El 'abuelo' que le compró a Rovanperä su primer coche de rallies con 12 años: "Nació con mentalidad de campeón"
Timo Jouhki, padrino deportivo de casi todos los 'finlandeses voladores' desde Kankkunen, ha mimado a Kalle como si fuera su nieto hasta convertirlo en la nueva estrella de este deporte.
Si te lo cruzaras al azar paseando en bermudas por las asistencias del Rally de Cerdeña o del Acrópolis, probablemente creerías que es un jubilado despistado de algún país nórdico, uno que pasaba por allí casualmente a curiosear, antes de seguir deleitándose con los placeres mundanos de su retiro mediterráneo. Así, a primera vista, con sus mejillas sonrosadas, sus sandalias de cuero y su apariencia de septuagenario afable e indulgente, nadie diría que por las manos de este señor pasó la tinta con la que se ha escrito gran parte de la historia contemporánea de los rallies. Su nombre es Timo Jouhki, y aunque suela moverse siempre en un tercer plano, alejado del gran público, está catalogado en los mentideros del Mundial como el mánager más exitoso de este deporte.
Sin duda, su palmarés le avala: de los 16 campeonatos que ostenta Finlandia, el país con diferencia del que más campeones han emergido –ocho– desde que se instauró el Mundial a principios de los 70, diez llevan su sello. Criado durante los años 50 en el seno de una familia pudiente, con una empresa de inversiones a la que acabó incorporándose como director ejecutivo, Jouhki logró conjugar sus estudios en economía con su gran pasión, que fueron siempre los rallies. Todo surgió casi por azar a principios de los 80, cuando empezó a entablar amistad con un piloto ocho años menor, en el que supo advertir una casta especial. Se llamaba Juha Kankkunen.
Por aquella época, el propio Timo competía regularmente, pilotando coches de alto nivel, en diferentes regiones del país suomi, donde los rallies han gozado siempre de gran tradición. Markku Alén (1978), Ari Vatanen (1981), Hannu Mikkola (1983) y Timo Salonen (1985) inauguraron la estirpe ya legendaria de los flying finns (finlandeses voladores): fueron los primeros grandes campeones que parió Finlandia. Jouhki estaba convencido de que su amigo 'KKK' podía ser el siguiente, y así fue.
El granjero de Laukaa –bastión geográfico del mítico Rally 1000 Lagos– empezó a causar furor desde que Timo negoció con Jean Todt para que le adjudicara una plaza en el equipo Peugeot. A raíz del trágico accidente de Henri Toivonen durante el Tour de Corse del 86, Kankkunen pasó a ser el piloto de moda en su país. El finlandés cayó de pie en el Mundial: suplió su inexperiencia con una clase sobrenatural, que le valió para ganar dos campeonatos consecutivos entre 1986 y 1987, saltando del 205 T16 al pintoresco Lancia Delta Integrale cuando se abolieron los Grupo B y nacieron los Grupo A.
Carlos Sainz irrumpió entonces en la escena del Mundial y empezó a poner en apuros a Kankkunen, que, a pesar de la irrupción de otras nuevas figuras como Didier Auriol, volvió a ganar dos campeonatos, esta vez salteados: un segundo con la mítica escudería Martini Racing (1991) y otro más con Toyota (1993). Juha se convirtió así en el primer tetracampeón mundial de la especialidad, cincelando ya su nombre para la posteridad. La corazonada que Jouhki había tenido con él cuando lo empezó a tratar inicialmente como rival acabó cumpliéndose. La jugada le salió redonda y le animó a consagrarse de verdad como manager de pilotos.
Para cuando 'KKK' alcanzó el techo de su carrera, Timo tenía ya perfectamente diseñado un programa único de detección y desarrollo de nuevos talentos, que, junto a su política de patrocinios e inversiones, se convirtió en el abecé de la agencia de representación que fundó (Buag Sports) para conducir la carrera de Kankkunen. La ambición del finlandés era seguir encumbrando nuevos campeones que afianzaran a su país como la gran potencia del Mundial. El siguiente pupilo que eligió provenía también, como no podía ser de otra manera, del corazón del Rally 1000 Lagos. Era Tommi Mäkinen, tetracampeón del Mundo con Mitsubishi (el primero en ganar tantos títulos consecutivos) y gran rival de Carlos Sainz durante la segunda mitad de los 90.
A tenor de los resultados, el olfato de Jouhki, unido a los mecanismos de financiación que fue consolidando, y al 'modus operandi' de los asesores que contrató para su equipo, el sistema funcionaba a la perfección. El balance de la agencia tras sus primeros años de vida no pudo ser mejor: ocho títulos mundiales casi consecutivos, algo insólito para la época. Sin embargo, desde que el Mundial evolucionó hacia la categoría WRC, con coches más tecnológicos, y empezó a partir de ahí el declive de Mäkinen, la racha de su mecenas también concluyó.
Otros muchachos igualmente prometedores, como Harri Rovanperä y Toni Gardemeister, a los que Jouhki colocó en seguida en Seat, o posteriormente Mikko Hirvonen y Jari-Matti Latvala, se sometieron al mismo proceso que Kankkunen o Mäkinen. Aunque estuvieron varios años en la picota, sobre todo los dos más noveles, que se ganaron a su vez el respaldo de Malcolm Wilson para copar el equipo Ford, ninguno de ellos llegó a ser campeón: verdaderamente, ante la irrupción de los Sébastien, que emergieron como prodigios de la escuela francesa, gracias al programa de promoción de la federación con Peugeot y Citroën, a los dos últimos pupilos de Jouhki les tocó ser los eternos 'segundones' de Loeb y Ogier.
Un enlace de YouTube que lo cambió todo
Pasaron los años y el del 99 siguió siendo el último Mundial que ganó Timo –Marcus Grönholm, bicampeón con Peugeot en 2000 y 2002, es el único 'finlandés volador' de la era contemporánea que no estuvo tutelado por él–. Agriado cada vez más con los desatinos e infortunios de sus representados, Jouhki (residente en Suiza) se planteó echar el freno. Pero justo cuando estaba a punto de retirarse, recibió un enlace de YouTube que le motivó a seguir en el negocio el tiempo suficiente para intentar conducir hasta lo más alto al niño (literalmente) protagonista de aquel vídeo, al que quiso apadrinar de inmediato. Corría el año 2009; se trataba por supuesto de Kalle Rovanperä.
"Obviamente, le conozco desde que nació, porque Harri, su padre, era piloto mío. Con los años, él me iba contando que Kalle siempre iba con él al taller, que le encantaba cualquier aparato que llevara ruedas y motor, y que le estaba empezando a enseñar a conducir por la granja familiar. No sabía que había empezado ya a pilotar un coche de competición, hasta que vi el vídeo de Kalle con un Toyota Starlet que subió Harri a Internet. Se lo envié a Malcolm Wilson [fundador de M-Sport, el equipo Ford del Mundial, muy vinculado a Jouhki y al ex manager de Ott Tänak, Markko Märtin, que corrió también para él] para que le echara un ojo, y le dije: 'acuérdate de esto'…", evoca Jouhki en conversación con Relevo.
Kalle tenía solo 8 años, pero su progenitor quedó tan obnubilado por el talento natural que desprendía la criatura que pronto empezó a ingeniárselas para conseguir que debutara a tan temprana edad. Indudablemente, Rovanperä padre quiso que su padrino deportivo lo fuera también del chaval. Y no tardó en involucrarlo a su proyecto familiar. "Estuvimos continuamente en contacto, sobre todo desde que Harri empezó a planear llevar a Kalle a correr rallysprints a Estonia, cuando tenía 11 ó 12 años. Me llamó y me dijo si me gustaría comprarle un Citroën C2 R2. Le compré su primer coche de rallies, que llevaba los colores de un patrocinador que ya lo había sido de su padre", recuerda Jouhki.
Rovanperä no tardó en ganar, primero el título de su categoría (Dos Ruedas Motrices, en la que compiten vehículos pequeños de tracción delantera), y después, directamente, el campeonato absoluto de Letonia. Timo le abrió la puerta de Red Bull; consiguió también que la federación del país báltico lo dejara debutar siendo menor de edad con un coche de la clase reina (ahora Rally2, en ese momento R5); incluso, logró que el gobierno finlandés le permitiera exclusivamente a Kalle examinarse del carnet de conducir con 17, para que pudiera saltar cuanto antes al Mundial. Jouhki recuperó de pronto la motivación y se ilusionó como si fuera su abuelo de verdad, gracias a las dotes asombrosas de Rovanperä hijo.
"Yo ya estaba financiándole y haciéndole un seguimiento diario. Organicé un test con Toni Gardemeister, Teemu Suninen [otro chico al que ayuda, compañero ahora de Sordo en Hyundai] y Kalle. Quería ver su nivel real, porque no me quedaba claro si en Letonia había tenido mucha competencia o no. Después de varias pasadas, el mejor tiempo lo marcó él, que acababa de probar por primera vez un coche 4x4. Aunque sabía lo bueno que era, me impresionó la verdad… Poco después, coincidió en un rally del nacional con Pontus Tidemand, que había sido campeón del Mundo júnior y acababa de ganar el WRC2. Después de tres tramos, Kalle lideraba la clasificación por delante de él. Ahí me di cuenta de que íbamos en la dirección correcta", reconoce Jouhki.
“Su objetivo no será batir muchos récords”
Aunque varios equipos se interesaron por él cuando aún era menor de edad, el mecenas finlandés prefirió que Rovanperä entrara al Mundial con Skoda, siendo el piloto oficial más joven de la historia. Hubo rallies donde no le permitieron correr hasta que cumplió 18 años. Pese a ello, al año siguiente ganó el título de la categoría de plata con el Fabia, por lo que Jouhki pudo activar ya la palanca definitiva. Aprovechando que Tommi Mäkinen había sido su piloto y estaba en ese momento al frente de la escuadra Toyota, Timo consiguió que Kalle empezara a probar en secreto el Yaris WRC mientras disputaba aún el WRC2. Como era de esperar, a finales de ese mismo año (2019) negoció con los japoneses para que auparan ya a Rovanperä a la élite de los rallies, como aprendiz inicialmente de Sébastien Ogier y Elfyn Evans, a los que el nuevo bicampeón del Mundo ha acabado destronando en un santiamén.
"Sinceramente, cuando ganó el primer título el año pasado, no pensé que fuera a ser campeón tan pronto. Era su segunda temporada y media con Toyota, teniendo en cuenta que la primera coincidió con la pandemia y se corrieron pocos rallies. Como piloto, ha evolucionado muy deprisa. Nuestro programa ha sido muy extenso, lo hemos tenido haciendo muchos test desde siempre, porque, como en cualquier deporte, un piloto de rallies también necesita entrenarse. Pero su madurez es lo que más me impresiona. Con 15 años ya daba entrevistas en Letonia muy calmado y hablando muy claro. Su fuerza mental es lo que le ha hecho ser un campeón. Puedes pilotar muy bien, pero si no tienes la mentalidad para triunfar… Él la tiene de manera natural, nació con mentalidad de campeón", sentencia Jouhki, que ha tratado siempre a Kalle como si fuera su nieto. "Tengo un hijo de la edad de Harri, por lo que podría ser su abuelo, sí…", bromea el finlandés.
A pesar de la devoción que siente por él y de haberlo visto crecer dentro y fuera del coche, Jouhki tiene claro que, a pesar de los éxitos de su niño prodigio, su trayectoria como mecenas no va a durar mucho más. Curiosamente, anticipa que, aunque haya cumplido 23 años hace un mes, la carrera de Kalle tampoco perdurará demasiado.
"No voy a seguir, soy demasiado viejo. Cuando tenía conmigo a Latvala [a día de hoy, jefe de Rovanperä en Toyota], ya quería parar, pero entonces apareció Kalle, y la verdad es que no he vuelto a ver un talento como el suyo. Tampoco creo que él se plantee estar en el Mundial muchos años. Estoy seguro de que va a ganar varios campeonatos, ya lo estaba cuando lo subimos a WRC2 con Skoda, pero dudo mucho que su objetivo sea batir récords", advierte Jouhki.
El padrino deportivo de cuatro generaciones de pilotos 'suomis' que han consagrado a Finlandia como la patria de este deporte.