BÁDMINTON

Los días en los que Carolina Marín rompía raquetas a lo McEnroe: "Yo no conocía a mi hija"

Su madre, Toñi Martín, desvela los inicios de la gran campeona española y cómo le llegaba a sorprender su carácter.

Carolina Marín, en sus inicios. /ARCHIVO
Carolina Marín, en sus inicios. ARCHIVO
José M. Amorós

José M. Amorós

El carácter de Carolina Marín ha sido el gran plus que ha cambiado su historia. Un ADN diferencial que le ha hecho capaz de someter a todo un imperio asiático de jugadoras, que completan el 80% de practicantes de todo el mundo. Y es que nunca una jugadora occidental pudo proclamarse campeona mundial tres veces, pero tampoco colgarse la ansiada medalla de oro olímpica. Única en la historia, la onubense juega al bádminton como nadie pero su mirada de loba en la pista ha sido diferencial. Y ahora sabemos que todo empezó con apenas ocho años.

Su madre Toñi lo ha desvelado durante un reportaje 'ADN Ganadora' en Informe Semanal de TVE previo a que la andaluza acuda a Oviedo para recoger el Premio Princesa de Asturias de los Deportes. "Es que mi hija se transformaba", recuerda sobre los inicios en los que ira a verla entrenar o jugar sorprendía hasta a la mujer que le dio la vida: "En casa era una niña tan buena... ella se entretenía jugando y nunca una palabra más alta que otra. Pero esa niña, ¿cómo sacaba ese carácter en la pista?".

Y lo dice porque la leyenda española tuvo unos inicios donde había que controlar sus impulsos, sus ganas de ganar siempre, porque llegaba demasiado lejos: "Yo veía a esa niña que partía la raqueta... ¡pum! Es que yo decía 'es que esta niña es la McEnroe del bádminton' . Vamos, es que era increíble. ¡Es que yo no conocía a mi hija!".

"Su abuela le dejaba ganar al parchís para poder seguir jugando"

Fernando Rivas Entrenador de Carolina Marín

Cuando decimos que Carolina quería ganar siempre, es siempre. "Soy muy competitiva, no solamente en el bádminton. Jugando al parchís o a cualquier juego de mesa con amigos y con mi familia soy muy competitiva", relata la propia jugadora en el mencionado reportaje, algo que confirma su entrenador Fernando Rivas con una anécdota de su niñez: "Lo de ganar viene de serie. No sé si ella ha contado cuando jugaba al parchís con su abuela y no ganaba, cogía el parchís y ya no se jugaba más. Y entonces la abuela, para poder seguir jugando al parchís, se dejaba ganar".

Hay que recordar que la ahora, para muchos, mejor jugadora de la historia de su deporte salió de casa muy joven, siendo apenas una niña, para hacerse con una carrera exitosa lejos de su familia. "Mis padres me dejaron en las manos de Fernando a los 14 añitos y llevamos casi 18 años juntos", confesaba en Relevo hace algunas semanas. Fue el técnico granadino quien moderó su carácter, perfeccionó su juego — en muchas ocasiones ha confesado que "de pequeña era mala" y que "nunca pensaba que podía llegar a ser lo que ha sido" — y, a la vista está, que lo logró.

Un trabajo que fue duro y que su madre ahora confiesa que "si hubiera sabido, quizás no hubiera aguantado", pero que dio sus frutos. Y siempre quedará la pregunta de qué hubiera sido sin lesiones.