Rubén Baraja, hijo de Benítez y sobrino de Sacchi, Cúper, Ranieri, Emery... "ya era un pesado como jugador y llevaba un entrenador dentro"
Marchena, compañero de vestuario como futbolista y técnico, asegura que el 'Pipo' ha aprendido de todos sus maestros y el 'baby Valencia' está hecho a su imagen y semejanza.
Sucede casi cada semana por todos los estadios de LaLiga de Javier Tebas, pero no por ello cada caso deja de tener su punto de interés siempre bañado de nostalgia. Este domingo le toca a un rojiblanco confeso, Rubén Baraja, enfrentarse a su pasado 'colchonero' con un murciélago en la solapa de su chaqueta-chándal. Ya la temporada pasada, en plena campaña por salvar al Valencia del descenso, visitó el Metropolitano y se llevó tres presentando poca batalla. Este curso se tomó cumplida revancha en la jornada quinta del Campeonato. Su 'baby Valencia' dio un buen revolcón al Atlético de Simeone y le devolvió el resultado (3-0) también antes de cumplirse la hora de partido.
Tercer asalto en ciernes. Si Rubén Baraja no hubiera salido entrenador y, parece, que puede llegar a ser de los buenos, nunca podría culpar de su fracaso al prójimo representado en sus múltiples profesores de prestigio. Se tendría que haber flagelado a si mismo por su poca atención, o mínima aplicación, en su etapa de futbolista. Pocos jugadores pueden alardear de haber estado a las órdenes de técnicos tan notorios y acreditados, cada uno con su librillo futbolístico. O salía directo y lanzado de cabeza a un banquillo o se dedicaba a jugar a las quinielas, la lotería o juegos menores. No le quedaba más remedio que ser lo que es. Ahora, en su segunda temporada como técnico valencianista, si analizas con un poco de interés a su 'baby' equipo, te topas con todas sus raíces en las narices. Su Valencia es hijo común de todos sus entrenadores.
Cómo no vas a pelear en la segunda década del siglo XXI por un banquillo en la élite si en tu pasado de futbolista has formado parte de las pizarras de Felipe Mesones, Víctor Espárrago, Rafa Benítez, primera etapa, y Cantatore en el Valladolid (1993-96). O, en el Atlético, ser uno más de las tácticas de Arrigo Sacchi, Radomir Antic, dos periodos, o Ranieri (98-2000). O ya, definitivamente en su ciclo del Valencia, ser testigo de las charlas de Héctor Cúper (2000-01); Rafa Benítez (2001-04) por segunda vez; Ranieri (2004-05); Quique Sánchez Flores (2005-07) con un guiño corto en el tiempo a Koeman; y, por último, empaparse de un Unai Emery ya emergente (2008-10). Sin olvidar, tampoco, que en su etapa en la Selección escuchó atentamente las consignas de José Antonio Camacho, Iñaki Sáez y Luis Aragonés que le ofrecieron su confianza para que pudiera llegar a sumar 43 partidos internacionales con un Mundial (2002) y una Eurocopa (2004) por el camino.
De tercero a líder en 13 años
Su experiencia como técnico comenzó un año después de colgar las botas mientras ultimaba su titulación como entrenador con plenos poderes. Junio de 2011 como ayudante de Gregorio Manzano en el Atlético junto a Juan Vizcaíno. Tercero de a bordo. Justo en los meses previos previos de la llegada de Simeone en diciembre. Rubén veía los partidos desde la grada y, en el descanso, intercambiaba impresiones en el vestuario con el primer y el segundo entrenador. Manzano siempre ponderó sus impresiones.
"Veía el fútbol bien. Nos daba rápido sus opiniones. Eran sus primeros pasos como técnico, pero se veía que le tiraba la profesión. Era una persona 'castellana', reservada. Observaba, analizaba y cuando le pedías la opinión te la daba con criterio y jerarquía". Baraja compartía representante, Manolo García Quilón, con Manzano. Y el padrino de la cuadra ya confiaba mucho en el futuro de Rubén como entrenador. "Siempre me preguntaba cómo le veía, si podría llegar lejos, y mi respuesta siempre fue afirmativa. Era claro que estaba capacitado y ahora vemos donde está. No me equivoqué", sentencia el técnico jienense.
Simplemente, con haber memorizado y saber aplicar ahora en la práctica diez conceptos aprendidos de todos y cada uno de estos maestros, Rubén Baraja podría atreverse a pedir partido al mismísimo Pep Guardiola. Los que han seguido más de cerca su ya consistente trayectoria en los banquillos coinciden en que club a club defiende y perfecciona su método: Elche, Rayo, Sporting, Tenerife y Zaragoza. Todos en Segunda hasta llegar la temporada pasada a Mestalla con un cargamento de salvavidas.
Mano con los jóvenes
Rafa Benítez es su fuente de inspiración suprema, aunque Sacchi, Cúper y Emery también le marcaron, sobre todo en determinados conceptos defensivos y fulgurantes salidas al contraataque. Todo, además, tiene su nexo de unión. Pipo se miraba en el espejo de Rafa y Rafa se fue de viaje de novios a Milán a ver los entrenamientos de Sacchi en Milanello. De todos fue aprendiendo algo que ahora pone en la práctica. Doblar los laterales cuando el equipo se pone por delante en el marcador y toca repliegue, era muy de Cúper con Gerardo por delante indistintamente de Angloma o Carboni, o de Benítez con Angloma por delante de Curro Torres y Fabio Aurelio de Carboni.
A Rubén Baraja sacarle tácticamente del 1-4-4-2 es complicado, pero si tiene que pasar, sucede. Como esta misma temporada en la que las circunstancias le hicieron recuperar del olvido a Guillamón para formar pareja de mediocentro con Pepelu. Ese puesto era de Javi Guerra, pero cuando el chaval se recuperó de su lesión, prefirió modificar la pizarra antes de sentar a ninguno de los dos. Ahora lo normal es que Pepelu, Guillamón y Javi Guerra jueguen juntos en el Metroplitano contra Atlético y la pizarra se ajuste más al 1-4-3-1.
Carlos Marchena llegó la temporada pasada al banquillo del Valencia al lado de Baraja. Solamente habían sido compañeros nuevos años en Mestalla. Con el objetivo de la permanencia, el de Las Cabezas de San Juan (Sevilla) decidió retirarse a los cuarteles de invierno y dejar caminar solo a su amigo del alma, pero disfruta como nadie de esta segunda versión del 'baby-Valencia' que crearon juntos el curso anterior. "Como jugador, Pipo era un 'brasa', y como entrenador, también. Yo jugaba atrás, de central, medio líbero y no me dejaba en paz... Chico te quieres callar le decía cuando salía con mi balón jugado como me gustaba. Me quieres dejar en paz... Yo no podía salir jugando, pero él podía hacer lo que quisiera cuando tenía el balón. Nos decían que teníamos que jugar con dos balones, uno para cada uno. Me acuerdo perfectamente. Pero dónde vas, que te quedes... Que 'pesao' era. Siempre quería organizar el equipo y que si hiciera lo que él decía. Tanto como ahora como entrenador. Ya lo era sin serlo".
Desde Sevilla, donde ahora imparte doctrina futbolística en su Escuela de Fútbol en La Cartuja, Marchena recuerdas momentos de la temporada pasada donde se tiraron sin paracaídas en el banquillo de Mestalla. "Teníamos también nuestras broncas, pero veíamos el fútbol y la situación muy parecido. Los dos sabíamos lo que teníamos y lo que queríamos. O nos agarrábamos a los jóvenes o nos hundíamos. Era morir. Solo teníamos esa. Nos salió bien, pero fue arriesgado. Rubén fue valiente porque él daba la cara como primer entrenador. Este año sigue por esa línea y creo que no se ha terminado de valorar bien la valentía que ha tenido para mantener esa línea. Se ve que tiene mano con los chavales, les ha dado confianza y continuidad y ellos han correspondido".
Sólidos y portería a cero
Marchena también disfrutó y sufrió en sus carnes con los entrenamientos y las charlas colectivas y personales de Rafa Benítez. "Nos marcó, claro que nos marcó. Ahora, como entrenadores, siempre tendremos ese concepto del orden, del rigor táctico. Rubén se parece, claro que se parece, pero es una versión avanzada, el 2.0. Con Cúper yo no estuve, porque ese año me fui al Benfica, pero él me hablaba de su disciplina táctica y de cómo afrontar el partido cuando te ponías por delante. Replegar un poco más y correr, correr a los espacios. Baraja siempre me lo decía. Ahora que ganamos, piernas nuevas, piernas nuevas que los de arriba ya han trabajado mucho. Creo que ha sido un poco esponja de todos los entrenadores que ha tenido".
Los que han trabajado con los dos, con Rafa entonces y con Rubén ahora, encuentran tantas similitudes entre ellos que parecen viajar hacia atrás en el túnel del tiempo. En la planificación de la semana, en los entrenamientos, en el día a día. En las charlas individuales, sobre todo con los jóvenes, que ahora son mayoría. Baraja, justo 20 años después, es más práctico, más pragmático. Menos obsesivo. La simplicidad, la sencillez, es su denominador común. Donde esté ganar el rechace y la segunda jugada que se quite la pared o el 'caño'. Juntarse para defender y correr para atacar es una cuestión de estado. Entrar por dentro para salir por fuera. Espacios, correr, contras. A Baraja se le llena la boca cuando habla de ser 'sólidos' atrás y la portería a cero. "Las casas se levantan por sus cimientos". Prohibido romperse en dos bloques. Con el marcador por delante, ¡que viva el repliegue!
La marcha de Carlos Marchena, su hombre de confianza, su 'brother' del alma, con la único muleta con la que aterrizó la temporada pasada en Mestalla, Baraja la sustituyó al principio de curos con uno de esos técnicos expertos en mil contiendas, José María 'Chema' Sanz Sánchez. Dos décadas en los banquillos entre preparador físico y entrenador. Durante cada partido, las imágenes nos transmiten la cercanía entre ambos. Siempre a su lado. Muy activo. Tapándose la boca para darle el penúltimo consejo.
Un técnico rodado, 53 años, que trabajó como segundo con Lillo, José Luis Oltra y Roberto Olabe en el Almería. Incluso se marchó al Sheffield United con Jokanovic. En el mismo Valencia, ha trabajado en diversas áreas, incluido el banquillo del filial, el Mestalla. Segundo con Marcelino, Javi Gracia y Voro... Su última aventura había sido en el eterno rival, el Levante, en el que había dirigido al filial. Su relación con Baraja proviene de su etapa de jugador, entonces Chema Sanz era director de metodología del club. Entre su dilatada experiencia, se encuentra su paso, media temporada, por el Castilla como preparador físico en 2005-06.