Cristóbal Soria, como nunca ha hablado: "Yo no daba caramelitos; ponía en la pizarra 'Como vea a alguien cambiarse una camiseta con los del Real Madrid, se la quemo'"
Una de las personas más virales del entorno futbolístico se sienta con Relevo para repasar toda su carrera: "Volvería al Sevilla para cortar el césped aunque sea". Habla de Reyes, el Real Madrid, Ramos, los derbis...
Nos recibe un 14 de noviembre, en un conocido hotel de Sevilla. Nada más llegar, uno se da cuenta rápidamente de lo que significa Cristóbal Soria (1969, Sevilla). Le conoce hasta el 'botones', quien le guarda la llave del coche con sumo cuidado. Sólo con dos pasos hace que todo el mundo se fije en él. Va con un aire de grandeza, de estrella, que no se puede fingir. Es ahí cuando se confirma que no hace ningún personaje. La personalidad de Soria es arrolladora y no le hace falta ninguna cámara delante para demostrarlo.
En más de una hora de charla, Cristóbal reafirma lo que ya pensaba. Es distinto. Hablamos de su etapa como delegado, de su amor al Sevilla... y de su rechazo al Madrid. También de su felicidad por trabajar con Josep Pedrerol... y de cómo no puede evitar rendirse ante el "mejor jugador de la historia": Leo Messi. Y todo se acaba con un "Sobrino, ¿todo bien?". Puro Cristóbal Soria.
Todo comenzó en Huelva, con Caparrós como gran culpable...
Sí, yo a Joaquín lo conozco porque yo era el comercial de Kelme en Andalucía, que era el sponsor técnico del Recreativo de Huelva. Yo solía visitarles, y como era árbitro de fútbol, pues empecé a arbitrar los partidillos de los jueves. Y ahí empezó nuestra conexión en el mundo del fútbol, hasta el punto de que años después él es el que me propone unirme al Recreativo de Huelva como delegado. Y posteriormente, con el desembarco de Joaquín Caparrós en el Sevilla Fútbol Club, me propone lo que ni en cinco vidas hubiese imaginado. O sea, un enfermo del Sevilla como yo, porque yo no me considero sevillista, yo me considero enfermo del Sevilla que había echado los dientes en la grada de Gol Norte... pues imagínate lo que es eso. En esos momentos yo tenía 29, 30 años, estaba en plena proyección en mi carrera de árbitro y decidí colgar mi silbato por la chaqueta, la corbata y el escudo del Sevilla Fútbol Club.
¿Ha sido importante tu pasado en el arbitraje para dominar el oficio del delegado?
Claro, por supuesto que sí, es fundamental. De la misma forma que para el árbitro también es importante conocer el sabor de la victoria y el de la derrota. El árbitro no conoce el sabor de la victoria y el de la derrota, igual que el futbolista no sabe lo que yo llamo la regla 18, que es la psicología del árbitro. Y en eso consiste. En saber exactamente qué es lo que piensa el futbolista, el entrenador y el árbitro, e intentar ser de hombre bisagra entre esas tres partes para que de alguna forma aquello fluya.
Hablando con árbitros de esa época, me contaron esas dos caras de Cristóbal. La defensa a ultranza del colectivo arbitral...
Claro, es que así. Era exactamente así. Al árbitro nadie lo cuidaba más que yo, nadie lo mimaba más que yo. Pero evidentemente cuando empezaba el partido... el cuchillo aquí en la boca. Siempre dentro de unos límites que marca el reglamento, pero que yo lo llevaba al límite... Siempre dentro de los parámetros que te marcaba. No traspasaba las líneas rojas. Y eso los árbitros lo sabían perfectamente. Y me decían 'Es que a ti te conocemos, sabemos quién eres, a ti te vemos llegar y tú vienes a buscar lo mejor para tu equipo, pero tú no me la vas a clavar por detrás. Hay otros que no sabemos cómo van a actuar y en cuanto nos demos la vuelta nos la van a clavar por detrás'.
¿Era cierta aquella 'fama' de equipo agresivo que tenía el Sevilla?
Bueno, a ver, yo no voy a ser el que le quite eso a ese Sevilla porque fue una bandera nuestra y fue un síntoma de identidad nuestra. A los Alfaro y a los Javi Navarro los quiero en mi equipo siempre. Pero por la mañana, por la tarde, por la noche, ganando, perdiendo, en verano y en invierno. Los quiero siempre, porque yo no tengo otra forma de interpretar el fútbol. Los centrales blanditos... a mí no me dicen nada. Yo quiero centrales contundentes, aguerridos, que lleven el cuchillo aquí en la boca. Entonces, que el Sevilla cogió esa identidad... ¿y cuál es el problema? ¿Que éramos un equipo feo? Perfecto. A mí me encantaba salir de los campos abucheados y que nos insultaran, me encantaba. No había mejor síntoma que eso. Que nos apedrearan el autobús a la salida de un estadio. Ese era el mejor síntoma. De los campos hay que salir apedreados, hay que salir insultados, hay que salir con la gente cabreada. Ese es el mejor síntoma. Y en esa rivalidad con los equipos, de que sea una auténtica batalla el partido y que sea todo por los tres puntos, entiendo que, hombre, por ser de aquí de Sevilla, por ser de aquí del Sevilla, había sobre todo un partido especial en el año que era el derbi.
¿Y cómo se vive un derbi como delegado?
No, perdóname, te tengo que interrumpir. Tu pregunta no está bien formulada. ¿Cómo se vive un derbi de delegado? No. Cómo se vive un derbi para un enfermo del Sevilla Fútbol Club como era yo y verme ahí metido. Es que cambia la cosa. Y de qué manera. Y aparte en esa época donde la guerra fría Don Manuel Ruiz de Lopera-Del Nido era terrible. Y yo estaba metido en esas trincheras. En esa guerra fría, yo estaba metido en las trincheras. Pero en las trincheras con el gorro y con la cara pintada, ¿me entiendes? Era otra época donde la sevillanía prácticamente, que hoy, por suerte, manda en nuestra ciudad, no estaba a la orden del día. Insisto, yo era parte activa de esa guerra fría entre ambos clubes. Era el partido. Imagínate lo que significaba para mí, en mi época de estudiante, la semana previa a un derbi. Era imposible que mi cabeza, como estudiante, se centrara en estudiar o en los libros. Pues si eso me pasaba siendo estudiante, imagínate lo que a mí me entraba por el cuerpo cuando yo llegaba en ese autobús al estadio Benito Villamarín y me bajaba el primero para entrar en el campo del Betis y lo que eso significaba. Y las veces, las muchísimas veces, por suerte, que hemos ganado en el Benito Villamarín. Y el momento de llamar a mi padre una vez que el estadio se ha quedado vacío antes de salir del vestuario y llorar a lágrima viva. 'Papá, gracias', y mi padre llorando.... claro, de cosas bonitas, de sentimientos de nosotros de aquí, de Sevilla.
La historia de oro del Sevilla comienza, precisamente, justo después de que el Betis ganase una Copa del Rey...
Te voy a contar una cosa. La noche que el Betis gana la Copa del Rey a Osasuna fue justo un año antes de nosotros ganar la primera Europa League. Yo esa noche llamé a un dirigente importante del Sevilla Fútbol Club de aquella época. 'Amigo mío', llorando como un niño chico de la envidia que me dio ver al Betis levantar ese título. Y yo decía, '¿Y nosotros cuándo? ¿Y yo cuándo? ¿Por qué yo tengo que ver siempre esto por la tele? ¿Por qué? Copas del Rey, Copas de Europa, Ligas. Tengo que verlo por la tele. Yo quiero vivirlo en primera persona'. ¿Y quién nos iba a decir que un año después no solamente íbamos a ganar una Copa del Rey, sino que íbamos a ganar un título europeo? ¿A mi generación? ¿A mi generación contarle que como sevillista íbamos a ganar Copas de Europa? No nos lo hubiésemos creído. Era imposible pensar eso. Entonces, verte en Eindhoven con los papelillos blancos y rojos, y que tú estás allí en ese podio, y que esa copa, que un rato antes está en un podio, la está levantando el capitán de tu equipo y encima tú la tocas y luego la abrazas, la besas y haces fotos con ella... Insisto, ni en cinco años de vida hubiese podido imaginarme tanta satisfacción y tanta gloria como sevillista.
¿Comenzó a germinarse con Caparrós esa ambición de equipo campeón?
Bueno, esa ambición de la que muchas veces se habla tiene una parte de culpa importante, pero se fueron juntando una serie de factores que nos dieron para cambiar la historia del Sevilla Fútbol Club. Evidentemente, todo ese proyecto ambicioso, si no es por una serie de jugadores maravillosos, una serie de jugadores que estaban tocados con la varita y que se juntaron todos juntos para hacer ese Sevilla campeón... porque creo que nadie tendrá dudas de que el mejor Sevilla de la historia fue el Sevilla de Juande Ramos. El que mejor fútbol jugó, la mejor plantilla, el que fue capaz de competir por todo, por absolutamente todo, durante dos años consecutivos. No era solamente fruto de la ambición, que también, pero por supuesto era fruto de los Luis Fabiano, de los Kanouté, de los Keita, de los Palop, de los Escudé, de los Javi Navarro... una serie de futbolistas, no me quiero olvidar de ninguno, pero aseguro que hay muchísimos futbolistas que tenían una calidad tremenda. El propio Adriano, que en Glasgow un año después es determinante... hay una serie de futbolistas ahí muy buenos, muy grandes, y que se juntan todos. Yo no podía imaginar nunca que el delantero centro de la selección brasileña iba a ser el delantero titular del Sevilla Fútbol Club.
No has sido un delegado normal...
Hubo un compañero de la prensa sevillana que escribió un artículo hace algunos años y dijo que yo había creado una profesión que en el mundo del fútbol no existía. La profesión del delegado hasta que llegué yo era el que estaba cinco o diez minutos antes de empezar el partido, que tenía un brazalete, y que le daba las fichas y el balón al árbitro para que el encuentro empezara y a otra cosa. Y que yo, sin embargo, había creado una profesión. Lo analizas, lo piensas y dices 'Hostias, es verdad'. Porque hasta entonces el delegado no era parte del cuerpo técnico, no era uno más de la plantilla, no le sacaba las papas o los problemas a los jugadores. Pero claro, eso llegó un momento en que a mí me dio tal confianza... Tal nivel de poder mirar a la cara a ese delantero de la selección brasileña de millones de euros. De cogerle y decirle 'Me voy a cagar en tu puñetera madre'. Y si tenía que cogerle por aquí, por el cuello, le cogía por aquí, por el cuello: 'Me cago en la madre que te parió'.
Recuerdas aquel capítulo con Luis Fabiano, ¿no?
Y me estoy acordando de Mallorca, sí. Expulsan a Luis Fabiano y se vuelve loco. Y toda su obsesión es irse al árbitro. Y no le está diciendo precisamente 'Luego te voy a invitar a cenar y vamos a irnos de fiesta', no. Entonces que llegue un delegado y sea capaz de ponerle la la mano en la boca a un futbolista como Luis Fabiano sin que te meta una galleta... porque imagínate tú en el fútbol de ahora. Llegar uno del cuerpo técnico con una chaqueta y una corbata, y a una de las estrellas de la Liga española en un momento de enfado querer ponerle la mano en la boca. A mí eso me daba tal nivel de confianza con ellos, que yo tenía barra libre a la hora de exigirles, de pedirles, de ponerlos en fila de a uno. Yo sabía que si yo les decía en fila de a uno, se ponían todos en fila de a uno detrás mío. Pero claro, eso tiene un nivel de entrega total y absoluta.
¿Crees que eso sería imposible en la actualidad? Los futbolistas viven en una burbuja...
Bueno, son tiempos distintos, son doce o catorce años después, evidentemente todo evoluciona, no solamente el fútbol, pero esta burbuja de ahora es la misma de entonces. Piensa que ahora se empieza a hablar de Los Galácticos 2.0. Aquellos eran Los Galácticos, los genuinos y los de verdad. En plena época de ellos, yo he llegado al Bernabéu con mi Sevilla Fútbol Club y cuando he ido a salir al campo el árbitro me ha dicho 'No, que el partido va a empezar diez minutos más tarde porque se ha lesionado Luis y hay que vendarlo'. ¿Cómo? Bernabéu, eh. Y el árbitro me dice, con los míos ya para salir, que el partido tiene que empezar diez minutos más tarde 'porque hay que vendar a Luis'. ¿Luis? ¿Qué Luis? ¿Qué me estás contando? 'Sí, Luis Figo, que se ha doblado el tobillo en el calentamiento y vamos a esperar a que lo venden'. ¿Que yo voy a esperar? ¿Que mi equipo va a esperar a que le vendan el tobillo a Luis Figo? Le dije 'Escúchame, nosotros estamos en el campo. Si quiere salir, sale. Si no quiere salir, a las 21.03h si veo que no hay nadie, nos metemos para dentro. Lo que tú quieras, árbitro'. Imagínate llegar al Bernabéu de Los Galácticos y decir eso en medio del lío. Los futbolistas míos, que estaban detrás, locos. Era otra forma y otro fútbol, pero claro, aquellos eran Los Galácticos, los genuinos de verdad.
¿Molestaba aquel Sevilla?
Hombre, que si molestaba. Claro que molestaba. Mucho. El equipo antipático era un equipo desaborido para ellos. Era un equipo que llegaban aquí y sabían que caramelito y foto... ¿Foto con los jugadores? Camiseta con los... Que yo para esas cosas... Rápidamente los cables se me cruzaban, ¿no? Yo ponía en la pizarra, en los días previos a un partido con el Real Madrid de Los Galácticos, 'Como vea a alguien cambiarse una camiseta en el campo, se la quemo'. Y lo ponía en la pizarra. Tú imagínate un delegado escribiendo en una pizarra algo que no sea 'Mañana a las diez y cuarto entrenamiento'. Tú imagínate un delegado que escriba en una pizarra eso. Y yo lo hacía. Y que nadie, absolutamente nadie, lo hacía. Ya estaba escrito, ya sabía todo el mundo lo que había. Claro. Entonces... Era incómodo. Y encima llegábamos aquí y yo no les daba ni un caramelo. Nos poníamos incómodos, y encima hemos llegado a jugar una Supercopa de España allí y les metimos cinco. Imagínate el roneo de nosotros de hacernos una foto en el Bernabéu con la copa allí de cuerpo presente, haciendo así (un cinco) con las manos. Imagínate ese roneo, ¿no? Cualquiera me aguantaba a mí.
Con el Madrid tienes unas cuantas. Aquella con Valdano y un túnel de vestuarios...
Esa fue buena, se ha hablado mucho. En el minuto 45 de una semifinal de Copa del Rey expulsan a Zidane por darle un codazo a Javi Navarro. Nosotros ganábamos 1-0 ya. Y cuando nosotros nos metemos para el túnel del vestuario, resulta que nos encontramos a Valdano en el túnel nuestro, esperando al árbitro, Iturralde. Y empieza a, lo que se llama evidentemente, apretarle. Valdano, director deportivo del Real Madrid. No el director deportivo del Getafe ni del Leganés, con todo el respeto al Getafe y al Leganés. No. Valdano, campeón del mundo y director deportivo del Real Madrid. Que baja y quiere intimidar, evidentemente, al árbitro. Pero claro, con lo que no contaba Valdano es que me iba a encontrar a mí por el camino. Y entonces empieza a decirle al árbitro que cómo puede ser que los pájaros disparen a las escopetas. Porque claro, es Zidane el expulsado por dar un codazo a Javi Navarro. Y yo estoy ahí por medio y... '¡Fuera de aquí!'. '¿Cómo? Que tú me dices que me vayas de aquí', me dice. '¡Claro, fuera de aquí! Te vas de aquí ahora mismo'. 'No, que tú, que yo, que tú...'. 'Que tú no puedes estar aquí'. Y claro, evidentemente, la razón en ese aspecto de que él no puede estar allí la llevaba yo. Y el árbitro, evidentemente, sabe lo que está pasando allí, yo intervengo para que aquello no pase. Aquello se va un poquito de madre y se forma allí un poquito una garata importante, ¿no? Después, bueno, hemos coincidido y nos hartamos de reír los dos cada vez que contamos aquella anécdota. Nos abrazamos, nos reímos, nos divertimos, pero en aquel momento... sí, fue una más, ¿no? De las muchas, de las muchas que el delegado del Sevilla de aquella época, como te digo, el cuchillo lo llevaba siempre aquí en la boca.
También eran calientes los derbis. Y Serra Ferrer entendía ese juego...
Sí, lo que pasa es que le tocaba siempre bailar con la más fea y encima no ganaba. Y encima me tenía que aguantar a mí allí cerquita (risas). Pero de esa época, ya te digo, no... Yo personalmente no me siento orgulloso. Fíjate lo que te digo. A día de hoy, de esa guerra fría Sevilla-Betis, insisto, de la que yo he sido parte activa, en la trinchera metido con la cara pintada, yo a día de hoy no me siento orgulloso. No, no. Yo quiero que pierda el Betis siempre. Y el bético entiendo que quiere que pierda el Sevilla siempre. Pero si al bético le hace falta algo, el primero que se lo voy a dar voy a ser yo. Porque es uno de los nuestros, de nuestra calle. Mi madre es del Betis. De mis mejores amigos, la mitad son del Sevilla y la mitad son del Betis. ¿Que quiero que pierda? Sí. Pero si le hace falta mi sangre, aquí está. Esa es mi forma de entender, a día de hoy, la rivalidad Sevilla-Betis. Te lo digo yo. Yo, eh. Te lo estoy diciendo yo, eh. Que no me siento orgulloso de esa época. Y que entiendo que esta rivalidad nuestra con sevillanía es la forma de interpretarla y de llevarla.
En esa época se produjo uno de los capítulos más lamentables de los derbis, con el botellazo a Juande. ¿Cómo se vivió aquello desde dentro?
Aquello y la repetición de los últimos veinte minutos en Getafe fue uno de los episodios más lamentables de la historia de los derbis. Y te lo digo yo, que esa botella sé que llevaba nombre y apellido (mientras se señala), y Juande pasaba por allí y le tocó a él. Se vivió con la pena, la tristeza y la preocupación de ver a tu entrenador abandonar un campo de fútbol en una ambulancia, pero por otro lado, deportivamente, sabiendo que aquel gol de Kanouté, cómo retumbó aquel estadio, cómo cantábamos aquel gol... Yo lo recuerdo todavía e inmediatamente me viene el silbido de la botella, porque yo escuché a la botella. Es que la botella, como te digo, tenía nombre y apellido, y Juande pasaba por allí, y le pegó un botellazo gordo. Menos mal que no llegó a mayores.
Hablemos de José Antonio Reyes, uno de los mayores talentos que han salido de la cantera del Sevilla.
No, no estoy de acuerdo. No estoy de acuerdo. Tú has dicho de los mayores. No, no estoy de acuerdo. Con diferencia, con diferencia, el mayor talento que ha salido de la cantera del Sevilla Fútbol Club en los últimos 20 años se llama José Antonio Reyes. No de los mejores, el mejor. Y esta misma conversación la he tenido con los Sergio Ramos, los Jesús Navas, los Carlos Marchena... y todos hemos coincidido en que con diferencia el mejor había sido Reyes. Lo que pasa es que su cultura, su forma de interpretar la vida y por otras circunstancias, Reyes no ha sido una leyenda de la Selección española y del fútbol español. Pero en condiciones, en calidad, en potencia física, en gol... en muchas circunstancias, Reyes, el mejor de la cantera del Sevilla. Los títulos de Sergio Ramos o de Jesús Navas están fenomenal, pero el mejor se llama José Antonio Reyes Calderón.
¿Cómo era él?
Reyes era un un chico extraordinario. Noble, divertido, granuja, le gustaba pinchar, pero después no tenía ningún tipo de maldad. Se reía. Jugando a las cartas era muy malo, yo siempre le ganaba y le daba las collejas. Le encantaba jugar a las cartas, le encantaba, él le decía variscar. 'Yo quiero variscar las cartas', le encantaba. Nos reíamos mucho con él, nos pegábamos siempre en los autobuses, en los trenes, en los aviones, en las concentraciones. Sí, nos divertíamos mucho. Era un tío majo, noble, sencillo... era un buen chico, sí.
Su salida fue un momento complicado para todos, ¿no?
Sí. Es que yo, a ver, en ese mes de diciembre que Reyes abandona el Sevilla Fútbol Club... claro, es que era algo que estaba claro, porque era tal la superioridad y el nivel deportivo que demostraba que era evidente que más pronto que tarde iba a venir uno de los grandes clubes y se lo iba a llevar. Yo tenía mucha relación personal con él. Con su padre, con su madre, con su hermano... entonces a mí en lo deportivo yo sabía que el equipo y el club se iban a resentir y de qué forma, pero a mí en lo personal también me afectó. Porque insisto, yo tenía, quizás por su juventud, siempre una debilidad especial por los canteranos. Siempre. Y claro, este era especial, o sea, este era... sabíamos que estábamos ante un futbolista que iba a marcar una parte importante de la historia del Sevilla Fútbol Club, como así fue. Y en aquel momento, en aquel diciembre cuando salió, aquellos 19 o 20 millones de euros por los que fue vendido el club los necesitaba, y sabíamos que él se iba con la boca pequeña. Él no quería irse. Se iba porque sabía que tenía que hacer ese guiño, ese servicio al Sevilla dejando el dinero que dejó en la caja del club. Pero él no quería irse bajo ningún concepto. Él quería seguir en su Utrera, jugando a las cartas con nosotros y comiendo chucherías, que le encantaban.
Tenías una peculiar rutina en los partidos de casa con él...
A él le encantaba que lo llevara los domingos por la mañana a la Basílica de la Macarena. Le encantaba, sí. Y todos los domingos por la mañana cuando jugábamos de local íbamos antes. El equipo se concentraba a las doce, y nosotros quedábamos siempre una hora antes para ir a la Macarena. Íbamos, le dejábamos un ramo de flores y nos volvíamos. Él se encargaba de que no pasara ningún domingo sin ir a la Basílica de la Macarena. A mí evidentemente no se me olvidaba, pero en alguna ocasión me dejaba un poquito querer, a ver si él se acordaba. Y efectivamente. Me decía, '¿Ya has ido? ¿Ya has ido? ¿Y mañana, y mañana? ¿Y mañana no vamos a ir, mañana no vamos a ir?'. Y yo, 'Niño, ¿qué quieres? Déjame ya tranquilo, hombre, qué me estás contando. Claro que vamos a ir'. Y ya se quedaba tranquilo. Entonces, claro, ese era Reyes, Un pesado, un pesado. Y yo, 'Déjame ya tranquilo, niño, déjame ya tranquilo'. 'Es que yo quiero ir, es que yo quiero ir, es que yo quiero verla, es que yo quiero llevarle...'. Entonces, esas situaciones, imagínate. Él era un crío todavía, ¿no? Era un crío, como yo digo, de los que yo he tenido aquí en mis brazos, que he amamantado en mis pechos.
¿Era más especial ver a ese Sevilla que ganaba con canteranos en el césped?
¿Sabes qué pasa? Mira, que es que yo, por ejemplo, a Antoñito, que era otro enfermo del Sevilla también, en una previa de estos días de pretemporada que la hace con el primer equipo, le entrevistan. 'Bueno, ¿Cuál es su sueño?'. Evidentemente, el periodista le abre la puerta para que le diga que su sueño es marcar un gol al Madrid o al Barcelona, que es lo que más vende a nivel nacional. Y Antoñito coge y suelta el titular. 'Sueño con marcar un gol en el Bernabéu'. Y cuando yo leí el titular, '¡Ay, me cago en la madre! Tío, gordo, ¿esto qué es? No, no, porque yo, marcarle un gol en el Bernabéu, ¿tu sueño es ese?'. 'Bueno, yo en el Gol Norte...' me dice. Entonces no te comas la cabeza, no te dejes llevar. 'Tu sueño es marcar un gol en el Sánchez-Pizjuán, irte a la grada del Gol Norte, besarte el escudo y acordarte de toda tu gente, que me estás contando tú de marcar un gol en el Bernabéu'. Yo los cogía, porque a ellos les gustaba venirse a mi habitación por la noche, y les contaba cosas. Hablábamos de nuestro sevillismo. Todas esas cosas las compartíamos, porque es que yo he echado los dientes en el Gol Norte, y ellos exactamente igual. Sergio Ramos iba de la mano de su padre y de su abuelo al Sánchez-Pizjuán, Antonio Puerta vivía enfrente del estadio, Antoñito ya ni te cuento, que iba andando del Polígono al estadio todos los domingos por la tarde. Entonces, claro, nos identificábamos. Éramos enfermos del Sevilla. Y yo me volcaba con ellos evidentemente. A mí venía el Romaric de turno... 'Que sí, que muy bien, que estupendo Romaric, que estupendo Zokora y que estupendo Kanouté', pero los míos eran los que tenían la sangre rojiblanca como la mía. Y si mañana le hacía falta una cosa a Kanouté y otra a Antonio Puerta... 'Oye, Kanouté, espérate. Dime, Antonio'. Hombre, pero no a Antonio Puerta, sino a los muchos chavales que debutaron, que entrenaban y que no habían empatado con nadie. Para mí, siempre estaban antes los canteranos del Sevilla. Eran mis niños. Les hacía el nudo de la corbata, los ponía guapos... imagínate. El cinturón, los zapatos... los ponía a todos maquillados. Claro, mi gente, mis niños, los que tienen la sangre rojiblanca como la mía.
Con la llegada de Juande y de talento extranjero comienza a verse un Sevilla totalmente distinto... pero atrás estaban los que les llamaban 'guarros' un año antes. ¿Cómo fue aquello?
Bueno, de hecho el Javi Navarro del Sevilla de Segunda que asciende a Primera División, ese Javi Navarro guarro... ese Javi Navarro después fue internacional. El Javi Navarro que en el último año de Caparrós es el jugador más amonestado de esa Liga y al año siguiente con Juande Ramos no cumple ningún ciclo de amonestaciones y es internacional. Imagínate si aquello cambia. Evidentemente yo seguía tirando balones al campo, por supuesto, pero aquello, el fútbol cambia.
Tirar balones... que se lo digan a Sergi, del Atlético, ¿no?
Bueno, así es. Pinchado no estaba, pero hay que contextualizar aquello (entre risas). Era minuto 90, minuto de descuento. Y yo tenía allí... siempre tenía mis cosas preparadas. Y el Sevilla ganaba 1-0. Estábamos con diez. Y el Atlético de Madrid apretando como cabrones, como no podía ser de otra forma. Y sale un balón de banda por allí al lado. Y Sergi viene allí corriendo para sacar de banda, para intentar poner el balón en juego lo antes posible. Y el balón que había allí... '¡Pum!'. Y le doy yo el balón. Y claro, el balón no está pinchado, pero está como está... claro. Y claro, cuando va a sacar y se da cuenta que el balón está como está, me pega un pelotazo. El pelotazo no me da, el árbitro para el partido, tarjeta a Sergi, se forma allí la mundial... Y cuando vuelven a sacar, al árbitro no se le ocurre otra cosa que hacer... '¡Pí, pí, pííí!'. ¡Pita al final! Yo en cuanto vi aquello... ¡pum!, me metí para el vestuario porque no quería más jaleo ni más lío. Esas batallas con el Atlético de Madrid también fueron épicas. Y yo me quité del medio y ya está. Oye, al final ganamos 1-0 y pa' casa, eh (se ríe).
¿Los puntos también se ganan desde el banquillo?
Bueno, mis jugadores decían eso, que también les ayudaba a subir puntos. De hecho, Andrés Palop me consta que cuando el Sevilla prescinde de mí, decía que empezábamos los partidos perdiendo 1-0. 'A partir de ahora empezamos los partidos perdiendo 1-0'. Bueno, ahí quedó. Igual no está bien que lo diga yo, pero a estas alturas me da exactamente igual: Evidentemente estás haciendo esta entrevista con el mejor delegado de la historia del fútbol.
Siendo delegado cogiste una fama nunca antes vista en ese oficio...
Los últimos años con el Sevilla llegaba a donde estuviésemos, a Coruña, a Barcelona, a Madrid, a Valencia, y ya tenía una cámara pendiente mía. Yo sabía lo que significaba eso. Yo sabía que eso a mí ya se me había ido de las manos, que no tenía vuelta atrás. Y que quizás a lo mejor ese fue el comienzo de mi salida del Sevilla. Que se generase tal repercusión, tal revuelo alrededor del delegado del Sevilla, que eso llegó a un momento en que no me sumaba. Pero yo ya no tenía posibilidad de parar eso. Por lo que fuera, pero ya había salido en todas las fotos y en todos los follones. Yo salía, daba igual que estuviese o no estuviese, que yo salía. Y quizás aquello, en aquel momento, no me benefició. Pero a estas alturas... ¿me ves preocupado?
¿Entendiste aquella salida del Sevilla?
Bueno, aquello fue una cochinada. Aquello fue una cochinada que me hicieron personas con nombre y apellido que al final el tiempo los puso en su sitio. Y hoy día, pues mira dónde estoy yo... y mira dónde está él. Es una cosa que tengo ya tremendamente superada, pero sueño todos los días con que me suene el teléfono y volver al Sevilla. Creo que no hay nada que me haría más ilusión que, en lo personal, en lo profesional y en lo deportivo, volver al Sevilla.
¿Como delegado?
O como el que corta el césped. Me da igual. Me da igual. Me da igual volver de delegado que de cortador de césped. Pero nada me haría más ilusión que volver al Sevilla.
¿Has tenido ofertas para volver a la figura de delegado?
Sí. Hasta en tres ocasiones.
¿Y por qué dijiste que no?
De las tres ocasiones, en dos dije que no. En una dije que sí. Y al final no se dio... no se cuadró. Pero de las tres ocasiones que tuve, en dos dije que no. En una dije que sí. Y cuando estaba todo... se rompió.
¿Era en España?
Dejémoslo ahí (risas).
Y, ahora, en la cúspide mediática. ¿Qué piensas cuando te suena el teléfono y te dice Pedrerol que te quiere en su programa?
Yo trabajo en el mejor programa de fútbol del mundo. En el programa de fútbol más influyente del mundo. Y evidentemente, el gran culpable, o el principal culpable de eso, se llama Josep Pedrerol. Entonces, yo solo puedo tener palabras de agradecimiento para él.
La última: Leo Messi.
El mejor. No hay, ni ha habido, nadie como él. Ni que se le acerque. Yo hablo con él con toda la normalidad, me dice 'Tito Soria, tito Soria'. Pero cuando se va y me quedo sólo... me hago pipí encima porque he estado con su santidad.