Qué es la EPO, el "combustible" dopante que puso en jaque el ciclismo
Durante años fue una sustancia indetectable, muy útil en deportes de resistencia como el ciclismo.
El dopaje supone la cara b del deporte. Una realidad desagradable, que de vez en cuando asoma a primera plana por medio de diferentes sustancias (como el caso del tramadol) para recordarnos la existencia de los tramposos. Si hay una disciplina que se ha visto profundamente afectada por esta situación es el ciclismo. No en vano, son muchos los escándalos que han rodeado al mundo de la bicicleta. Algunos, incluso, tumbando a sus principales referentes, siendo el caso de Lance Armstrong el más paradigmático de todos. El corredor norteamericano pasó de ser, prácticamente, el mejor de siempre, con una historia de superación a sus espaldas de película, a un deportista manchado para siempre.
Durante su infame entrevista con Oprah Winfrey, en la que admitió haber utilizado productos dopantes durante los siete Tours que ganó, Armstrong confesó, entre otros métodos para hacer trampas, haber usado EPO. Un nombre que para los aficionados a los pedales no resultaba nuevo. Muchos son los ciclistas que, a lo largo de los últimos años, han sido relacionados con dicha sustancia, cuyas características hacen que sea particularmente útil para la práctica del ciclismo.
Qué es la EPO
La eritropoyetina, conocida popularmente como EPO, es una hormona producida por el riñón que estimula la producción de glóbulos rojos en la médula ósea. Básicamente, los glóbulos rojos son las células encargadas de transportar oxígeno desde los pulmones al resto del organismo. Una función vital, que el cuerpo intenta mantener en un número constante. Por ello, cuando las células renales identifican que no existe una concentración suficiente de oxígeno o una cantidad relativamente estable de glóbulos rojos en la sangre, los riñones comienzan a fabricar EPO.
Esta se transporta a la médula ósea, donde ejerce su función, estimulando la producción de hematíes. La hormona mantiene su actividad durante un período de tiempo relativamente corto, eliminándose posteriormente del organismo por la orina. De esta manera, a medida que la concentración de oxígeno en sangre vuelve a la normalidad, los riñones reducen la producción de eritropoyetina.
Qué efectos tiene la EPO en el deporte
La producción de glóbulos rojos resulta muy interesante desde el punto de vista deportivo. Al fin y al cabo implica que, en momentos de esfuerzo, los músculos reciben una mayor cantidad de oxígeno en la misma cantidad de sangre. Fundamentalmente esto retrasa la sensación de fatiga y permite funcionar durante más tiempo. Por ello, la EPO se utiliza como producto dopante en disciplinas que implican resistencia. Entre ellas, claro, el ciclismo.
Sobre todo en las grandes vueltas, los ciclistas someten a su cuerpo a un gran desgaste continuado. Son días y días de grandes kilometradas, muchas etapas con varios metros de desnivel acumulado en las piernas. Una dureza en la que se encuentra gran parte del espectáculo, claro. Pero por el que son muchos los integrantes del pelotón han buscado atajos prohibidos por la normativa. Al fin y al cabo, esquivar el cansancio supone una ventaja competitiva extrema.
En una entrevista con el periodista Bill Maher, Armstrong definió de esta manera el consumo de EPO durante sus días como corredor en activo: "La EPO era el combustible para cohetes que cambió no solo nuestro deporte, sino todos los deportes de resistencia. Tenía una vida media de cuatro horas, así que salía del cuerpo muy rápido. Con una vida media de cuatro horas, podías hacer las cuentas. La verdad es que tenías una droga que era indetectable y que era tremendamente beneficiosa para el rendimiento y la recuperación. Ambos son importantes, sobre todo el rendimiento".
¿Está prohibida la EPO?
En medicina, la eritropoyetina se utiliza para prevenir o tratar la anemia. Formalmente se presenta en forma de líquido transparente y se puede administrar por vía intravenosa o inyectar bajo la piel. El medicamento en su denominación genérica se llama epoetina alfa, aunque también se puede encontrar como darbipoietin. Es importante tener en cuenta que su venta requiere de receta médica, por lo que no está al alcance de todo el mundo. El uso más habitual se da en aquellos pacientes sometidos a diálisis. Cuando los riñones no funcionan de manera correcta producen una menor de la cantidad de eritropoyetina de la normal, lo cual suele derivar en anemia.
En el ámbito deportivo, el uso de EPO está prohibido tanto por la Agencia Mundial Antidopaje, como por la Unión Ciclista Internacional o el Comité Olímpico Internacional. Concretamente, en 1990, la Comisión Médica del COI añadió la EPO a la lista de sustancias prohibidas en el deporte. Sin embargo, durante diez años aquello quedó en papel mojado ya que se trataba de una sustancia indetectable. De esta manera, aunque no se pudiese utilizar, no había manera de probar que aquello se había utilizado.
En 1997 la UCI estimó que todo ciclista que superara un hematocrito superior al 50% en sangre era sospechoso de haber utilizado EPO, por lo que sería apartado de la competición. Sin embargo, todo cambió a partir del año 2000. Concretamente en los Juegos Olímpicos de Sídney, cuando por primera vez se pone en marcha un sistema que permitía encontrar la sustancia en la sangre, aunque no sin sus problemas. Un sistema que fue adoptado por la UCI en 2001 y que se fue perfeccionando con el tiempo, aunque como demostró Armstrong, quien nunca dio positivo pese a someterse a muchos controles a lo largo de su carrera, es probable que sin todo el éxito que se pretendía.
Los casos más sonados de EPO
En 1998, el autobús del equipo Festina fue interceptado en la frontera entre Bélgica y Francia cuando se dirigía hacia la salida del Tour de Francia, que aquel año comenzaba en Dublín. En su interior se encontraron 200 ampollas de EPO, además de 100 de hormona de crecimiento y otras sustancias como testosterona, dando pie a uno de los mayores escándalos que han sucedido en el ciclismo. Los integrantes del equipo francés terminaron siendo expulsados en la etapa 7, dando lugar a una de las ediciones de la Grande Boucle más oscuras de la historia. Los equipos Banesto, ONCE, Kelme, Seguros Vitalicio, Riso Scoti, Saeco y TVM abandonaron la prueba y la meta solo llegaron 96 de los 189 ciclistas que comenzaron la carrera. El caso fue clave para la creación de la Agencia Mundial contra el Dopaje (AMA).
El caso Festina sucedió en una época en la que la EPO era indetectable. Johan Bruyneel, quien fuese director del US Postal y sancionado de por vida por su relación con el dopaje, aseguró en una entrevista con el medio belga HLN que, en aquella época, el uso de eritropoyetina estaba completamente normalizado en el pelotón. "En ese momento, entre 1999 a 2001, el sistema era el siguiente: los veinte, treinta, cuarenta y cincuenta primeros en la clasificación del Tour estaban dopados con EPO y el 90% del pelotón tomaba EPO", dijo.
La única medida que existía para controlarlo era comprobar el hematocrito en sangre. De hecho, en 1999, Marco Pantani fue expulsado del Giro de Italia por presentar un hematocrito superior al 50%. Aquello sugería un dopaje por EPO, aunque no se pudo probar de forma concluyente: algo con lo que jugaban los tramposos, tal y como reconoce Bruyneel. A pesar de afirmar haber utilizado la sustancia, tanto como ciclista como después como director, ni él ni sus ciclistas dieron nunca positivo. "No quería dejar a los ciclistas, quería controlarlos. Por eso fijé el límite en 48% de hematocrito. Cualquiera que excediera ese límite antes de la salida sería mandado para casa. Para mí, era la manera de controlar todo y asegurarme de que no sucediese ninguna locura", recuerda en HLN.
Según se fueron perfeccionando los controles, varios ciclistas comenzaron a pitar por EPO. Los casos más sonados en nuestro país fueron los de Roberto Heras, cuya sanción terminó anulada por la Justicia al considerar que se cometieron errores durante el proceso, Triqui, Iban Mayo o Mikel Astarloza. En retrospectiva, nombres importantes del pelotón internacional como Michael Rasmussen, Gergoe Hincapie, Levi Leipheimer o Stuart O'Grady, por citar unos pocos de una lista interminable, han reconocido haber utilizado la sustancia en alguna ocasión.