OPINIÓN

La inmunidad perdida de Rafael Nadal

Nadal durante el acto que le convirtió en nuevo embajador de la Federación saudí de tenis. /Saudi Federation
Nadal durante el acto que le convirtió en nuevo embajador de la Federación saudí de tenis. Saudi Federation

La suposición de que un extraordinario deportista es por definición una extraordinaria persona es uno de los grandes males que un sector importante del periodismo especializado en deportes ha hecho y sigue haciendo a la sociedad. Y al propio deportista. Se puede ser campeón del mundo, recordman mundial o el mejor de la historia en una disciplina y ser, al mismo tiempo, una persona regular, incluso una mala persona.

Dicho esto: Rafael Nadal es un extraordinario deportista y una muy buena persona, no tengo dudas de eso tras 20 años siguiéndolo en primera línea en todo tipo de torneos, ciudades y circunstancias. Y no, no hace falta compararlo con Nelson Mandela para afirmar que Nadal es una muy buena persona. Tampoco para negarlo.

Dicho esto (II): 2024 es el año en el que Rafael Nadal perdió su inmunidad. Inviolabilidad, invulnerabilidad, protección, descargo, dispensa, exoneración, prerrogativa, privilegio: todos esos términos explican, según el diccionario de la Real Academia Española (DRAE), lo que significa e implica la palabra inmunidad.

Durante dos décadas, Nadal nutrió y llevó a niveles notables la autoestima de España. No solo por lo que hacía en las pistas, no sólo por lo que ganaba y cómo lo ganaba: el zurdo de Manacor era el reflejo de una España triunfadora en los mayores escenarios del mundo, un español de comportamiento impecable, un español diverso que saltaba del catalán, en su intrincada versión mallorquina y sub-versión manacorí, sin problemas. Un español que, como tantos otros, tropezaba con el inglés. Eso lo hacía más cercano aún.

Nadal tenía sus opiniones sobre asuntos extradeportivos, claro, aunque pocas veces las expresaba. Y vendía una imagen y una filosofía basada en el esfuerzo y el sacrificio para llegar al éxito y al respeto generalizados. Salvo una fuerte y agresiva crítica del cantante Iván Ferreiro -"hemos tardado muchos años en conseguir que cuando nos encontremos mal no tengamos que ir a trabajar, para que este millonario, para tener una medalla, nos diga que fue con el pie roto"-, la imagen de Nadal era impecable en la conversación pública.

Rafael Nadal, durante una visita a la Federación de Tenis de Arabia Saudí.  Instagram/SaudiTennis
Rafael Nadal, durante una visita a la Federación de Tenis de Arabia Saudí. Instagram/SaudiTennis

Había un acuerdo tácito: España debía estar orgullosa de Nadal, agradecida de que fuera español. Para muchos, una cantidad de personas inédita en su carrera, ya no es así. Y llama la atención que Nadal entregue su bien ganada inmunidad en La Meca, que la consuma en un metafórico y tan complejo altar.

Para colmo, el propio jugador dice que falló al comunicar el acuerdo con la Federación de Tenis Saudí, con la que firmó como embajador. "Yo no creo que haya decepcionado a la gente. Yo creo que la gente no tiene la información de las cosas. Y dicen: 'Ahora Rafa se ha vendido también al dinero'".

"¿Lo entiendes?", le preguntó Ana Pastor en la muy reveladora entrevista en "La Sexta". "Claro que sí. Hubo un error en el comunicado, debería haber salido yo a explicarlo de entrada. Pero como sé como funciona la sociedad, no soy nuevo en esto. Que pase la tormenta. ¿Los convenceré o no? ¿Le gustará a todo el mundo? Seguro que no".

Toni Nadal, su tío y durante casi toda su carrera entrenador, tiene una palabra para definir la situación: hipocresía. "Hay hipocresía", dijo Toni Nadal a Relevo. "¿Y el AVE a La Meca que España le vendió a Arabia Saudí? ¿Y el periodismo y la cobertura de la Supercopa de España? ¿Por qué no dicen que no escriben sobre Arabia Saudí, que hacen un boicot informativo acerca de lo que allí sucede?".

Que el periodismo no cuente lo que sucede es la negación del periodismo, una decisión que no tiene sentido tomar. Pero Toni Nadal se mantiene en sus trece. Él cree, al igual que su sobrino, que la relación del mejor deportista español de todos los tiempos con un régimen opresivo y de corte medieval aún en muchos aspectos puede ofrecer frutos nobles.

"Lo lógico es que si acuden más extranjeros y más visitantes al país, las cosas comiencen a cambiar. Y mi sobrino atrae a visitantes y turistas", argumenta, antes de recordar que en Occidente la igualdad entre hombres y mujeres es una novedad reciente: "Hace tiempo en España las mujeres debían pedir permiso a los hombres para trabajar".

Los Nadal son conservadores isleños, como tantas otras personas que son conservadoras. Y eso no está mal ni bien, en democracia se puede ser conservador y liberal, de derechas y de izquierdas. Una ideología, una manera de ver el mundo, no te hace mejor que el otro. Te hace de izquierdas o de derechas, liberal, conservador o progresista.

Pero tener a Arabia Saudí como cedazo, como prueba del algodón de quién es uno, es, en términos de imagen, quizás incluso más audaz que pensar en ganar 14 veces Roland Garros. Es cierto: la Arabia Saudí de hoy no es la misma de hace 20 años, como no lo es la España de hace 50 años. Pero las preguntas siguen ahí: ¿vale la pena, tiene sentido, tiene sentido plantearse que en diez o 15 años se sabrá la respuesta?

Se escucha que la presidenta de la Federación Saudí de Tenis (sí, es una mujer) es una persona extraordinaria, de gran sensibilidad, fuerte personalidad y buenas intenciones. Qué bien le habría hecho a Nadal entonces aparecer junto a Areej Mutabagani explicando algunas cosas a mucha gente que hoy lo mira con decepción y desconfianza, pero también a aquellos que lo siguen admirando incondicionalmente.