OPINIÓN

Lamine Yamal será el mejor hasta que él quiera

Lamine Yamal será el mejor hasta que él quiera

Lo que se acaba de ver en Montjuïc no es un partido de fútbol. Es otra cosa. Durante 90 minutos que parecieron tres vidas enteras el espectador asistió a lo inaudito. Un equipo de fútbol que a los 30 segundos regalaba un gol en unas semifinales, algo que nunca había sucedido, para, minutos después, encajar otro cuando todavía no entendía qué estaba pasando. El Inter, que venía con 5 goles encajados con una defensa inagrietable, empezó a encadenar ocasiones recibidas sin saber qué hacer, dónde ir. El Barça había destripado la Champions League en 30 minutos haciendo todo aquello que no se hace. Perder antes de haber ganado y ganarlo sin haberlo hecho. La locura tenía su por qué. Lamine Yamal es culer.

El partido lo empezó ganando el Barça 24 horas antes cuando un menor de edad le recordó al FC Barcelona lo que en su día Johan Cruyff: que la autoestima y la valentía fundan la grandeza y es a partir de ellas desde donde se materializa lo que se sueña. El culer, pesimista y tendiente a empequeñecerse ante los ojos de quién le observa, siempre con una queja antes del elogio, vio en Lamine algo que no veía desde Pep en 2008. ¿Para que fingir si tengo la Verdad? A la gente le chocó ver a un adolesente hablar con tanta consciencia de sí mismo porque a esa edad uno no lo puede ver tan claro. No todavía. En su arrogancia no había chulería, sino una realidad inalterable: será el mejor hasta que él quiera serlo. El Inter, equipo forjado en la defensa y la veteranía, lo entendió a golpe de jugadas que quitan el hipo. Lamine era un futbolista que asemejaba a todo un equipo entero.

Flick: "Lamine es un genio". Barça One

El primer tiempo del FC Barcelona es todo lo que Flick podría haber soñado en agosto. Unos minutos en los que los golpes, que sonaban a machetazos, no afectasen lo más mínimo al fútbol suicida de los suyos. El Barça juega como si perder no fuese una opción, ya no por improbable, sino por negación. Si asumes que perder no es algo que exista, nunca lo haces aunque el marcador te contradiga. Flick, como en 1984 de Orwell, ha reinventado el lenguaje para borrar aquello que lastraba al culer, que residía en el fondo del alma, una pena satinada que impedía que el fútbol explotase. Una vez en esa espiral, el Barça siempre juega como si fuera a ganar.

El partido volvió a evidenciar que el siguiente paso será anestesiar el ritmo que parece inalterable. El Barça echó en falta ante el Inter un punto de pausa cuando el rival quería sangre, y eso le forzó a errores y a metros innecesarios que a punto estuvieron de costar caro. Pero sería injusto que fuese eso lo que pesase y no todo lo demás, pues la realidad es que el Inter nunca estuvo tan hundido, incómodo y minimizado como hoy, que incluso con dos goles de ventaja parecieron minúsculos, como si su defensa fuese un prejuicio y no una realidad. Y para el Barça queda la verdad más potente de todas, la única que cuenta. Lamine Yamal juega para ellos.