El mes en que Marco Pantani, el mito, se convirtió en gregario: "Me ayudó a ganar el Giro"
Stefano Garzelli relata en exclusiva a Relevo cómo Il Pirata fue determinante para que se adjudicara su corsa rosa del año 2000. La escuadra era Mercatone Uno.

La llamada era para escarbar aún más, tras la entrevista de Eugeni Berzin a Relevo, en la escalada de Marco Pantani del Giro'94. El deseo de hablar con él nacía con el afán de condecorar la efeméride y darle oficialmente un nacimiento deportivo a la leyenda de la bicicleta. Hacerlo con voces y testigos para crear un cierto efecto sonoro. Dotar de alma la gesta. Perfumarla. Situar la cuna en el Mortirolo, con alrededor Induráin, Bugno, Chiappucci… Ya se sabe. "Yo era amateur entonces", responde al teléfono Stefano Garzelli (1973). "Vi un mito allí. Cómo se deshizo de Berzin, de Miguel, y dio rienda suelta a su primera gran performance. Hizo que nos apasionáramos todos al ciclismo. Sí, había ganado el Giro Under'23, pero lo de esa montaña, su modo de pedalear con las manos bajas, su maglia Carrera, ese subir y bajar con épica, soltura y dolor, esa imponente heroicidad…".
Suele ser peligroso resumir el infinito en un amasijo de puntos suspensivos, pero lo cierto es que del Marco Pantani deportista queda poco nuevo por añadir. Como Maradona, su nombre es cultura popular, y corre el riesgo de convertirse en paisaje monocolor. Rodeado de ángeles y demonios, quedan pocos capítulos del Pirata que no sean comerciales y turísticos, como la música o las ciudades. Uno, sin duda, es cuando fue gregario. "Figura clave en mi Giro del 2000", suelta Garzelli, ex compañero de equipo (corrieron juntos cuatro años) y gran amigo.
Aquí, antes de diseccionar la potente frase, es conveniente una premisa: Fausto Coppi también lo fue, y en la historia moderna -antes de erigirse en capitanes- hubo algunos como Jan Ullrich, Chris Froome o Michele Scarponi, ya fallecido. Este camino suele ser de sentido único, y es extrapolable al arte, a la música (Pearl Jam fue telonero de los Red Hot Chili Peppers), al fútbol, con Guardiola como recogepelotas… Lo que no es tan usual es a la inversa: pasar de súbdito a Rey para luego volver a ser súbdito. Esa es la exclusividad, el lugar virgen donde no arribó la gentrificación. "Marco era una estrella. Venía de la sanción, pero seguía siendo una estrella", adelanta. "Tras lo del 99 no se sabía si correría el Giro. Yo partía como capitán del Mercatone Uno. Quince días antes el director me dijo que sí lo correría. Ahí pensé que el grupo se dividiría, porque hablamos de un fuera de serie con carácter, personalidad. Un ganador nato". Le faltaba su último baile. En este caso en carreteras regionales sin purpurina repartiendo claveles, fresas y champán.
Marco obrero
A priori lejos de la realidad respecto al pensamiento de Garzelli, lo cierto es que Marco inicialmente partió retando a Ivan Gotti (le consideraba ganador de su Giro), pero pronto se dio cuenta que no tenía piernas para ganar. Entonces se quitó la capa de héroe y soltó amarras. "Me ayudó muchísimo. Especialmente cuando estaba ahí con Casagrande y Simoni. Su mentalidad, su carisma. Puedo decir que soy el único corredor en haberle tenido como gregario, aunque quiero darle normalidad porque él miraba por la escuadra. Además, yo en su día trabajé para él en el Giro del 98".
Las palabras de Garzelli esconden un mundo. Era la novena etapa del Giro'00, en Abetone. Ganó Francesco Casagrande, quien se hacía momentáneamente con la maglia rosa. El único que le hizo sombra fue el joven Garzelli, que hasta entonces seguía siendo teóricamente gregario de Pantani. Ahí, en mitad de la corsa, le nombraron capitán en detrimento de un Marco que desinfló su ego para ayudarle en la victoria final. "Probablemente también como agradecimiento a una escuadra muy unida que el año anterior, en señal de protesta por la sanción tras lo de Madonna di Campiglio, decidió no correr".
Lo que vino después es uno de los episodios más grandes y menos conocidos del ciclismo contemporáneo. No ha sido mancillado por demasiados estereotipos y guarda su cuota salvaje y virgen. Y es que tras el segundo puesto de Garzelli en Abetone, Pantani se disfrazó de escudero, especialmente en la etapa 19: Colle de Izoard, con una altura de casi 2,5 kilómetros. Era el día de Casagrande, Gotti, Frigo o Simoni, escaladores puros que pretendían dilapidar a un Garzelli más en simbiosis con la crono. El único as en la manga de la Mercatone Uno era soltar a Marco para retenerles, para neutralizar sus embestidas. Ganó Paolo Lanfranchi con el de Cesenatico segundo. En tercera posición, con el mismo tiempo, entraron Casagrande, Simoni y su nuevo campeón del Giro: Stefano Garzelli. "En realidad ahí el maillot era todavía de Casagrande. Lo gané al día siguiente, cuando terminé tercero en la contrarreloj de Briançon-Sestrieres".
Curioso que uno de los mejores ciclistas de todos los tiempos, ese día estuviera destinado a ser el gregario perfecto con una de las mejores prestaciones de su historia. Hay un instante vintage: cuando, combatiendo con otros escaladores, se para con el coche de equipo para coger agua y luego llevársela a Garzelli, quien atiende esta llamada a Relevo. Curioso porque esta llamada, en realidad, era para profundizar de qué pasta está hecha un fuera de serie que nace en el Mortirolo junto a Induráin, Bugno, Berzin, Chiappucci… Ya se sabe. Lo de los efectos sonoros y el perfume de la dichosa efeméride.