Cuando los clásicos eran los derbis... y la moto de Ángel Nieto
Dos derbis, dos más, para la historia y para la memoria personalizada de cada uno. Dos partidos, además, de dos competiciones distintas, con 14 goles y reparto de victorias. Fueron dos derbis de los de antes, de los que se prodigan ahora un poco más desde la llegada de Simeone al banquillo del Atleti. No faltó de nada en ninguno de los dos. Es verdad que no hubo ninguna gran jugada polémica, de esas que sirven para actualizar la palabra robo, pero sí un compendio de jugadas dudosas que pueden utilizarse como coartada por los más escépticos y sensibles. Los derbis siempre fueros eso. Tensión, pasión, decisiones arbitrales, marcajes... Tanto como para desear que llegue el tercero, el del 4 de febrero, de una competición distinta, LaLiga, y en el que más de uno querrá cobrarse alguna cuenta pendiente de los dos últimos.
Aunque el Clásico ha ido ganando terreno en las últimas décadas hasta convertirse en un Clásico universal que traspasa las fronteras patrias, todo lo acontecido en estos dos últimos enfrentamientos nos sirven para recordar a los más jóvenes que hubo un tiempo en el que los Real Madrid-Atlético o Atlético-Real Madrid, para que nadie se sienta segundón, eran más importantes que los Real Madrid-Barcelona o Barcelona-Real Madrid. Tal cual. Y lo eran porque así lo confesaban los protagonistas que los jugaban. No es cuestión ahora de meternos en la guerra de números y estadísticas. Es evidente y conocido que en la suma de partidos de las sietes competiciones en las que se han enfrentado, los blancos han ganado más que los rojiblancos (153-74, con 70 empates), pero esa superioridad manifiesta de los resultados no ocultaba los sentimientos y las sensaciones de los que los jugaban.
Alfredo di Stéfano no se cansó nunca de proclamar que para él la fecha principal de la temporada era el partido o los partidos contra los rojiblancos. "En mi cultura argentina los derbis de acá eran clásicos de allá. Yo supe lo que era un derbi cuando me llegó el primer enfrentamiento contra el Atlético y todo el mundo me hablaba de esa palabra y yo no sabía que me decían. Desde que lo aprendí, ese era el que yo quería ganar. Me ponía en la piel del seguidor y sabia bien de mi país lo que se sentía cuando los bosteros o los gallinas perdían un Boca-River, que era el Superclásico. Perder un derbi, era perder con el vecino y lo que significaba ir al día siguiente a la oficina, al bar, en la propia calle... Si perdíamos sus aficionados se reían de los nuestros y por tanto se reían de nosotros.Además, los del Atlético eran muy pesados. Se pasaban el año pensando en ganarnos ese partido y les daban igual los demás. Ganaban una y contaban veinte, como en el parchís. Yo se lo decía a Luis cuando nos veíamos en 'Chiquifrú', un bar que había cerca del Bernabéu, porque entonces los jugadores del Madrid y del Atlético nos veíamos fuera y nos tomábamos nuestras cervezas. Dentro del campo nos dábamos trompadas, pero fuera éramos conocidos con derecho a consumición".
Y debajo de estas palabras de Di Stéfano firmarían los Amancio, Pirri, Benito, Del Bosque... Como lo harían los del otro bando. los atléticos. Como prueba, la reflexión de Adelardo, el segundo jugador de la historia rojiblanca con más partidos jugados y solo superado recientemente por Koke. "Entonces el derbi era el partido del siglo de cada año. Cada vez que salía el calendario lo primero que hacíamos era ver cuándo jugábamos contra el Madrid. La rivalidad era tremenda. Alfredo siempre me decía que les dábamos mucha guerra. Él prefería ganarnos a nosotros que al Barcelona. Le jorobaba perder con nosotros. Para mí las dos Copas consecutivas que les ganamos en el Bernabéu son los mejores recuerdos de mi carrera..."
Cuando tira de memoria parece verse en el césped del Bernabéu y le brilla la cara. "No se lo podían creer. Yo era un chaval y ellos eran el equipo de las cinco Copas de Europa. En mi primera temporada, 59-60, les ganamos 3-1. Di Stéfano no había ganado ninguna Copa. Era el único trofeo que le faltaba y la quería ganar especialmente. Me lo decía durante el partido. Al año siguiente, zas, otra vez (2-3). Dos Copas seguidas y en su estadio… Con Alfredo tuve una gran amistad. Comíamos todos los lunes, los del Atlético y los del Madrid juntos, pero luego en el campo pasaba de todo. Había marcajes al hombre y todo…Ellos me ponían a Felo y yo solía marcar a Manolo Velázquez".
Rivalidad en estado puro... hasta que un buen día, el 1 de diciembre de 2001, en sus tiempos ya de entrenador rojiblanco, al bueno de Luis Aragonés, con un Madrid-Atlético amistoso en el horizonte, pero con los suyos en Segunda, no quiso usar el nombre de derbi en mano. "Eso del derbi es una tontería como la copa de un pino. Y la palabra me parece una gilipollez. La 'derbi' de verdad es la moto de un amigo mío que se llama Ángel Nieto". Y se quedó tan ancho. No le cabía en la cabeza que un amistoso benéfico pudiera catalogarse como un derbi de verdad. De esos en los que perseguía a sus jugadores por los pasillos y las habitaciones para saber qué hacían y qué pensaban. "Su cabeza ahora no es suya, es del Atleti y el único pensamiento que deben de tener es ganar mañana al Madrid. Lo demás no les debe interesar lo más mínimo". Futre y Schuster todavía lo recuerdan.