ESGRIMA

La vida de Carlos Llavador, un emigrante en una fábrica de medallistas: "En España no importan los resultados ni los valores"

El esgrimista relata su vida en la pequeña localidad italiana de Frascati, una potencia mundial en esgrima.

Carlos Llavador posa para Relevo durante la entrevista en Frascati./MICHÈLE NOVOVITCH
Carlos Llavador posa para Relevo durante la entrevista en Frascati. MICHÈLE NOVOVITCH
Julio Ocampo
Michèle Novovitch

Julio Ocampo y Michèle Novovitch

El escritor y dramaturgo Luigi Pirandello escribió hace un siglo una obra titulada 'Seis personajes en busca de autor'. La comedia, porque se trata de una comedia, se centra en la vida de seis individuos que ya nacen actores, y que sólo necesitan a alguien -un maestro, quizás un director teatral- que les vaya dando algunas trazas por un camino que ya saben, que ya conocen, y que reclaman vivir. Hay algo de todo eso en la vida de Carlos Llavador (Madrid, 1992), un mosquetero español afincado en Italia desde hace un puñado de años. El lugar que le ha permitido llevar a España a unos Juegos, además de lograr medallas en europeos y mundiales tras años de sequía en este deporte.

Carlos Llavador, el mosquetero exiliado.MICHÈLE NOVOVITCH

"Venid a verme, que aquí nunca viene nadie", responde al teléfono durante la conversación para concretar la cita, que lógicamente es enFrascati, donde se encuentra una de las academias de esgrima más prestigiosas a nivel mundial. Situada en Colli Albani (unos montes elevados en la campiña romana en dirección sureste), Frascati es una localidad de veinte mil habitantes. Famosa en el mundo por la porchetta (cerdo deshuesado aderezado con especias autóctonas) y sobre todo por las medallas mundiales y olímpicas en esgrima. De hecho, sólo hay otra ciudad que rivaliza con ella en esta magnitud, y también está en Italia: Jesi, con poco más de 40.000 vecinos.

Esgrimistas entrenan en la academia, situada en Frascati. MICHÈLE NOVOVITCH
Esgrimistas entrenan en la academia, situada en Frascati. MICHÈLE NOVOVITCH

El decorado -a priori- está a punto. Ahora sólo faltan las luces entre bastidores para narrarla historia épica de un personaje constante y empecinado en medio de un deporte poco mediático y con una lacerante precariedad económica, al menos en España. Pero no, así la obra quedaría simple y manida, aunque atractiva para cualquier autor banal que quiera darle forma, legitimado por público aletargado dispuesto a engullirla. Sólo eso, sin más. Porque es cierto que Carlos es el número 10 del mundo. También que le devolvió a España la miel olímpica en Tokio tras un barbecho que duraba desde la medalla en sable de Pirri en 2008, pero su gesta va más allá de este éxito forjado en las adversidades. En realidad, tiene que ver con los detalles, con su instinto. Con la búsqueda y los matices del alma. Con un perpetuo reclamar personas -autores- para que le den lo que es suyo. Algo que ya representó, pero aún no está estrenado. ¡Que ama y no sabe!

"Antes de contarte mi vida, déjame que te explique por qué en Italia se ganan medallas olímpicas en esgrima con quince años. Por qué hubo un momento en que solo esta disciplina le daba más oros al país que en España sumando todos los deportes". Se refiere a Livio Di Rosa, quien falleciera en Mestre hace poco más de veinte años. "Revolucionó la esgrima mundial. Los deportistas estaban acostumbrados a tirar sólo de punta -en la zona del tronco- con la espada por delante. Él dijo que el tocado no debía ser siempre directo, sino también lanzado aprovechando, en este caso, la flexión de la hoja del florete. Es decir, no ir con la espada por delante sino poder llegar hasta la espalda y luego soltar, tocar. Nadie supo cómo defender esto, porque desconcertó a todos", explica dilatándose en lo que supuso para el país ese gurú, imitado por todos desde entonces.

"El Estado italiano se percató. También el Comité Olímpico Italiano… Se creó un caldo de cultivo fantástico. Con un sinfín de patrocinadores, logística magnífica, deportistas profesionales precoces con un sueldo fijo por ser bomberos, policías… En definitiva, respaldados por el Estado", recuerda. No es casual que, en una tarde cualquiera de Roma, concretamente en un barrio popular como el de Centocelle, varios padres lleven a sus hijos para que aprendan el oficio de mosquetero. Allí se encuentra la academia Scherma Storica Roma, pero eso es otra historia, aunque sí tiene que ver con el magnetismo de un país con deportes como el rugby, el beisbol, el piragüismo o la esgrima.

El teatro

La historia de Carlos Llavador (Bronce mundial en 2018 y tercero en el Europeo de 2015), curiosamente, tiene que ver con el teatro. "Cuando tenía ocho años practicaba hockey hierba y esgrima. La primera vez que cogí una espada fue en la sala de armas e Madrid. Yo estaba en el colegio Asunción Rincón de Vallehermoso. Mi primer maestro fue Pablo Acevedo…". Y ahí se detiene porque dice que a su vida -ya escrita- le dieron forma los maestros. Es por eso que cuando se retire piensa en montar una academia en Madrid -quizás en otro sitio- para devolver a la esgrima como maestro lo que estos le dieron a él como alumno. Incluso a día de hoy. "Mi carrera siempre estuvo marcada por ellos, por su pasión, por cómo me trataron, por saber qué podía dar y hasta dónde llegar", rememora el mejor esgrimista español, reconociéndoles esas aptitudes que también juguetean con el subconsciente.

Llavador, durante el entrenamiento, junto a sus compañeros. MICHÈLE NOVOVITCH
Llavador, durante el entrenamiento, junto a sus compañeros. MICHÈLE NOVOVITCH

Tras Acevedo llegaron, por este orden, Javier Calvo y Jesús Esperanza. "Era el técnico del equipo nacional. Con Jesús conectamos enseguida, porque ambos tenemos raíces en Toledo. Me incluyó dentro de un equipo, con un grupo de gran potencial. Entonces estalla la crisis de 2008 y todo desaparece. Él se ofreció a ayudarme económicamente, porque sólo tenía la beca de la Comunidad de Madrid, y además estudiaba Educación Física en la Universidad", afirma.

Era la vida de un chico que sacaba lo justo para financiarse alguna que otra competición internacional en Europa. Poco más. Fue cuando -de acuerdo con Jesús- decidió probar con la primera experiencia italiana. "Sí, me dijo que en España había tocado techo, y que tenía que salir para seguir creciendo. Era 2015". Fue, entonces, por vez primera a Frascati, donde tuvo la suerte de conocer a su maestro actual: Fabio Galli. "Al ver la relación que tenía con otros deportistas como Toldo o Daniele Garozzo (oro de florete en Tokio) quise que él fuera mi nuevo Jesús Esperanza. No quiero olvidarme que ese viaje, esa primera experiencia ayudó a financiármela también Antonio Castillo, mi profesor de inglés", confiesa sin reparos.

"Lo había suspendido en selectividad, y él me cogió pero no para que aprobara, sino para que aprendiera inglés de verdad. Le gustaba el teatro, y quería montar una compañía. Prometió ayudarme a buscar patrocinadores, pero no encontró ninguno. Me ayudó él directamente diciendo esto: Nadie tiene que privarse de un sueño por dinero". Fueron los tiempos de su bronce europeo sub'23. No pudo clasificarse para Río, pero ya estaba advirtiendo quela esencia de la espada, del florete, de la esgrima en general era el teatro, el guiño, la vida concebida como un trampantojo. "El árbitro interpreta que tú atacas cuando montas un show. Consigues engañarle con la presión corporal, hablándole, condicionándole". Con esa primera partitura interiorizada y tras un año en Frascati, Carlos volvió a España para terminar la carrera y esperar un nuevo autor que moldeara su personaje, ya preestablecido por otra parte. ¡Un personaje que declamaba seguir viviendo con su florete!

Beca ADO

"En 2018 era muy maduro. Gracias al bronce mundial obtuve la beca ADO", un programa que apoya el desarrollo y la promoción de los deportistas nacionales de alto rendimiento a nivel olímpico. Eso a Carlos le permitió volver a Italia, costearse cualquier competición, además de tener un preparador físico personal, un nutricionista y un psicólogo. "Sí, es Javier Ayuso, que me ayuda a gestionar la presión, a centrarme sólo en lo que depende de mí y a ser más regular en mis resultados incluso teniendo días malos", aclara lacónicamente.

"A inicios de mi segunda etapa, entrenando con Fabio, luchamos por una plaza en los Juegos de Tokio. Nada más llegar, gano la Copa del Mundo en El Cairo, pero la pandemia lo cierra todo. Durante más de un año no supimos si entrenar pensando en los Juegos o no, entre otras cosas porque no sabía si obtendría plaza.  Enla Copa del Mundo de Doha quedo eliminado. Estoy a expensas de que los dos tiradores que podrían arrebatármela pierdan. Esa noche duermo mal. Me levanto, me quedo en mi habitación y pincho un enlace que me lleva a Youtube para verlos en directo. Pierden; la plaza es mía. Luego lo celebré con mis compañeros a lo grande, lógico".

Como dicen que el margen es lo que hace la página,en esta historia lo menos relevante son los Juegos. De hecho, en una cita olímpica con controles al estilo Franja de Gaza para frenar la pandemia, no tuvo su día. Es por ello que no guarda un buen recuerdo de ella, y por lo que le gustaría volver, quizás con sus compañeros españoles que practican con él en Frascati: María Mariño (su novia) e Ignacio Breteau. Todosse marcharon de España, donde tenían la sensación dededicar muchas horas para recibir poco a cambio. "Es que aquí en Italia todos son profesionales, funcionarios del estadio… En mi país con 18-19 años la mayor parte de la gente abandona. Dependes del Estado al 100%. Además, es complicado obtener patrocinadores, aunque seas el diez del mundo. Y es que lo que te piden es notoriedad en los medios o en las redes sociales. No importa los resultados ni los valores del deportista. Por no hablar de la formación de maestros, que es insuperable", advierte.

Llavador, entrenand</p><p>o en Frascati. MICHÈLE NOVOVITCH
Llavador, entrenand</p><p>o en Frascati. MICHÈLE NOVOVITCH

Como el propioFabio Galli, quien atiende a Relevo para explicar quién es Carlos Llavador y cómo es el escenario de su vida deportiva. "Llegó bueno, pero tácticamente le mejoramos. Recuerdo que era muy físico, que corría mucho, así que tuvimos que controlar esto. La exigencia física es enorme porque en tres asaltos se pueden sumar hasta nueve minutos de duelo en posición semiflexionada. Entre espada, sable y florete tenemos 230 chicos en Frascati. Aquí están los mejores. Daniele Garozzo, medallista en los dos últimos Juegos… Antes de él estaba también Ilaria Salvatori… Todos estudiamos, aprendimos del profesor Di Rosa. También Jesús Esperanza. Emulamos al Guardiola de la esgrima. Carlos se beneficia de esto, y sí claro que le veo con una medalla en los próximos Juegos de París". Podría ser su siguiente acto.

El último más importante fue hace un lustro. Corría el año 2018 cuando un acervo Llavador,en el Mundial de Wuxi (Shanghai), se colgó la medalla de bronce en la modalidad de florete individual. La obtuvo tras caer -por 11 toques a 15- en la semifinal contra el británico Richard Kruse. Ese resultado -décimo metal español en la historia de los mundiales- acabó con la sequía de nueve años de la esgrima española -cuya última presea remontaba al bronce de José Luis Abajo en Turquía- y de 23 en la disciplina de florete individual, donde tan sólo hay dos deportistas con un metal planetario.

Carlos, con su guion a cuestas, busca autores-maestros para poder seguir contando su vida, su maravillosa y fantástica comedia de vida. "Otro deporte me habría solventado todos los problemas. Lo pienso a menudo. La esgrima es emocionante y me hace sentir vivo, porque lo que me gusta es luchar cada día". Lo ama, pero lo que no sabe es que lo ama así tal cual es, con todos esos socavones. Carlos es el protagonista, pero también el autor.