Mattia Cattaneo, el gregario de Landa que tiró años "a la basura" por problemas con la comida
El italiano de Soudal-Quick Step narra en Relevo la realidad de los trastornos de la conducta alimentaria en el ciclismo.
"Estás fino". Durante años, décadas, siglos, éste ha sido el mejor elogio que se podía brindar a un ciclista. "Fino" quería decir delgado; preferiblemente, hasta los huesos. Pocos deportes ensalzan tanto el sufrimiento y la abnegación: la imagen de la corredora que se va al suelo y, vistiendo ropa destrozada, luciendo rostro ensangrentado y esgrimiendo gestos de dolor, se monta de nuevo sobre la bicicleta. En esa noción de sacrificio extremo se enmarca la búsqueda del peso mínimo, que por defecto era el ideal. El escalador, en particular, tenía que ser pálido y cadavérico para volar alto. Un concepto que, por fortuna, ha cambiado… pero sigue afectando a ciclistas que transitan por el pelotón siendo la mitad de lo que podrían o deberían ser.
"Me alegro mucho de que me saques este tema", exclama Mattia Cattaneo (1990, Alzano Lombardo) cuando le proponemos la conversación en una elegante y bulliciosa cafetería de Calpe. Recientemente, el italiano ha remediado con una excelente Vuelta al servicio de Mikel Landa y un bronce en el Campeonato de Europa CRI en una temporada marrada por unos problemas de tiroides que le impidieron competir durante tres meses, abocándole a perderse el Tour de Francia para el cual Remco Evenepoel le había elegido como gregario de lujo. Un contratiempo menor comparado con lo que vivió durante sus primeros años en la élite del ciclismo.
"No soy un tío que se esconda o se invente excusas", narra. "Sé perfectamente cuál fue la razón por la que tiré a la basura la primera parte de mi carrera profesional. Comía mal porque quería estar lo más delgado posible. Me equivocaba yo y se equivocaban los técnicos que deberían haberme orientado en la buena dirección". Midiendo 1,84 metros de altura, Cattaneo pasó a profesionales con Lampre pesando 59 kilos; "no tenía fuerza y me costaba mantener el ritmo del pelotón hasta en el llano". En los años inmediatamente posteriores, llegó a los 75. "Ahora me presento en las grandes vueltas con 68 kilos. Y, si las acabo en 65 como me ha ocurrido alguna vez, siento que estoy al límite".
Después de cuatro temporadas pésimas, el italiano volvió a la buena senda gracias al Androni de Gianni Savio. "Ahí me rescataron, confiaron en mí, y me ayudaron a encontrar el equilibrio. Si estoy en Soudal-Quick Step es gracias a ellos". Con el conjunto belga ha vivido momentos brillantes, llegando a concluir 12º un Tour de Francia en el cual trabajaba durante las etapas llanas para Mark Cavendish. "Es un caballero y un gran profesional", le define Patrick Lefevere, mánager general de la escuadra. "Necesitamos personas impecables como él para compensar a los 'bad boys' de la plantilla".
Para Cattaneo, problemas como el suyo prevalecen menos en el actual pelotón profesional gracias al papel de los nutricionistas. "Hay cuatro o cinco en cada equipo UCI WorldTour, y gracias a ellos estamos controlados y no nos dejamos llevar por nuestros complejos. El problema está en las categorías inferiores. Yo, con 20 años, eché a perder tres o cuatro temporadas de mi vida. Si lo mismo me hubiera sucedido con 15, tal vez habría afectado a mi crecimiento y a mi desarrollo como persona a largo plazo".
"Éste es, a mi juicio, uno de los grandes peligros de la profesionalización de cadetes o juveniles", continúa Cattaneo. "Los adolescentes no siempre están preparados para estos sacrificios, ni rodeados de personas capacitadas para orientarles. Les puede pasar como a mí. Yo veía a los profesionales de 30 años, les admiraba por estar delgados y estaba convencido de que debía estar 'chupado' para andar como ellos. Y luego, como veía que me faltaba fuerza, me pasaba de rosca comiendo…"
Cattaneo encontró una tabla de salvación y ha podido desarrollar una vida deportiva. "Me siento orgulloso de mi carrera y de mí mismo", proclama con una sonrisa tranquila y sabia. Por desgracia, sigue habiendo casos como el de Leo Hayter, joven promesa de Ineos Grenadiers que ha abandonado la competición por depresión y trastornos de la conducta alimentaria. También los hay que definen su alimentación como "desordenada"; quienes se comen una bolsa de manzanas después de entrenar, para no engordar, o medio kilo de cereales, para recuperar. "A todos les digo lo mismo", recomienda Cattaneo: "Lo importante es estar bien aconsejado y encontrar el equilibrio". Ojalá fuera posible para todos.