PERIODISMO | DON BALÓN

Los años dorados de Don Balón, la revista que dirigió Mercedes Milá y murió por una estafa millonaria a Luis del Olmo

El semanario deportivo, que en su época de esplendor practicaba un periodismo único, se publicó desde 1975 hasta 2011, 36 años que le mantienen como una cabecera de culto.

Ejemplares de Don Balón./
Ejemplares de Don Balón.
Sergio V. Jodar

Sergio V. Jodar

El grupo de WhatsApp de Don Balón se reactivó a partir de este reportaje. Lo forman 18 extrabajadores de la mítica revista, algunos más de los que había en la redacción, situada en un piso del pleno centro de Barcelona. En el grupo hay periodistas de diferentes épocas de la cabecera: de los boyantes 80 y 90, de los decadentes primeros 2000 e incluso los que vivieron el abrupto y truculento final en septiembre de 2011. El semanario, nacido en 1975, todavía hoy es un tesoro coleccionista por su periodismo cercano en tiempos en los que no había internet.

El primer número de Don Balón vio la luz el 7 de octubre de 1975 y costaba 40 pesetas. Sus primeros editores fueron José María García y Josep Maria Casanovas. Otra ilustre periodista, Mercedes Milá, se convirtió en directora poco después de la fundación. Pero pronto, en 1977, llegó la primera polémica de la cabecera. Después de una expulsión de Johan Cruyff en un partido en el que además hubo invasión de campo y agresión al árbitro, Don Balón publicó una portada titulada "La semana de la Cruycifixión", ilustrada con un fotomontaje de la cara de Cruyff sobrepuesta en el Cristo de Velázquez. La portada generó revuelo en la España católica, y terminó con una rectificación de la revista y la dimisión de José María García. Antes de llegar a los 80, Rogelio Rengel, gestor y asesor, decidió comprar la cabecera ante la época de inestabilidad. Rengel, de la alta burguesía catalana, figuró como director en alguna etapa, pero enseguida se hizo con el paquete accionarial y se convirtió en el editor, un puesto que mantendría hasta el final del semanario, muchos años después.

La vida de Don Balón, como si de una persona se tratara, no se gestó en una redacción, sino en un piso. Concretamente, el inmueble, un típico domicilio antiguo de l'Eixample, estaba en el número 435 de la Avenida Diagonal, entre las céntricas calles de Aribau y Muntaner. Tenía los techos altos y puertas de tres metros. Quienes trabajaban allí recuerdan que en invierno costaba que se calentara, y sobre todo el olor a papel. La vivienda, de 100 metros cuadrados, daba de sobra para las hasta 15 personas que podían llegar a coincidir. Nada más entrar, a la izquierda estaba la sala de juntas, donde los martes se hacía la reunión semanal. También a mano izquierda estaba la sala donde trabajaba la mujer de Rogelio Rengel junto a su secretaria. Después de la cocina, un largo pasillo desembocaba en la redacción clásica de papel, que en realidad era el comedor de la casa. Antes de llegar, a mitad del pasillo, a la izquierda estaba el archivo fotográfico, y a la derecha maquetación y diseño. En uno de los armarios del piso había trajes de Papá Noel.

Las décadas de 1980 y 1990, Don Balón se sitúo como una referencia en el periodismo deportivo, lo que vino acompañado de tiempos de bonanza económica. La revista gozaba de mucho prestigio porque formaba parte de la European Sports Magazines, que englobaba otras grandes publicaciones europeas, y concedía premios internacionales como la Bota de Oro. Además, aparte de la publicación semanal, ofrecía ediciones periódicas, antes o después de las competiciones: los Extra. El ejemplo más exitoso fue el Extra Liga, que reunía información de los equipos cuando aún no existía la Guía Marca. Además, Don Balón organizaba galas en las que se entregaba diferentes premios a futbolistas. Incluso puso en marcha unos premios literarios.

Periodismo de otra época

"Era un periodismo muy futbolero, no queríamos generar polémicas y profundizábamos mucho en los temas", asegura a Relevo Juan Pedro Martínez, actual director de Panini y miembro de Don Balón entre los años 1987 y 2001, los últimos diez como director. Era un contenido que hoy, en tiempos de bunkerización de los clubes y de redes sociales, parece impensable. "Destacaba sobre todo la cobertura internacional, porque en esos tiempos no había internet", explica Ferran Correas, que estuvo nueve años allí, entre 1991 y 2000. Ambos destacan la nutrida red de corresponsales que tenía Don Balón en todo el mundo, además de la cobertura de Mundiales, Eurocopas y los desplazamientos para hacer entrevista. "Estuve una semana en Italia y entrevisté a Ronaldo, Albertini, Simeone, Zidane y Del Piero. Luego me fui a Londres y lo mismo con Albert Ferrer, Overmars, Poyet…", cuenta Correas, actualmente en Sport.

Según Juan Pedro Martínez, esa inversión económica era posible gracias al volumen de ventas que reflejaba la Oficina de Justificación de la Difusión (OJD). "A mediados de los 90 batimos récord de venta con 36.000 ejemplares, y la media estaba alrededor de unas 20.000 o 25.000 copias por número, y los Extra llegaban a las 150.000 ventas", cuenta el exdirector. "Yo cubría Mundiales y Eurocopas y muchos periodistas tenían el Extra del Mundial, y el de la Liga se leía muchísimo", confirma Correas.

Una muestra del prestigio de Don Balón eran sus famosas portadas con grandes futbolistas disfrazados de Papa Noel. Pelé, Maradona, Prosinecki, Zamorano, Messi… Los futbolistas aceptaban con gusto la curiosa sesión. "Se lo decías al jugador o al jefe de prensa y no había que suplicar mucho, si ibas de Don Balón tenías al futbolista que quisieras", afirma Carlos Mira, fotógrafo de la revista entre 1989 y 2002.

Otro termómetro para calibrar el caché de la cabecera de Rogelio Rengel eran las famosas galas de Don Balón, donde se premiaba a deportistas y a escritores. "Trascendían más allá de lo futbolístico y estábamos todos involucrados porque eran del gusto de Rogelio Rengel, en la revista no se escatimaba en gastos, pero en las galas se gastaba mucho dinero", explica Juan Pedro Martínez. Las galas se hacían en el Hotel Ritz, e incluso algunos de los asistentes, entre los que había grandes estrellas, políticos y otros personajes influyentes, se quedaban a dormir.

El evento implicaba a todo el equipo de Don Balón, y las funciones podían ir desde pasar el día en Barcelona con Platini, gestionar una avioneta que trajera a Matthaus o ir a buscar a Zidane, tal y como cuenta Ferran Correas: "Eso fue para una gala especial, la número 1.000. Se celebró en el Juan Carlos I, fue por todo lo alto. Yo cogí un avión privado para ir a buscar a Zidane a Turín, me vine con él en el avión y lo entrevisté, asistió a la gala, lo volví a acompañar a Turín y me volví yo solo en el avión privado". "Las galas eran la fiesta máxima", refuerza Mira, que recuerda otros ejemplos de excesos económicos, como una visita al Louvre y una comida en París, y un viaje a Londres de varios días sufragado por la empresa. A nadie le extrañaba el nivel de vida porque Don Balón era lo máximo. Hasta que dejó de serlo.

Los 2000, el inicio del declive

El cambio de milenio conllevó otros cambios en Don Balón. El más importante, de plantilla, por una maniobra del hijo de Rogelio Rengel, que se llamaba igual que su padre, tal y como explica Ferran Correas, uno de los que salió: "Hasta ese entonces teníamos horario flexible, al ser una revista no diaria, y los domingos trabajábamos por rotación. Rogelio hijo empezó a tener más mando y en el 2000 nos exigió trabajar los domingos y cambiar a unos horarios muy criminales". Correas cuenta que unos seis o siete redactores se fueron prácticamente ese mismo día, aunque sospecha que se hizo como anzuelo para que algunos veteranos, con sueldos aceptables, se marcharan de la empresa. Los tiempos boyantes empezaban a terminarse, en parte porque la Guía Marca, en circulación desde 1995, ya era una competencia directa de los Extra.

Rafa Jiménez vivió ese cambio profundo de la plantilla, ya que él había entrado en 1999. "Apostaron por gente joven, también porque los sueldos no eran para tirar cohetes, con la marcha de la vieja guardia nos quedamos una generación que prácticamente acabábamos de salir de la facultad", detalla Jiménez. Xavier Ensenyat, Jose Devesa, José Óscar Plaza y Francisco Cabezas, actual jefe de deportes de El Periódico, entraron en esa época en la que empezó la decadencia. La competencia y la obligada modernización por los nuevos tiempos pudieron estar entre los motivos periodísticos del declive, que se notó en los sueldos y hasta en los lotes de Navidad. De una bolsa llena de embutidos, turrones y vino, se pasó a un jamón.

Hubo intentos de digitalizar la revista. Francisco Cabezas se encargaba de sacar adelante una "prehistórica" página web, cargando fotografías de futbolistas y piezas de archivo para nutrirla. También José Óscar Plaza, que reconoce que enseguida vieron que no podían competir con otros medios. "Faltaban recursos, medios, y, siendo honestos, capacidad nuestra porque la mayoría no llegábamos ni a los 30 años", asume el actual profesor del grado de Periodismo de la Universitat Pompeu Fabra.

El declive complicó la confección de la revista y prácticamente todos los redactores recuerdan que tenían que llegar a las 12 páginas. "Era una norma de una cadena de montaje, hasta te las contaban", rememora César Sánchez. Eso hacía que se primara más la cantidad que la calidad, por lo que el producto era peor que el de años anteriores. Aun así, más allá de la competencia y los motivos editoriales, los últimos años de Don Balón no se entienden sin la figura de Rogelio Rengel y toda su familia.

"Era una figura paternalista, que se vio rodeado de 'niños' nuevos y quería demostrar quién mandaba"

Francisco Cabezas Exredactor de Don Balón

Patriarca. Padrino. Inimitable. Imprevisible. Particular. Único. Esas son algunas de las palabras con la que sus exempleados definen al editor de Don Balón, al que recuerdan los martes en la reunión semanal fumando Ducados con una camisa en la que llevaba bordadas sus iniciales, R. R. "Me fui de viaje de novios a Italia y cuando le dije que iba a pasar por Sicilia, me contestó que pasara por Corleone a saludar a su familia, tenía esos brillantes golpes ocultos", asegura Plaza, quien guarda un buen recuerdo de él porque dio trabajo a mucha gente. La mayoría coincide en que no pegaba muchas broncas, aunque algunos como César Sánchez si explican una anécdota que muestra su carácter: "Un día estaba trabajando y el teléfono no paraba de sonar, lo descolgué para concentrarme y me cayó una buena bronca que hasta me hizo una carta con una falta. Por Navidad, me la entregó de vuelta, queriéndome decir que me perdonaba. Jugaba mucho con esa moral católica de la culpa".

Rodeado en la redacción por su mujer, a la que se podía escuchar pidiendo hora para la peluquería, y por sus dos hijos en algunos momentos, el ambiente era hasta cierto punto familiar. "Era una figura paternalista, que en esa época se vio rodeado de 'niños' nuevos y quería demostrar quién mandaba", apunta Cabezas, que cree que, más que un problema de modernización, el final de Don Balón se debió más a una forma de dirigir la empresa, al puro estilo Jesús Gil en el fútbol de aquella época. "Por un lado era una relación déspota, pero por otro lado te quería hacer sentir parte de su familia"" apostilla Devesa. Carlos Mira, que ya no estuvo en la época de decadencia, asegura que le trataron "como a un hijo". Algunos aseguran haber visto pagos en sobres, pero ningún periodista reconoce haberlos recibido.

Pese al empeoramiento de salud de la revista, Don Balón continuó unos cuantos años más, en parte porque, tal y como aseguran algunos exredactores, la cabecera era la tarjeta de visita de la familia Rengel para seguir relacionándose con el Comité Olímpico Internacional o la Federación Española de Fútbol. Era una cuestión de modus viviendi social. No obstante, las condiciones salariales y la calidad de la revista siguieron cayendo en picado. Las dudas sobre la viabilidad, en cambio, aumentaban. "Nos preguntábamos cómo podía ser que sobreviviera al lado de la prensa diaria, vendiendo tan poco y con tan poca publicidad", sentencia Xavi Ensenyat. "La época de prestigio había terminado y daba la sensación de que no cuadraban los números", apostilla Rafa Jiménez. Las figuras de director y subdirector empezaron a ser irrelevantes, y Rengel era quien de verdad dirigía la revista. "Además se cayó mucho en Barça y Madrid, que se dijo que era lo que vendía, pero ya hicimos algo parecido a lo que hacían el resto", remata Jose Devesa. Y todos de nuevo coinciden en que nadie se sorprendió del final, pero tampoco se imaginaban que podía pasar lo que pasó.

Una estafa a Luis del Olmo que finiquitó Don Balón

"En septiembre de 2011 no nos ingresaron una paga extra de verano, y eso fue una pista porque siempre pagaban cuando tocaba", narra César Sánchez, y continúa: "Quique del Olmo, hijo de Luis Olmo, que llevaba trabajando muchos años con nosotros de fotoperiodista, nos habló de una estafa de Rogelio Rengel a su padre y nos dijo que Don Balón no iba a salir más, y así fue". Pocos días después se hizo público que Rogelio Rengel, amigo desde hace años y encargado de gestionar el patrimonio de Luis del Olmo al menos desde 2005, había efectuado un desvío de fondos desde varias cuentas, una de ellas del reconocido periodista. Finalmente, fue condenado a 10 años y medio de prisión y a devolver los más de 14 millones de euros que la justicia probó que había estafado. Realizó las ilegales maniobras a través de su gestoría, ASTEYA, nombre que corresponde al tercer fundamento de la filosofía del yoga y que se traduce como 'no robar'.

Rogelio Rengel reconoció que utilizó el dinero, aunque no para uso personal, sino para salvar Don Balón. Algunos de sus exredactores creen que fue así: una estafa piramidal para sufragar Don Balón y tener influencia, pero duda de que se lucrara a nivel personal. Otros, en cambio, ven imposible que se gastara 14 millones de euros en la cabecera, y apuntan a los múltiples vicios que se le atribuían al gestor. Lo cierto es que el caso, por lo truculento y también lo mediático de Luis del Olmo, copó los programas de televisión de la época, aunque los verdaderos protagonistas fueron los trabajadores. Roger Xuriach, cofundador y coordinador de la Revista Panenka, vivió esos últimos días tras cinco años en Don Balón. "La mujer y los hijos nos reunieron y nos dijeron que ellos no sabían nada, nos quisieron hacer firmar un contrato procedente para pagar lo mínimo, pero nos negamos y nos fuimos a juicio y al final cobramos el finiquito del Fondo de Garantía Salarial, es decir, del Estado", relata Xuriach. "Una docena de familias nos quedamos en la calle con una mano delante y otra mano detrás, fueron días muy difíciles", acompaña Ensenyat.

Rogelio Rengel murió en 2020, cuando aún cumplía pena por sus delitos, aunque algunas fuentes aseguran a este medio que no murió en la cárcel. Debido a un estado de salud delicado, Rengel fue desplazado a una Unidad de Custodia Hospitalaria, recintos especiales de seguridad ubicados en hospitales públicos extrapenitenciarios. Incluso algunos exmiembros de Don Balón intentaron ir a visitarle, pero ya no llegaron a tiempo.

Este y otros episodios de la historia de la cabecera, que rozan la leyenda, han aumentado el interés vintage por una revista de culto. "Tengo el último Extra veraniego de Don Balón, fue para la Copa América de 2011", presume Jesús Núñez, coleccionista futbolístico. Núñez, que tiene una colección de unos 500 ejemplares, está intentando completar todos los números que van de abril de 1986 a junio de 1999. La gran mayoría de los ejemplares que tiene en casa son comprados en el momento, una costumbre que inició cuando solo tenía seis años. Sobre el valor de la cabecera en la época, Núñez sostiene: "No existía internet, y Don Balón te abría a ligas extranjeras, te permitía conocer a los rivales de España jugador por jugador… Nos permitió llegar a cualquier lugar del mundo". En un momento en el que lo vintage en el fútbol está más demandado, Núñez cifra el precio en el mercado de segunda mano de un ejemplar de Don Balón entre los 5 euros y los 25 euros, aunque hay números que pueden alcanzar los 200.

Don Balón, la primera experiencia de muchos periodistas deportivos

Ese coleccionismo es una de las formas que tiene ahora Don Balón para seguir en el recuerdo. También la de todos los redactores que trabajaron allí. Algunos de ellos siguen ejerciendo mientras que otros se alejaron del periodismo deportivo tras esa experiencia. Aparte de los aquí mencionados, también estuvieron Miguel Rico, Quique Guasch, Julián Gómez, Joan Vehils, Carlos de Andrés, Fabián Ortiz, Sergi Mas y muchos otros. Algunos también recuerdan que Don Balón tuvo cierta relación con los primeros pasos de Revista Panenka. Roger Xuriach, que estuvo entre los que cocinaron el número cero, no tenía pensado dejar Don Balón, pero con el cierre todo cambió. "No sé lo que habría pasado si hubiera seguido Don Balón, pero es obvio que mi implicación emocional con Panenka aumentó cuando también se convirtió en necesidad económica", reconoce Xuriach.

También apunta que Aitor Lagunas, ideólogo de la Revista Panenka, era corresponsal de Don Balón, y sumó al proyecto a César Sánchez, al propio Roger Xuriach, y también a Àlex López y Jordi Domínguez, que estuvieron en Don Balón y empujaron el nacimiento de Panenka. En lo que desde luego coinciden es que la actual Don Balón, representada por una web y una cuenta en X, no es la herencia justa. "Abominación" o "prensa rosa" es como catalogan al producto heredero, que nació en 2015. Algunas fuentes apuntan a que la gestión corresponde a Rogelio "Júnior". Así llaman al hijo del editor fallecido.

Don Balón marcó a los lectores y también a todos los que estaban allí. Los que vivieron las épocas buenas solo tienen recuerdos positivos. Otros aún sueñan que trabajan en la redacción de la Avenida Diagonal de forma recurrente. La mayoría tienen un recuerdo contradictorio, una mezcla de buenas y malas sensaciones endulzadas por la nostalgia y la idealización de un primer trabajo. Sí que tienen claro que el final no hizo justicia. "El prestigio de Don Balón no merecía este triste epílogo", resume Xavi Ensenyat. También destacan que aquel piso fue una escuela de periodismo y sobre todo se alegran de haber coincidido con quienes hoy comparten grupo de WhatsApp. Este reportaje quizás sirve de acicate para que se reencuentren y expliquen las muchas batallitas que escucharon aquellas paredes.