El coraje de César Castro le acerca por fin a los Juegos tras ocho años de calvario: "Soy cabezón, es difícil cambiar de idea"
El extremeño se lesionó antes de Río, cuando ya tenía la mínima, y se quedó fuera de Tokio por un exceso de inscritos.
Si la natación tuviera unos criterios más ecuánimes y lógicos, como ocurre en el atletismo, César Castro ya sería oficialmente olímpico. Después de batir el récord de España de los 200 libre en Sabadell en el pasado Open (1:46.46) y conseguir la mínima, la Real Federación Española de Natación (RFEN) no puede refrendar su plaza, ya que solo considera válidos los resultados obtenidos en los pasados Mundiales o en el Open de Palma de junio. No obstante, el rendimiento del extremeño y su participación en los relevos 4x100 y/o 4x200 le abren demasiadas puertas que esta vez no se le escaparán. Aunque él es cauto ("ese tiempo me liberó, llevaba tiempo peleando por bajar de 1:47, me alivia, pero no está confirmado, queda poco"). Tiene motivos para serlo.
La historia de César Castro tiene puntos de tristeza, del lado injusto del deporte, que mermó a un talento que fue medallista mundial júnior en Singapur en 2015 y estaba llamado a ser un nadador capaz de poder participar en una final olímpica en las pruebas de fondo: 1.500 y 800. De hecho, con apenas 16 años, ya logró la mínima para ir a los Juegos de Río. Pero ahí le surgieron los primeros problemas: una inoportuna lesión de hombro. "Tenía dolores y nos pasamos dos meses viendo qué pasaba. Me hicieron una prueba y me tuvieron que operar. Los especialistas sabían que me perdería aquellos Juegos, pero me lo dijeron poco a poco. Lo asimilé bien porque no era maduro, me llegó la clasificación de sopetón, no me la esperaba. Mis Juegos eran los de Tokio".
Eso creía Castro, que dejó sus entrenamientos en Extremadura para irse a Madrid, donde estuvo tres años en la Blume en los que encadenó una lesión tras otra. Empezó a nadar los 200 libre para reducir volumen de entrenamiento con la idea de ir recuperando sus mejores pruebas. Pero no pudo. Se le desprendía el labrum. "Tenía problemas en la rotación de hombro, hacía muchos ciclos, es una zona lesiva. Se puede fortalecer, pero cuando llegas a ese estrés machaca mucho. Se me ha desprendido en varias ocasiones", explicó.
🆕️ César Castro vuelve a batir el récord de España de los 200 libre en los campeonatos de España de invierno.
— EFE Deportes (@EFEdeportes) February 24, 2024
📹 @RFEN; así celebró su oro y su récord nacional. ⬇️#OpenAstalpooSabadell2024 pic.twitter.com/l4aGVSRNuh
La mala experiencia de Madrid, el alivio de Gijón y su crisis tras Tokio
Dejó Madrid y se fue a Gijón, al Santa Olaya, un teórico "paso atrás", porque un club "tiene menos recursos, apoyo federativo, menos calles de entrenamiento", pero en cambio ganó a "un entrenador que me entendió" y un grupo de trabajo que "me dio cariño". Y César volvió a ser César mientras Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno, anunciaba el confinamiento. El extremeño fue el último deportista español en competir antes de la pandemia. Lo hizo el sábado 13 de marzo con el récord de España (1:47.45). Cuando llegó el lunes, todo estaba cerrado y tuvo que ir, con permiso como deportista de elite, de Barcelona a Gijón en coche para iniciar la reclusión.
Los Juegos de 2020 fueron los de 2021 y en ese año de nuevo los problemas se le aparecieron a Castro. Cincos semanas antes del Open, el hombro le jugó una mala pasada, lo que le restó preparación. No logró la mínima y en el Europeo se quedó a 11 centésimas. La RFEN le dijo que lo llevaría con la Fina B, pero a última hora la propia federación internacional redujo el número de participantes y quedó fuera. No acudió y a su entrenador, Pepín Rivera, no le renovaron en el Santa Olaya. Castro se quedó sin Juegos por segunda vez y de nuevo obligado a cambiar de casa. "Vaya semana que viví", recuerda.
De nuevo, otro ciclo olímpico. Surgieron las dudas, pero Castro decidió trasladarse a Barcelona con el nuevo proyecto del CAR de Sant Cugat con Olaf Wildeboer al frente, quien comprendió a un desesperado nadador. "Desconecté tres meses. No tenía ganas de entrenar. Hice otros deportes, me mantuve en forma para estar bien conmigo mismo. Nadé cuatro veces en 90 días", explica el récordman español, quien reconoce que no pidió demasiada ayuda porque "soy cabezota, si tengo una idea es difícil que cambie, pero buscaba desahogarme con amigos, mi psicóloga, mis padres... Al final volví". Y, a las tres semanas, operación de apendicitis.
"A Hugo a veces no se le ha apoyado, él se sabe gestionar"
La empatía con Olaf Wildeboer le hizo reengancharse a la natación. Se marchó el exnadador y llegó Ben Titley, con sus 22 medallas olímpicas a sus espaldas con Canadá y Gran Bretaña ("es cercano, te conoce, es capaz de llevar cuatro entrenamientos a la vez... Si ha ganado tanto es por algo"), y César Castro ha logrado bajar de 1:47, conseguir esa mínima a la espera de refrendarla y, por fin, ocho años después, poder vivir unos Juegos con su gran amigo Hugo González, de quien habla claro.
"Cambiar, ha cambiado poco. Ha madurado, ha mejorado en temas de descanso, suplementación, alimentación... pero lleva cinco años que le ha ido bien en Estados Unidos. Ahora se le hace más caso y no necesita la autorización de nadie. Se sabe gestionar de forma autónoma. No deben agobiarle, forzarle, solo ayudarle. A veces no se le ha apoyado, ahora se le empieza apoyar más". Un apoyo que necesita Castro, un nadador de categoría cuyo coraje le acerca a París tras su calvario.