MOTOS

El niño que soñaba con ser Rossi destroza récords de precocidad

A sus 16 años, José Antonio Rueda está cerca de convertirse en el primer piloto en ganar el Mundial Júnior y la Rookies Cup en una misma temporada. El año que viene debutará en Moto3.

Daniel Arribas

Daniel Arribas

En Los Palacios, localidad de 38.000 habitantes al sur de Sevilla, el fútbol es religión. Jesús Navas, Fabián Ruiz o Gavi son solo algunos de los futbolistas que han llegado a la élite desde sus calles. De niño, José Antonio Rueda buscó el mismo camino, pero con tres años, la frustración tras las continuas derrotas de su equipo llevó a su padre, Gustavo, a buscar una alternativa. "Justo cuando pensábamos en apuntarle a un deporte individual, su abuela le regaló una minimoto". Hoy, trece años después, José Antonio, Rueda para los amigos, como si el apellido hubiera anticipado su destino, ya forma parte de la historia del motociclismo español.

Antes de cumplir los 17, que llegarán en noviembre, este sevillano risueño e introvertido se ha proclamado campeón del JuniorGP, el Mundial de motociclismo para jóvenes promesas; y, a falta de dos carreras, lidera la Rookies Cup con 11 puntos de ventaja sobre el segundo clasificado. En caso de sellar el prestigioso doblete, Rueda se convertiría en el primer piloto de la historia en lograrlo. "Sería una forma increíble de cerrar el año, más aún teniendo en cuenta que no lo ha conseguido nadie", dice por teléfono desde Barcelona, donde entrena antes de viajar al GP de Valencia que cierra la temporada.

Orgulloso por el histórico desempeño de su pupilo, Kev Coghlan, team manager del equipo Estrella Galicia 0,0%, tiene claro dónde ha estado la evolución del sevillano respecto al curso pasado, cuando terminó octavo en el JuniorGP. "Todavía le faltaba constancia y algo de velocidad, pero se ha esmerado mucho en mejorar el entrenamiento físico, en cuidar la dieta y en trabajar cada día como un verdadero profesional. La evolución ha sido admirable, ha luchado mucho para llegar a este nivel", dice el británico.

En el proceso, Rueda no ha dejado detalle por pulir. "Pasa mucho tiempo con los técnicos y con el equipo de telemetría cada día. Hay veces que va primero en los entrenamientos previos a la carrera y llega al box agobiado porque quiere identificar el detalle exacto que le hace perder una milésima en vuelta; es muy minucioso en el trabajo", reconoce Coghlan.

Las comparaciones, claro, no han tardado en llegar. Las más claras, dice Coghlan, apuntan a Jorge Lorenzo, tricampeón del mundo de MotoGP, por su finura en el pilotaje, como si la naturalidad en la moto le fuera innata. Rueda ve las similitudes con el mallorquín, pero solo dentro de la pista. "No tengo su carácter", dice vergonzoso, "yo soy más bien tímido, no me gusta hablar mucho".

José Antonio Rueda posa de niño junto a Valentino Rossi.  JOSÉ ANTONIO RUEDA
José Antonio Rueda posa de niño junto a Valentino Rossi. JOSÉ ANTONIO RUEDA

Sobre la moto, sin embargo, su mentalidad se transforma: "Entrar al circuito y poder ir tan rápido es una sensación indescriptible. Me hace muy feliz". Sus padres, en cambio, lo sufren desde el paddock. "A mí se me cierra el estómago y me entra un dolor de riñones terrible por la tensión. Se pasa mal", dice Gustavo Rueda.

Cuando Joaquina, abuela del niño, le compró la moto antes de cumplir cuatro años, los padres del piloto optaron por apuntarle a una escuela. "Para que aprenda", pensaron. Nada de eso. Allí, en la MKV Racing School de Alcalá del Río, a una hora de su casa, el niño encontró un hogar.

El primer día, sus padres quisieron ponerle ruedines de apoyo en la moto. "Claro, solo tenía tres años, todavía ni sabía montar en bicicleta… ¡Los pies ni le llegaban al suelo!", dice su padre. El crío fue tajante: "Valentino Rossi no lleva ruedines, así que yo tampoco". Tres meses después, ya doblaba a todos sus compañeros sobre la pista. "Los profesores nos dijeron que nunca habían visto nada igual en alguien tan pequeño", reconoce Gustavo Rueda, hoy mecánico de su hijo en la Rookies Cup.

Para descorchar el champán en Misano (San Marino), donde José Antonio se proclamó campeón del mundo júnior el pasado 3 de septiembre, el trayecto ha sido muy sacrificado, según cuenta su padre: "El esfuerzo económico ha sido inhumano. Él es el segundo de cinco hermanos, yo soy mileurista y mi mujer no siempre ha tenido trabajo. Nos dejábamos casi el sueldo completo en él, en sus entrenamientos, en gasoil, en neumáticos, en la matrícula de la escuela… Ha habido días en los que hemos tenido que comer con mi madre o con mi suegra. Ha sido muy duro, pero ha merecido la pena".

Ahora, antes de dar el salto a Moto3, donde debutará en 2023 con el equipo Red Bull KTM Ajo , José Antonio tiene un reto mayúsculo entre ceja y ceja: ser el primer piloto de la historia en ganar JuniorGP y Rookies Cup. Y hacerlo, además, el mismo año.

Para llegar a este punto, dicen, su repentina madurez ha sido clave. Cohglan sabe que a partir de ahora el camino no será fácil, pero confía en su alumno aventajado: "En Moto3 no le valdrá con ser rápido. Habrá más presión, más viajes y la resistencia, mental y física, será fundamental para lograr resultado. Con todo, no veo por qué no puede ser campeón del mundo varias veces. En esta vida puede pasar de todo, pero nunca habíamos visto un piloto tan dominante".