LA SOCIEDAD DE LA NIEVE

Visitar el lugar del accidente de La Sociedad de la Nieve es un reto: "Horas de carretera, el equipaje en mulas; al llegar arriba me puse a llorar"

Más de 800 personas al mes de todo el mundo recorren Los Andes para acudir al punto del siniestro, donde aún quedan restos del avión.

Antonio Zaloña, en el lugar del famoso accidente. /ARCHIVO
Antonio Zaloña, en el lugar del famoso accidente. ARCHIVO
Alejandro de Paz

Alejandro de Paz

Quién no conoce hoy en día, tras el estreno de exitosa película La Sociedad de la Nieve, el caso del accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya de 1972. Este acontecimiento histórico ha atraído desde siempre a locales y visitantes al lugar de los hechos, con especial interés en los amantes del rugby, deporte que practicaban los desafortunados protagonistas de esta historia, por la importancia de los valores de este deporte en el milagroso devenir de la misma.

El filme dirigido por Juan Antonio Bayona nos cuenta la historia real del equipo uruguayo Old Christians Club, que viajando hacia Santiago de Chile se estrelló en la cordillera de Los Andes. Increíblemente, de las 45 personas que iban a bordo, la mayoría sobrevivieron al impacto, y 16 de ellas lograron salir con vida cuando les rescataron 72 días después, tras haber superado condiciones extremas y recurrido a la antropofagia como último recurso.

Antonio Zaloña es un gran aficionado de esta historia, así como exjugador de rugby, que hace unas semanas volvió a España tras cruzar el Atlántico él solo únicamente para visitar el Valle de las Lágrimas, donde aún descansa, aunque ya oculta bajo la nieve, la aeronave original. Llegar hasta allí es todo un reto. "Desde Mendoza, a las cuatro de la mañana, hicimos tres horas de carretera hacia el sur, hasta El Sosneado. Después, en pick up otras dos horas y media hasta el Puesto de los Arrieros. Se carga parte del equipaje en mulas y empezamos a andar", nos cuenta el vallisoletano.

Llegar al lugar del accidente, un gran reto físico

"El primer día hicimos 15 km, arrancamos a 2.500 metros de altura hasta Barroso, el campo base. Hicimos noche ahí en tiendas de campaña y el siguiente día ya subimos al memorial. Se salva un desnivel de más de 1.000 metros y son 28 km en total, 14 de ida y 14 de vuelta. Está a casi 3.600 metros de altura. Empezamos a andar a las 6 de la mañana y son siete horas y media de ida y unas seis de vuelta. Y el tercer día ya completamos la vuelta", explica Toño de la aventura.

Antonio Zaloña, durante la expedición.  ARCHIVO
Antonio Zaloña, durante la expedición. ARCHIVO

De esta manera, se junta su pasión por dos deportes: el rugby y el trekking. "Yo salgo a la montaña desde muy chaval. Fui miembro fundador de un grupo scout al que sigo vinculado y siempre que puedo voy", afirma. "Conocí la historia del accidente por el libro ¡Viven! a los 14 años y al año siguiente empecé a jugar al rugby. Me lo he leído un montón de veces", confiesa. "Es una historia que me atrapó, de superación brutal. Heridas, hambre, desánimo, una avalancha… se unía el tema de la montaña con el rugby", continúa el aficionado.

«Si en vez de un equipo de rugby es un equipo de fútbol, se han matado entre ellos la primera semana»

Precisamente, de estos dos amores nació su idea de hacer la excursión vistiendo una camiseta del equipo en el que jugó del año 1980, el San Agustín de Valladolid. Este deporte siempre se ha caracterizado por tener unos valores muy marcados, de los que sus jugadores siempre han presumido. "Si en vez de ser un equipo de rugby es un equipo de fútbol, se han matado entre ellos la primera semana", asegura Toño. "Hay una persona que muere en la avalancha, Marcelo Pérez, que es el capitán. El capitán de rugby es algo más que un capitán. En ese accidente, según se para el avión, el capitán ya empieza a organizar los trabajos y los demás le siguen con fe casi ciega. El final hubiera sido muy diferente si no hubiera sido un equipo de rugby", nos dice convencido.

Más de 800 personas al mes visitan el lugar

Actualmente, este recorrido en la cordillera sudamericana lo hacen muchas agencias. Una de ellas, la que acompañó a nuestro protagonista, es Andes Vertical. Con esta compañía también ha contactado Relevo, a quien confirman que esta visita en concreto se ha popularizado mucho en los últimos tiempos con visitantes de todo el mundo. "Es parte de la cultura", nos dicen. Aproximadamente, son "unas 800 personas al mes por lo menos" hacen diferentes rutas hasta el memorial, a pie o a caballo, y que se visita sobre todo entre los meses de diciembre y marzo. Para quien quiere contratar estos servicios, el precio de los tres días de caminata, junto con el transporte, comida y alojamientos, es de unos 750 euros por persona.

«Tengo un trozo del avión enmarcado en casa»

"Al llegar arriba, hay gente que hace fotos, hay quien reza… yo me puse a llorar. Ver el sitio real donde ha sido, por dónde salieron… hace 52 años estos chavales estaban ahí en esta ladera. Ver el montón de piedras con una cruz de hierro donde están enterrados muchos, es muy emocionante", nos narra Antonio Zaloña. "Hay un río más abajo en el que algunas veces aparecen trozos del avión. Yo vi una chapa del tamaño de una tablet, con remaches, y lo primero que hice fue preguntar al guía qué hay que hacer. La cabeza me pide darlo al museo, el corazón me pide quedármelo. El guía me dio la opción y me lo quedé. Lo tengo enmarcado en casa", nos muestra, como una reliquia, el peculiar pero inmejorable recuerdo de su viaje más inolvidable.