Miguel Heras, el otro rey de la montaña: "Necesito 50 años más para correr todo lo que quiero"
El bejarano atiende a Relevo tras conquistar a los 47 la espectacular Everest Trail Race by The Elements, el segundo occidental en lograr tal gesta.
Cuando su hermano Roberto, cuatro veces ganador de La Vuelta y un año mayor que él, le vio en la Ultra Trail del Mont Blanc tuvo un flechazo con las carreras de montaña. Y es que Miguel Heras (Béjar, 1975) es una de las mayores fuentes de inspiración del trail español. "Soy un hombre tranquilo, pero cuando toco los imperdibles y me pongo un dorsal, me vuelvo loco", comenta entre risas.
Su última broma de buen gusto ha sido vencer a los 47 años en la espectacular Everest Trail Race by The Elements, el segundo occidental en lograr tal gesta. "Es un carrerón en todos los sentidos, con una organización supermetódica. Me llevo muchas vivencias en las montañas más majestuosas del mundo y tantos amigos como corredores participaron", comparte.
En una de las pruebas más bellas del planeta, la competición empieza antes incluso de coger el avión, dado que los participantes son responsables de su material. Y allí Heras comenzó a ganar la carrera. "Tengo la costumbre de minimizar todo, sólo llevo lo imprescindible para cumplir con el reglamento y los estándares de seguridad", introduce antes de advertir: "Una vez que eliges el material, tienes que llegar a meta con él; si se rompe, se rompió, lo tienes que apañar tú porque no hay asistencia que valga", dice. La relación de elementos le sale de carrerilla. "Un saco de -2 o -4 de confort, un plumífero, pantalón y camiseta térmicas, prendas de Gore-Tex abajo y arriba, mantas térmicas, una pequeña navaja, un mechero y un antiséptico que te puede salvar de algún marrón".
En 2019 acudió a la prueba "con una pequeña rotura en un gemelo" y no pudo disputarla, pero sí disfrutarla. "Esta vez tuve que mantener ritmos más agónicos porque mi amigo Suman Kulung, un chico nepalí que ha vencido allí dos años, está muy adaptado a esa altitud y terrenos y no es fácil ganarle", manifiesta. Al término de las seis etapas, tras 170 km y 26.000 m de desnivel acumulado, el bejarano logró distanciarle en más de 13 minutos. Y también saborear la experiencia. "Soy un poco masoquista; aunque esté sufriendo a tope, disfruto. Al final, tenemos la suerte de correr donde están los picos más altos del mundo y de absorber otras cultura, otras formas de vida", subraya.
A Heras sus circunstancias le ayudan a prepararse. Vive en Béjar (Salamanca), a 1.100 m de altitud, y se ejercita en La Covatilla, en puntos que alcanzan los 2.400 m. "En esta cita el gran hándicap es la altitud. Tocamos un par de veces los 4.100 m, pero estamos mucho tiempo por encima de 3.500 m, dormimos en ocasiones a esa altura y eso no puedes entrenarlo en ningún sitio", explica un hombre que es una institución para el resto de corredores con los que comparte esos campamentos en medio del paraíso.
Al terminar cada etapa no hay ducha que valga, sino un barreño con agua tibia. "Me gusta ese ambiente, buscarte un poco la vida, no esa comodidad en la que vivimos habitualmente, en la que abres un grifo y sale agua caliente por arte de magia", apunta. "Aquí te puedes asear un poco y te tienes que espabilar para que seque la ropa si la quieres lavar. Buscarse la vida también es parte de la carrera".
Miguel Heras, padre dos hijas que siempre le recuerdan corriendo, vive con el carpe diem por bandera y no se pone fecha de caducidad: "Voy a correr toda mi vida, competir y disputar es otra cosa". Hay retos aún por delante. "Me quedan muchas cosas por conocer. Te juntas con otros corredores que han hecho alguna carrera que te suena y tú no has participado. Necesito otros 50 años para correr todo lo que quiero", suspira un atleta admirado por el pueblo. "Me dicen mucho que no se me va a acabar la gasolina nunca. No sé, cuando se acabe, se acabará, pero de momento por qué voy a ahorrar".
Béjar le preparó un emotivo recibimiento al volver victorioso de la Everest Trail Race by The Elements. Pero quizá su mayor triunfo sea convertirse en un modelo para muchos corredores. Entre sus admiradores está su hermano Roberto, del que siempre supo que correría tras colgar la bicicleta. "Claro que es bueno. Un ciclista profesional puede hacer el deporte que quiera, para estar ahí tienes que tener un motor que pocos pueden tener", indica. El suyo, entrenado en uno de los lugares más emblemáticos del panorama nacional, tampoco está nada mal. Miguel Heras fue, es y será uno de los reyes de nuestras montañas.
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