Así se fraguó la curiosa alianza entre el CSD y LaLiga para que Paula Badosa decidiera ser española
Nacida en Nueva York, tenía ofertas muy fuertes para representar a Estados Unidos, pero su voluntad y una ayuda económica la llevaron a competir con España.

Es un fenómeno que va creciendo, porque el mundo se ha hecho más rápido, más poroso y más diverso. La nacionalidad es un concepto mucho menos pétreo de lo que fue en el pasado, son cada vez más aquellos cuyos padres son de procedencias diferentes o que nacen en países que no son los mismos de los que son nacionales sus progenitores. Es algo no muy importante para la mayor parte de seres humanos, pues no cambia más que el color del pasaporte, pero que en el deporte profesional sí se convierte en un factor diferencial, porque marcará para siempre tu carrera. Eso, de algún modo, también genera un pequeño mercado en el que los países —sus ministerios, sus federaciones, sus clubes... depende— tienen que apostar porque alguna joya compita por su país y no por un rival.
Ese es el caso de Paula Badosa, que es sin duda española, pero en su adolescencia pudo elegir si quería vestir de rojo o ser de Estados Unidos. La jugadora es nacida en Nueva York, pues sus padres, ambos catalanes, trabajaban allí en el mundo de la moda cuando ella nació. Las leyes estadounidenses, al menos de momento, pues Donald Trump amenaza con cambiarlas, establecen que todo aquel nacido en su territorio es estadounidense. La nacionalidad se adquiere por ius soli, derecho de tierra, a diferencia de los países europeos, donde se usa el ius sanguinis, es decir, lo que te confiere la nacionalidad no es tu lugar de nacimiento sino la procedencia de tus padres.
El caso es que Paula Badosa se plantó en 2015 con un Roland Garros junior debajo del brazo y la incertidumbre de con qué país iba a terminar jugando. Y, en contra de lo que muchos pueden pensar, esta decisión tiene tanto de mercado y potencial de oportunidades como de profundos sentimientos personales.
La cosa con ella estaba especialmente complicada, porque el rival, Estados Unidos, no es un cualquiera en el tenis. "Las federaciones donde hay un Grand Slam tienen mucho dinero y a ella le ofrecían mucho. También la posibilidad de acceder a wild-cards en los distintos torneos grandes, porque tienen acuerdos entre ellos para intercambiarse invitaciones", explica una fuente conocedora del proceso por el cual terminó jugando con España. La oferta estadounidense existió y, de hecho, fue un español, José Higueras, quien se la hizo llegar. En aquel momento él estaba encargado del alto rendimiento en la USTA.
Es verdad que en estos casos sentirse de un lugar u otro ayuda mucho a inclinar la balanza, pero rara vez es lo único. El momento en el que Badosa tiene que elegir colores coincide con una crisis tremenda en la economía mundial y, especialmente, en la española. Cuando los presupuestos bajan, y en aquel momento la guía era la austeridad, el deporte es uno de los primeros damnificados. Así que el Consejo Superior de Deportes no andaba con capacidad de volverse loco.
Pero siempre hay una solución, y es buscar algún aliado que ayude por el camino: "Le pedimos a la Liga que les patrocinara dentro del programa que teníamos con ellos por las quinielas", explica una persona que estuvo relacionada con las negociaciones. Badosa era una de las juniors más prestigiosas del mundo y ya en ese momento se veía que podía ser más que eso, porque la neoyorkina de Begur no solo era mejor que las otras chicas de su edad, sino que también tenía ese tipo de carisma que puede llevar a un deportista a otra dimensión.
"Se veía muy desenvuelta que los cambios de pista, se ponía ahí a bailar y se divertía", explican los que la conocieron. Ya en aquellos días era una jugadora buscando un sentido, de hecho le costó afianzarse en la primera línea del tenis, tuvo una maduración más lenta que otras rivales. Todo eso también forma parte de la personalidad de Badosa, arrolladora a veces, atractiva siempre para las marcas y los aficionados, pero también en ocasiones dubitativa y no del todo bien enfocada. O se compra el paquete entero, o no hay Paula Badosa.
Garbiñe, otro precedente
El caso de Badosa en realidad no era nuevo en el tenis español. Unos años antes se había dado la misma disyuntiva con otra jugadora, Garbiñe Muguruza. En su caso, hija de venezolana, podía decantarse por el país caribeño, que en esos momentos no vivía en la precariedad actual. "En aquella ocasión le pedimos ayuda al BBVA para que la patrocinara y la apoyase en sus inicios, a cambio de que ella optase por España. Ella en todo caso era también lo que quería, vivía en España y no tenía ninguna pega especial", explican.
Hay que entender además que Muguruza primero y Badosa después representaban una esperanza para un tenis femenino que en esos momentos estaba en un periodo de incertidumbre. Se habían agotado las carreras de Arantxa Sánchez-Vicario y Conchita Martínez, dos gigantes, y no había otras tenistas de ese nivel para reemplazarlas. Sí buenas jugadoras, como Anabel Medina, Silvia Soler o Lara Arruabarrena, pero muy lejos del nivel de exposición que habían logrado sus predecesoras. Por eso 'reclutar' a Muguruza o a Badosa suponía un reto especial para el CSD.

Es curioso porque, en el caso de Badosa, tenía como agente a Albert Molina, que hoy está en exclusiva con Carlos Alcaraz. Él era la cabeza visible de IMG, el gigante de la representación, y eso le dio a Paula algunas de sus primeras grandes oportunidades en el circuito. Por ejemplo, jugó en Miami cuando tenía solo 17 años y logró pasar dos rondas en el cuadro principal. Lo hizo porque el torneo es propiedad de la agencia de representación, que suele ofrecer a sus jugadores más prometedores la opción de disputar algunos torneos sin tener el ránking para ello.
Al mismo tiempo que el caso de Badosa se gestionó el de Nicola Kuhn, otro jugador muy prometedor que estaba entre los mejores juveniles del mundo y que podía haber optado por jugar con Alemania. En su caso también fue LaLiga la que hizo las aportaciones necesarias para darle ese pequeño empujón a su carrera y, de paso, asegurarse que disputaría la Copa Davis con España. Hubo algún caso más de jugadoras que se ofrecieron a nacionalizarse y vestir de rojo, pero en esos casos sus vínculos con el país eran difusos y el CSD no quiso hacer esos esfuerzos sin que hubiese ese arraigo.
Por si todo esto fuese poco, los años de la crisis tuvieron como telón de fondo una muy mala relación entre el Consejo Superior de Deportes y la Real Federación Española de Tenis. El secretario de Estado, Miguel Cardenal, encadenó encontronazos con el presidente de la federación, José Luis Escañuela, que de tanta fricción terminó inhabilitado por el TAD —y, más tarde, condenado por apropiación indebida—. Eso hizo que la RFET, que en principio debería de haber sido la encargada de gestionar estos casos, se pusiese de perfil e hiciese poco o nada para que Muguruza o Badosa jugasen por España.
Todo esto, lo del mercadeo, los patrocinios, la elección con aliño, es importante, pero de poco vale si en el jugador hay voluntad de representar a otro país. Las fuentes consultadas recuerdan que se intentó con Álex de Miñaur, de madre española, pero él siempre tuvo claro que era australiano y por ese equipo iba a competir.
Algo parecido ocurrió con Badosa. Sí, es cierto, LaLiga ayudó en su formación y el agradecimiento está ahí, pero ella nunca ha tenido complejo de abrazar España, algo que en algunas ocasiones le ha ocasionado alguna que otra crítica en Cataluña.
Solo hay que ver la pataleta que tuvo Alex Parisé, en Rac1, cuando no le concedió una entrevista después de ganar en Indian Wells en 2019: "Ha hecho entrevistas en diferentes medios españoles. Si queréis escuchar a Paula Badosa en castellano, la escucharéis. Pero, según la gente que le lleva la agenda, ya no podía atender a otros medios, como RAC1, la radio líder del país donde se ha formado ella, Cataluña, y la radio que le dio voz y cuidando desde el 2019. Me quejo públicamente de la gente que hace de filtro, que se olvidan de sus orígenes. Estoy convencido de que a ella ni le habrá llegado la petición de RAC1". Y al día siguiente reincidió en ello Jordi Basté, la gran estrella de la cadena: "Para el entorno de Paula Badosa, España, capital Madrid, y Begur, esa localidad preciosa del Ampurdán, de la magnífica y simpática región catalana"
Estos días, Paula Badosa agradecía las banderas de su país que aparecían en las gradas del Melbourne Park, porque para ella es natural, no se esconde. Y, quizá también, porque nadie es tan afín a un país como el que lo ha elegido voluntariamente.