Alfonso Reyes recuerda el día que se encaró con su compañero Kambala por defender a su hermano Felipe: "Casi lo mata, no me arrepiento"
El actual presidente de la Asociación de Baloncestistas Profesionales repasa en esta segunda parte de la entrevista su etapa como jugador.
Alfonso Reyes (Córdoba,1971) no ha dejado de luchar ni un sólo día. Ahora lo hace como presidente de la Asociación de Baloncestistas Profesionales, como apuntaba en la primera parte de la entrevista con Relevo, pero antes lo hizo en la cancha. El internacional español tuvo que fajarse con pívots más grandes que él para hacerse un hueco en la élite durante 18 temporadas.
Tiempo más de que de sobra para saborear las mieles del éxito (Copas del Rey, medallas con la Selección, MVP's…), pero también para degustar algún que otro sinsabor. Como todos en la vida. Sin embargo, el exjugador cordobés prefiere tirar de optimismo y se queda con el lado bueno de las cosas y la cara amable de un deporte que, en sus inicios, no le gustaba.
¿De dónde te viene a ti el baloncesto?
Pues de pequeño no me gustaba especialmente. Mis padres siempre querían que hiciéramos deporte: natación, algo de judo… lo típico en el colegio. Y también un poquito de baloncesto y fútbol. Pero yo no empecé a jugar realmente hasta los 13 o 14 años, en primer año cadete, que me llevó mi padre porque se enteró de que había una prueba en el Real Madrid. Yo no tenía ni idea, pero algo verían y me mandaron al colegio Decroly, en la calle Guzmán el Bueno, aunque yo no iba allí a ese colegio. Y dos años después ya me ficha Estudiantes y ya fue todo más o menos rodado. Pero yo no tenía ni idea de que iba a acabar jugando. De hecho hasta los 18 o 19 años… Incluso después. Yo creo que a los 20, porque había antes dos años más de categorías inferiores. Yo empecé mi carrera de ingeniero de caminos pensando que mi futuro era la ingeniería, aunque se cruzó el baloncesto y no pude desaprovechar la oportunidad.
¿Y en qué momento haces click y dices 'soy lo suficientemente bueno para dedicarme a esto'?
Sí, sería eso, en el año 92, 91-92, cuando firmé mi primer contrato profesional, cuando digo, 'bueno, ya que he firmado un contrato profesional pues mi prioridad va a ser el baloncesto'. Pero nunca dejé de matricularme y de examinarme en Ingeniería todos los años que estuve jugando, pero prioricé el baloncesto. Sobre todo ya cuando me voy a Málaga, que me ficha Javier Imbroda. Si antes lo tenía claro, en ese momento lo tuve mucho más.
"A Felipe al principio le tenía que frenar un poquito, se enfadaba y no entendía algunas cosas y había que domarlo un poco, pero como él no hay otro. Sin él no se habría logrado lo que se consiguió"
Empiezas la carrera profesional en Estudiantes y eres parte del equipo que conquista el primer título de Copa en la historia colegial. ¿Cómo recuerdas esos años?
Se había llegado a la final el año anterior de Copa con el Barcelona, pero yo todavía no estaba en el primer equipo. Luego ese año 92 vinieron tanto la Copa del Rey de Granada como la Final Four de Estambul. O sea, que fue un año espectacular. Es cierto que Miguel Ángel Martín, que era el entrenador, no confiaba mucho en mí y no jugué mucho. Ese fue uno de los motivos por los que me voy a Málaga, porque yo sabía que tenía potencial, había sido el MVP del Campeonato junior de Europa y sabía que podía dar mucho más, pero tenía que salir. Y entonces fue esa decisión, además de la insistencia de Javier Imbroda, la que me hizo llegar a Málaga. Nunca me he arrepentido, al contrario.
Y en Málaga vives en primera persona una foto histórica del baloncesto español, como es la primera final de Unicaja y aquel triple que no entra de Mike Ansley.
El no triple más famoso de la historia. Fueron cuatro años estupendos. Cuando llegué a Málaga me acogieron muy bien, hicimos un grupo muy bueno, aprendí muchísimo y me lo pasé muy bien. Y, sobre todo, esa final. Es que esa final la vieron 6 millones de personas. Fue increíble. Era la primera vez que un equipo que no era de los grandes accedía a la final, estuvimos a punto de ganarla, fue la explosión del baloncesto en Málaga, que llega hasta ahora. Me ha gustado porque he sido pionero en muchas cosas o he participado en equipos que han hecho cosas muy grandes, no siendo los punteros. Hemos conseguido cosas muy buenas.
Y todo desde un molde diferente, porque eras bajito para ser pívot y te has tenido que pegar con jugadores más grandes que tú.
Sí, siempre.
¿Cuánto has repartido y cuánto te han repartido esos jugadores que eran más grandes?
Yo creo que el balance está equilibrado, la balanza está equilibrada y me daban tanto como yo repartía. Pero claro, efectivamente, yo no era tan alto y entonces tenía que usar otros recursos. No me fue mal y era lo que me gustaba. A mí me gustaba pelearme debajo, siempre de cara y siempre de manera honesta, pero era lo que me gustaba. Además, antes no todo el mundo tiraba, ahora es que tira todo el mundo de tres, pero antes era más complicado y era lo que me gustaba hacer.
Y de Málaga, a París con Maljkovic.
En aquel momento había ganado la Liga y tenía buen equipo. Empezamos pronto, yo me fui en julio para hacer una pretemporada con Boza increíble, muy física, con un desgaste brutal pero yo con él me llevé muy bien. Me parece un grandísimo entrenador y muy buena gente. Deportivamente no nos fue bien, pero en este caso a mí me ayudó mucho.
Yo tampoco me adapté. París es una ciudad espectacular, increíble, pero yo echaba mucho de menos todo esto. Y cuando terminó ese año intentamos llegar a un acuerdo para volver, aunque yo había firmado dos años. Y ya aquí, otra vez, Estudiantes apostó muy fuerte por mí, con Pepu, y fueron otros cuatro años magníficos.
De esa temporada en París queda una foto en la que se te ve en el aro con un tal Michael Jordan mirando desde abajo.
Fue una experiencia inolvidable. Era jugar contra, yo lo considero el mejor deportista de la historia, no solo jugador de baloncesto. Fue lo máximo a lo que puedes aspirar, Ya había sido internacional y me quedaba esto. O sea, jugar contra Michael Jordan.
¿Y cómo fue?
Intentas que no parezca que estás jugando contra Michael Jordan. Ir tranquilito y tal. Fue lo mejor que me llevé de allí, de París. Aparte de tener la oportunidad de conocer una ciudad espectacular tenía muchas ganas de volver.
Ahora se habla mucho de la salud mental, de depresiones y demás. Yo no llegué a entrar en depresión pero sí lo pasé mal. Y entonces a la vuelta, incluso lo sigo haciendo hoy en día, cuando estoy en una situación así un poquito más complicada pienso, recuerda París. A mí siempre me quedará París, como a Bogart y a Ingrid Bergman, porque siempre me puedo acordar de lo mal que lo pasé. Decimos, 'joder, parece que son privilegiados'. Y no. Por mucho o poco dinero que tengas, cuando un problema se te mete en la cabeza, da igual el dinero que tengas.
Me salvó un poquito conocer a un grupo de españoles allí al final, que luego mantuve aquí. Y al final me lo pasé muy bien, pero esos días de anochecer a las cuatro de la tarde… frío, la gente tampoco es la más simpática allí… Me hizo apreciar mucho más lo que teníamos aquí.
Un año y regresas a España.
Cuando volví, para mí fue jauja y lo aproveché deportivamente también. Fueron cuatro años muy buenos.
Vuelves al Estu y otra vez campeón de la Copa y contigo como MVP...
Sí, porque el equipo era muy bueno, lleno de españoles y con dos muy buenos americanos. Fueron magníficos esos cuatro años. Principalmente la temporada 99-2000. Luego también estuve a punto de jugar la final ACB. Fallamos un tiro muy fácil contra el Real Madrid. Fueron cuatro años muy buenos. De hecho, los cuatro de Unicaja y los cuatro de Estudiantes son para mí los mejores.
Y en ese equipo de repente aparece un niño que para ti es algo más.¿Cómo fue ser testigo de su llegada?
Él venía cuando estuve en París. Tenía 16 años y todavía era un niño. Veía todos mis partidos y él quería jugar al baloncesto. Él sí estuvo en el Ramiro, cosa que yo no hice, y entonces empezó muy pronto a jugar al baloncesto, más pronto que yo. Una vez que coincidimos en Estudiantes, para mí, y sobre todo para él, que es mucho menor que yo, es una situación rara compartir vestuario con tu hermano pequeño, pero a la vez es muy agradable y motivadora.
Él fue aprendiendo y moldeándose también, porque tenía mucho carácter. A veces no lo controlaba un poco. Ya habían ganado en el 99 el Campeonato del Mundo en Lisboa, nosotros también ganamos con la Senior la plata de París, que fue muy importante. Él ya había empezado a jugar la Copa del Rey del 2000 y va adquiriendo unas capacidades y una preponderancia que cuando yo me voy, hace partidos de 25 puntos, 20 rebotes. Ya empieza a ser la estrella que fue luego.
¿En algún momento en esos primeros años se te subía a las barbas?
Alguna vez. Alguna vez le tenía que frenar un poquito y, hablar con él porque se enfadaba, no entendía algunas cosas y entonces había que domarlo un poquito. Pero Felipe, ha sido siempre muy buena gente, muy generoso con todos, un trabajador, un talento excepcional y una fuerza de voluntad increíble. Así que había que decirle poco.
Del Estu cambias de acera y te vas al Madrid. ¿Cómo se lleva ese cambio y, sobre todo, el volver a jugar contra el Estu con la afición echándote en cara tu marcha?
Se lleva bien. Yo siempre lo he dicho, somos profesionales, entonces yo voy a dar todo en Estudiantes y me voy a llevar un recuerdo enorme de Estudiantes, de la afición, de los compañeros y del club, pero en el Madrid voy a hacer lo mismo porque es lo que se me pide y lo que yo puedo ofrecer, darlo todo.
¿Qué pasó? Pues ese mismo verano, en el Campeonato del Mundo de Indianápolis me lesioné la espalda, entonces ese año fue durito y estuve condicionado por esa lesión. No fue bien, de hecho fue una de las peores temporadas del Real Madrid. Y la segunda, con el nuevo entrenador Julio Lamas, no hubo conexión y no jugué mucho. Pero el trato de los fisios, del preparador físico, del club, fue muy bueno y me llevo un recuerdo grandísimo de Real Madrid.
Y en esa segunda temporada…
Sí, ya sé lo que me vas a decir.
Ocurre aquel incidente con tu compañero Kaspars Kambala, que saltas a defender a tu hermano, que en aquella época todavía jugaba en el Estu.
No me arrepiento en absoluto. Lo volvería a hacer ahora, porque por encima de un hermano hay pocas cosas. Y este Kambala, no solo en ese partido sino durante toda la temporada, no sé por qué se ensañaba con Felipe, que era joven todavía y no tenía esa capacidad de respuesta.
En ese último partido, que además perdimos y fue nuestro último partido, saltó con el codo, con la rodilla, casi lo mata y yo me encaré con él. Tampoco llegó a tanto, porque no peleamos ni nada, pero fue una reacción entre visceral y medida también, pero que la volvería a hacer. No me arrepiento en absoluto. Ha quedado como una anécdota. Para mi no es un punto negro. Al contrario. Lo tengo que decir, es un buen ejemplo de cómo defender a un hermano.
Termina esa temporada en Madrid y haces la maleta para ir a Lugo, de donde trascendió tu relación con Moncho López. ¿Qué pasó?
Los tres años míos de Lugo fueron personalmente buenísimos para mi familia. De hecho se dice que a Lugo se llega llorando porque no quieres ir, pero te vuelves llorando porque tampoco te quieres volver. Y eso le pasó a mi mujer, acabábamos de tener a nuestro hijo mayor y se fue llorando hasta Valladolid. Pero a la vuelta es que se vino llorando también. Para nosotros, personalmente, fue muy bueno.
Deportivamente los dos años de Moncho López fueron malos porque, bueno, él me dijo unas cosas que luego no cumplió y a mí eso no me gusta. Yo lo acababa de tener también en la Selección y tampoco había jugado mucho y por eso no entendí su llamada, pero me hice ilusión y luego no fue para tanto. Cuando él se fue a mí me preguntaron y yo para mentir, soy muy malo. Hay que decir las cosas claras.
Tuve como segundo a Moncho Fernández, con el que me he llevado muy bien y me sigo llevando muy bien. Es un grandísimo entrenador y espero que pronto vuelva a entrenar a un equipo ACB. Pero con Moncho López la relación no fue buena porque creo que no fue honesto y a mí la gente que no es honesta no me gusta.
"Los dos años con Moncho López en Lugo fueron malos porque me dijo unas cosas que luego no cumplió"
Hablas de tu etapa en una Selección siendo parte de ese equipo que da paso a la famosa generación del 80.
Yo entré a la Selección en el 95. De hecho se hace la preselección en Málaga con Javier Imbroda como segundo entrenador y Lolo Sáinz de primero. Entonces no lo tenía claro, había varios jugadores que estábamos pendientes de la lista y al final cuando me dicen que voy a estar, para mí fue una alegría enorme. Fue un Campeonato de Europa en Grecia, que no lo hicimos mal. Lolo me encantó como seleccionador, confió mucho en mí, aprendí mucho.
Luego esa serie de jugadores con Herreros, Nacho Rodríguez, Alberto Angulo, Lucio y la gente que empezábamos dejábamos un poquito atrás el angolazo y el chinazo y fuimos creando algo que se materializa en la medalla de plata de París, aunque el año antes, en el 98, en el Mundial habíamos quedado quintos. O sea que ya empezaba esto a bullir.
En el 2000 ya entran Raúl López y Juan Carlos Navarro y en 2001 Felipe y Pau y ya con toda la generación de oro, ese 2001, también ganamos una medalla de bronce en Turquía y luego en 2003 otra plata en Suecia. Ya estaban ellos absolutamente asentados. Con el desparpajo y el talento que tenían sólo había que transmitirles que cuanto mejor ambiente hubiera, pues mejor se jugaría. Con el talentazo que tenían, claro que no hacía falta decirles nada. Entonces para mí fue también muy bonito ver esa transición, ver cómo pasábamos de luchar por los cuartos y de conseguir alguna medalla con muchísimo mérito a ya ver lo que empieza después en 2006 y todos los 20 años de medallas que ha habido. Pero todo empezó yo diría en el Mundial del 98.
Como parte implicada, como jugador y hermano, ¿cómo viviste la explosión de esa generación que seguramente no volvamos a ver una igual?
Lo viví en primera persona. Al principio más mis padres que sí estuvieron en Varna, que fue campeón de Europa y luego en Lisboa. A partir de 2001 yo estuve tres veranos con Felipe en la Selección. Luego en 2006 estaba ya en Lugo y fue increíble. Y luego todos los éxitos de mi hermano con la selección, con el Real Madrid, todo lo que ha ganado, todo lo que ha conseguido.
Pero al final, cuando lo veo, es mi hermano pequeño. No me fijo. Pero él tampoco. Él realmente no tiene la noción de lo importante que es y ha sido para el baloncesto español. Me gusta que sea así.
Siempre se habla de Pau, de Navarro, de su salto a la NBA… Por cierto, ¿tú pudiste ir?
No. Ni era usual ni tuve la oportunidad.
"Siempre digo que todo va a salir bien, pero luego es verdad que me agobio por tonterías"
Te decía que siempre se habla de Pau, de Navarro… ¿dónde queda Felipe?
No hay otro. Como él no hay otro. Se podría decir que Pau es el mejor jugador que hemos tenido, Juan Carlos tenía un talento extraordinario, pero como Felipe no hay ninguno. Y sin Felipe no se hubiera conseguido lo que se consiguió porque forma una parte insustituible de ese engranaje.
Te ha salido el orgullo de hermano mayor.
No, bueno, de hermano y de aficionado y de, bueno, entendido un poquito de lo que va esto. Lo que ha hecho él no lo ha hecho nadie. Pero siempre digo, él es mucho mejor fuera de la cancha que dentro. Mucho mejor ahí. Y cualquiera que lo conoce lo sabe. O sea que yo sí, estoy muy contento de tener el hermano pequeño que tengo. Tengo otros dos con los que también estoy muy contento, pero en el plano profesional que hemos compartido, pues tengo que decirlo.
Una vez que cuelgas las botas, ¿no se te pasa por la cabeza ir el banquillo?
No, jamás. Para ser entrenador hay que ser especial y yo no lo soy. Yo tenía muy claro que quería ejercer mi otra vocación. Me quedaban dos o tres asignaturas para acabar la carrera, las acabé pero ya estaba trabajando en una constructora. Estuve allí siete años, me llamaron luego para encabezar la ABP y aquí estoy.
He ido un poco de un sitio a otro, de una profesión a otra y estoy muy satisfecho. Todo es susceptible de mejora pero yo no me quejo. Mientras mi familia esté bien, esté con salud y es más, yo soy muy positivo y creo que siempre todo va a salir bien aunque luego es verdad que me agobio por tonterías, pero todo suele salir bien y lo que no suele, o sea, lo que no sale bien pues tampoco tiene solución.