WIMBLEDON

El día que el tío Toni se durmió viendo a Nadal y todo lo que no se contó del mejor partido de la historia

Se cumplen 15 años de la gran final de Wimbledon 2008 entre Rafa Nadal y Roger Federer.

Nadal derrotó a Federer en la final de Wimbledon 2008./GETTY
Nadal derrotó a Federer en la final de Wimbledon 2008. GETTY
José M. Amorós

José M. Amorós

Londres-. Son las 21:15h. y Rafa Nadal cae al suelo del Central Court del All England Club ante la locura de la grada. Es 6 de julio de 2008. En las pantallas, reluce un resultado casi eterno, como el partido que acaba de terminar: 6-4, 6-4, 6-7, 6-7 y 9-7 a favor del español.

El partido del siglo entre Rafa Nadal y Roger Federer.Samuel Subiela

La decisión de Wimbledon de apurar el domingo y no suspender la final por falta de luz ha hecho que sea prácticamente de noche en Londres y sólo los flashazos de los reporteros gráficos iluminan una de las celebraciones más icónicas del tenista de Manacor. Desde todas las partes de la pista, lanzan fotos a la oscuridad buscando su camiseta de tirantes blanca caer sobre la hierba.

"Solo pensaba: 'si oscurece más, esto se volverá inviable", recuerda Clive, fotógrafo de Getty, que desvela 15 años después cómo consiguió la foto más espectacular de su carrera: "Estaba muy oscuro, y, por suerte, había un señor con una linterna entre la gente. Aproveché la luz y allí estaba: era un cuadro perfecto".

La foto de Clive, fotógrafo de Getty, tras la victoria de Nadal en la final. GETTY
La foto de Clive, fotógrafo de Getty, tras la victoria de Nadal en la final. GETTY

La final había acabado, Nadal lograba su primer título en Wimbledon y Federer recibía un golpe que nunca jamás olvidaría. "La derrota más dura de mi carrera", confesó el suizo. Jon Wertheim, periodista de Sport Illustrated, estaba en la grada. Desde principios de ese 2008, había firmado con una editorial escribir un libro sobre la grandeza de Federer, pero la temporada se había complicado después de verle caer ante Djokovic en Australia y ante el propio Nadal en Roland Garros.

En esta ocasión, la situación tampoco pintaba bien desde el inicio. Los dos primeros sets cayeron del lado de Nadal, que parecía acariciar la 'piña de oro' en el jardín de Roger. "Me preguntaba si todavía querrían que escribiese un libro", recuerda Jon, que a lo largo de aquella tarde y todo lo que sucedió en la pista, tuvo que cambiar su guion: "Hubo un retraso por lluvia, Federer ganó el tercer set y el ambiente cambió de una paliza a una batalla. Fue entonces cuando comenzó la historia y decidí que mi libro sería sobre ese partido. Tenía todos los elementos de un 'clásico': La lluvia, la oscuridad, el suspense de si terminarían, los contrastes entre los dos jugadores que son imposibles de inventar...".

Lo llamó Golpes de genialidad: Federer, Nadal y el mejor partido jamás jugado y ofrece un análisis golpe a golpe de aquella final.

Un ojo a las nubes, un ojo al partido

Los jugadores debían haber saltado a las pista a las 14:00h., pero no aparecieron hasta 35 minutos después y no se marcharían hasta más de siete horas más tarde. La lluvia, tan imprevisible como londinense, quiso ser protagonista una vez más en Wimbledon. Lo fue antes de empezar y volvió cuando Federer intentaba poner el 2-1 en el marcador apuntándose el tercer set.

En ese primer parón ocurrió una de las historias más curiosas y llamativas. "Con dos sets a cero a mi favor, mi tío Toni se durmió esperando la reanudación", relató el tenista años más tarde a la ESPN al extenista argentino José Luis Clerc. El partido se empezaba a alargar, había mucho cansancio acumulado de dos semanas y la hora de la siesta hizo efecto en el tío Toni. "Cuando volvió a llover, habíamos perdido dos match-points, volví al vestuario y le dije: 'Ahora será mejor que no te duermas otra vez".

Mientras, fuera del vestuario, esas nubes habían hecho que los jueces y árbitros empezaran su trabajo unas cuantas horas antes de lo previsto. "Esperábamos un día de clima muy impredecible y teníamos una final de dobles mixto en el orden de juego antes del Nadal-Federer", recuerda Andrew Jarret, responsable de arbitraje de Wimbledon.

La lluvia provocó un retraso y dos interrupciones en la final. "Recuerdo mirar para ver si las nubes se movían o si se seguían sobre nosotros", cuenta el árbitro, ya jubilado, pero habitual en el día a día del club. Eso sí, ni la lluvia borró el recuerdo de un partido memorable: "Manteníamos un ojo en los informes meteorológicos y el cielo, pero no podíamos apartar la mirada del partido. Esa final está en una lista muy corta de los más memorables que he visto".

Eso sí, desvela que, por apenas unos segundos, la final pudo no terminar aquella noche: "Cuando Nadal rompió en el 7-7, hubo una sensación de relajación en toda la sala. Si Federer hubiera hecho contrabreak, es muy probable que hubiésemos tenido que volver al día siguiente. Eso no es lo que queríamos, pero estábamos preparados. Cuando terminó, la sensación no fue tanto de alivio, sino de que había sido una experiencia increíble". Tan increíble como que fuera el padre de Federer quien ayudara a Nadal a subir a su palco para celebrar con su equipo, su familia y los actuales reyes, entonces príncipes, presentes en las gradas.

Cuando terminó la entrega de trofeos más nocturna jamás vista por estos lares, Nadal había levantado su primer título en 'La Catedral' del tenis y, con la felicidad a rabiar, visitó la zona de prensa. Brad Gilbert, extenista y comentarista de ESPN, le recibió en el estudio y se encontró con la mejor sorpresa: "No sabía qué preguntarle después de siete horas... Por lo tanto, a veces le pregunto a los jugadores si me dan su raqueta para colocarla en mi tienda en California. Le pregunté a Rafa y... "Sí, ven al vestuario". Es decir, una de las raquetas de aquella victoria para el recuerdo está en la tienda Brad Gilbert Tennis Nation en San Rafael (Estados Unidos).

La raqueta de Nadal en Wimbledon 2008, expuesta en la tienda de Brad Gilbert. BRAD GILBERT
La raqueta de Nadal en Wimbledon 2008, expuesta en la tienda de Brad Gilbert. BRAD GILBERT

Aquella final terminó después de las diez en España, pero el recuerdo de Ted Robinson, periodista de la NBC estadounidense que narró aquel Wimbledon, llegaría ya entrada la noche. "McEnroe y yo regresamos al hotel. Subí a mi habitación a dejar mis cosas. Cuando estaba allí, recibí una llamada de John", recordó el comentarista deportivo a los medios oficiales de Wimbledon hace unos años. "Me dijo: "Ven a mi habitación". Cuando entré, me dio una cerveza. Cada uno de nosotros abrió una y nos sentamos durante unos minutos para relajarnos. Estábamos en silencio, John me miró y dijo: "Nunca volveremos a ver algo así".

Son 15 años, pero para los que vivieron en primera persona no ha pasado el tiempo. En los pasillos de Wimbledon, cuando preguntas, siguen respondiendo que es la mejor final que recuerdan. Más jóvenes o más veteranos en sus visitas al All England, tienen un recuerdo de haber visto un gran tenis, una historia inspiradora para plasmarla en un libro o, simplemente, para volverla a ver en una tarde de verano con una cerveza en la mano al más puro estilo McEnroe.