree que sabe mucho y no se marchan. Y para cuando se quieren ir, lo que pasa realmente es que los han echado.

¿Cómo viviste la transición entre el club de Alfonso Soláns hijo y la llegada de Agapito Iglesias al Zaragoza?

De Alfonso Soláns hijo se decía siempre que no le gustaba el fútbol, que estaba ahí sólo porque lo había heredado de su padre. Pero era un hombre que sufría por el Zaragoza como todos los que estábamos ahí, le he visto pasar muy malos ratos, poner dinero, etc. Sí que es verdad que, en cuanto pudo, se quitó el club. Pero es que le llegaron a gritar aquello de "te vamos a quemar Pikolin". Antes te podías ir pero ahora, si has metido dinero, ¿cómo te marchas?

Tú te llevaste bien hasta con Agapito Iglesias, que acabó siendo el enemigo público número 1 de la ciudad.

Con Agapito no me llevé bien, me llevé muy bien. Agapito hizo cosas muy malas, muy malas. Pero el mayor error que cometió fue querer hacer un equipo campeón en una temporada. Ese fue su mal. Cuando trajo a Aimar, a Ayala, a D'Alessandro... jugadores espectaculares. Pensaba que sabía de fútbol e hizo cosas que, bueno: pecó de ambicioso, de querer estar al nivel del Barcelona y el Madrid en un año. Luego ya fue degenerando y no hubo manera de parar la debacle. Ahora, yo estoy convencido de que a Agapito el Zaragoza le costó mucho dinero, muchísimo dinero.

¿Es posible explicar el descenso de 2008 con Ayala, Aimar, D'Alessandro, Matuzalem, Diego Milito, Oliveira...? ¿Tanto pesó el enfrentamiento en el vestuario entre Aimar y D'Alessandro?

En los vestuarios siempre ha habido piques, unos que se llevan mejor con otros, pero luego en el campo de fútbol se arreglan. Los jugadores siempre son competitivos y para que juegue uno se tiene que quitar el otro. Eso es normal, pero es que aquello fue una guerra mortal. Y cuando pasa eso, luego uno y otro empiezan a coger correligionarios en el vestuario. Y llega un momento que el entrenador ya no sabe qué hacer. Tienes que andar ahí templando gaitas. Y andar templando gaitas siempre trae problemas. Hay que tomar decisiones a veces incomprensibles. De todas maneras, bajamos con 42 puntos: y ahora con 36 o 37 se salvan. Al año siguiente subimos, pero la situación con Marcelino ya se complicó, empezó a hacer cosas que eran provocaciones... Como cuando le pidió al club que le firmara un papel diciendo que Ander Herrera tenía que jugar por obligación: y el club le dijo que si quería que lo pusiera y que si no, no lo pusiera, que era asunto suyo. Sin más. Fue el último al que subió del Aragón ese año. El último. Y lo hizo debutar en un partido contra el Levante en el que caían chuzos de punta, con el campo embarrado, etc. Luego empezó a jugar bien y ya se quedó.

Antes decías que, al final, del fútbol todo el mundo salió mal. ¿Incluso el doctor Villanueva se fue así del Zaragoza?

Me dolió muchísimo lo que pasó en mi salida, muchísimo, porque creo que no me la merecía. Es más, ya había planteado que me iba a marchar, por la edad, esto del fútbol quema muchísimo. Se había incorporado conmigo Óscar y nos entendíamos muy bien. En un momento dado se marchó, luego iría al Atlético de Madrid. Tuvimos que buscar a un sustituto, etc. Y un día me vino un señor que estaba en la directiva, que tiene un concesionario de coches, y me puso a parir (se refiere a Carlos Iribarren, quien entró con la Fundación Zaragoza 2032 cuando adquirieron el Real Zaragoza de manos de Agapito Iglesias en 2014). Otro con la sangre más caliente hubiera tenido un altercado gordo, pero me mantuve tranquilo. Me dijo que me iban a echar. Y me mandaron una carta en la cual, excepto de matar a Manolete y a Kennedy, me acusaban de haber hecho de todo. Y entonces dije: pues ahora sí que me vais a echar, pero me vais a echar en el juzgado. Y terminaron dándome una indemnización, yo creo que bastante buena (se ríe). Años después me hicieron un homenaje, tengo una insignia de oro del Real Zaragoza y con el club actual me llevo muy bien. No pretendía nada del otro mundo, pero estuve 33 años en el Real Zaragoza y a uno le gusta que le reconozcan las cosas: habría perdonado la indemnización con tal de salir de otra manera.