Willie Cauley-Stein, jugador NBA, se abre sobre su adicción al fentanilo: "Podría haber muerto"
Desde 2022 no juega en la NBA, tras pasar por un centro de rehabilitación por sus problemas.
Willie Carley-Stein llegó a la NBA como un ídolo de masas. Tras triunfar en Kentucky y salir elegido por los Kings en el sexto lugar del draft de 2015, WCS lo tenía todo para pasar la próxima década en la mejor liga del mundo. Al contrario, el nativo de Kansas no juega un minuto desde marzo de 2022, cuando los Sixers le firmaron un contrato de 10 días. ¿El motivo? Una adicción que casi acaba con su vida y que le ha permitido encontrar, a los 31 años, su mejor versión. En The Athletic ha explicado su historia y como tras años de problemas con la droga, volver a su alma mater le ha hecho reencontrarse.
Todo empezó el verano de 2019. Una noche de agosto entraron en su casa y dispararon a tres de sus amigos, matando a uno de ellos. Cauley-Stein no estaba en Sacramento, ya que acababa de firmar un contrato con Golden State. Meses más tarde su abuela, una figura materna para él, era diagnosticada con cáncer de huesos. Su refugio fueron las pastillas. "Tomaba demasiadas, estaba todo el día dormido" asegura. La muerte de su abuela fue el principio del fin, y seis días más tarde decidió entrar en rehabilitación. "Lo sentí como un último gran abrazo", aunque lo que venía detrás era todavía peor. Porque Willie creía ser adicto a un opioide, no a una droga mortal.
Al ingresar en el centro, el jugador avisó que en sus exámenes encontrarían rastros de Percocet, un famoso analgésico que contiene oxicodona y acetaminofén. Llevaba años tomando, primero para el dolor de las lesiones, pero con el tiempo, por necesidad para seguir viviendo. Las pruebas médicas mostraron altas dosis de una droga, pero una muy diferente: fentanilo. Otro analgésico tan potente que es el causante del 70% de las sobredosis en Estados Unidos, siendo una amenaza 50 veces mayor a la heroína o 100 veces que la morfina. En 2023 se incautaron más de 115 millones de pastillas en la nueva droga que está arrasando en el país. Y casos como el suyo, de gente comprando pastillas en el mercado negro y que acaban siendo mortales, los hay a miles.
"He oído historias de gente que sale una noche, nunca toma nada, se toma una pastilla y es fentanilo, y mueren esa noche" decía WCS. "Yo me tomé cientos de ellas por meses, años. Perfectamente, podría haber sido yo" explica el jugador, padre de tres hijos. "Las drogas me lo quitaron todo como jugador, pero lo tenía que hacer por ellos. Los equipos NBA decían que no tenía personalidad, energía, que no sentía amor por el juego" y sabía que aceptar su problema significaba cerrar la puerta de la NBA, al menos a corto plazo. "Le dije a mi agente que necesitaba ayuda". El programa de la NBA para adicciones le salvó la vida.
Tras los 65 días en rehabilitación salió reconvertido. Conoció el golf, deporte que practica habitualmente como hobby. Pasó por la G-League, por el afiliado de los Rockets antes de hacer las maletas a Italia, a Varese. Aunque lo mejor fue reencontrarse con Kentucky. En la universidad pasó el mejor año de su vida y ha tenido otra oportunidad. En el TBT, un torneo de baloncesto de verano, se juntó con cuatro de sus compañeros de 2015: los gemelos Harrison, Tyler Ullis y James Young. Los cinco formaron parte de La Familia, como se conoce al vestuario de Coach Calipari desde dentro. Y tuvo la oportunidad de revivir el amor que los aficionados de Kentucky sintieron por él.
Ganaron el regional de Lexington para delirio del público local antes de caer en las semifinales de Philadelphia ante el a la postre campeón, y fue nombrado mejor jugador defensivo del torneo. "Fue un recuerdo del pasado" decía WCS, quien además fue el mejor jugador del partido ante los rivales de Kentucky, Louisville, en cuartos de final. Sueña con volver a la NBA, con otra oportunidad en la mejor competición, pero si no se da, seguirá agradecido por las pequeñas cosas. Y espera que su historia, y haber salido adelante, haya servido al menos para ayudar a alguien.