CASO RUBIALES

La cara oculta del juicio del 'Caso Rubiales' cuando las cámaras dejaron de grabar: así fueron los 9 días en los pasillos de la Audiencia Nacional

Todos los detalles, más allá de lo que recogió la señal de streaming de la Audiencia Nacional, de una de las causas más mediáticas de la historia del deporte español.

Luis Rubiales sigue las indicaciones de Olga Tubau a su salida de la Audiencia Nacional. /Burak Akbulut/Anadolu via Getty Images
Luis Rubiales sigue las indicaciones de Olga Tubau a su salida de la Audiencia Nacional. Burak Akbulut/Anadolu via Getty Images
Natalia Torrente

Natalia Torrente

"¿Sala de vistas o sala de prensa?" Es la pregunta que, todos los días de lunes a jueves, pronunciaban los agentes de Policía Nacional de la Audiencia Nacional para gestionar el acceso a los medios durante el juicio del 'Caso Rubiales'. Posiblemente, también, sea la frase más repetida durante los nueve días que duró la vista oral de uno de los juicios más mediáticos de la historia del deporte español que dejó muchos más detalles de lo que recogieron las cámaras del tribunal.

Más de 100 periodistas acreditados asistimos día a día a la sede de la Audiencia Nacional en San Fernando de Henares para contar, de primera mano, todo lo que allí sucedía, repartidos en dos salas de prensa. Por un lado, quienes seguían la sesión por streaming, y otros tantos, en la misma sala de vistas para no perder detalle de lo que no recogiera la señal de Youtube que el tribunal activó para quien, al ser una vista pública, quisiera seguirlo.

Nueve mañanas de sesión en las que el tránsito de ida y vuelta, tanto de periodistas como de letrados, fue continuo. Entradas y salidas, con la acreditación a la vista y con un riguroso control de seguridad. Fuera, un perímetro marcado con cintas y vallas amarillas para señalizar hasta dónde los medios podían acceder para grabar la llegada y partida de acusados y testigos durante estas dos semanas. "Aunque parezca mentira, hemos terminado", dijo José Manuel Clemente Fernández-Prieto, el magistrado del Juzgado Central de lo Penal de la Audiencia Nacional, al terminar la última sesión, para la que se habilitó, de forma extraordinaria, la sala el pasado viernes. Un deseo que muchos de los presentes compartieron cuando se despidió.

Compadreo y complicidad entre los acusados

Entre el control de acceso y la sala de vistas, la sede cuenta con un gran vestíbulo donde se repitió, día a día, el reparto de protagonistas. Por un lado, un numeroso grupo que fue tomando poco a poco el espacio, formado por los acusados —Luis Rubiales, Jorge Vilda, Albert Luque y Rubén Rivera—, sus abogados y alguno de sus acompañantes, como la mujer del que fuera Seleccionador femenino en la RFEF. En la misma zona, pero más apartados, los abogados del despacho Senn, Ferrero Asociados como acusación particular en representación de Jenni Hermoso y Maria José López, abogada de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), que se presentó como acusación particular.

Aunque los primeros días la espera se hizo algo más tensa, durante la segunda semana el grupo de los acusados fue sintiéndose más cómodo, compartiendo conversaciones, bromas, risas e incluso carcajadas que sorprendían a algunos de los que salían y entraban por la importancia de lo que se jugaban: la Fiscal y las acusaciones solicitaban dos años y medio de cárcel para Luis Rubiales por dos presuntos delitos de agresión sexual y coacciones, y año y medio por la última de las faltas para el resto de acusados.

La complicidad entre los abogados de los acusados era tal que hasta Jose Ángel Cabello, un miembro del bufete de abogados Molins Defensa Penal —del que forma parte el abogado de Jorge Vilda, Luis Jordana de Pozas, y de Albert Luque, Jorge Navarro—, asistía permanentemente a Olga Tubau, abogada de Luis Rubiales, que se erigió rápidamente como la lideresa de la defensa. 

El pasado martes, cuando declaró el expresidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), el grupo de acusados salió sonriente. Incluso el propio Luis Rubiales abandonó la sala de vistas mientras caminaba de puntillas, dejando tras de sí una evidente satisfacción por el trabajo bien hecho. Fue el día en el que la Teniente Fiscal y las acusaciones perdieron la oportunidad de que el expresidente respondiera a algunas cuestiones que muchos desde casa o la misma sala de prensa nos hacíamos.

Su salida de la Audiencia Nacional desató la locura. Ante el despiste por el que fuera su taxi, método de transporte que eligió para llegar y marcharse del tribunal durante los nueves días que duró el juicio, Luis Rubiales se distanció de su abogada y cruzó de acera. En ese preciso momento los medios se abalanzaron y, entre caídas y algún golpe fortuito, consiguió entrar en un coche que no era el suyo. En la misma línea que siguió durante su declaración, en un tono más propio de un convento de monjas que del Rubiales que su entorno más directo identifica, declaró y se marchó.

Luis Rubiales abandona la Audiencia Nacional tras prestar declaración y se desata la locura. Relevo

Ambiente distendido y satisfacción, hasta que la prueba pericial corrió peligro

La preocupación llegó dos días después cuando Relevo desveló detalles que podrían hacer caer la prueba pericial clave para que el juez pudiera tener en cuenta su voluntad de pedir permiso a Jenni Hermoso para darle el beso que vio todo el planeta. Los regates de los peritos a la hora de responder las preguntas de la Teniente Fiscal y del propio juez, y la falta de titulación oficial para poder elaborar un informe profesional que un tribunal de estas características pueda tener en cuenta, llevó al Ministerio público a pedir su impugnación. Un día después, este medio publicó que la traductora del perito mintió en sede judicial, asunto que monopolizó los alegatos finales tanto de las acusaciones como de las defensas.

Las conclusiones de las defensas, entonces, centraron su objetivo en evidenciar una "caza mayor", deslizando incluso que la celebración de este juicio y la denuncia de Jenni Hermoso podría esconder un movimiento político con ansias de agitar la opinión pública y una campaña mediática que la propia Olga Tubau, una de las mejores penalistas del país, calificó de "demencial". Que hiciera referencia en su discurso ya suponía cierta inquietud ante lo que el magistrado pueda decidir sobre la única prueba que Luis Rubiales ha podido presentar para demostrar, al menos, que tuvo voluntad de pedir permiso para besar a la jugadora.

Una cobertura internacional: medios de ocho países y un documental en marcha tras el juicio

100 periodistas de 70 medios distintos procedentes de ocho países del mundo cubrieron presencialmente el juicio oral por el 'Caso Rubiales'. Una vista oral que duró nueve sesiones repartidas en dos semanas. Incluso un equipo de una productora británica se desplazó hasta San Fernando de Henares para grabar imágenes para un documental internacional en el que están trabajando.

A todos ellos se fueron sumando medios no acreditados que esperaban en la puerta de la sede de la Audiencia para captar la llegada y salida de los acusados y testigos. El que más expectación causó, además de Luis Rubiales, fue Jorge Vilda, quien con una sorprendente sonrisa llegaba caminando todos los días desde un párking cercano. En su línea de defensa, centrada en desacreditar los testimonios de los testigos, sobre todo de las cinco jugadores de las que fue entrenador, el que fuera Seleccionador iba soltando cada día un mensaje ajeno al juicio para mostrar el gran apoyo que, según él, tienen del mundo del fútbol.

Nueve días con 24 testigos, cuatro acusados, un cruce de reproches entre defensas y acusaciones y una declaración clave, la de Jenni Hermoso. La futbolista, la primera en testificar por lo que sucedió en la final del Mundial de Australia y Nueva Zelanda, acudió con semblante serio, respondió a las preguntas de todas las partes. En la misma línea de lo que explicó ante el ministerio Fiscal y en la fase de Instrucción: "No me esperaba el beso. Sentí que me estaba besando mi jefe y que no debía hacerlo". Además, la jugadora plantó cara a Olga Tubau, abogada de Luis Rubiales: "No tengo que estar llorando ni estar sentada en el último asiento. Cómo esté no quita lo que yo siento y no tengo que estar llorando en una habitación para dar a entender que eso no me gustó", aseveró. Ahora es el turno del magistrado, que deberá decidir sine die sobre el veredicto final, aunque la sentencia se espera, aproximadamente, en las dos últimas semanas.