El Girona planta cara al Liverpool, el mejor equipo de Europa, pero se despide de la Champions

El Girona prácticamente se despidió de la Champions. Si antes del partido sus opciones de clasificarse eran de un 5%, tras la derrota necesita prácticamente de un milagro para pasar. Caerá, pero con honores. Cumpliendo el sueño de su entrenador, que quería enfrentarse al Liverpool por su barrio, y poniendo contra las cuerdas al mejor equipo de toda Europa, minimizándolo y desnaturizándolo durante una hora. Y eso no lo han logrado demasiados equipos. El propio Manchester City, el hermano mayor del conjunto catalán, sufrió lo indecible en Anfield, siendo ampliamente superado por los reds. Que nadie olvide que el Girona apenas está disputando su quinto curso en la élite nacional. Orgullo y cabeza alta entre los futbolistas y una afición que hace unos meses ni podía imaginar algo así.

El Girona perdió, por un penalti accidental cometido por Van de Beek que señaló el VAR, pero dando espectáculo. Con el innegable sello de su entrenador, un Míchel que se doctoró ante los mejores. Es que si algo tiene este equipo, como el Liverpool, es que es un equipo entretenido de ver, divertido a más no poder. Y a pesar de la polémica con el precio, el que haya comprado una entrada se lo habrá pasado de miedo en Montilivi. Además, desde el minuto uno. Ni aclimatación ni treguas ni nada; hostilidades a un lado y el otro desde que pitó el árbitro.

Se arrancaron los reds con un cabezazo de Joe Gomez a saque de esquina de Robertson y con un remate de Darwin que sacó Gazzaniga, el mejor del encuentro hasta que irrumpió Alisson, que regresó al once tras varias semanas de baja. Francés, Miguel Gutiérrez y Bryan Gil, que se plantó solo ante el brasileño, le pusieron a prueba en un cuarto de hora brillante de los de Míchel. Pero el guardameta de Novo Hamburgo lo paró todo.

A todo esto, el encuentro ni mucho menos se había descosido, pues el Girona, pese al caudal ofensivo, trató de no encomendarse del frenesí scouse sabedor que a golpes tendría las de perder; más aun con su nueve, Miovski, lesionado. Danjuma ocupó su sitio. Y es que el Liverpool es el equipo que mejor transita de Europa, y eso es lo que intentó evitar Míchel a toda costa. Lo logró durante los 90 minutos. Tanto es así, que su rival cambió su plan habitual y terminó imponiéndose con una fórmula distinta.

De hecho, los de Arne Slot apenas pudieron correr en un par de ocasiones y, cuando lo hicieron, casi le cuesta un disgusto al vallecano. Suerte de Gazzaniga, que con el pie derecho le negó el 0-1 a Darwin justo antes del entretiempo.

Si alguno pensaba que el descanso enfriaría el encuentro, se equivocaba. Pues empezó con una cabalgada y un disparo de Danjuma que escupió Alisson. Y en la continuación de la acción, Salah, prácticamente desaparecido hasta entonces, cruzó en exceso su disparo. Show time en el césped, mientras arreciaba el frío en las gradas de Montilivi.

En vistas de que no podían transitar, los reds dieron un paso adelante y situaron su defensa prácticamente en el área rival. 'Si no hay espacios para correr, bombardearemos el área', pensaría Slot, a sabiendas que, como dijo Míchel, su equipo domina todo los registros. Y así, entre centros laterales y disparos rechazados por los zagueros gironins, los visitantes provocaron un penalti de Van de Beek sobre Luis Díaz, señalado gracias al VAR, que Salah se ocupó de transformar a la hora de partido.

Echó mano Míchel de dos viejos rockeros para tratar de dar vuelta al asunto: entraron Portu y Stuani, el máximo goleador de la historia de la entidad. Pero ni así. Con el gol, el partido cambió y el Liverpool, amo y señor desde el 0-1, no dio ni media oportunidad a los de Míchel, que salvo sopresa mayúscula dicen adiós a la Champions a falta de dos partidos. Eso sí, con todos los honores y la cabeza bien alta. Y así se lo reconoció el público de Montilivi.