OPINIÓN

Si quieres convertir la Champions League en Roland Garros, no quieras hacer una gala de los Premios Oscar

El papel del Real Madrid durante el último sorteo de Champions League/Reuters
El papel del Real Madrid durante el último sorteo de Champions League Reuters

Se podía hacer fácil y bien, pero a la UEFA no le gustan esas cosas. Concluida con un notable éxito la primera ronda, ya estaban ahí los veinticuatro equipos colocados por orden, listos para enfrentarse entre sí como si de un cuadro de tenis se tratara. Ocho equipos con su "bye" de primera ronda y el resto, a enfrentarse según su posición. Nada más meritocrático ni más justo. Pero, ay, había que darle una vuelta más y volver a sortear y sortear.

Entiendo que hay dos motivos: el deportivo tiene que ver con no "condenar" a un gran equipo de entrada a enfrentarse a otro gran equipo. De mantener las "cabezas de serie" actuales, al Real Madrid le habría tocado el Manchester City. Ahora, cabía la posibilidad de que le toque el Celtic de Glasgow, aunque finalmente no ha sido así. Lo mismo le ha pasado al Bayern de Munich, pero al revés. Al ordenar a los equipos en parejas, se mantiene un cierto suspense y se mitiga cualquier drama temprano. Lo que se consigue, a cambio, es un follón de narices.

Con todo, creo que hay otro motivo aún más importante: la necesidad de espectáculo. Es una deriva que llevamos viviendo un par de décadas y que cada vez se hace más insoportable. Alguien, en algún momento, pensó que los aficionados no querían solo saber contra qué rival le tocaba jugar a su equipo, sino que quería ver una gala tipo "UEFA, qué hermosa eres". Esta manía, que se ha extendido a todo tipo de sorteo casi en todos los países -lo vivimos incluso para los octavos de final de la Copa del Rey-, hace de estas ceremonias algo lento e innecesario: los nervios de la expectativa se diluyen entre bostezos y la urgencia de que aquello acabe cuanto antes.

Vídeos de ediciones pasadas, montajes apresurados de goles y asistencias, presentación de leyendas de los noventa, largos discursos de altos dirigentes… todo sirve para retrasar lo máximo posible el momento de la verdad, que normalmente se acaba ventilando en muy poco tiempo porque… en fin, es que es un sorteo de ocho eliminatorias, tampoco es ciencia cuántica. El objetivo es mantenerse en pantalla el mayor tiempo posible. Llamar la atención como sea. Así, piensan, se podrá captar a alguien más para la causa, pero ¿a quién? ¿Quién se va a quedar a ver eso por una razón ajena a lo esencial, es decir, a la apertura de las famosas pelotitas?

Cuando todo es espectáculo, nada es espectáculo

El fútbol es un deporte (y un negocio) muy bien pensado. ¿Por qué? Porque es sencillo, es fácil de entender y no suceden tantas cosas como para perderse en algún giro inesperado. No hay ciento cincuenta frenéticas posesiones como en el baloncesto y no hay parones tras cada jugada como en el fútbol americano. Su carácter universal tiene que ver con que encaja en cualquier cultura y cualquier estilo de vida. Si el balón entra, es gol. Si no entra, pues a esperar a la próxima.

Esa sencillez es lo que los aficionados demandamos en cada aspecto de la competición, pero la UEFA no está de acuerdo. La UEFA, supongo, necesita justificar presupuestos y comisiones. Necesita justificar su propia existencia, no ya como organizadora, sino como ente participativo. Que se note quién manda ahí. También necesita, por supuesto, premiar a los afines y castigar a los díscolos. Tener tus cinco minutos de gloria delante de millones de espectadores es algo que cotiza caro y, como en cualquier espectáculo, el que no aparece no existe.

Todo eso, curiosamente, tiene un factor disuasorio en el aficionado más veterano. El que estaba acostumbrado a las ocho copas con pelotas y a que el Eusebio de turno fuera sacando nombres uno a uno. El que, en fin, no tiene tiempo que perder con tanto artificio y tanta hoguera de las vanidades. El que, en resumen, prefiere esperar pacientemente y ver el resultado en su red social favorita o su medio deportivo de elección. No sé a quién han captado con estas estrategias, pero desde luego sé a quién han acabado echando.

Y el problema, ya digo, es que esto no es una cuestión de la UEFA. No es ya que no tenga sentido convertir Roland Garros en los Premios Oscar, es que, por una cuestión de jerarquías, no puede ser que todos los sorteos tengan la misma relevancia o al final acabará por no tenerla ninguno. Se entienden los excesos en las competiciones excesivas, como un campeonato del mundo o una Eurocopa, que se celebran cada cuatro años. Se entienden menos en competiciones anuales con diversas rondas y menos aún en competiciones locales cuyo punto fuerte es precisamente la modestia de sus participantes.

En la tómbola del fútbol

No parece que nada de ello importe. Llegarán los octavos y se repetirá el espectáculo. A mí me molesta lo justo porque no tengo edad ya para molestarme por estas cosas… salvo que afecten a la competición. Es entonces cuando salto contra el artificio. Y aquí no acabo de entender por qué pones dos páginas de factores de desempate para ver quién queda undécimo o decimosegundo… si al final decides que da igual quedar undécimo o decimosegundo si eso te garantiza un poco de "share".

Se suponía que este formato iba a acabar precisamente con la injusticia de los sorteos, pero no hemos podido quitárnoslos de encima. Es una pena. A lo mejor, la UEFA no quería que los periódicos dejaran de hacer sus chistes sobre "bombas" y "bombones" y todo es pura empatía. En fin, no creo. La primera fase ha convencido a (casi) todos y bueno habría sido llevarla hasta sus últimas consecuencias. Si no se han atrevido o simplemente no les parece rentable, ellos sabrán. No habría estado mal que nos hubieran dado un respiro. La vida no puede ser una tómbola todo el rato… y el fútbol, tampoco.