El dolor del ídolo Giuseppe Gibilisco que sobrecoge a Italia: "Mi caso es como el de Pantani, a menudo voy a llorarlo a la tumba"
El todavía plusmarquista italiano desvela su caída al infierno tras proclamarse campeón del mundo y lograr el bronce olímpico en Atenas 2004.
Giuseppe Gibilisco tocó la cima del salto con pértiga en los Mundiales de París 2003 con un vuelo de 5.90 metros que, además del oro, suponía un récord nacional de Italia en la disciplina que todavía nadie ha logrado arrebatarle. No contento con ello, al año siguiente, en los Juegos Olímpicos de Atenas mordía un bronce ante los ojos del mundo. La vida le cambió, pero la sonrisa no le duró mucho tiempo.
En 2007, con 28 años y en plena madurez profesional, todo se vino abajo por un positivo por dopaje. Pese a que el TAS anuló la sentencia un año después, el daño psicológico en el atleta italiano ya estaba hecho. La Guardia de Finanza, grupo deportivo al que pertenecía, había puesto fin a su relación y el mazazo cayó como una losa en Gibilisco.
20 años después, el plusmarquista nacional asoma por fin la cabeza a la superficie, es concejal de deportes de Siracusa, su ciudad natal, y se sincera en una entrevista desgarradora con La Gazzetta dello Sport. "Me quedaban 43 euros en mi cuenta, como oficial, cogí la pistola reglamentaria con la mano y pensé en suicidarme", confiesa al diario.
Si bien es cierto que ha conseguido dar un vuelco a su vida, que hoy en día está plena de proyectos deportivos para formar campeones en su comunidad, la herida de la sanción todavía no ha cicatrizado. "Estaba solo contra todos, acusado de presunto dopaje. Salí de ahí con un sobreseimiento porque el hecho no existe en el tribunal penal y con una absolución total del TAS, en el tribunal deportivo antidopaje del CONI (Comité Olímpico Nacional Italiano) que arruinó mi carrera cuando estaba en la cima", explica. Incluso ve una similitud en su caso con uno de los mejores corredores italianos de todos los tiempos: "Ahora, afortunadamente, las cosas han cambiado. Hay más respeto por los deportistas y quizás, también contribuyó mi caso a ello, como el de Pantani, un gigante, una víctima. A menudo voy a llorarlo a su tumba".
Retomando el peor episodio de todo este proceso, antes mencionado, Gibilisco reconoce que la decisión de quitarse la vida fue meditada. "Elegí con qué arma. Me salvó un amigo periodista, el único que se mantuvo a mi lado en esos momentos". Asimismo, su situación financiera resultaba preocupante. "No me avergüenza decir que mi cuenta bancaria había alcanzado los 43 euros. Para frenar el boquete hasta vendí el coche que me había comprado tras ganar el bronce olímpico", recuerda con un nudo en la garganta, tratando de cerrar el capítulo de manera definitiva. "La oscuridad me acompañaba todos los días. Podían ser soleados, que seguía viendo todo negro a mi alrededor. Y es solo una forma de hablar… Estaba todo oscuro".
De hecho, en la entrevista con el periodista Giorgio Specchia, el tormento aún vivo en el atleta queda patente en un ruego: "Déjame seguir adelante porque esto es un capítulo cerrado y me duele volver a él".