Fabio Aru, el campeón de la Vuelta que idolatra a Contador: "Era un ejemplo para mí en todos los sentidos"
El exciclista italiano charla con Relevo antes del inicio de La Vuelta a España.
Por su posición estratégica en medio del Mediterráneo, Cerdeña siempre fue una isla proclive a estar ocupada. El sardo, como defensa, se refugió en el interior abandonando la costa. En su fotografía brilla más una tierra de pastores que de pescadores. De ella emana un carácter aparentemente duro y severo, pero superada esa coraza aparece una bondad cerrada con llave. Hay algo de todo esto en Fabio Aru (San Gavino Monreale, 1990), quien atiende a Relevo antes de La Vuelta, que el final es el único gran giro en su currículum.
Ganas la Vuelta en 2015, un año en especial pues venías de un segundo puesto en el Giro, tras Alberto Contador y por delante de Landa. Un año atrás fuiste tercero en la corsa rosa. Fue el año de Nairo Quintana. En definitiva, que lo de España se veía venir.
Precisamente la primera Vuelta la hice en 2014 para consolidar la buena prestación del Giro de Italia. Me codeé con los mejores: Froome, Contador, Valverde (los tres completaron el podio final) o Purito Rodríguez. Quedé quinto, y fue un éxito total. Estar en la top five de ese ciclismo era algo grandioso. No creo que hubiera mejor corredores de carretera que ellos en aquel momento, y sí, yo estaba allí. Recuerdo que gané dos etapas.
En 2015 eras favorito.
Digamos que era un objetivo concreto. Me encontré bien con todo: distancias y recorridos durísimos, un calor increíble… Pero sí, me adapté bien. Fue una prueba perfecta para mis características.
En la ronda gala vuelves a encontrarte con algunos de los mejores: Purito, Valverde, Landa, Chaves y un Dumoulin que aún no había explotado. Sí, también estaba el mito Sagan, pero ya sabemos con qué fin afrontaba las carreras de tres semanas. Un entrenamiento para velocistas.
No fue fácil ganar, sobre todo porque ya se veía venir un Dumoulin que después terminó por confirmarse como un grande. España y la Vuelta siempre están en mi corazón.
¿Qué te dice Cercedilla?
Era la llegada de la penúltima etapa, que ganó Rubén Plaza, y yo la sentencié prácticamente. Recuerdo que le saqué a Domoulin más de tres minutos. Mis mejores recuerdos de España son La Morcuera y Navacerrada, porque era allí que debía atacar. Además, guardo un buen recuerdo de todo aquello, porque allí se entrenaba mi ídolo -Alberto Contador- quien creo que vivía cerca. Después, ver mi familia en la meta… Fue un mix total de emociones.
Contador fue tu ídolo, pero quizás el mejor era Froome. ¿Cómo fue la rivalidad con él?
Un ejemplo a seguir, un grande. Su carrera habla por él, pero insisto que mi ídolo siempre fue Contador.
Tu ídolo era también tu rival. ¿Eso cómo lo viviste?
Fue un ejemplo para mí en todos los sentidos. Me gustaba el modo de correr, su carisma, su manera de comportarse con la gente… Hablamos de uno de los más grandes de mi generación. También ha vivido en Lugano. Somos amigos, a veces nos hemos entrenado juntos. Tenemos una buena relación. Lo viví con naturalidad todo. Claro que sí.
Al año siguiente debutas en el Tour y vas a los Juegos de Rio, donde participas en la prueba de línea en carretera (victoria de Van Avermaet, aunque Aru terminó sexto como mejor italiano). Pese a ganar el título italiano y hacer un quinto puesto en la ronda gala (2017) no conseguiste dar continuidad tras la Vuelta. Alguna vez has hablado con madurez y profundidad del concepto pájara en el mundo del ciclismo. Te sucedió en más de una ocasión.
Es un deporte duro, sin menospreciar otros deportes. Te pongo un ejemplo: la natación. Es durísimo, y los nadadores se entrenan incluso mucho más que nosotros. Horas y horas de piscina, de gimnasio… Pero la diferencia con nosotros son las condiciones climáticas. Tanto en los entrenamientos como en las carreras, estamos obligados a correr con condiciones climáticas adversas. En la Vuelta corremos con 40 o 45º. Al inicio de una subida hay treinta y en la cima puede que diez. ¿Entiendes? Lluvia, viento, sol, la habilidad de estar en grupo, las caídas… Estos problemas en la piscina no suceden. Mira el tenis, cuando hay viento o llueve no se juega. Con nosotros eso no pasa. No estoy diciendo que nuestro deporte sea el más duro de todos, pero las bajadas a 90km hora, con tantos ciclistas ahí en medio… No sé, entraña cierta dificultad, y esto afecta a nivel mental. A pesar de todo yo lo amo.
Hablando de Juegos Olímpicos, en este caso los de París. Todos conocemos la historia de Simone Biles, pero me sorprendió cuando Andy Murray al retirarse dijo: «Nunca me gustó el tenis». Tengo la sensación que la victoria, en muchos casos, es más una liberación -por lo tanto, una necesidad- en lugar de un premio. ¿Tan cruel es el deporte?
Esto depende del carácter de las personas. Conozco deportistas que saben aislarse del entorno, por ejemplo, jugando a la consola. Yo no era un tipo de Play. La vida de un deportista de alto nivel es complicada por un lado, pero por otro es soft porque tienes mucho tiempo para descansar. Yo era instintivo, y pensaba en todo lo que me rodeaba, claro. Tampoco es fácil gestionar el tema de la prensa, la presión por parte de una escuadra… Lógicamente cuando eres líder de una con un presupuesto de veinte o treinta millones tienes mucha más presión, más responsabilidad, pero también ganas más. Es lógico.
En 2017 corriste la Vuelta como capitán del Astana. Quiero decir, hablas desde la experiencia en primera persona. ¿Entonces no piensas como Murray? ¿No dijiste nada de eso al dejarlo en 2021?
En mi caso no. Me gusta montar en bici. Incluso hoy día, que gestiono una academia. No lo dejé porque ya no podía más. No. A los dos días volví a coger una bicicleta. Es mi pasión. Siempre lo fue. El día que abandoné mi carrera como profesional no dije "A ver, os confieso que nunca me gustó montar en bici. No, eso jamás". Eso no quita que entienda y respete a quien lo diga.