OPEN DE AUSTRALIA

El largo camino de Madison Keys encuentra su recompensa por fin

La jugadora estadounidense fue una de las jugadoras más jóvenes en ganar un partido en la WTA, pero solo se ha hecho grande cuando está a punto de cumplir los 30.

Madison Keys./AFP
Madison Keys. AFP
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

Llega tarde, pero llega. Madison Keys lleva una vida detrás de un título de Grand Slam, y la frase puede parecer hiperbólica, pero no hay nada de eso. La estadounidense ganó su primer partido en el circuito cuando solo tenía 14 años, es una de las más jóvenes de la historia en conseguirlo. Cuando eso ocurrió, por supuesto, se esperaba de ella un futuro pletórico, porque la juventud siempre es un lienzo en blanco sobre el que proyectar tantas cosas.

Aquella promesa de gloria se quedó un poco por el camino. No porque Keys no fuese una muy buena jugadora de tenis, lo ha sido durante todo este tiempo, sino porque llegar a la cúspide es algo complicado, una última zona VIP a la que solo ha accedido a unos días de cumplir 30 años.

Por el camino muchos intentos que se quedaron en las puertas. En 2015, hace 10 años ya, cuando solo tenía 20, se metió en las semifinales del Open de Australia. Esa ronda, la penúltima, se convirtió en algo parecido a un techo en su vida. Dos veces cayó en Australia, otras dos en Estados Unidos y una más en Roland Garros, un grande que le da casi alergia a las jugadoras estadounidenses. A todo eso le suma una final, la del US Open de 2017, en la que su amiga Sloane Stephens la barrió de la pista.

Y ahí llegó a Australia, lejos de ser favorita, encontrándose con Aryna Sabalenka en la final, la mejor jugadora sobre superficie dura y campeona de las últimas dos ediciones. La lógica invitaba a pensar que la bielorrusa, tan potente, tan decidida, tenía la mano en el partido, pero Keys no estaba de acuerdo con ese guion y decidió improvisar.

Keys, a sus casi 30, demuestra que el circuito femenino ya no es un juego de niñas, ya no hay adolescentes asaltando la banca y cada vez es más común ver jugadoras estables, no fugaces. Ella llegó muy joven a Florida para entrenar en la academia de Chris Evert, uno de los grandes nombres del tenis. Hija de abogados, ella blanca, él afroamericano, creció admirando a sus mayores: Venus, Serena, Federer... hasta que se encontró ella misma en el circuito, buscando una y otra vez cuál era el camino hasta la gloria que ha llegado por fin en Melbourne.

"Por fin te he vencido, eres una jugadora durísima para tener como rival", decía Keys, que había perdido cuatro de sus cinco enfrentamientos con Sabalenka. "Ganar el primer título es un mundo para mí", añadía en la entrega de trofeos, con la emoción en la voz que se espera de quien acaba de cambiar su historia personal para siempre. Ayer no era una ganadora de grande, ahora lo será ya para siempre.

Keys es una jugadora potente, consistente, muy capaz. Quizá o la más atractiva en el cuadro, hay otros nombres que llaman más la atención porque pegan más potente —aunque no mucho más, la estadounidense es más fuerte de lo que parece— o tienen más carisma. A ella todo eso ahora mismo le da igual, porque con una sonrisa que no cabía en la Rod Laver Arena veía como los suyos lloraban de alegría.

Ganar es siempre ganar, pero Madison Keys podrá decir además que lo hizo contra algunas de las mejores jugadoras que campan por el tenis. Hay cuadros más sencillos que el que le ha tocado a la estadounidense, sin duda. Sabalenka, Swiatek, Rybakina y Collins, cuatro rivales con un mejor ranking que ella, han formado parte de su repertorio de víctimas. En las dos últimas rondas, las dos mejores jugadoras del mundo. Si hay un ránking de grandes logrados ante una mayor dificultad, el camino de Keys quedará sin duda muy alto.

A las dos grandes estrellas las ha sometido en el tercer set, en los momentos en los que los nervios se disparan. Contra la polaca, en un tie-break que parecía perdido. A Sabalenka rompiéndola para anotarse un 7-5 en el último set del torneo. Con tanta calma como uno pueda imaginar.

Keys es una jugadora agresiva, mandona, de las que gusta de llevar la iniciativa, pero en la final contra Sabalenka sabía que para ganar iba a necesitar más las piernas que los brazos. Los grafismos de la televisión australiana repetían una y otra vez los muchos sprints que estaba haciendo la estadounidense en comparación con su rival. Correr para mantenerse en la pista, para hacer dudar a una jugadora superior en el papel.

También encontró unos ganadores en carrera tremendos, que es la mejor manera de coronar un buen sprint. Terminó el partido con 29 ganadores, tantos como logró su rival, lo que en sí mismo es muy notable porque es evidente que la bielorrusa es la jugadora que despliega un tenis más poderoso que ella. Que ella y que cualquier otra. Pero esta vez Keys fue capaz de mantenerla en sus reglas, limitar esa capacidad y obligarla a forzar errores.

A mitad del próximo mes, cumplirá 30 años. Flavia Penetta ganó su primer grande con 33, pero lo normal no es esto sino abrir el camino antes. A Keys, en todo caso, le tiene que saber igual de bien. Abran paso a la campeona de Australia.