SALTOS DE ESQUÍ

El día que Garmisch ovacionó a un saltador español un 1 de enero

Ángel Joaniquet recuerda una anécdota de sus participaciones en la competición de los Cuatro Trampolines

Ángel Joaniquet formó parte del equipo español de saltos de esquí./ÁNGEL JOANIQUET
Ángel Joaniquet formó parte del equipo español de saltos de esquí. ÁNGEL JOANIQUET
José M. Amorós

José M. Amorós

"Éramos exóticos", comenta Ángel Joaniquet, uno de los pocos saltadores españoles de la historia. El catalán tuvo la oportunidad de formar parte del proyecto de saltos de esquí que España desarrolló durante los años '70 y '80 y relata a Relevo cómo era ser saltador de esquí español al llegar a los países donde la cultura de la nieve es el día a día: "Cuando llegábamos al resto de países, la gente creía que éramos toreros".

Joaniquet (Barcelona, 1962) recuerda aquellas experiencias de un grupo de jóvenes que, a través de unos cursos de Navidad organizados por la federación catalana de deportes de nieve, llegaron a un mundo tan diferente como llamativo para España. En aquel momento, cada 1 de enero, las familias veían juntas por la televisión aquella prueba del Torneo de Cuatro Trampolines en la localidad bávara de Garmisch-Partenkirchen. Alemanes, noruegos o austriacos dominaban la disciplina, pero un grupo de menores de edad, con poca experiencia, se subía a aquel trampolín volador donde nadie esperaba a unos saltadores de la calurosa España. "Imagínate explicar a un alemán que yo era un saltador de esquí que venía de España. En aquel entonces, no había Internet y apenas había información. Lo máximo que conocían era Benalmádena porque habían ido de vacaciones. Y cuando ellos iban a Benalmádena, hacía un calor apabullante. Entonces explicar que era un saltador de esquí de España era algo que no podían llegar a entender", explica el exsaltador español.

La Marcha Radetzky pone la sintonía y la imponente Colina Olímpica alemana colorea de blanco cada inicio de año. Una competición que muchos no saben por qué, pero ven cada Año Nuevo y donde, la mayoría cada 1 de enero, pregunta por qué no participa ningún saltador español. Pero sí, hubo una época donde los hubo y donde, además, eran protagonistas. Hasta hubo una ocasión donde un español se llevó la gran ovación de la mañana.

"El salto más aplaudido fue el mío, pero por el golpe que me di. Me caí. Me pegué un talegazo muy fuerte y me arrastré hasta abajo. Quedé aturdido. Tardé unos segundos en recomponerme y levantarme", cuenta el saltador barcelonés, que detalla cómo fue uno de los momentos más emocionantes de su vida: "Cuando me levanté, el aplauso del público fue espectacular. Nunca me habían aplaudido por saltar. Jamás en mi vida. Sin embargo, por aquella caída, sí. Había 50.000 personas aplaudiendo a rabiar. Nunca había recibido un aplauso tan estridente de 50.000 personas como aquel. Nunca había escuchado un aplauso de esa manera. Tenía 17 años y flipé en colores".

"Nunca me habían aplaudido por saltar"

Ángel Joaniquet Exsaltador de esquí

Un salto que no terminó bien en lo deportivo, pero poco importaba con lo que sucedió después. "Empecé a tener club de fans. Era muy curioso. Nos pedían siempre miles de autógrafos después de las competiciones. Era tan cotizado un autógrafo de un saltador español, como el de un medallista olímpico. Pero por lo exótico, no porque fuéramos buenos", desvela Joaniquet. "Saltar en Garmisch siempre se recuerda como algo especial. Es 1 de enero y sabes que te están viendo en casa. La única vez que me podían ver por televisión. En aquellos años, era lo único que se emitía de saltos de esquí. Me hacía mucha ilusión estar allí e intentar hacerlo bien. El ambiente allí es brutal, no os lo podéis imaginar. Ser saltador e ir por una de las calles del pueblo, da igual de donde seas o seas lo bueno que seas, te sientes como un verdadero héroe. La gente se acerca, te pide autógrafos. Quieren tener fotos contigo. Aunque no hubiesen móviles ni selfies, se hacían fotos con cámaras. No sé si alguien lo recordará… (risas)".

La experiencia de volver a Garmisch

Más de 40 años después de aquel salto, de aquella experiencia que marcó su vida, Ángel ha vuelto al lugar de la magia de los saltos. "Mi mujer me ha regalado un viaje, por mi 60 cumpleaños, para hacer una ruta de los trampolines de esquí. Cuando llegamos a Garmisch, el trampolín estaba cerrado al público. Había vallas por todos lados, estaban preparando todo para la temporada. Me acerqué y solo con decir "Hola, soy saltador de esquí y salté aquí tres años" al primer obrero que vi, ya me miró con admiración. Me dejó pasar para poder hacer una visita. Comenzaron a preguntarme con quién salté. Subí hasta arriba y me guiaron para conocer el nuevo trampolín. Y todo esto, solo por ser un saltador español. No dejaban pasar a nadie. Ni pagando. Había gente que había llegado desde todos los lugares del mundo y no permitieron a nadie hacer lo que hicieron conmigo. Alucinaron con conocer a un saltador español. Para que veas el respeto que tienen allí a los saltadores. Lo ven cada año, lo aman, les encanta. Tienen mucho cariño a los saltadores".

Los trampolines han cambiado y ya no quedan practicantes de esta disciplina en España, pero los amantes de los saltos de trampolín siguen recordando a aquel grupo de saltadores "exóticos". Joaniquet nos cuenta cómo, cada cierto tiempo, profesionales de la prensa internacional contactan con él para recordar las mil y una anécdotas de un grupo de niños representando a España por el mundo. Un anecdotario que recopiló hace unos años en su libro "En un salto: trampolines de esquí, adrenalina y un sueño olímpico".