Yann Sommer, el portero bajito que se hizo gigante para meterse en la final de la Champions
Una actuación memorable del suizo, que a los 36 años vive sus mejores días, impulsa al Inter para ganar al Barcelona.

¿Quién se fía de un portero bajito? La pregunta, una vez ha terminado un encuentro memorable de Yann Sommer, recogería muchas manos diciendo que ellos sí, que no importan tanto los centímetros, que son muchas otras cosas más las que definen un portero, eso no es más que un detalle.
Esa misma pregunta, sin embargo, cambia en verano, y si alguien lo sabe bien en el fútbol actual es el propio Sommer, un sensacional portero, que siempre lo fue, que ha visto como en muchas ocasiones en su carrera no ha encontrado los clubes más grandes por el hecho de que su 1,83 —o eso dice internet de él— parece poco en un fútbol en el que hay porteros mucho más altos que no son torpes.
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Hasta cinco paradas de mérito se le contaron al guardameta en el partido de semifinales. Encajó tres y parecen poco. Eric García le remato a solo unos centímetros de la línea de gol y cuando todo parecía ya perdido apareció volando el suizo. En la prórroga, después del gol, Lamine se inventó una jugada tremenda y de nuevo la mano de Sommer le hizo bajar la cabeza. Ya en la ida había demostrado que es un portero colosal. Y nadie duda que, sin él, a Múnich hubiese llegado el Barcelona.
Sommer ahora es el portero del Inter, y eso es mucho, pero a sus 36 años solo cuenta tres temporadas en equipos de élite en la Champions, dos en los italianos y una más en el Bayern. Esa, de hecho, fue de rebote, el equipo de Múnich vio como Neuer se rompía la pierna esquiando y, buscando una solución, tiró de ese portero bajito que llevaba ocho temporadas en el Borussia Mönchengladbach, un buen equipo, pero por debajo de su talento.
Y en su paso por el Bayern, las cosas no fueron fáciles. Cuando se marchó de allí, cuando ya estaba en el Inter, disparó contra su exequipo en una entrevista en Blick. "Tuvimos una situación extremadamente salvaje en el Bayern. Despidos, cambios, mucho malestar y temas varios además del deporte. Aprendí cómo funcionan las cosas en el Bayern. Eliges uno o dos jugadores y luego los medios disparan", decía, dejando claro que él había sido una de esas dianas que el club ponía a disposición de los críticos.
Siempre tuvo un hueco en Suiza, eso sí. Los veranos aparecía en los onces helvéticos y a muchos analistas les gustaba lo que veían, un portero con reflejos, muy rápido, que se coloca bien y no parece ponerse nervioso. La nacionalidad, probablemente, tampoco ayudó, si hubiese nacido inglés se hubiesen pegado por él durante años clubes importantes de la Premier.
Sommer no renovó ni nada parecido, en el Bayern tenían otras ideas y desde luego no iba a desplazar cuando volviese a Neuer, una institución para el club. Así que llegó el momento de moverse y se le abrió una posibilidad algo extraña: el Inter.
Fue extraña porque el equipo italiano tenía un portero, Onana, que parecía gustar mucho a todo el mundo. Tanto era así que el United decidió poner 50 millones de euros por él. Una cantidad desmesurada, solo aceptable en la Premier League, por un portero que es mejor con los pies que con las manos.
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Y el Inter, después del estacazo, decidió apostar por el portero bajito. Pensó en él porque salía a cuenta, eran seis millones de euros con un portero que ya por edad no servía para pensar en el futuro, pero que podía hacer la función perfectamente en el presente.
En su primera temporada ganó la liga, su segunda liga más allá de su suiza natal —con el Bayern ganó la Bundesliga— y dejando muy buenas sensaciones. 19 goles en 34 partidos, un buen año. Esta temporada ha sido más complicada, estuvo lesionado y jugó en su lugar Josep Martínez, pero en cuanto se recuperó no hubo ninguna duda: el portero era Sommer. La apuesta del club, la de Inzaghi, por ese portero bajito, ha salido más que a cuenta. Él estará en la final de la Champions.