Carla Suárez quiere evitar que sus hijas sean tenistas: "Hay alegrías, pero llegas al hotel y estás sola, no lo puedes compartir con nadie"
Superó un linfoma de Hodgkin antes de retirarse y en junio fue madre de gemelas. "Es muy duro, yo no he vuelto a jugar desde que me retiré", dice a Relevo.
"Hazme una foto en el photocall", le dice Carla Suárez a su madre, que obedece con una sonrisa llena de orgullo. Como para no estarlo. Loli está a pocos minutos de ver a su hija recoger un premio a la superación en la gala anual del Comité Olímpico Español. Carla Suárez anunció en 2019 que colgaría la raqueta en 2020, pero un linfoma de Hogdkin cambió los planes.
Al revés que en la mayoría de los casos, la enfermedad le hizo estirar la carrera. No quería decir adiós de aquella manera: así que, cuando superó el linfoma en abril de 2021, volvió a la carga y pudo despedirse como ella quería, en la pista, jugando sus últimos partidos en Wimbledon, los Juegos de Tokio, el US Open y la Billie Jean King en Praga.
Ahí, en República Checa, colgó la raqueta después de más de 850 partidos en la élite y en el avión de vuelta a España viajaba ya una extenista. Orgullosísima de su carrera, sin nada que objetarse y sin nada en el tanque. Lo suyo no iba a ser un hasta luego. De hecho, salvo dos o tres ocasiones contadas, no ha vuelto a empuñar una raqueta desde aquella Billie Jean King Cup. "Yo echo de menos la afición, el hecho de estar en estadios grandes y que disfruten de tu juego. Yo sentía mucho cariño, quizás por ese estilo de revés a una mano la gente se sentía identificada y me lo hacía saber. Echo de menos eso, pero lo que es el día a día ya no tanto", señala a Relevo durante un paréntesis en la gala del COE.
"Desde que dejé el tenis no he vuelto a jugar. Alguna exhibición, algún clinic y algún favor que me han pedido, pero no hago nada. Ya hice suficiente", añade Carla Suárez, que en 2016 alcanzó su techo en el ranking, el sexto puesto de la WTA. En realidad, aunque quisiera jugar, la canaria no tendría mucho tiempo. En junio dio a luz a dos gemelas, Noa y Ona, y desde entonces su vida está entre pañales y biberones. "Lo lleva fenomenal, ella siempre ha tenido esa actitud de ver la vida de una forma maravillosa. Siempre lo ve todo positivo", comenta su madre, la abuela.
Afincada en Logroño, donde su pareja, la futbolista Olga García, juega en las filas del DUX Logroño, Carla Suárez ha aprendido muy rápido a disfrutar de la maternidad. "Cuando se despiertan y las ves sonreír… Estoy disfrutando mucho de la vida, estoy tranquila, encargándome de ellas, cuidándolas y disfrutándolas. Ahora empiezan a ponerse malas y te lo pegan, no me aburro", afirma con una sonrisa de oreja a oreja. "Si el tenis y la maternidad se parecen en algo, yo no lo he encontrado. Cada día es diferente y necesitas capacidad para adaptarte".
El futuro de sus hijas, lejos del tenis profesional
Carla Suárez siempre ha sido una tenista diferente. Por su estilo dentro de la pista -mucho más táctico que físico y con un revés a una mano que era una auténtica delicia- y por cómo era fuera de ella: humilde, sin hacer ruido en redes sociales y con los pies en el suelo. La fama nunca se le subió a la cabeza pese estar muchos años entre las mejores tenistas del mundo, pese a jugar en los estadios más grandes. Ahora sigue igual, pero mirando la vida con esos nuevos ojos que te dejan las sesiones de quimioterapia.
"Antes hacía muchos planes de cara al futuro y ahora vivo más el presente, el momento, el día a día. Ya tenía una visión de la vida bastante real. La enfermedad me tocó a mí, pero ya sabemos que está en el día a día de muchas familias, no era nuevo", señala la extenista canaria. "Pero sí me ha hecho vivir más el presente y estar cerca de los míos. Cuando sale un plan ya no dices que no, no te lo piensas y lo haces. Antes no podía hacer todos los planes que quizás me hubiera gustado. Ahora intento apuntarme a todo".
Lo que tiene claro es que no le gustaría que sus hijas se dedicaran al tenis. Le parece que es una vida demasiado sacrificada y que sólo hay recompensa para muy pocos. "Me gustaría que aprendieran a jugar, pero no me gustaría que se dedicaran a ello porque creo que es un deporte duro. Lo decidirán ellas. Si se dedican, me gustaría que llegasen las dos, que fueran de la mano y que no se quedara una por el camino", dice la que ganó dos de las 11 finales que disputó antes de analizar más en profundidad la dureza de un deporte como el tenis.
"Estás mucho tiempo sola y aunque tienes alegrías llegas al hotel y estás tú sola. Tienes derrotas duras y momentos difíciles y lo mismo, llegas al hotel y no lo puedes compartir con nadie. No te puedes desahogar. Hay muchas cosas buenas, pero por el camino, durante el proceso, hay momentos difíciles, estás mucho tiempo de viaje, fuera, te pierdes muchos momentos importantes de tu familia y de tus seres queridos", analiza. "Además, es muy difícil que te salga bien. Sólo unos privilegiados son capaces de llegar a lo más alto para poder disfrutar y vivir del tenis".