La bacteria invisible que obliga al 'Pichichi' Joselu Moreno a decir adiós: "Ya no me da para más"
El delantero, ex de Granada, Lugo o Villarreal, considera "prácticamente imposible" volver a jugar a sus 32 años.
Joselu Moreno (32 años) se enfrenta desde hace semanas al escenario más difícil de la vida: asumir que algo se apaga. El onubense ha sido, durante la última década, uno de los delanteros más temidos de Segunda, con pasos exitosos por Recreativo, Mallorca, Granada, Oviedo o Lugo (allí logró el Pichichi de la categoría en la 16/17) y de menos brillo en Córdoba o Tenerife. Ahora, cuando debería estar en el punto álgido de su carrera, el camino del canterano del Villarreal parece llegar a su fin por culpa de una bacteria invisible con efectos irreversibles.
Su encuentro con Relevo en Huelva, a unos 25 kilómetros del pueblo (Cartaya) donde reside, es su ventana elegida para romper su silencio y desvelar el calvario que atraviesa desde su fatídica operación de cruzado. "Estoy en un momento un poco atípico a nivel personal. Todo el mundo me pregunta que por qué no juego, que por qué rechacé ofertas en verano... y creo que ha llegado el momento de poder explicarlo", expone. Desde que terminó su segundo paso por el Lugo (el 30 de junio) está sin equipo y puede que jamás vuelva a sentir la adrenalina de un vestuario. Su historia clínica ablanda e impresiona.
"Ahora mismo, a mis 32 años, es prácticamente imposible recuperarme. En Lugo empecé a notar que tenía problemas en la rodilla, que perdía fuerza y velocidad. Sin esas cualidades, yo soy un cero a la izquierda. Un día, entrenando, me di cuenta de que la gente me pasaba por encima: en los partidos cortos, en las carreras… Pedí que me hiciesen pruebas, pero no salía nada". Una visita a la clínica del prestigioso doctor Ripoll, en Madrid, le abrió los ojos y le dejó en la lona: "Me dijo, sin hacerme resonancia, que tenía el ligamento cruzado roto. Me quedé en shock. Acudí al doctor Cota (exmédico de la Selección) y corroboró el mismo diagnóstico. Fue un palo".
El consejo, por supuesto, pasaba por la operación inmediata. Y allí sucedió lo peor. "Después de intentar recuperarme, de parar los meses que tenía que parar, nunca he estado cuatro días bien. Se me hinchaba la rodilla, se me inflamaba, se creaba líquido, me dolía… No entendía nada". Nadie daba con el diagnóstico: "Los doctores me decían que tenía una sinovitis reactiva, que había rodillas que eran como una 'mosca porculera', que no paraban de dar por saco, y que la mía era así. Me entrenaba tres días, tenía que parar dos… y esa dinámica se convirtió en un bucle. Yo decía: 'Hay que buscar una solución, porque esto no es normal'. Pero me hacían resonancias y todo estaba bien: el cruzado bien, los meniscos bien... No salía nada. Solicité un cultivo y ahí apareció mi gran enemiga: una bacteria".
Durante su paso por el quirófano para solucionar el problema de cruzado, un microorganismo imperceptible se adueñó de la rodilla de Joselu, un caso similar al que puede terminar con el camino del jovencísimo Marc Cucalón (juvenil de 18 años del Real Madrid) o que provocó la retirada temprana del exgroguet Bruno Soriano. "Varios compañeros me han dicho que se coge en quirófano y que es inevitable. En mi caso, he tenido la mala fortuna de pillarla y de no curarla; ha afectado mucho a los huesos y a las articulaciones", lamenta. Y, aunque se resista a colgar las botas, volver a jugar parece casi una utopía: "Este verano me volvieron a operar y me hicieron una limpieza. Estuve un mes ingresado en el hospital, con antibióticos intravenosos. Fue realmente duro. Pensábamos que la bacteria ya se había eliminado, pero, intentando recuperarme en Huelva y entrenándome, la rodilla se me volvía a hinchar, la notaba inestable. Al parecer, la bacteria ha dañado todo lo que me pusieron nuevo, los huesos y los ligamentos, y seguramente tenga que volver a entrar en quirófano".
El golpe psicológico
Joselu, de profesión goleador, lo ha "pasado mal". "A día de hoy no estoy recuperado mentalmente. Esperaba seguir jugando al fútbol, disfrutando de este deporte. Da un poco de nostalgia echar la mirada atrás, ver todo lo que he conseguido y estar ahora así...". Los fines de semana son su particular condena: "Ahí es cuando veo los partidos y a mis compañeros jugar. Me gustaría experimentar de nuevo esa sensación, he hecho lo posible y lo imposible, pero ya no me da para más".
Por suerte o por desgracia, Joselu encuentra amigos y conocidos cada vez que enciende la televisión. Casi 400 partidos, 100 goles y ocho clubes entre Primera y Segunda han dado para mucho. La emoción se apodera de sus ojos al hablar de los comienzos. "Yo siempre jugué en el equipo de mi pueblo, el Cartaya, pero un año me firmó el Recre e hice un Campeonato de Andalucía impresionante. Ahí me llamaron varios equipos; el Barça, el Sevilla, el Espanyol... Pero el primero que se fijó y el que más apostó por mí fue el Villarreal". Con el Submarino vivió momentos inolvidables, como su debut en Champions como titular contra todo un Manchester City.
"Fue uno de los momentos más felices. No se me olvidará nunca: ese día nos concentraron a comer, después dormimos la siesta y el partido era a las 20:45. ¡Fui al baño 16 veces contadas de lo nervioso que estaba!", cuenta entre risas. Había pasado del Villarreal C al B y de ahí a la Champions en sólo unos meses. Volvió a tener minutos en Múnich (17') y contra el Nápoles (12') y se asentó en el primer equipo. Después se cansó y metió "la pata". "Yo lo que quería era jugar, y en los últimos tres meses no tuve minutos. Me estaban cortando un poquito la progresión. Pedí salir cedido al Córdoba y cometí un error".
Allí, en la ciudad donde conoció a su mujer, no le fue del todo bien. "Se inventaban que no rendía porque salía por las noches; era mentira. Eso me dolió y me tocó las narices. Me arrepiento de haber ido allí y de no haber cumplido las expectativas que pusieron en mí, pero siempre dije que me gustaría haber vuelto para devolver el cariño y la apuesta que hicieron". En el Recre, en casa, disfrutó en medio del caos: "Estuve muy contento, muy feliz, pero me tiré un año sin cobrar. Nos teníamos que duchar en casa porque no había agua caliente, el autobús se estropeaba cada dos por tres, los balones estaban desinflados… Yo no tenía dinero ahorrado como para seguir viviendo y me tuve que ir".
Después de un paso efímero y de buen recuerdo por Mallorca, el killer encontró su lugar en el norte. "Me salió la opción de fichar por el Lugo. Comparaba Lugo con Mallorca, a nivel de ciudad y de club, y era como comparar a un mayor con un menor, una diferencia abismal. Pero me salió todo". En su segunda temporada en el Anxo Carro, bajo las órdenes de Luis César, marcó 23 goles y se llevó el Pichichi por delante de Roger Martí (22), Ángel Rodríguez (21) o Jorge Molina (20).
"La clave de mi mejoría fue ver que mi trayectoria iba para abajo, necesitaba un año así. Hacíamos un fútbol muy ofensivo, con dos mediapuntas y bandas que centraban; era muy feliz fuera del fútbol... Estaba en mi máximo nivel". En ese momento, con 26 años, le llovieron las ofertas. Su elección para acercarse a Primera fue el Granada. "Acerté al irme allí. Me llevé dos años en Lugo sin parar de llover, tenía muchas ganas de volver a Andalucía. El proyecto era para subir, pagaban muy bien, me hicieron un contrato de cuatro temporadas… No me arrepiento, para nada". Las expectativas, sin embargo, tampoco se cumplieron.
"Empecé muy bien, pero tuve un problema personal con mi mujer y creo que ahí se me fue un poco la cabeza. Trasladé a mi trabajo lo que me pasó en mi vida personal, y lo acabé pagando. Oltra (el entrenador) y me apoyó mucho, como todos mis compañeros. Tuve una mala cabeza, tomé una una mala decisión y hoy en día me arrepiento". Su mal final de temporada provocó que el Granada le buscase una salida, en calidad de cedido, a Oviedo... justo cuando los nazaríes consiguieron el ascenso.
"Ese hubiera sido mi año. Diego Martínez contaba conmigo, pero se sobrepasaba el límite salarial. En Oviedo repetí lo mismo de casi siempre: el primer año bien, el segundo mal". En Asturias descubrió la crueldad de las redes. "Oviedo para lo bueno era muy bueno, pero cuando son malos… Hay gente daniña. Yo ya iba con la rodilla un poco maltrecha y con mucha presión, porque llegué allí como un fichaje estrella, y eso me pudo un poco. Venía de la separación de mi mujer y también lo pagué. Mentalmente no estaba bien, no me salieron las cosas como esperaba. Esperaba triunfar y devolver al club a Primera, pero no me marché bien con algunas personas de allí".
No parece casualidad que fuese en Lugo, ciudad de menos presión y público más amable, donde encontrase su mejor versión. "Eso se nota muchísimo. Lugo es una ciudad ideal para explotar: apenas tienes presión, vas por la calle y no te dicen nada, si pierdes un partido no pasa nada, a nivel de club no te exigen tanto… y el futbolista rinde mucho mejor. Luego vas a ciudades como Granada u Oviedo, pierdes un partido y apenas puedes salir a la calle, escuchas el murmullo del estadio, los pitos, te insultan, te dicen cosas… Mentalmente, todo eso te afecta. He tenido compañeros que salían al campo y les temblaban las piernas. Les podía la presión".
Tenerife y un último baile en Lugo fueron sus últimas estaciones. En la ciudad gallega, donde besó el cielo, pudo haber cerrado su trayectoria por todo lo bajo: un descenso. Él pudo hacer poco por evitarlo. "La temporada pasada fue muy dura. Estaba en el vestuario e intentaba ayudar, pero no podía. Sentía la impotencia de saber que hacía falta, que el presidente y Pita (director deportivo) hicieron un esfuerzo por mí y me dieron la oportunidad, pero no podía". En junio, al terminar su contrato, rechazó ofertas de Primera Federación por sus dudas con la rodilla. El paso de las semanas le ha dejado claro que su futuro quizá tenga que pasar por otro lado.
"Ahora estoy estudiando para el Nivel 3 de entrenador. En Geografía, cuando tenemos que seleccionar provincias y mientras hago mis resúmenes, digo: 'Mira, en Granada he jugado; en Palma he jugado; en Tenerife, en Granada, en Lugo, en Oviedo...'. He estado en muy buenos equipos y he tenido una trayectoria preciosa. La he disfrutado muchísimo". Él, pese al dolor, sabe que "hay vida más allá del fútbol": "Llegados a ese punto, no puedo hacer más. Sólo dar las gracias: he sido un afortunado".