OPINIÓN

¿Por qué el Chimy Ávila es el delantero que necesita la Selección?

El Chimy celebra un gol en Copa del Rey./GETTY
El Chimy celebra un gol en Copa del Rey. GETTY

No es sólo su fútbol, es lo que emana. El Chimy Ávila es un jugador patrimonio de LaLiga y podría ser una de las bombas de la primera lista de Luis de la Fuente. Si bien la Selección murió en Catar aletargada y aburrida de su propio fútbol, el Chimy se presenta como un desfibrilador, como el protagonista de un juego punzante y agresivo. Es la pieza que puede llevar a la Selección a otro escenario sin desnaturalizar las formas que portaron a La Roja a instalarse en la historia.

"Es cómo lo veis y a veces te saca de quicio, porque es tan visceral que en los entrenamientos es como es", revelaba Jagoba Arrasate en una entrevista para Relevo. El Chimy es un futbolista transparente. Desprende la sensación de que su juego nunca bromea. Qué importa el rival o el escenario. El Chimy jugaría con la misma intensidad en el Camp Nou, en una pachanga con sus amigos y en la final del próximo Mundial.

Se dice que la gambeta nace de la pobreza, que es una metáfora, una forma de expresión de lo vivido durante la infancia. El Chimy no tenía nada. Ha reconocido en varias entrevistas que ha tenido que driblar balas, que han matado a familiares suyos. Los que sueñan con ser futbolistas corren el riesgo de sentir el vértigo. Si vienes de la nada, no tienes nada que perder.

El Chimy no tiene el regate del jugador sudamericano. No le hace falta. Su pasado le ha llevado a tatuarse unos innegociables. Tiene la garra del futbolista que se ha roto dos veces los cruzados, compite con el hambre del día de su debut y arrastra la temperatura de hacer entradas a destiempo que podrían acarrearle varios partidos de sanción. Son el Chimy y sus consecuencias. Y como tal, es un cóctel molotov para sus equipos.

Tras su segunda lesión grave, Ávila abandonó la zona del punta para comenzar a vivir en la banda. Desde la derecha, su fútbol sigue siendo igual de irreverente. Al disparo con las dos piernas se le suma el cambio de juego y la llegada al área desde el lado débil. Y eso, en clave Selección, es una combinación ideal. Desde la cal, como lo pudo llegar a ser Adama Traoré con Luis Enrique, puede actuar de extremo puro. Su juego conjuga con los centímetros en el área de Borja Iglesias o Álvaro Morata, acostumbrado como está en El Sadar de alimentar las cabezas de Kike García o Ante Budimir. Entrando al segundo palo sería música para la verticalidad de Balde o los centros de Dani Olmo desde el pico del área.

Si hay un concepto tan primario como denostado en el mundo del fútbol es el de la intensidad. Cuando no se encuentran los porqués a una derrota, lo fácil es abrazarse como excusa a la falta de conceptos esotéricos como la garra. Por este motivo, el Chimy es unjugador cuyo fútbol entra por los ojos. Por otro lado, también se tiende a construir un muro entre titulares y suplentes. Y lo que explican muchas sustituciones es que un recambio puede ser tan o más importante que el que sale de inicio. Ávila, en clave Selección, tendría la etiqueta de agitador.

Decía Bukowski, el Chimy de la literatura, que "el encanto de morir es que nada se habrá perdido". Salta al campo como si cada encuentro fuera su último partido, como si cada disparo fuera su última bala. Ávila en la Selección sería el azote que impediría al equipo dormirse en el fútbol horizontal. Si La Roja ha pecado de fútbol preciosista y burgués, el Chimy sería como entrar en bermudas al Museo del Prado.