LA VUELTA

Cuatro años después de hacer historia en Javalambre, Ángel Madrazo vive el momento "más difícil" de su vida

La Vuelta afronta este jueves la ascensión a la cima turolense, allí donde el Gorrión de Cazoña firmó en 2019 un triunfo inolvidable.

Ángel Madrazo gana en Javalambre, en La Vuelta de 2019./AFP
Ángel Madrazo gana en Javalambre, en La Vuelta de 2019. AFP
Fran Reyes

Fran Reyes

El 28 de agosto de 2019, la Vuelta a España descubrió el Observatorio Astrofísico de Javalambre y Ángel Madrazo anotó en su cima una de esas victorias que valen por toda una vida de pedaleo, de dedicación, de esfuerzo denodado. Lo consiguió gracias a una escapada que, consentida de una amplia ventaja, escaló con el viento de cara. Iba con él un compañero de Burgos BH, Jetse Bol: "Sabíamos que debíamos ganar uno u otro". Iba con él un duro rival, José Herrada: "Me dejaron la tostada".

Tanto Bol como el mayor de los Herrada están hoy, cuatro años y tres días después, en el pelotón de La Vuelta. Al 'Gorrión de Cazoña', en cambio, le toca seguir la carrera desde casa. El 14 de julio sufrió una caída entrenando que le provocó una fractura con desplazamiento del olécranon y que requirió una operación de urgencia por el riesgo de infección y la cantidad de sangre perdida. Ángel Madrazo (1988, Santander) atiende a Relevo desde su casa, tras una de las muchas y eternas sesiones de rehabilitación que está necesitando para recuperar la modalidad de su brazo. Ha hecho dos entrevistas; le esperan otras dos.

¿Por qué te llama tanto la gente estos días?

Principalmente, porque La Vuelta llega a Javalambre, que es el sitio donde el Burgos BH y yo nos coronamos. Fue un gran día.

¿Cuánto te cambió la vida con esa victoria?

Un poco. Gracias a ella, sin ser un corredor muy ganador y sin los triunfos de un Roglic o un Evenepoel, soy un corredor bastante conocido y que le cae bien al público. En muchos sitios, la gente quiere hacerse fotos conmigo. Ya lo había vivido en las carreras y soy una persona abierta, dispuesta a hablar con todo el mundo, así que lo llevo bien. Los que sí que se sorprenden son mis hijos.

Aquella etapa fue muy impactante. La victoria de la Cenicienta en un final espectacular.

Había un 99,9% de que de que no llegara la fuga. Era la quinta etapa, y la cuarta en la que yo me escapaba. Se sumaron muchas circunstancias. Yo soy creyente y muchas veces pienso que ese día tenía que ganar sí o sí. Piensa que me tocó el coche del equipo y casi me tira al suelo; que me fugué por casualidad con un compañero de equipo que era mi amigo y me ayudó... Ese día nos tocaba ganar, tanto al equipo como a mí. Llegamos los tres fugados juntos a meta; cualquiera de los tres pudimos ganar… y me tocó a mí.

Cuando te metiste en la fuga, ¿pensabas en la etapa o en el maillot de la Montaña que llevabas?

La verdad es que la fuga tardó mucho tiempo en hacerse y, en un momento dado, Jetse y yo arrancamos a la vez desde el pelotón, cada uno por un lado. Abrimos hueco y le dije de seguir juntos. Después esperamos a José Herrada, que había arrancado desde atrás, porque era preferible ir tres que dos en la fuga. Hicimos camino y llegamos juntos a la subida de Javalambre. Hubo un momento en el que José aceleró y yo me quedé yo cortado, pero continué apretando y, como Jetse Bol no daba relevos a José, pude volver a entrar. Nos dijeron que la diferencia de la escapada era de unos 10 minutos y vimos que podíamos jugarnos la victoria…

Los Burgos BH hicisteis un gran trabajo de equipo.

Sí, sí, claro, ¡toda la subida! Yo entraba, me quedaba, entraba, me quedaba... Y creo que le comimos un poco la cabeza a José Herrada. En el último kilómetro, vi que José iba a hacer un cambio de ritmo y me anticipé. Por suerte tengo ese punto de explosividad… ¡y llegué a meta!

¿Hubo mucha locura aquel día?

Sí. Hubo mucha locura. Es la primera vez que vi a Julio Andrés Izquierdo, el mánager del equipo, llorar. Me dio un abrazo increíble en el podio. Para Julio, después de tantos años en el ciclismo con equipos amateur y Continentales, estar en La Vuelta ya era un éxito; y conseguir una victoria, encima de esa manera, resultó súper emotivo para él. Fue regalo que no esperaba, y que representa bien el espíritu del Burgos BH.

El 14 de julio te rompiste el codo entrenando. ¿Cómo estás ahora mismo?

Soy una persona muy positiva pero, desde que empezó La Vuelta, me siento un poco "chof". No es sólo la frustración de no poder estar por segundo año consecutivo; también lo que me está costando recuperar la normalidad tras la caída. Está siendo la peor lesión de mi vida. Todavía no he recuperado toda la sensibilidad del brazo. El dedo gordo y el índice de la mano están adormilados. En la Mutua, con la rehabilitación, sufro mucho; paso cuatro horas diarias allí y sufro como si estuviera montando en bici. Por suerte, gracias a la familia, los amigos y todas las personas que me envían mensajes a través de las redes sociales me siento muy animado en el día a día.

Y se suma que tu futuro está en el aire.

No tengo contrato para 2024 y no sé qué va a ser de mí. Es la mayor incertidumbre que se puede tener.

Venías de una temporada complicada.

Así es. Este año se ha juntado todo. En la concentración de pretemporada con el equipo en Almuñécar cogí un virus y además sufrí una caída junto a varios compañeros. Después competimos en Gabón y me caí de nuevo; y encima cuando regresé a casa me pasé casi dos semanas sin tocar la bici, con fiebre por alguna enfermedad que atrapé allí. Poco a poco me fui reencontrando. De hecho, el mismo día de mi caída había hecho un KOM de Strava en la subida de Ampuero, cerca de mi casa. Un golpe duro para mí, que soy un ciclista que brilla más en la segunda mitad del año y esta vez… nada. Ha sido el peor año de mi vida en lo deportivo. Y menos mal que tengo el apoyo de tantas personas, y de mi pareja Asun, que está conmigo en el día a día. Ella me ayuda en casa y también en los ejercicios de la rehabilitación. Incluso me masajea el brazo y la espalda para aliviarme.

¿Cómo fueron esos primeros momentos tras la caída?

La peor imagen que me quedó en la mente fue levantarme y ver a mi amigo, un colega de 53 años con quien suelo entrenar, inmóvil en el suelo. Le di unos golpes en la cara y no volvía en sí. Le puse de lado y, cuando volvió en sí, estaba a punto de coger el bombín de la bicicleta para metérselo en la boca y evitar que se tragara la lengua. Estuve súper impactado hasta que un coche se detuvo a ayudarnos y llegó la ambulancia. Cuando me miraba mi herida, veía que sangraba muchísimo… pero estaba más preocupado por mi amigo que por mí. Al cabo, se rompió la clavícula y cinco costillas, pero una de ellas le perforó el pulmón y eso le obligó a estar varios días ingresado hasta que no remitió el encharcamiento. Entre él y yo, tratamos de llevar esta recuperación de la mejor manera posible. No queda otra. En mi caso, la mayor incertidumbre es el futuro.

Si te retiraras mañana, ¿estarías satisfecho con tu vida deportiva?

Sí. Yo creo que las cosas pasan porque tienen que pasar. Sí pienso que me gustaría seguir en el mundillo de la bicicleta; especialmente en categorías inferiores. Ahora me está tocando vivir el momento más difícil de mi vida deportiva, pero mi mayor problema no es tanto la lesión como el miedo a perder el medio de vida para mantener a mi familia; a mi mujer y a mis tres hijos. Me preocupo sobre todo por ellos. Si estuviera solo, me iría a cualquier sitio; pero, con tres hijos a cargo, cambia la película.

En este punto, Ángel Madrazo se pone a glosar las aventuras y alegrías que le dan sus tres hijos de 11, 8 y 4 años. Recupera la sonrisa; la conversación se distiende. Le preguntamos por la famosa PlayStation que le dieron tras su victoria en Javalambre. "La sigo teniendo, pero ahora quienes juegan son ellos. Me tienen loco. Se ponen a jugar en el Fortnite y parece que en mi casa hubieran entrado los terroristas". Ríe. "Hemos tenido mucha suerte con ellos". Pese a la incertidumbre y el olécranon, Madrazo es un hombre afortunado.