Al lado de Paloma del Río en sus últimas horas de retransmisión: lagrimas, jamón y una cola para un autógrafo
Relevo acompañó, en su despedida de la televisión, a la voz olímpica que se ha convertido en un icono para la mujer, el periodismo polideportivo y el colectivo LGTBIQ+.
24 horas antes, Almudena Cid ya estaba llorando por 'culpa' de Paloma del Río. No podía evitarlo, un adiós siempre es difícil. Ella lo sabe bien. Pero lo cotidiano hizo bonito el inicio de este día. Conversaciones de rítmica, un poco de descanso en el hotel… Y sin darse cuenta, la preparación de su última retransmisión juntas ya había comenzado.
Llegar a la Feria de Valencia no era fácil. El furor por la gimnasia rítmica estaba en términos de sold out en este Campeonato del Mundo. "Tenemos hasta escolta para entrar", bromeaba Paloma. En un día tan especial quién no querría tenerla un rato cerca. Después de 37 años poniendo voz al deporte, aún no se cree el revuelo que crea. Tímidamente, me suelta: "Yo no buscaba ser un referente". Simplemente, humildad y cercanía.
Como un reloj, a las 14:00h Paloma del Río ya estaba sentada junto a Almudena en la sala de prensa. Lo primero, algo de comer y "mejor no muy tarde que da sueño". En su mochila siempre un poco de lomo o jamón. Sobre la mesa todos los detalles de la final de conjuntos: notas de clasificación, plazas olímpicas y apuntes de última hora. Se concentran repasando todos los escenarios posibles de medallas, hablando del riquísimo japonés al que fueron anoche, Almudena haciendo ejercicios para la voz o Paloma replicando los ejercicios de las primeras generaciones con música y movimiento.
El amor por el deporte se podía respirar desde el minuto uno. Y también por la gente, ambas no paraban de saludar a compañeros, responder mensajes en redes y hasta subir alguna stories antes de la retransmisión. El último día, también suponía un aluvión de reconocimientos in situ y online. "Muchas gracias por todo, macho", era la frase más repetida por Paloma.
"Yo no buscaba ser un referente"
Narradora de RTVE"¿Cuántos papeles te tienes que llevar? Los menos posibles. Todo está aquí -señalándome su cabeza-, por eso hay que estudiar mucho", me aconseja Paloma con un orden de actuación en mano lleno de anotaciones a boli. "En este momento no me pongo nerviosa. Cuando me siento en la cabina, saco los papeles, me pongo los cascos y hay tanta gente alrededor, pues… En una competición así no tanto". Sin embargo, ella sabía que hoy iba a ser una retransmisión diferente. Ya habíamos hablado de lo "blandita" que estaba Almu y de lo especialmente "emocionada" que estaba ella.
Llegó el momento de ir a la cabina, que se encontraba en lo más alto de las gradas. Muchos espectadores la veían tan cerca que no se podían resistir a acercarse a hablar con ella y hasta algunos se agolpaban para poder sacarse una foto o pedirle un autógrafo. Sin exagerar, hablamos de una cola de 50 personas para ver a Paloma del Río. "Cómo si fuese famosa", decía entre risas. Menos mal, que estaban los guardaespaldas. Cuatro maravillosos voluntarios que lograban mantener el orden.
Paloma, tan profesional como acostumbra, se dispuso a colocar perfectamente alineados sus papeles con un boli, sus dos botellas de agua, sus dos móviles y su pantalla con las puntuaciones en directo. No necesita más. Última revisión a los niveles de los micros, mirada cómplice con Almudena y empezó la magia.
Arrancó con voz clara, su mirada completamente fija en el tapiz y sus manos bailaban a ritmo de las emociones del directo. La narración se sucedía de comentarios cuidadosamente encajados hasta que... llegó el primer fallo de la final. Israel cometió un error que le costaría la medalla de oro en el ejercicio de 5 aros. Paloma inmediatamente se llevó las manos a la cabeza y lo sufrió como una espectadora más.
Le pregunté: ¿Hoy habrá medalla para España? Me respondió: "Hombre, una mínimo sí". Lo tenía clarísimo. El pabellón empezó a rugir -señal de que salía España-, la música de Romeo y Julieta inundaba toda la Feria y el conjunto español clavó su ejercicio. En medio de la euforia, me miró y me dijo por señas: "O primeras, o segundas. Finalmente, España se proclamó subcampeona del mundo.
Antes del descanso, ya llegaron las primeras lágrimas de Paloma recordando a todos aquellos que hacen posible las retransmisiones -cámaras, comentaristas, técnicos de sonido...-. Lo que no se esperaba era encontrarse con pancartas con su nombre que originaron esa grandísima ovación a ritmo de 'Paloma, Paloma'. De nuevo, no pudo contener las lágrimas y se mostró muy agradecida por el detalle. Poco a poco el directo empezaba a llegar a su fin.
Entre las cosas más impresionantes de sus narraciones está el perfecto control que tiene sobre los 'timings': beber agua sin apagar el micro, encontrar los momentos de silencio, apuntar cada nota a boli o manejar la mesa de mezclas sin inmutarse. Años y años dedicación y práctica que se demuestran en cómo fluye en la narrativa. Después del descanso, ya sólo nos quedaba una hora de retransmisión y las emociones estaban más que nunca a flor de pie.
Casi en cada uno de los ejercicios mixtos, alguna lágrima recorría su cara o se comía las uñas para intentar aplacar todos esos sentimientos. Se la veía disfrutando, bailando cada una de las coreografías, sonriendo en todas sus palabras y permitiéndose quitarse los cascos para escuchar las músicas que le llamaban la atención. "Muy bonita esta música", me señalaba durante la actuación de Japón. El aura del momento era demasiado especial.
Fue entonces cuando salió Israel para cerrar la competición; todos estábamos expectantes de que saludaran, saliera la nota y dieran comienzo los últimos minutos de Paloma del Río en una transmisión en televisión. Una treintena de personas rodearon la cabina -aunque seguramente había más- para poder vivir en directo esas últimas palabras. Se arrancó Almudena y dadas de la mano, le dedicó uno de los discursos más bonitos que se le podía hacer. "Eres la banda sonora de nuestras vidas y nos recuerda quiénes fuimos y quiénes somos", le admitió la exolímpica. Con la voz entrecortada, la narradora quiso lanzar unos últimos agradecimientos a todos estos años y concluyó nombrando a Lope de Vega: "Yo me voy señora mía, yo me voy… el alma no".
Y por supuesto que no, porque Paloma es legendaria. Su paso por el periodismo ha cambiado la perspectiva de muchas mujeres que querían dedicarse a esta profesión, ha acercado e inculcado a todos su cultura y amor por los deportes minoritarios y, sobre todo, ha contagiado un poco de su grandísima personalidad -profesionalidad, ingenio, dedicación, pasión...-. Paloma sabe que esto no es un adiós, ni un hasta siempre; es un momento para mirar atrás y celebrar haber conseguido romper todas esas barreras por y para la sociedad.