BALONCESTO | JOAQUÍN RUIZ LORENTE

Cómo resistir a 38 días confinado en una habitación y acabar enamorado de China: "Me dejaban algo de comida en la puerta... y otra vez para dentro"

El entrenador zaragozano llegó en 2017 al país, vivió la pandemia, fue campeón de la CBA y desde este verano ejerce como asistente de Guo Shiquiang en la selección china.

Joaquín Ruiz Lorente. /
Joaquín Ruiz Lorente.
Mario Ornat

Mario Ornat

Joaquín Ruiz Lorente llegó a China en 2017, después de una triste destitución en el Basket Zaragoza y de relanzar su carrera dirigiendo a la selección de Panamá en el Centrobasket de 2016. En el país asiático se le abrieron las puertas como asistente de Guo Shiquiang, primero en el Liaoning Flying Leopards -con el que ganaron la CBA en 2018-; después en el Guangzhou Loon Lions; y, desde este verano, en la selección de China, donde Shiquiang relevó a Shasha Djordjevic, con la mira puesta en la clasificación para los Juegos de Los Ángeles 2028.

Con más de 450 partidos en la ACB, como jugador Joaquín Ruiz Lorente fue campeón de España junior (1985) y de la Copa del Rey (1990) con el CAI Zaragoza. Pero salió pronto para completar una carrera de casi dos décadas en Unicaja de Málaga, Gran Canaria, Valencia, Huesca, Cantabria y Breogán. Estos días ha celebrado una efemérides íntima: 50 años de baloncesto: un deporte que entiende "como una forma de vida". Por eso nos encontramos en el lugar donde arrancó esa historia: la cancha del colegio de los Hermanos Maristas en Zaragoza. Con Joaquín sentado en el mismo pupitre de sus días escolares.

Aquí empezó todo, más o menos…

No exactamente en este mismo lugar físico, porque entonces aún estábamos en el viejo colegio en San Pedro Nolasco; pero sí, aquí en Maristas. Una tarde en la que yo estaba aburrido en el patio mientras mi madre tenía una reunión de tutoría con algún profesor, y el hermano Dionisio me dijo: "¿Quieres un balón de baloncesto?". Dije, vale: me fui a tirar a canasta y desde entonces no me lo he quitado de las manos.

Subrayemos algo para que esto no sea sólo un capricho de ex alumnos: de Maristas salieron también Sito Alonso y Víctor Lapeña.

Con Sito tengo más relación, por edad y por el baloncesto coincidimos y hemos convivido más. Pero fíjate, de Víctor Lapeña no me acordaba en el colegio, a lo mejor por cuestión de generaciones. Después hemos coincidido y nos conocemos, pero no era consciente. Es maravilloso que de un colegio humilde como este hayan salido tres entrenadores que estamos en la élite del baloncesto.

De ahí pasaste al CB Zaragoza: el junior dirigido por José Luis Abós jugó tres finales del Campeonato de España y ganó dos (1984 y 1985).

Estos días ha hecho diez años del fallecimiento de José Luis y aquello fue de los episodios más duros de mi vida. A nivel profesional, por lo que él significó para mí. Y desde luego en lo personal porque, de los 50 años que he cumplido dedicado al baloncesto, 40 de ellos estuvieron muy marcados por aquel Campeonato de España junior que vivimos juntos.

Aquel CAI era un club de mucha cantera, pero tú te fuiste en 1991 al Unicaja e hiciste carrera fuera. ¿Te resultó traumático marcharte?

No, yo he disfrutado jugando al baloncesto en todos los sitios. Para mí es un estilo de vida y me lo he pasado tan bien jugando al baloncesto, o estando en el banquillo, o después en mi etapa de entrenador, que todo son recuerdos maravillosos. Las circunstancias de la vida te hacen ir donde tienes que ir, donde tienes que disfrutar, ganarte minutos y jugar. ¿Me habría gustado jugar más aquí? Pues sí, no te digo que no. Pero en esa época Pepe Arcega era un jugador extraordinario que nos quitaba muchos minutos a los que veníamos por detrás. Eran otros tiempos y los jugadores principales disputaban 35 o 38 minutos por partido. Hubo un jugador con Mario Pesquera que llegó a jugar una media de 41 minutos por encuentro, ¡porque disputaban muchas prórrogas!

Hay más minutos para repartir, pero menos sitio en las plantillas para jóvenes españoles...

A Leo Franco, el que fue portero del Real Zaragoza, Atlético, Huesca… siempre le contaba cuando nos veíamos que había partidos en los que yo ni me ponía la ropa de jugar: salía al banquillo sólo con el chándal, porque sabía que no iba a jugar. Además es que luego había que lavarla, así que ni me la ponía. Y hubo un partido en el que Manel Comas de pronto me llama: "¡Venga, chaval… sal!". Íbamos ganando de 40 y me tocó a mí. Y me tuve que inventar que tenía una lesión de tobillo y no podía jugar, porque realmente no llevaba la equipación. Ahora sería impensable, lo cuento y nos morimos de risa, pero en aquel momento se me cambió la cara. Hoy día las plantillas ya no son de doce, son de 16 o 18 jugadores y hay rotaciones: el que más juega, juega 20 o 25 minutos. ¡Ojalá me hubiera tocado a mí esa época y haber jugado un poco más!

Se te atribuyen dos Copas del Rey con el CAI Zaragoza: acláralo.

Me siento orgulloso de que me atribuyan dos, jajaja, pero en la de 1983 no estaba. Ese año me dedicaba a hacer estadísticas de los partidos y escribía las crónicas para un periódico. Me sentaba ahí en la zona de los periodistas, enfrente del banquillo, y tomaba notas. Al año siguiente fue cuando entré en el equipo.

Lo has nombrado ya, pero detengámonos en la figura de Pepelu Abós.

Antes de ser campeones de España junior con nosotros, José Luis ya lo había sido con la generación de Chuchi Carrera y José Luis Oliete [y Zapata, Capablo, Carpi, Blasco, Termix, Ruano o Pepe Martínez...]. ¡Y tenía sólo 23 o 24 años! Su vocación de entrenador y su ilusión por el baloncesto eran tremendos. Hubo un momento en su vida en que abandonó el puesto fijo que tenía en una empresa para dar un salto al vacío y jugársela para hacerse entrenador, porque era lo que realmente le gustaba. Siempre luchó por eso, tuvo años muy buenos en otros equipos y al final llegó donde quería, a entrenar en Zaragoza. Y cuando lo logró, lo que hizo fue precisamente transmitir la ilusión de un zaragozano por llevar al equipo de su ciudad a lo más alto. José Luis era un tío muy íntegro, honesto y directo. Teníamos una relación extraordinaria desde mis 18 años y cuando me llamó para ser su ayudante fue lo mejor que me podía pasar. Consiguió en Zaragoza lo que no había logrado nadie: primero el ascenso y luego acabar tercero en la fase regular. Y que la gente volviera al baloncesto en el Príncipe Felipe.

"La muerte de José Luis Abós fue de los episodios más duros de mi vida por lo que significaba personal y profesionalmente. Nunca me planteé ser primer entrenador del CAI... y menos en esa circunstancia"

Joaquín Ruiz Entrenador asistente de la selección de China

¿Cómo de duro fue para ti tomarle el relevo tras su fallecimiento?

Mis primeros años como ayudante fueron maravillosos. Tuve la gran suerte de trabajar con Chus Mateo, que estuvo poco pero del que aprendí un montón. Ya se veía que en algún momento llegaría a ser un gran entrenador. Después estuve con Curro Segura y con Alberto Angulo. Y después vino José Luis. Cuando él pasó por la situación por la que pasó, a mí se me dijo de coger el equipo de manera temporal. Nunca me había planteado ser el primer entrenador y menos en esas circunstancias. Pero lo tuve que asumir. El año fue durísimo para todos. Y aun así creo, y lo digo sinceramente, sin vanidad, que la temporada no fue mala: acabamos con 18 victorias, nos metimos en la Copa del Rey. Pasamos rondas en Europa. Es verdad que no entramos en playoff, pero al año siguiente con 17 victorias se entró en playoff. El caso es que se generó algo raro ahí, en torno a mi situación, y eso provocó que no se avanzara en los mejores términos para seguir como entrenador.

Pero aun así empezaste el año siguiente.

Ese verano se produjeron dudas con respecto a mí como entrenador. Al final seguí, aun sabiendo lo que había, y al año siguiente pasó lo que pasó: el equipo no empezó bien, las dudas se concretaron en mi destitución… punto, no pasa nada, es deporte profesional. Pero ahí me desfondé. Porque es muy duro no que te destituyan en sí, sino que te destituyan en tu ciudad, en tu equipo, con tu gente alrededor.

¿Qué fue lo que te dolió más de aquel proceso?

Esto sería muy profundo de hablar. Me dolieron decisiones que se tomaron antes y que no fueron las mejores, pero lo digo de verdad sin rencor. Porque creo que, si se hubiera maniobrado de otra manera antes conmigo, no se habrían generado esas dudas. Es la primera vez que hablo de esto. Lo que me dolió es que fuera en Zaragoza. Que te pase eso en tu casa, rodeado de los tuyos, es más jodido. Pero luego la vida te pone en otros sitios. Y a mí me puso en Panamá, donde disfruté mucho, y posteriormente en China, donde llevo ocho años y soy enormemente feliz. Lo pasé muy mal en aquellos momentos, lo reconozco. Pero después ha revertido en algo maravilloso.

¿Cómo pasaste de ahí a dirigir a Panamá?

Fue a través de un amigo que no está vinculado al baloncesto. Conocía mucho a una persona de allí que le habló de que buscaban un perfil que quisiera ir y tal… Me pusieron en contacto, me pidieron ir para una entrevista, hacer un clínic y hablar con jugadores y demás, y me cogieron. Así de simple. Jugamos el Centrobasket, lo hicimos muy bien y me quisieron renovar. Pero es un país pequeño, con una liga muy reducida y corta, y sólo querían contar conmigo para el periodo de competición. Eso suponía menos trabajo, menos compensación económica. Aun así estuve a punto de quedarme, mi mujer hasta encontró un colegio para trabajar allí…

Y, de repente, China.

Mientras en un lado dudaban qué hacer, en China me pusieron delante una oferta extraordinaria, sobre todo en lo personal: porque iba allí con el mejor entrenador posible, en un gran club y con un proyecto muy bonito para ganar un campeonato en dos años. Y no me lo pensé. Me fui a China y no me equivoqué.

¿Conocías a Guo Shiquiang?

No. Fue a través de Chus Mateo. Él había estado en China, tenía un contacto allí y le preguntaron porque buscaban a un entrenador ayudante. Él propuso el nombre de Paco Aurioles, que es amigo mío, fuimos compañeros en su momento. Paco dijo que no. Así que Chus me llamó, recuerdo que el 1 de septiembre, y me dijo: "Joaquín, ha surgido esto en China, pero te tienes que decidir en 24 horas". Le dije: ¿China? ¿Pero? ¿Cómo? Estaba ahí lo de Panamá... De Guo sólo tenía las referencias que me dio Chus. También hablé con Sergio Pinzas, un preparador físico español que trabajaba allí y me habló maravillas de él y de cómo era todo. Y tomamos la decisión en 24 horas. No me arrepiento en absoluto. Fue caído del cielo.

¿Y qué te has encontrado?

A Guo, una persona trabajadora, metódica, que va de cara… Un poco como José Luis, te dice las cosas como las piensa y como las siente. Enormemente exigente, amante del baloncesto. Si he podido vivir estos ocho años en China ha sido por él. Ha habido entrenadores que han ido allí y han sufrido. No es fácil. Guo me ha hecho sentirme muy valorado, querido y respetado.

"En Panamá había dudas y lo de China surgió a través de Chus Mateo. La oferta era extraordinaria en lo personal, pero tenía que decidirme en 24 horas. Y no me equivoqué"

Entrenador asistente de la selección de China

¿Cómo es el baloncesto chino y sus jugadores?

Diferente en cuanto a que los equipos están formados por una mayoría de jugadores chinos y sólo un extranjero. Este año han puesto dos y algunos clubes incluso tienen hasta tres en plantilla y los rotan. Eso va a ayudar a mejorar el nivel general. Respecto a la competición, se juegan muchos partidos en muy poco tiempo, con lo cual hay poco tiempo para trabajar. Tácticamente quizás están más flojos que aquí, pero tienen una gran ilusión por hacer algo muy importante. A nivel profesional son enormemente trabajadores, súper disciplinados. Muy jerárquicos. ¿El problema? Si observas unos Juegos Olímpicos, la mayoría de las medallas que consigue China son en deportes individuales: repetición, repetición, horas, horas… Sin embargo, a nivel de equipo les cuesta: tienen un problema a la hora de la toma de decisiones, la lectura de determinadas acciones, el desarrollo de la creatividad. Es algo cultural. La suerte es que Guo, al que le encanta el baloncesto español y europeo, tiene una mentalidad muy abierta y escucha mucho. Pese a que todo es muy jerárquico, él se mantiene muy cercano a ti.

[En el equipo técnico de China se ha integrado también otro español, Ángel Sánchez-Cañete, incorporado desde Unicaja por mediación directa de Joaquín Ruiz, para aportar su experiencia en el conocimiento de jugadores, entrenadores, desarrollos tácticos y preparación de torneos cortos de selecciones. Su nombre fue acogido con entusiasmo por Guo Shiquiang, quien también conocía a Sánchez-Cañete de alguna visita a Málaga para observar los métodos de trabajo del Unicaja].

Con alguien que lleva desde 2017 en China es inevitable hablar de la pandemia. ¿Cómo la viviste precisamente en el país donde surgió?

Cuando todo saltó por los aires, yo había llegado a España de vacaciones dos semanas. Y me tenía que volver para allá justo en ese momento. De hecho ya al viajar hacia aquí el delegado del equipo me había dicho: "Joaquín, id pronto al aeropuerto porque igual os hacen alguna prueba o algo, que hablan de que hay un virus por ahí". Pero volamos sin que pasara nada. Y cuando ya estaba en España, se desató todo. Tenía que volver y además un hijo mío se iba conmigo para pasar una temporada en China. Le consulté a un amigo con información y él me dijo: "Yo no iría, porque esto pinta mal". Así que decidí no volver en ese momento. Tomé yo la decisión y se la comuniqué a Guo.

¿Cuál fue la respuesta en el Liaoning?

Guo me dijo que entendía que quisiera estar en ese momento con mi familia, quedarme, protegerlos. Pero claro, me dijo: a ver qué le parece al club. Aunque Guo me apoyaba, a ellos no les sentó bien, así que decidí rescindir el contrato porque insistían en que volviera ya, automáticamente. Y dije que no. Rompimos el contrato de mutuo acuerdo a finales de febrero, primeros de marzo. Después del parón que hubo, a final de ese año Guo dejó el Liaoning y fichó por el Guangzhou. Y me llamó para que fuera allí con él también. Así que en los siguientes años seguí viajando de España a China varias veces. A lo largo de esos viajes tuve que pasar hasta cuatro cuarentenas: tres de ellas de 15 días y una de 38 días sin salir de la habitación en un hotel de Shanghái.

¡¿Pasaste 38 días metido en una habitación de hotel?! ¿Sin salir en ningún momento?

Sí. Realmente fue muy duro. Todo aquello fue dramático, sobre todo por las víctimas, todo lo que pasó, lo que supuso el encierro: los problemas que hubo a todos los niveles, de todo tipo. Ya no hablo sólo de los fallecimientos, sino crisis, ansiedades, estrés, depresiones, etc. Pero lo que me tocó a mí fue complicado de vivir. Porque estás fuera de casa, con el temor de qué está pasando aquí, la incertidumbre; y no saber qué me pasará en China, a ver si van a decretar otro lockdown y no vas a poder volver.

¿Cómo eran las cuarentenas en cada viaje a China?

Para empezar lo duro era ya salir de aquí. Tenías que ir a Madrid, hacerte las PCR y con eso te daban el permiso para poder volar. Pero luego llegabas allí y, según bajabas del avión, como si fuéramos ganado, nos llevaban por un pasillo en el que te recibía gente con sus EPI y en el aeropuerto te volvían a hacer una PCR. Recuerdo una ocasión en que, desde que bajé del avión hasta que llegué a mi habitación, en esas tres o cuatro horas pasé cuatro PCR. Una por hora. Yo decía: "Pero si ya no me puedes taladrar más la nariz". Controles muy exhaustivos y muy duros. Y después, tenías que estar metido en una habitación de hotel durante la cuarentena. La primera fue de una semana. Las otras dos, de dos semanas cada una. Y la última pasé encerrado 38 días. No podía salir de la habitación: me dejaban dos veces al día una bandeja con un poco de comida, arroz y cuatro cosas más. Llamaban a la puerta, lo dejaban, tú lo recogías y te volvías para dentro. Y dos PCR al día. Durísimo. Sobre todo por la incomunicación y la angustia de no saber si eso se iba a prolongar, no saber qué pasará, qué será lo siguiente.

(El relato de cómo abandonó Joaquín Ruiz aquella cuarentena es largo pero merece un aparte. Su única comunicación presencial en casi 40 días fue otro español, profesional de una empresa, quien también pasó todo ese tiempo confinado en una habitación contigua, y con el que se veían apenas entreabriendo la puerta de cuando en cuando, para intentar animarse mutuamente. Con el fin de resistir psicológicamente al encierro y la angustia de los continuos aplazamientos de su final, el zaragozano se apoyaba en férreas rutinas de trabajo y ejercicio físico, dentro de las posibilidades que ofrecían las reducidas dimensiones de la pieza. Se llevaba comida desde España e ideó un sistema para colgarla en el exterior de la ventana, por la escasa rendija de ventilación disponible, y aprovechar la temperatura exterior a modo de frigorífico.

Cuando no pudo aguantar más, a través del club lograron encontrar un vuelo para regresar a España. Acordaron con los empleados del hotel que lo sacaran por la puerta de atrás, sin que nadie lo viera, vestido con una EPI completa. Me muestra una foto de esos momentos: parece un astronauta extraviado en medio de un pasillo. Salir del hotel a escondidas fue sólo el principio. Una vez en la calle, nadie podía verlo porque el confinamiento en la ciudad era absoluto. Y si alguien le descubría, no podía decir que había salido del hotel para no comprometerlos ante las autoridades.

De modo que pasó horas oculto, tirado tras unos setos, para evitar que alguien advirtiera su presencia. Una angustia horrible hasta que apareció el vehículo de transporte, acordado bajo mano, que lo llevaría al aeropuerto. Sólo se sacudió el terror cuando despegó el avión. Su compañero de encierro en la habitación de al lado aguantó pocos días más: incapaz de asumir la soledad y el encierro, abandonó la empresa para la que trabajaba y se volvió a España. Fuera de la entrevista, resulta estremecedor el relato de las dramáticas consecuencias, a menudo ocultas, que los años de pandemia tuvieron en la sociedad china). 

"En cuanto llegabas a China con un vuelo te metían por un pasillo como a ganado. Una vez, en cuatro horas hasta llegar a mi hotel, me hicieron cuatro PCR. Pasé cuatro cuarentenas: varias de dos semanas. La última fueron 38 días encerrado"

Entrenador asistente de la selección de China

¿Cómo fue el paso progresivo hacia la normalidad?

Ellos fueron abriendo muy poco a poco. Aquí ya se empezaban a jugar partidos, pero allí la burbuja duró dos años. Jugamos todo el tiempo en una burbuja, no viajábamos. Todos los equipos concentrados en una ciudad. Los partidos se disputaban sólo en dos pabellones y no podíamos salir al exterior. Socialmente afectó mucho, cosas terribles. Y la desconfianza: todo el mundo desconfiaba de los chinos, aunque seguro que ellos no querían provocar algo así. Pero al mismo tiempo ellos también desconfiaban de los extranjeros cuando viajabas. Yo conocí a amigos con problemas para encontrar trabajo o un piso por eso.

¿Cuáles van a ser tus primeros pasos con la selección?

Ahora cuando regrese allá, llegaremos a la concentración a ver una serie de partidos previos. Estaremos diez días concentrados en Shanghái y jugaremos dos partidos en las ventanas. Después, los jugadores volverán para competir con sus equipos. Las concentraciones son en Pekín o Shanghái y allí vivimos en una residencia, en un centro de alto rendimiento. Tienes un hotel dentro de las instalaciones, restaurantes, tu propia dieta, todo preparado para nosotros, horarios muy estipulados… Antes en los clubes vivíamos también en régimen de concentración en un centro de este tipo, porque juegas 52 partidos en un periodo de tiempo muy corto, de octubre a marzo. Por tanto solo viajas y juegas, casi sin tiempo de entrenar. Vivimos juntos para que todos los desplazamientos, que son largos, se hagan más rápidos. No vives en tu apartamento, no tienes tu coche para moverte ni tiempo para actividades fuera de la competición. Los jugadores viven en un sistema de concentración. Como un régimen militar.

¿Se nota la influencia del régimen político en el deporte?

Sí, la jerarquía existe y se demuestra en el día a día. Un día, por ejemplo, estábamos entrenando y de pronto apareció el que llaman allí el ministro de Deportes, el director general de Deportes de la región… Se para el entrenamiento, se cuadran todos, se ponen en fila, él se dirige a los jugadores, todos asienten, aplauden, se va y el equipo sigue entrenando. Aquí sería impensable: iría en un momento después del entrenamiento o se mantendría a un lado, esperaría… Allí no, allí él es el ministro y todo el mundo tiene que saber que es quien manda y ejecuta. Nunca te puedes saltar la jerarquía, no se te ocurra hacerle un comentario a alguien que esté por encima de tu entrenador, en este caso sería el director deportivo: tienes que ir al entrenador, y él será el que se lo transmita. Se nota mucho cómo está estructurada la sociedad.

"Hace unos meses Japón le ganó por primera vez a China al baloncesto y esa derrota ha provocado una pequeña crisis a nivel federativo y del ministerio. En este régimen el deporte tiene implicaciones políticas"

Joaquín Ruiz Entrenador asistente de la selección de China

¿Las victorias y las derrotas tienen implicaciones políticas?

Las tienen. Fíjate, cuando ganamos la CBA con Liaoning, ese era el objetivo del club. Pero en aquella visita que contaba del ministro de Deportes de la provincia, quedaban dos semanas para jugar la final de liga. Y nos dijo: "Muy bien, vais a jugar la final, tenéis un objetivo y me parece maravilloso. Pero no os olvidéis de que, después de la CBA, tenemos los Juegos Nacionales". Los Juegos Nacionales son una especie de Juegos Olímpicos, sólo para China, entre las diferentes provincias. ¿Qué pasa? Que ese ministro de tu provincia sabe que, si tú ganas los Juegos chinos, él suma puntos y tendrá más posibilidades de ascender y llegar a Pekín. Y yo decía, pero ¿no es más importante ganar la liga? Para él no lo era. Y todos a mi alrededor lo veían normal. Otro ejemplo: una de las cosas que ahora mismo preocupa más al baloncesto chino es que, por primera vez en la historia, en el último partido perdieron contra Japón.

¿Ha adelantado el baloncesto japonés al chino?

Los enfrentamientos Japón-China son siempre de una rivalidad extrema, porque los dos países la han tenido desde la II Guerra Mundial. Esa derrota provocó una pequeña crisis a nivel federativo, del ministerio, etc. Ellos han evolucionado. Tienen más americanos que nosotros en pista en su liga y eso les ha ayudado a crecer. Japón cuenta ahora con Kawamura en la NBA, en Memphis. Nosotros tenemos también un jugador, Yongxi Cui, en Brooklyn con Jordi Fernández. En Asia todos van dando pasos para ser más competitivos y China está poniendo todos los recursos y medios para que el baloncesto masculino replique el éxito que ha tenido la última gran generación femenina de China. Vamos a ver si lo conseguimos y logramos el objetivo de llegar a unos Juegos, tan ansiados.

Se abre un periodo enormemente ilusionante para ti pero, ¿piensas en volver un día a España a entrenar?

Me encantaría volver a España. Y volver a Zaragoza, en concreto, pero no depende de mí. Ha habido cosas, siempre ha habido contactos, que al final no han dado resultado y de los que no viene ahora al caso hablar. Ojalá pueda volver a mi casa y retirarme aquí, ojalá. No concibo el baloncesto fuera del vestuario, como cuando era jugador o ahora que soy entrenador. Hay otros puestos, pero lo que yo quiero es estar en el vestuario. Es mucho más que un espacio físico: un lugar con muchas emociones, códigos, sufrimiento, derrotas, fracasos, éxitos, solidaridad, muchos valores. Ojalá pueda, por decirlo así, morirme en un vestuario... jajajaja.