NATACIÓN

Memorias de la fisioterapeuta de Mireia Belmonte: "Tuve que darle la vuelta mientras dormía. Dos días después, otra medalla"

Mónica Solana repasa sus mejores experiencias y lanza un mensaje sobre los deportistas: "Sufren mucho, hay cosas que no la saben ni sus padres ni parejas"

Mireia Belmonte y Mónica Solana en una de las actividades. /MÓNICA SOLANA
Mireia Belmonte y Mónica Solana en una de las actividades. MÓNICA SOLANA
Alberto Martínez

Alberto Martínez

Mónica Solana fue despedida el 7 de marzo después de 28 años como fisioterapeuta ligada a la Real Federación Española de Natación (RFEN). Más allá de su caso, explicado en Relevo el pasado lunes 1 de abril, la barcelonesa ha sido testigo de las confidencias de los mejores nadadores españoles, desde Martín López Zubero, "un encuentro soso ya que hablaba poco y solo inglés", hasta Mireia Belmonte, con quien vivió todo tipo de aventuras en una carrera que aún no ha acabado. A modo de memorias, Solana pone énfasis especialmente en la importancia de los profesionales que acompañan a las estrellas y la vulnerabilidad de ellas. "Muchas de las cosas que me contaron no las sabían ni sus padres", sentencia.

Empezamos por el final, Mónica, que es Mireia Belmonte. Tú has seguido su camino de principio a fin. ¿Cómo fue esa relación?

Has empezado desde el final, yo empezaré desde el inicio de Mireia. Yo estaba acostumbrada a ir con Nina Zhivanevskaya. Y Mireia era fan de Nina. Mireia ya me conocía cuando yo la conocí a ella. Era muy jovencita, apenas 18 años. Nina era una chica inteligente que ayudó mucho a Mireia. Ella tenía un problema en la cadera, en el glúteo, y no le hallaban solución. En una concentración antes de un campeonato, en una tarde de descanso vino a mi habitación, tímida, no quería faltar el respeto a nadie, y me dijo 'hola, mira, ya sé que estás descansando pero ¿me podrías mirar la cadera?' Desde entonces, se apegó mucho a mí. Estábamos muy unidas. La veía sola, no tenía mucho apego con otros nadadores, y le cogí cariño como persona; era como mi hermana pequeña. Recuerdo en los Mundiales de 2009, que fueron catastróficos, ella no quería nadar…

Lo recuerdo. Apenas 19 años, ya sentía presión porque venía de ganar medallas en los Europeos...

Yo les ponía los bañadores Jaked, los de poliuretano. Era horroroso, tardaba media hora en poner uno. La noche de antes de competir, Mireia vino a mi habitación y me dijo que no quería nadar. Ella ya empezaba a sentir presión. No le gustó nunca la presión mediática, la expectativa. Le dije que no nadara, que lo comunicara. Pero tiene un alto sentido de la responsabilidad, es muy autoexigente. Cuando le estaba poniendo el bañador antes de la prueba, vi de reojo que se lo intentaba rasgar con las uñas… '¿Qué haces? Esa no es forma Mireia', le dije. Pero se puso el gorro de una manera en la que se le iban a caer las gafas. Y le pasó. Y se paró. Y salieron en la prensa los comentarios de que había nadado como un "pollo mojado", en El País.

Lo recuerdo.

Nunca vi a Luis Villanueva, entonces el director técnico, tan enfadado. Fueron unos Mundiales para olvidar. Luego hubo mil momentos bonitos. Paseábamos juntas, ella venía a mi casa a tratarse, paseábamos a las perras y eso le ayudaba psicológicamente a desconectar de verdad.

Momentos de complicidad con una campeona olímpica.

Uno de esos momentos era cuando yo la dormía. A veces no podía en los hoteles y me quedaba en su habitación a hacerle unas técnicas craneales. Los nadadores son un desastre, tienen todo por el suelo en su habitación, y cuando estaba dormida y yo intentaba salir sin hacer ruido me tropezaba y se volvía a despertar… Era un bucle.

Y momentos de éxtasis, de emociones, cómo esas medallas olímpicas...

La primera medalla que logró en Londres 2012 fue una apoteosis. La prensa estaba loca. Yo la esperaba en la villa para hacerle tratamiento, pero eran ya las 00:00 y no había vuelto aún. Me quedé fuera del hotel porque si me metía en la cama me dormiría. Y estaban Barrufet del balonmano y unos cuantos por allí. Me dijeron que fuera con ellos, que había un bar, que iba a estar bien, que nos tomaríamos una birra. Yo nunca salgo, pero como tenía que mantenerme despierta… Les seguí, vi un bar oscuro, unas luces rojas… Llamo a la puerta y al abrir se escucha la canción 'Chiquilla'… Se habían camelado al dueño del bar, y se apoderaron de él. Aquello parecía un prostíbulo (risas). Estaban los de balonmano, baloncesto, waterpolo… Y yo pendiente del teléfono. Luego llegó Mireia, regresé a la villa, le hice el tratamiento en la cama y se quedó dormida. Tuve que darle la vuelta mientras dormía. Parecía un cadáver. Estaba exhausta. Dos días después, otra medalla.

Mireia Belmonte y Mónica Solana.  MONICA SOLANA
Mireia Belmonte y Mónica Solana. MONICA SOLANA

Si en Río logró ese inolvidable oro, en Tokio, en mi opinión, su cuarta plaza tiene un mérito incalculable. ¿Cómo fue el post de aquella carrera?

Lo de Tokio fue maravilloso. Río fue la apoteosis, sí, pero luego hubo una situación en el rendimiento de Mireia que a Fred Vergnoux no le gustó. Estaba también dirigiendo a Alberto Martínez en aguas abiertas y Sean Kelly, el director técnico, le dijo que escogiera la acreditación de piscina o de aguas abiertas. Fred tiró por Alberto, no creía quizás en las posibilidades de Mireia. Con Fred tengo una gran amistad, nos hemos dicho cosas a la cara, pero quizás allí él la dejó un poco de lado. Y yo estuve más apegada, estaba más pendiente. Entrenó muchas veces sola, muy poco y no encadenó dos meses seguidos. Las expectativas de Tokio eran las de ir y disfrutar. Pero el día de esa final le vi el brillo, los nervios, el momento del bañador... Esa es la Mireia peligrosa, 'aquí puede pasar algo', me dije. Quedó cuarta por lo mismo que quedó primera en Río.

¿Y cómo reaccionó?

Le dije '¿te das cuenta Mimi que has estado a una uña del podio?'. Estaba muy decepcionada, lloraba, pero yo le decía 'no sabes lo que has hecho'. Alejandro Blanco fue a felicitarla y se sigue acordando de ese momento. Ella es tan autoexigente que no se permitía un cuarto puesto. 'Mireia no eres una máquina', 'has entrenado poco de forma continuada', le decíamos. Tuvo mala suerte. Un tobillo, el abdomen… Tonterías que le iban apartando de su mejor rendimiento, y así fue el mejor resultado español en los Juegos.

¿Lo de llegar a París lo ve imposible?

Es muy cabezona. No te creas. Está muy difícil que haga mínima, pero conociendo a Mireia nunca se sabe... Piensa que a principio de la temporada pasada teníamos planeado ir a hacer una vía ferrata con el equipo como parte de la preparación física y ella, que tiene miedo a las alturas, me pidió ir el fin de semana anterior para intentarlo antes y no detener el ritmo del equipo. En medio de la vía tuvo un momento de pánico. Estábamos sólo ella y yo, si Mireia se llega a bloquear allí me hubiera tocado llamar a un helicóptero porque no había otra forma de salir. En menos de un minuto hizo un esfuerzo enorme de autocontrol en el que yo sólo le repetía 'Mimi puedes hacerlo, todo está bien, no te voy a soltar'. Lo que sí se me soltó fue el smartwatch de la muñeca que precipitó al vacío los 150m de caída hasta el mar. Después de aquello constaté, aún más, la fortaleza de Mireia. Está muy difícil que haga mínima, pero nunca se sabe...

Mireia fue la última, ¿y el primero?

Martín López-Zubero. Cuando trabajaba para Toni Codina, me dijeron de tratarlo aunque no hablara nada de español. Fue muy soso todo. Trabajé, se quedó contento, lo vi poco. No como David Meca…

Cuenta, cuenta.

Me mandaban a las aguas abiertas, a la sincro, a la natación… Y recuerdo de recoger a David con una hipotermia en un lago de Nottingham… Y vienen y le dicen que estaba la prensa. Se le quitó la hipotermia, se puso crema y preguntó, ¿cómo estoy, estoy bien? En el avión me decía: 'Moni, mírame. ¿No crees que si me moviera los dientes no tendría una mejor sonrisa?'… Era un amor.

Aguas abiertas y ¿también sincro?

Trabajé dos años con el equipo donde estaban Ana Montero (actual directora técnica de artística), Irina Rodríguez, Ana Vives, Ana Rabanal, Raquel Corral, Gemma Mengual y Paola Tirados, con el dúo estuve en los JJOO de Sidney en el 2000…las entrenadoras responsables de aquel equipo eran Ester Jaumà y Anna Tarrés.

¿Y cómo vivías los entrenamientos duros de Anna?

Era una entrenadora dura. Anna era un poco como Joan Fortuny, Fred Vergnoux… Muy dura, con un carácter difícil, pero la tía conseguía patrocinadores, resultados… fueron injustos con ella porque el rol de Anna fue crucial para poner a España en los podios. Anna conseguía reportajes, daba visibilidad… La sincro depende de los jueces, y a veces es muy subjetivo todo. Y Anna marcó la diferencia.

No se aburriría con Tarrés...

La sincro fue bonita. En un campeonato hicimos una coreografía de calentamiento con la música de Mambo nº5. Luego hubo una fiesta al final. Todos éramos chicas menos un psicólogo francés y un fisio americano. Y el presidente de la federación francesa. Estábamos en Corea, en Seúl. Sonaba música y decidieron que cada país hiciera un show, y nos pidieron interpretar la coreografía en seco. Y, de golpe, fui al baño y vi que había una pantalla de karaoke. Empezó a sonar Like a Virgin de Madonna. Le digo al coreano, 'dame el micro'. Empiezo a cantar… Y se montó una... todos bailando y cantando. La fiesta cambió. Nos acabaron echando. El presidente de Francia aún se acuerda.

Pero dónde has generado más intimidad ha sido en la natación, un deporte individual. Han pasado los grandes nombres por tus manos, como Erika Villaecija.

Erika es una chica con una fuerza mental única. Fue la superviviente del periodo de Joan Fortuny. Nos ponían de compañeras de habitación. Estuve con ella en Londres y en Río. Viví dos momentos bonitos de su carrera, que es meterse en otros Juegos y poder cumplir su sueño. Fue muy longeva.

También lo fue Melani Costa, que se retira este verano.

Con Melani tenía muchas broncas; ella tenía mala leche y un carácter… pero utilizaba eso para competir. No he visto a nadie competir como ella, era increíble. Tengo una gran relación con ella ahora. Le llamábamos la masajitos. Si íbamos tres fisios a una competición le pedía a escondidas masaje a los tres… Y nos decíamos, 'pero si también me lo pidió a mí'. Hubo un campeonato, creo que en Budapest, donde a ella no le fue bien. Delante nuestro le dijo a Jordi Murio, el entrenador, que los fisios la habían dejado blanda. 'Pero cómo puedes tener tan poca vergüenza, Melani'. Pero luego me agradeció todo, ella ha hecho fisio, y una vez me dejó una nota de voz emocionada porque su profesor en la universidad me había mencionado en clase, me dijo 'Moni eres una influencer'. Melani es una leona con un corazón de gatito.

Y saltaron chispas con Mireia...

Se apreciaban poco, pero Melani era explosiva y Mireia se lo guardaba.

Melani Costa y Mónica Solana.  MONICA SOLANA
Melani Costa y Mónica Solana. MONICA SOLANA

Otro carácter distinto era el de Rafa Muñoz, plusmarquista mundial, podio con Phelps en mariposa.

Rafa es un tío entrañable. Era muy sencillo. El momento más emotivo fue antes de los Juegos de Londres en una concentración en Pretoria, Sudáfrica, en enero. Él vino. Y también una empresa que viajó a hacer team building, con Richi Serrés (después coach de Mireia y ahora del waterpolo). Cada día alguien compartía algo en la comida o en la cena. Algo suyo. Me acordaré primero que Mireia dijo que ella iba en Londres a ganar una medalla. Y todos se rieron. Y Rafa, que hablaba mucho pero no exteriorizaba, se levantó y nos dijo que quiso suicidarse. Que no pudo soportar la presión de la medalla de los Mundiales de Roma, de 2009, que se le hizo gorda la pompa mediática del podio, de estar con Phelps, y dijo que se quiso matar. Nos quedamos… Era muy de la broma y nunca hablaba de temas serios. Nos quedamos tiesos todos. Luego lo contó en su documental. Rafa se entretenía con una mosca. José Antonio del Castillo le explicaba el entrenamiento y él parecía que escuchaba pero luego le respondía, 'hostia Casti, ¿eso es un globo no'?

"Rafa Muñoz nos dijo que quería suicidarse... luego lo contó en su documental."

Mónica Solana

Un talento efímero, no sé si similar a Duane da Rocha, campeona de Europa.

Duane era la alegría de la huerta. Un talento increíble pero de sangre latina. A Duane la mató la frialdad con la que la trataron en un momento dado, cuando era importante para ella que no la agobiaran. Era como es ahora Hugo González. Su calidad y su alma eran maravillosas, hacían reír a los demás, y con una cercanía muy bonita. Luego la vi fatal, me dio lástima. Era una tía tan alegre, era como Jesús Rollán.

¿También lo conociste bien?

Sí. Me remueve mucho. Jesús era un amor, cariñoso. Recuerdo en los Juegos de Sidney, en la inauguración, aburridos perdidos y el tío contando chistes sin parar, alegraba el cotarro. Era el espíritu… Y por la mierda de la droga y lo que eso le desencadenó se suicidó. Fue muy duro. Pero si estuviera vivo seguro que sería el primero que pondría en relieve la importancia de considerar la parte humana de los deportistas. Eso lamentablemente falla mucho.

Habrás escuchado muchas confidencias. ¿Cuánto sufre un deportista?

Todos los deportistas son muy inteligentes o, mejor dicho, listos. Aunque les pongan un psicólogo en el equipo no le dirán todo. Saben que él tiene una función. Saben que hay cosas que le cuenta al entrenador. Pero los fisios somos la tumba. Por eso me enorgullece que confiaron en mí. Los deportistas sufren mucho. No lo saben ni sus padres, ni sus parejas. Les doy las gracias por este tiempo de confidencias. Yo siempre les digo que deben ser personas antes que deportistas. Los éxitos deportivos se olvidan, pero lo que has hecho por los demás es lo que queda. Es nuestro currículum oculto. A veces me encuentro en situaciones en las que no tengo herramientas. Yo misma tengo una psicóloga, y me dice que no me doy cuenta de lo mucho que sé simplemente por la experiencia vivida. Y sufren muchísimo los deportistas.

Y los de ahora, por ejemplo ¿Hugo González?

Es un espíritu libre con unas cualidades espectaculares. Conozco a Hugo desde hace años. Es muy tranquilo, tiene ritmo caribeño, y no se lo toques. Pero ahora, que estuve más tiempo con él en concentraciones, sé que él tiene su plan. Y tuvo enganchadas porque tiene muy claro lo que quiere.

¿Algo más que quieras destacar, Mónica?

Quiero hablar de Nina. Es la más inteligente que he conocido. Sabía lo que hacía, por eso no quería tener un entrenador que se llevara la beca. Ella solo necesitaba un cronómetro. Por eso su técnico era su marido, Francis Medina. Tuvo lío con Paulus Wildeboer, que la quería reclutar. Me dijo 'a mí me entrenaron en Rusia'. Y una cosa buena que tienen, y es cierto, que les explican la fisiología, les educan y les explican por qué entrenan así. Son máquinas de autoconocimiento. Y ella se diseñaba los entrenamientos. ¿Cómo le voy a regalar el 50% del ADO a un tío? Nina y Francis, unos cracks, con los que conviví mucho y sabían disfrutar de la vida que hay detrás de la natación, eran muy generosos los dos y muy agradecidos.

¿Ya?

También guardo un gran recuerdo de María Peláez. Recuerdo con cariño la primera concentración que hice con ella y Jorge Sánchez en Sierra Nevada. Era la primera vez que viajaba con ellos y no nos conocíamos. En una sesión de masaje con María, en silencio, le hice una técnica en el hombro que consiste en abrazar el deltoides y literalmente 'exprimirlo'. Al hacerlo, María que tenía la cara dentro del típico agujero de las camillas, se volvió hacia mí y con su acento malagueño me dirigió sus primeras palabras apretando los dientes por el dolor 'mmm a ti eso de hacer zumitos se te debe dar de maravilla ¿no?'. El silencio se convirtió en una carcajada por parte de las dos que duró rato... desde entonces a esa técnica la llamamos 'hacer un zumito' y a menudo Mireia me lo pide así 'Moni, ¿me puedes hacer un zumito?', refiriéndose a la técnica bautizada por María allá por el 1997. María también fue la primera que me dio un abrazo cariñoso, al que yo no estaba acostumbrada, y desde entonces no dejo de darlos cuando puedo, de lo bien que me sentó.

Pues un abrazo, Mónica.